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5 estrenos fuertes este primer jueves de octubre

Eleonora Wexler y César Bordón traen “Algo incorrecto”, la esperada “Ámsterdam” con Christian Bale -fetiche del director-, Margot Robbie, Anya Taylor-Joy, y de David O. Russell. También “Escalera al infierno”, “Vista por última vez” con Gerard Butler, “El chef” y la animada “Tadeo el explorador 3, la leyenda de la momia”. Aquí como siempre nuestra selección de reviews para elegir que ir a ver al cine.

 

“Algo incorrecto”

 

“Es uno de esos tantos señores que nunca caen, gente acomodada, un abusador, de esos que actúan dentro del ámbito de su casa, con total impunidad”, le dice Victoria a Rosario. El señor en cuestión es Evaristo García Avellaneda, un poderoso juez de Mar del Plata. Rosario es su hija, y Victoria, la hermana de una niña abusada. El magistrado quedará impune ante el Poder Judicial ¿Y ante la sociedad?

De eso trata “Algo incorrecto”, la película de Susana Nieri que se estrena este miércoles. De los silencios que amparan este delito -el más impune-, del poder de los victimarios, de la soledad de las víctimas. Pero también muestra la fuerza de la lucha, de la sororidad, esa nueva hermandad que le da poder a las mujeres para sentir que pueden enfrentar lo que sea.

“Las mujeres transitamos todas estas experiencias de dolor en soledad, y en realidad, o al menos para mi, la salida siempre es colectiva“, dice a Clarín Nieri, cineasta, feminista.

La película comienza en 2005, con dos mujeres muy distintas -Victoria y Rosario- que vuelven a Mar del Plata, la ciudad de sus infancias. Victoria es trabajadora social especializada en niñez, y su retorno tiene que ver con una deuda no saldada: denunciar los abusos sistemáticos del juez hacia su hermana Belén cuando era pequeña. Rosario es psiquiatra, tiene dos nenas, se separó y necesita el apoyo de un varón fuerte, su padre, que no es otro que el juez.

La denuncia de Victoria no prospera ante un Poder Judicial que sigue siendo “machista y patriarcal”. Le dicen que la acción penal se extinguió, es decir, prescribió (un absurdo de la ley que este delito prescriba, por eso sigue siendo cuestionado). En tanto Rosario continúa con su carrera mientras sus padres la ayudan a criar a sus dos pequeñas.

Llega 2015, un año bisagra en cuestiones de género. El 3 de junio, miles de personas llenaron todas las plazas del país para reclamar “Ni Una Menos” ante la imparable cantidad de femicidios y violencias de géneros. Y en octubre Mar del Plata fue el escenario del 30° Encuentro Nacional de Mujeres, una reunión única en el mundo por su masividad, por la temática de sus talleres y debates. Aquel año, más de 60 mil mujeres llenaron la ciudad para hablar de las  desigualdades y sus consecuencias.

Ese contexto de reclamo, lucha, injusticia, al que Rosario ve primero de lejos y luego más cerca, le permite movimientos internos, aquellos que el subconsciente muchas veces tapa para no sufrir. El contraste entre su lucha silenciosa y en soledad, con lo que ocurre en las calles repletas de mujeres que marchan y cantan juntas es muy evidente para Rosario, que comienza a cuestionarse. ¿A quién protege con su silencio? ¿A qué costo? ¿Y por qué?

“El encuentro de esas dos mujeres con el trasfondo del 30° Encuentro Nacional de Mujeres es una manera de homenaje a ese espacio que es el espacio de lucha y visibilidad de todos nuestros dolores, luchas y conquistas. Rosario nunca se encontró en ese lugar, por su clase social, y por su propia burbuja de vida, nunca tuvo relación con estos espacios. Vive en una realidad paralela, que es la realidad de muchas mujeres a las que les hablás de la lucha de las mujeres y los feminismos y es como si les estuvieran hablando en otro idioma”, explica Nieri.

“Lo bonito de la composición que hace Eleonora (Wexler, la actriz que interpreta a Rosario) es cómo sus velos van cayendo, como ella va a partir del encuentro con Victoria, esta mujer que es una trabajadora social, comprometida con esta temática, cómo va disparando cosas en ella que le van sacando los velos a esa memoria”, dice la directora.

Para escribir el guión, Nieri tuvo varios encuentros con Eva Giberti, reconocida psicóloga que hace años está al frente del Programa Las Víctimas contra las Violencias del Ministerio de Justicia de la Nación. “Eva nos contó que muchas veces, mujeres ya grandes que iban por otras cuestiones a sus terapias, ahi recordaban después de años que habían sufrido abusos en la niñez, eran recuerdos enterradísimos”.

Rosario también siente algo especial, incómodo, al ver a sus hijas, cuando ya tienen 9 y 11 años. Esa edad. Y se arrodilla frente al mar, revoltoso, imponente, como la realidad que no quiere, o no puede, ver. “La película tiene mucho de simbólico. El mar. También los deja vu, con imágenes oscuras, pedacitos de rostros, de manos, de miradas, que son recuerdos que aparecen de a poco -explica Nieri-. Por mi propio activismo, por estar en contacto con madres protectoras, ser parte de movimientos contra el abuso sexual y al ver lo que pasa, la película es sólo una pequeña muestra. La realidad supera ampliamente a la ficción“.

El juez de Mar del Plata Edmundo O’Neill fue denunciado por más de 20 mujeres por haberlas abusado sexualmente cuando eran unas niñas. De todas maneras, se estima que fueron muchas más las abusadas, pero no todas quisieron ir a la Justicia, que finalmente decidió que los delitos eran demasiado viejos como para profundizar cualquier proceso. O’Neil murió sin condena judicial. Durante el juicio, llegó a decir: “Yo sé que he hecho algo incorrecto pero no siento culpa”.  En el Showcase y en el Hoyts.

 

 

“Ámsterdam”

 

El segundo largometraje de David O. Russell, estrenado en 1996, se llamó Flirting with Disaster. Y ese “coqueteando con el desastre” es lo que hace 26 años después el celebrado guionista, productor y director neoyorquino. Caótica, ambiciosa, pretenciosa y decididamente fallida, Ámsterdam es una muestra más de los riesgos y las ínfulas de un cineasta al que le gusta filmar sin red. Y este salto al vacío lo hace junto a algunos intérpretes que suelen acompañarlo (desde Christian Bale hasta Robert De Niro) y otras figuras que completan un auténtico dream-team actoral: Margot Robbie, John David Washington, Anya Taylor-Joy, Zoe Saldaña, Rami Malek, Alessandro Nivola, Andrea Riseborough, Chris Rock, Matthias Schoenaerts, Michael Shannon, Mike Myers, Timothy Olyphant y la mismísima Taylor Swift. Sí, suficientes para completar un equipo titular y hasta un banco de suplentes pletórico de estrellas.

“Gran parte de esto realmente sucedió”, asegura el cartel que precede a los agobiantes, extenuantes y por momentos irritantes 134 minutos del film. Es cierto que en esta maraña de romances, enfrentamientos, desgracias, asesinatos y persecuciones asoman hechos “inspirados” en la realidad (sobre todo la confabulación política que se reconstruye sobre el final con grupos fascistas tratando de hacerse con el poder), pero esta denuncia de la manipulación, la polarización y el totalitarismo (allí están las huellas concretas de Mussolini y Hitler para que no queden dudas) nunca encuentra su esencia, su corazón emotivo ni su rumbo.

Parte comedia negra, parte drama romántico, parte film noir, parte fábula política, Ámsterdampretende ser muchas cosas (o todas) a la vez y no termina por desarrollar ni explotar ninguna de sus múltiples y en principio auspiciosas aristas. Russell juega al cinismo misantrópico de los Coen, al espíritu satírico de Adam McKay y a la fábula estilizada de Wes Anderson y termina perdiendo en todos los terrenos. La película no divierte, no fascina, no conmueve. En el mejor de los casos se puede admirar el despliegue visual (la portentosa fotografía es del mexicano Emmanuel Lubezki) y los recursos de producción, pero a esta altura de la historia de Hollywood se trata de un consuelo bastante menor.

Pasan muchas (demasiadas) cosas en esta historia ambientada en 1918 y 1933, y -pecado mortal- ninguna interesa demasiado. Hay algo así como un “triángulo” a-la-Jules y Jim entre Burt Berendsen (Christian Bale), un doctor que ha perdido un ojo en la Primera Guerra Mundial (y suele perder el de vidrio a cada rato), su mejor amigo y también exsoldado Harold Woodman (John David Washington) y Valerie Voze (Margot Robbie en plan morocha), una enfermera que salva la vida de Burt pero luego se enamora de Harold. Los tres bailan felices charleston en Amsterdam para 15 años más tarde reencontrarse en la mucho más sórdida Nueva York y en circunstancias bastante menos alegres. Y si ninguno de esos tres personajes protagónicos alcanza un mínimo de intensidad dramática, profundidad psicológica, carisma, encanto ni empatía al resto del multitudinario elenco le queda una participación casi testimonial en su lugar de víctimas o victimarios, de hombres rudos o mujeres fatales, de espías o mafiosos, de detectives o empresarios, de militares o políticos. Demasiado talento desaprovechado. Demasiado capricho acumulado. En los cinco complejos de la ciudad.

 

 

“Tadeo el explorador 3: La Leyenda de la Momia”

 

 

A Tadeo le encantaría que sus colegas arqueólogos le aceptaran como a uno más, pero siempre acaba arruinándolo: cuando destroza un sarcófago y desata un conjuro, pone en peligro la vida de sus amigos, Momia, Jeff y Belzoni. Con todos en contra y solo ayudado por Sara, Tadeo emprenderá una huida llena de aventuras, que le llevará de México a Chicago y de París a Egipto, para encontrar la manera de acabar con la maldición de la momia. En los cinco complejos de cine de la ciudad.

 

 

“Escalera al infierno”

 

La hija de Keira Woods (Elisha Cuthbert) desaparece misteriosamente en el sótano de su nueva casa. Pronto descubre que hay una entidad antigua y poderosa que controla su hogar a la que tendrá que enfrentarse o arriesgarse a perder el alma de su familia para siempre. En el

Showcase, Hoyts, Cinépolis y Monumental.

 

 

“El chef”

Se sabe que el aire disentido y relajado que se respira en los restaurantes más prestigiosos es directamente proporcional a la tensión y la presión que predominan en la cocina, un lugar donde todos los engranajes deben funcionar a la perfección para satisfacer a los clientes. Así ocurre en el coqueto local londinense a cargo del cocinero Andy Jones (Stephen Graham), quien junto a sus subordinados vivirá una de las peores noches de su vida, sino la peor.

La vida de Jones –de la que solo sabremos por sus llamadas telefónicas– está cayendo en picada por un matrimonio arruinado que lo lleva a beber alcohol con preocupante regularidad. Por si fuera poco, en la que se presume será una de las noches más concurridas del año, recibe la visita de un auditor que encuentra varios errores en la cocina, bajándoles la puntuación que ostentaban.

Es, pues, el principio de una jornada marcada por conflictos entre los empleados, entre ellos y ese jefe de cocina con malos modos, y entre todos con una dueña que no parece saber demasiado cómo regentear un negocio de esa envergadura. Mucho menos cómo lidiar con un grupo tan variado.

Filmada casi en tiempo real mediante una serie de largos planos secuencia que transcurren casi en su totalidad dentro del restaurante, El chef construye su relato a fuerza de una acumulación de sinsabores (por momentos demasiados) ajena a la mayoría de los clientes que degustan sus platos refinados. Los problemas personales de los empleados, la inexperiencia de los más nuevos y la frustración de algunos veteranos hastiados de su trabajo se entremezclan en un cóctel letal para Andy. En los Cines del Centro.

El abanico de clientes es amplio: un grupo de chicas norteamericanas de vacaciones, una familia cuyo padre de familia maltrata a las camareras, unos instagramers que quieren comer un plato que no está en la carta y hasta un novio que piensa proponerle matrimonio a su pareja. Todos motivos para aumentar esas rispideces que el espectador observa como un testigo invisible, sumergido por el dispositivo construido por el realizador Philip Barantini.

El chef es una película tensa, atrapante e incómoda, una despiadada reflexión sobre los vínculos interpersonales bajo los mandatos de un régimen laboral que no da respiro. Un régimen capaz de sacar lo peor de los seres humanos.

 

 

“Vista por última vez”

El escocés Gerard Butler, desde que fue el rey Leónidas en 300, no es de andarse con muchas vueltas a la hora de que sus personajes tengan que pasar a la acción. Si hay algo que no hacen es quedarse quietos, les podrán pegar duro, torturar o lo que sea, pero Gerard se las arregla, por lo general, para llegar vivo al último acto. Tanto éxito cosechó que ahora, estos mismos momentos, tiene otras cuatro películas en posproducción, y cuatro más en preproducción, en lista de espera para iniciar sus rodajes. Y sí, la mayoría son relatos de acción. A Butler le ofrecen -y lo que a veces es grave, él acepta- papeles de padre o esposo que debe velar por la seguridad de su familia. Aquí es Will Spann, un hombre que ama a su mujer, pero bueno, parece que ella ya no. O no tanto, porque la película nos muestra cómo Will agarra su auto y lleva a Lisa (Jaimie Alexander, Sif en las películas de Thor) rumbo a la casa de sus padres.

Podrán decir que para que se tome un tiempo, o distancia, o lo que sea, pero cuando Will para en una estación de servicio, y Lisa entra, bueno, Will no la verá más a Lisa. A Butler le ofrecen -y lo que a veces es grave, él acepta- papeles de padre o esposo que debe velar por la seguridad de su familia. Aquí es Will Spann, un hombre que ama a su mujer, pero bueno, parece que ella ya no. O no tanto, porque la película nos muestra cómo Will agarra su auto y lleva a Lisa (Jaimie Alexander, Sif en las películas de Thor) rumbo a la casa de sus padres. Podrán decir que para que se tome un tiempo, o distancia, o lo que sea, pero cuando Will para en una estación de servicio, y Lisa entra, bueno, Will no la verá más a Lisa. Y aquellos que le critican a Butler ser actor de una sola nota y un solo perfil (o un solo gesto; a Bruce Willis lo caracterizaba ése , como de oler caquita, y mal no le iba), bueno, en Vista por última vez tienen material como para darle sin descanso. ¿Está mal la película? No. ¿Entretiene? Sí. ¿Es creíble? Bueno, si pagan una entrada para ver una película con Gerard Butler, que no sea RockanRolla o una de ésas, y pretenden que lo que vean sea más o menos real, están pidiendo pelar un amanzana y que tenga gusto a ciruela. Algo que Brian Goodman, que suele ser más actor que director, ésta es su tercera realización, no está para nada dispuesto a poner un pie sobre la tierra y sí volar su imaginación con varias escenas de violencia bien, pero bien gráfica. En los cinco complejos de la ciudad.

 

Fuente: Clarín, Mariana Iglesias, Diego Batlle, Otros Cines, Cinépolis, Pablo Scholz.

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