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Todo Show

5 películas llegan este primer jueves de mayo

El director de Atómica (2017), Deadpool 2 (2018), Rápidos y furiosos: Hobbs y Shaw (2019) y Tren bala (2022) construye una divertida, intensa y romántica película basada en la serie homónima protagonizada por Lee Majors que tuvo cinco temporadas y 113 episodios entre 1981 y 1986, llega con “Profesión peligro”. Más el segundo largometraje de la talentosa directora inglesa de Saint Maud (2019), llega con “Amor, mentiras y sangre”, que contó con producción de la compañía A24, llega en la primera semana de mayo a los cines de la Argentina, Chile, Brasil y México (entre otros países) luego de su paso por festivales como Sundance y Berlín. Una película audaz y extrema predestinada a la más apasionada controversia cinéfila (y no solo cinéfila). También “Garfield: fuera de casa”, “La Habana de Fito” y “Horrorland”. Aquí una selección de reviews curada por este cinéfilo y donde verlas, porque el cine se ve en el cine.

“Profesión peligro”

Colt Seavers (Ryan Gosling) es uno de los dobles de riesgo más cotizados de Hollywood y su parecido con el Tom Ryder que interpreta Aaron Taylor-Johnson lo hacen indispensable para que lo reemplace a bordo de vehículos que vuelcan o en escenas en las que le prenden fuego. Colt siempre sale airoso hasta que un día, cuando es lanzado al vacío con arneses, la toma termina con él quebrándose la espalda ¿Accidente o conspiración? Lo cierto es que nuestro intrépido protagonista tarda 18 meses en recuperarse, período en el que prácticamente desaparece del mundo y deja de comunicarse con Jody Moreno (Emily Blunt), una camarógrafa con la que evidentemente tenía mucha afinidad.

Tras esa secuencia introductoria, nos reencontramos con Colt trabajando sin demasiado entusiasmo como valet parking de un restaurante hasta que recibe un llamado de la poderosa productora Gail Meyer (Hannah Waddingham, revelación de la serie Ted Lasso) para que regrese a los sets de filmación para un blockbuster de ciencia ficción llamado Metalstorm, una mezcla de Duna con Mad Max. El no tiene ningún interés en volver, pero ella le cuenta que la directora del proyecto no es otra que Jody Moreno en su primera experiencia como realizadora. Y entonces, claro, se sube al primer vuelo disponible.

La película combina con bastante fluidez y naturalidad elementos propios de la comedia romántica, una acumulación de desventuras y enredos, cine dentro del cine, suspenso, tensión y, por supuesto, espectaculares escenas de acción en las que se destaca la labor de aquellos dobles que cumplen la peligrosa profesión a la que alude el título de estreno en América Latina sin llevarse los méritos que realmente merecen y tan poco se les reconocen.

Que nadie espere una película sofisticada, pero incluso en la sencillez, superficialidad e inocencia de muchos de los conflictos, desafíos y trampas que atraviesa Colt se percibe no poca audacia, un bienvenido desparpajo y una indudable pericia para que el vértigo y la adrenalina (que las hay y en dosis abundantes) no conspiren contra la química de la dupla Gosling-Blunt ni contra un disfrute que vaya más allá de deslumbrarse con las muy buenas set pieces.

En estos tiempos de tanques sin alma y sin onda, Profesión peligro se impone como una producción simpática, noble y entretenida, con suficientes atractivos visuales, narrativos y actorales como para justificar su visión en una sala de cine sin esperar su arribo al streaming hogareño, donde su efecto sobre el espectador será bastante menor.

PD: No se retiren de la sala durante los créditos finales porque hay un detrás de escena que, claro, exalta el trabajo de los dobles de riesgo de la película y que incluye varias sorpresas.

DIEGO BATLLE.

En todos los complejos.

 

“La Habana de Fito”

La relación de Fito Páez con Cuba comenzó mucho antes de dedicarle un tema del disco Abre (1999) a su capital. Doce años antes había pisado por primera vez a la isla para cantar en el Festival de Varadero, un viaje organizado por Pablo Milanés para intentar insuflarle vitalidad creativa en medio del duelo por el brutal asesinato de sus “abuelas” en Rosario.

El recuerdo de aquella visita bautismal es uno de los tantos que enumera Páez durante la extensa entrevista que el cineasta Juan Pin Villar le realizó en 2017 con la idea de guardarla en su archivo personal. Recién durante la pandemia surgió la posibilidad de utilizarla como materia prima para un documental centrado en indagar en el vínculo del cantante con la compleja y contradictoria Cuba.

Nutrido por un cuantioso material de archivo y entrevistas a personas relacionadas con la vida del cantante y sus visitas, La Habana de Fito nunca logra trascender la condición de ejercicio íntimo, no pensado para exhibir en público, que tuvo en sus orígenes. Más allá del valor testimonial y de la siempre placentera experiencia de escuchar a Páez y verlo fundirse con sus instrumentos, el relato adquiere un carácter caótico y deshilachado que no puede -¿ni quiere?- evitar la tentación de rendirse ante la fascinación por un protagonista cuyas opiniones musicales son notoriamente más pertinentes e inteligentes que las políticas y económicas.

EZEQUIEL BOETTI

En Cinépolis.

 

“Amor, mentiras y sangre”

Kristen, ¿dónde estabas y dónde estás? Estabas en el intenso plano contraplano de la primera parte de Crepúsculo, entre tu personaje y el de Robert Pattinson cuando se encuentran por primera vez. Aquel plano contraplano era la sublimación del amor romántico heterosexual, al comienzo de una saga que te estableció como joven estrella. Y ahora estás en el plano en el que Lou, tu personaje en Love Lies Bleeding (Amor, mentiras y sangre es su título de estreno local), mira embelesada a Jackie, una físicoculturista que exhibe con orgullo sus músculos. De una mirada de pasión a la otra han pasado 16 años. El mundo ha cambiado, y también tú. Has pasado de ser icono adolescente del mainstream a una estrella queer, cuya presencia andrógina se exhibe tanto en la pantalla (Love Lies Bleeding) como fuera de ella (en la portada de la revista Rolling Stone). Quizá por todo esto, aunque Love Lies Bleeding sea una rareza que por momentos parece a punto de descarrilar, es un fascinante objeto de culto.

Recién llegada a Nuevo México, Jackie (Katy O’Brian) quiere trabajar sus músculos para un concurso de físicoculturismo en Las Vegas. Ella, la mujer fornida, conoce en un gimnasio a Lou (Stewart), una soft butch que regenta el lugar y reniega de su pasado familiar. Las dos se gustan y comienzan una relación que se verá entorpecida por la violencia de los hombres que las rodean. En su libro Spectacular Bodies, Yvonne Tasker decía que en el cine de acción de finales de los años ’80 y comienzos de los ’90 proliferaron los cuerpos de mujeres musculadas. Aquel auge respondía a un momento de crecimiento del físicoculturismo practicado por mujeres, que promovían a su vez imágenes en las que lo “masculino” y lo “femenino” estaban “encarrados juntos”. Es precisamente en esa época que Rose Glass inscribe su película, Love Lies Bleeding. A partir de aquí, subvierte los roles de género a través de elementos asociados con la masculinidad (el músculo, las pistolas) y a la cultura LGTBIQ+. Propone así un interesante ejercicio de culto al cuerpo, en torno a la figura escultural de Jackie y la mirada deseante de Lou. En Love Lies Bleeding lo sexy solo se explica desde lo queer.

Love Lies Bleeding es una mezcla entre Telma & Louise, Bound y Hulk. Quizá, nos lo podríamos imaginar desde el momento en que, a cada chute de hormonas, los músculos de Jackie se ensanchan, y crujen haciendo un exagerado estruendo que se escucha incluso por encima de una canción de Gina X Performance. No, no estamos en el terreno del realismo. Y sí, quizá, en el de la nueva carne cronenbergiana. El cine de Cronenberg, tan propenso a reflejar la dualidad y los cuerpos híbridos, se deja ver aquí no solo en el retrato de un cuerpo cambiante, sino también en el relato del pasado oculto de Lou. Ella no quiere saber nada de su padre, un traficante de armas interpretado por Ed Harris, pero al igual que en Una historia de violencia con el personaje de Viggo Mortensen, su pasado permanece agazapado y tarde o temprano regresará.

La cuestión de la violencia es central. Lou y Jackie encajan como un guante en el arquetipo de la lesbiana asesina que tanto ha predominado en el cine de Hollywood a lo largo de la historia. Ahora bien, como escribía Francina Ribes en su libro Ausencia y exceso: lesbianas asesinas en el cine de Hollywood, a la vez que hay una mirada estigmatizadora en la relación lesbianismo=asesinato, hay también el germen de lo subversivo. Jack Halberstam, por ejemplo, hablaba de la violencia imaginada y a cómo la representación de la violencia ejercida por colectivos infrarrepresentados abre la puerta a un espacio político donde desde lo imaginado se subvierte la realidad.

En Dead Reckoning / Callejón sin salida (1946), de John Cromwell, Lizabeth Scott era Coral Chandler, a la que el personaje de Humphrey Bogart insiste en llamar Mike, asimilándola con sus compañeros de ejército. Aquel era una de las encarnaciones más deslumbrantes de la femme fatale, una figura que a menudo transgredió los roles de género. Las protagonistas de Love Lies Bleeding se llaman entre ellas Lou y Jack, aunque sus respectivas familias se dirigen a ellas como Louise y Jackie. Esta transición de un nombre a otro dice mucho de una película que, entre otras cosas, relata una transformación.

Si en el cuerpo de la físicoculturista Katy O’Brian se encuentra el trabajo sobre la espectacularidad de la masa muscular, en la gestualidad de Stewart se halla la calidez afectiva. S&iacute, Love Lies Bleeding es una película sobre la violencia por momentos excesivamente crispada, pero también sobre el amor, que Stewart, tantas veces criticada por su pose desganada, elabora con la hermosa sencillez de quien se siente cómplice de lo que está rodando. Jackie no se somete a un cambio de sexo, pero su relato es el de una transición. Love Lies Bleeding hace suyo ese camino. Es una película musculada, que disfruta del acento, de la exageración hasta transformarse también en un deslumbrante objeto kitsch.

VIOLETA KOVACSICS

En Showcase, Hoyts y Del Centro.

 

“Horrorland”

Una Halloween a la sueca. Así podría resumirse la premisa y aspiración de la incursión en el horror que propone Simon Sandquist, una amalgama entre el relato de estudiantina, borrachera y bromas pesadas y el slasher mascarado de Halloween, el clásico de John Carpenter. No hay nada nuevo más allá de la relocalización de la fórmula en el espectacular parque de diversiones Liseberg en Gotemburgo (el más grande de la región escandinava), ambientado como un inmenso laberinto de montañas rusas, atracciones acuáticas, túneles plagados de zombis y esqueletos, y todos los escenarios posibles para acorralar desprevenidos visitantes. Lo que juega a su favor, además de la exuberante ambientación, es la estrategia de depuración del relato, sin preámbulos demasiado prolongados para presentar a los personajes y escalonando las razones para reunir a un grupo de adolescentes a merced de un asesino salvaje en breves postales del pasado: una fiesta con alcohol y drogas, dos invitadas inesperadas y una muerte en el bosque entre risas y disfraces. En el presente, Fiona (Wilma Lidén) trabaja en el parque de diversiones y debe quedarse a cubrir el turno nocturno justo en la víspera de Halloween. Todos sus compañeros ensayan sus actos estelares, disfrazados de zombis o vampiros, maquillados para la fiesta del horror del día siguiente. Cuando todo queda vacío y llega la noche, aparecen unos revoltosos visitantes: un grupo de su antiguo colegio ha recibido una invitación especial para disfrutar del parque horas antes de su apertura oficial. Hacía exactamente un año que no se veían, desde la muerte de Petra en la malograda noche de brujas del año pasado. Sin teléfonos, envueltos en la nocturnidad y en la emergente culpa, el grupo deambulará por el parque perseguido por un asesino enmascarado, blandiendo el hacha como instrumento elegido para venganza.

Sandquist nos propone el más tradicional slasher: chicos gritones que corren por todo el parque escapando de una silueta con overol y careta de porcelana. Entre ellos asoman los amores cruzados, las rivalidades y acusaciones por el pasado, el pavor ante los primeros hachazos. Sin embargo, la simpleza del esqueleto narrativo no conduce a la efectividad de los recursos sino al temprano agotamiento del interés por la historia. Cuando en el terror todo funciona dentro del horizonte de expectativas, lo que queda es la efectiva concreción del miedo y el impacto. Aquí no hay mucho más que el uso repetitivo del encierro, algunos sustos demasiado anunciados, muertes torpes y dispuestas para la cámara, y una revelación final bastante perezosa.

Es bienvenida la depuración de la gimnasia del género, sin vericuetos pretenciosos o distanciamientos autoconscientes, pero Horrorland pierde la carnadura de su relato rápidamente, fracasa en forjar su personalidad más allá de la fórmula, y descansa en un recorrido convencional, sin actuaciones destacables ni escenas memorables. Sandquist tiene a su favor asombrosos escenarios, espacios perfectos para poner en escena lo más efectivo del terror, pero no consigue dar cuerpo a ese recetario, lo ejecuta con apatía y sin esa chispa que tienen las películas que vale la pena recordar.

PAULA VÁZQUEZ PRIETO.

En los complejos Showcase, Hoyts, Cinépolis y Monumental.

 

“Garfield: fuera de casa”

¿Qué tendrá el gatito naranja, para que una y otra vez lo lleven a la pantalla grande? Creado por Jim Davis en los años ’70, Garfield, además de ser amante de las lasañas, tenía en la tira cómica una irreverencia que en el cine no había logrado.

Y estamos hablando de las dos películas con Bill Murray, que combinaban actores con la animación. En esta Garfield: fuera de casa, completamente animada, se exploran los orígenes del felino. Como si se hubieran puesto de acuerdo en no seguir con el gato en el presente, e indagar por qué su padre lo abandonó.

No, a no preocuparse, porque Garfield: fuera de casa sigue siendo una película para chicos, abandono del padre mediante. Todo tendrá su razón de ser, pero lo cierto es que, al quedarse solo, conoce a Jon, su futuro dueño, mientras lo mira por la ventana a punto de comer una pizza en un restaurante.

El resto, o sea, el presente, se conoce. Lo que no sabíamos es la relación con el padre ausente.

Bueno, la trama tiene a Garfield y a la otra mascota de Jon, el perrito Odie, debiendo dejar las comodidades del hogar para meterse en una aventura que implica un atraco junto a Vic, el padre y gato callejero.

Igual, la película está diseñada para que nadie, cualquiera sea su edad, se quede afuera de la trama, posibilitando a un nuevo público conocer a este gato con un estómago como ninguno.

El estilo de rodaje se mantiene, esta vez sí, fiel al estilo de caricatura de la tira cómica original.

Lo que habrá que lamentar, al menos en la Argentina, es que no ha llegado ninguna película con el idioma original, como para que los más grandecitos pudiéramos disfrutar de las voces de Chris Pratt (Garfield), Samuel L. Jackson (Vic), Hannah Waddingham, que está en otro estreno de la semana, Profesión peligro (Jinx) y Nicholas Hoult (Jon).

Por Pablo Scholz.

En los complejos Showcase, Hoyts, Cinépolis, Monumental y Del Centro.

 

Fuente: Otros cines, Clarín, La Nación, Cinépolis.

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