El gran regreso de Nicolas Cage, una remake de “Chicas Malas”, una de agentes secretos con un elencazo, otra de Jack en la Caja, más “Valeria viene a casarse”, “Sleep, el mal no duerme” y “Settembre”. Aquí una selección de reviews para elegir que ir a ver al cine. Porque el cine se ve en el cine.
“Chicas Malas”
A 20 años del film homónimo con Lindsay Lohan y Rachel McAdams, llega esta remake que en verdad tiene como principal fuente de inspiración el musical estrenado en Broadway en 2018. Sin el impacto ni la potencia de la película original, esta versión modelo 2024 ofrece -de todas formas- una atractiva, lúdica y desprejuiciada incursión en el universo adolescente que la guionista, productora y aquí tambén actriz secundaria Tina Fey volvió a convertir en un excelente negocio.
Tras varios trabajos en cine (Dos tipos peligrosos, de Shane Black; Ladies in Black, de Bruce Beresford; El seductor, de Sofia Coppola) y en series (fue la hija de Kate Winslet en Mare of Easttown), la australiana Angourie Rice encuentra en la flamante versión de Chicas pesadas un papel protagónico a la medida de su carisma, versatilidad y talento con el personaje de Cady Heron, una adolescente bastante inocente que regresa junto a su madre desde Kenia para sumarse a la secundaria pública North Shore, que se convertirá en un auténtico infierno.
En ese nuevo ámbito, la recién llegada se topará con la “perfecta” antagonista, la bella, despótica, manipuladora y temible Regina George (una Renée Rapp que repite su personaje de Broadway), que reina en el lugar en medio de un pavor generalizado; conseguirá dos amigos medio freaks como Janis y Damian (Auli’i Cravalho y Jaquel Spivey) y tendrá un objeto del deseo como el carilindo Aaron Samuels (Christopher Briney), compañero de Matemáticas y ex de Regina.
El guion de Tina Fey, también autora del film orginal y de la posterior incursión en los teatros, productora del proyecto y actriz en el papel de la profesora Norbury se maneja sin prejuicios en el terreno de los estereotipos porque sabe que el musical juvenil funciona bien con los clichés, los duelos, las alianzas, los celos, las traiciones, las venganzas y las reconciliaciones muchas veces marcadas con trazo grueso. Para un acercamiento más profundo, más psicologista y con más matices habrá que buscar en otras propuestas más ambiciosas y realistas.
Esto no significa que Chicas pesadas sea un ejercicio efímero, pasatista e intelectualmente despreciable: Fey y el también productor Lorne Michaels reciclan la historia original con astucia e ingenio como para que todo luzca un poco (solo un poco) diferente, con mayor énfasis en el uso de la tecnología, de esas imágenes en vertical tan propias de los celulares que generan viralizaciones (y, por ende, indiginaciones colectivas que derivan en cancelaciones) vía redes sociales.
Las escenas musicales -que por momentos parecen homenajear al espíritu de Bollywood- no son siempre un dechado de creatividad y sorpresa, pero están concebidas por los debutantes Arturo Perez Jr. y Samantha Jayne con suficiente simpatía, histrionismo y bienvenidas irrupciones de humor absurdo, mientras que el elenco juvenil se luce bastante más que los adultos (Jon Hamm, Busy Philipps, Jenna Fischer, un cameo de Lohan, quien cobró 500.000 dólares por medio día de trabajo, y los regresos en los mismos papeles del gran Tim Meadows y la propia Fey).
Poco le debe importar a esta altura a Fey que su actuación como la profesora Norbury no sea digna de un Oscar porque ella es el cerebro detrás de esta operación más exitosa en lo comercial que en lo artístico: con un presupuesto bastante modesto para los actuales estándares de Hollywood (36 millones de dólares), la película fue pensada originalmente como un “directo al streaming” (a Paramount+ en este caso), pero luego se reorientó hacia las salas de cine y sus creadores tuvieron razón: ya está próxima a pasar la barrera de los 100 millones de dólares de recaudación y sigue sumando. Estas chicas pesadas modelo 2024 están lejos de los picos alcanzados por los clásicos de John Hughes, Heathers, Ni idea o Election, pero todavía tienen cosas para decir y han encontrado una audiencia masiva dispuestas a escucharlas.
Diego Batlle.
En todos los complejos.
“Argylle: Agente Secreto”
Luego de producir Los asesinos de la luna y Napoleón, Apple lanza en las salas de todo el mundo otro “tanque”, un thriller de espías de 200 millones de dólares de presupuesto e imponente elenco a cargo del director de No todo es lo que parece (2004), Stardust: El misterio de la estrella (2007), Kick-Ass (2010), X-Men: Primera generación (2011) y la trilogía de Kingsman (2014 / 2017 / 2021).
Con Kick-Ass y Kingsman, Matthew Vaughn ya había demostrado su desparpajo y desprejuicio, su capacidad de provocación, su amor por la comedia de acción (o la acción con comedia) y la estética pop, su talento para coreografiar luchas cuerpo a cuerpo y desplegar efectos visuales que tornan verosímil hasta las situaciones más inverosímil. Esos y otros atributos se repiten y amplifican hasta la enésima potencia en esta especie de relectura paródica de las películas de James Bond, de Jason Bourne, de la literatura de John le Carré y de todo lo que tenga que ver con el género de espías.
Tras una secuencia inicial en una isla griega que propone un duelo danzante, seductor y a puro vértigo entre el agente Argylle de Henry Cavill y Lagrange, una femme fatale interpretada con un arsenal de mohines eróticos por Dua Lipa, nos topamos con la verdadera protagonista de la película: Elly Conway (Bryce Dallas Howard), exitosa escritora de best sellers de espías que está a punto de entregar a la editorial la nueva novela sobre… sí, Argylle.
No conviene adelantar demasiado de una trama pletórica de plot twists, permanentes giros, vueltas de tuerca, sorpresas, cambios de rumbo, pero el guion de Jason Fuchs (el mismo de Mujer Maravilla) apela al ya bastante remanido recurso del autor (autora en este caso) sumergido dentro de su propia ficción (o construyendo ficción a partir de su realidad).
Si bien desde el trailer, el afiche y buena parte de la campaña de promoción Cavill, Dua Lipa y hasta Samuel L. Jackson figuran antes que Dallas Howard y Sam Rockwell (el patético y querible agente Aidan), son estos dos últimos los verdaderos protagonistas de una película que apuesta por la acumulación y el desenfreno permanentes.
Hay un puñado de escenas de acción + humor realmente notables, pero el problema es que la pretensión de ser siempre cool, canchera e ingeniosa hace que la experiencia se vaya tornando un poco abrumadora, desconcertante e incluso irritante por momentos.
Párrafo aparte para Bryan “Walter White” Cranston y Catherine O’Hara como los villanos (simpáticos y nada más) de turno y para adelantar que hay escena post-créditos. Algo queda claro: salvo que Argylle: Agente secreto resulte un rotundo fracaso comercial, todo está servido para que este universo se convierta en saga: ¿continuará?
Diego Batlle.
En todos los complejos.
“Sleep: el mal no duerme”
Sobre negro transcurren los créditos iniciales al compás de un ronquido. Siempre consideré que este sonido perturbador para el sueño sería causa suficiente para la imposibilidad de permanencia en una relación de pareja. Es que poder dormir bien es un hecho que damos por sentado hasta que se convierte en un problema. Pero el ronquido de Hyun-su (Lee Sun-kyun) será una canción de cuna comparado con los problemas que deberá enfrentar el reciente matrimonio, completado por Soo-jin (Jung Yu-mi).
Un cartel en la pared del departamento anuncia la premisa, el mandato del hasta que la muerte los separe del matrimonio: “Juntos podemos superar cualquier cosa”. Soo-jin es una mujer tenaz, es la que manda en la relación, es quien no renuncia y está dispuesta a todo para llevar adelante el lema hasta sus últimas consecuencias. Él, con su tendencia a la derrota, actúa de contrapunto. Renuncia a un rodaje en particular y a su carrera de actuación en general, necesita que su esposa le diga a qué médico ir, cuándo tomar su pastillas. Ambos esperan una niña y llegado el punto de su inminente nacimiento, no habrá lugar para dos bebés.
La pareja está atravesando el portal hacia este nuevo capítulo de sus vidas, ser padres primerizos. Si bien los vemos enamorados, felices, el hecho de tener un hijo puede ser totalmente aterrador. Cómo estar seguros de que estará a salvo, de que serán buenos padres y, es más, cómo saber que la persona a la que quedarás unida por el resto de tu vida (divorcio o no de por medio) es la indicada o la conocés por completo. Uno de los aciertos de Sleep. El mal no duerme es introducir esta dimensión del drama desde un ángulo inquietante. ¿Qué pasa cuando el defecto de tu pareja es algo sobre lo que él mismo no tiene control, cuando es involuntario (como lo es el ronquido en su versión más moderada)? Y aún más, ¿qué pasa cuando la más inocente acción que es dormir se convierte en una amenaza? ¿Y qué pasa cuando esa amenaza sucede en el refugio del hogar?.
Sabemos que no dormir es parte de la vida de quienes acaban de ser padres y que el miedo sobre el bienestar del pequeño, sobre todo el primogénito, es usual. Pero hasta qué punto puede afectar la falta de un buen descanso en la psiquis de alguien, hasta qué punto el cuidado esperable puede llevar a una sobreprotección tóxica y paranoica.
La película transita estas preocupaciones a medida que Jason Yu construye la trama, el tono y el ritmo con habilidad atrapante, mientras el drama y el terror conviven con el suspenso y el humor. La mayoría de los planos son más bien naturalistas e íntimos, y la familiaridad del hogar (donde transcurre la mayor parte del film) comienza a volverse progresivamente claustrofóbica y amenazante.
El terror psicológico se tiñe de ambivalencia entre ciencia (que el problema de Hyun-su se explique por una alteración de sueño en la fase REM) y la mística (que esté poseído por el vecino muerto). Las escenas del consultorio aciertan con recursos como cuando el médico le muestra unas ilustraciones sobre las posibles afecciones del síndrome, que le diagnostica a Hyun-su, que son un calco de los extraños comportamientos que lo vimos tener las noches precedentes, enrareciendo el cada vez más caldeado escenario a medida que nos sumergimos en la subjetividad de la protagonista.
El director demuestra la comodidad con la que se mueve entre sutilezas de distintos géneros para crear su tono particular. Soo-jin va a perder la fe en el médico tradicional para inclinarse por una chamana a medida que su inestabilidad psicológica, junto con el peligro de los episodios del sonámbulo, escalen. Me resulta particularmente oportuna la sensación de impotencia ante la medicina y la psiquiatría tradicional que desliza la película, cuando la mayoría de las cada vez más crecientes afecciones actuales (como la depresión, la ansiedad, el estrés) parecen escaparle al alcance de estos enfoques.
Los personajes secundarios son curiosos y funcionan muy bien para dar respiros por momentos o dotar a la trama de un ritmo bien llevado. La vecina algo metida, algo sospechosa, que pondrá en duda el mandato del matrimonio, con su hijo que las pocas apariciones que tienen son geniales quizá simplemente por su presencia, su corte de pelo, su expresión; el médico y su enervante diplomacia; la madre, primera en abrir la dimensión espiritista y otra de las mujeres que le cuestiona a Soo-jin la fidelidad ciega su esposo; y hasta el mullido perrito, que aportará también unos toques cómicos y trágicos.
Los planos, si bien en líneas generales funcionan con austeridad, no dejan de apostar a un poder simbólico dentro de su minimalismo (como cuando en cierto punto del film la camaradería de la pareja se ve realmente amenazada, vemos sus pies separados por el marco de la puerta que divide el plano en dos rompiendo una unión que parecía capaz de todo). Por eso hacia final, se sintió algo forzada la resolución que de algún modo se inclina por lo sobrenatural (aunque tampoco podamos -ni interese- estar seguros), destacando el artilugio con un arte fuera de tono dentro de la simplicidad y, aunque enrarecida, verosimilitud que venía construyendo. ¿Cómo y cuándo Soo-jin convirtió su casa en un decorado? Innecesario. Así y todo hay planos que se disfrutan, como los que juegan con la luz del proyector y los primeros planos que nos muestran el rostro aterrador de nuestra protagonista teñido de rojo. Es desalentador que flaquee en su momento de clímax, pero no por eso deja de ser positiva la balanza para Sleep, una ópera prima con aciertos que hacen merecedor su visionado.
Sofía Rozenwurcel.
En los cuatro complejos.
“El hombre de los sueños”
El resurgimiento de Nicolas Cage continúa con esta actuación que ya le valió nominaciones a los premios Satellite y Globo de Oro. La película de A24 escrita y dirigida por el noruego Borgli pasó por festivales como Toronto y Sitges.
El renacimiento de Nicolas Cage alcanza uno de sus puntos más altos con la nominación al Globo de Oro 2024 a Mejor Actor en Comedia o Musical por Dream Scenario / El hombre de los sueños, una película que podría haber salido de la mente de Charlie Kaufman, Spike Jonze o Michel Gondry, en tanto se presenta una premisa por demás improbable: un hombre común y corriente comienza a aparecer en los sueños de las personas.
La mención a Kaufman no es casual. Como en El ladrón de orquídeas, por la que había conseguido su última nominación a los Globos de Oro, Cage encarna a un hombre gris y algo avinagrado, llamado Paul Matthews, que se gana la vida dando clases y carga con la frustración de no haber llegado más lejos. Una vida que cambia su tonalidad cuando empieza a darse cuenta de que se ha vuelto una presencia recurrente en los sueños ajenos.
Al principio son algunos conocidos (una ex novia, un alumno) los que afirman haberlo visto mientras dormían, pero el asunto se enrarece a medida que le llegan noticias de que apareció en sueños de quienes ni siquiera saben quién es y se anotician del fenómeno una vez que su rostro se replica en Internet y los medios de comunicación. Los sueños son muy distintos entre sí, pero Paul siempre aparece en un rol pasivo, como mero observador de la escena.
Todo marcha viento en popa, incluyendo el intento de una empresa publicitaria para que intente vender productos aprovechando su particularidad onírica, hasta que Paul deviene en una suerte de Freddy Krueger que viola y asesina en pesadillas ajenas, generando traumas en alumnos y en un círculo cercano que no quiere saber nada con él.
El tono de nightmare comedy tiene ciertas similitudes con Beau tiene miedo, de Ari Aster, quien aquí funge como productor. Como Joaquin Phoenix allí, Cage se inclina por una actuación deadpan, dándole a su Paul una impronta de tipo superado por las circunstancias, pero al que nada parece sorprenderlo demasiado.
La película del noruego Kristoffer Borgli pendula entre el surrealismo y absurdo, y despliega una mirada sardónica sobre los usos y costumbres de la era digital, la misma que encumbra y destroza a personas en un abrir y cerrar de ojos y de la que Cage, memes mediante, se convirtió en símbolo.
Diego Batlle.
En el Showcase, Hoyts y Del Centro.
“Settembre”
Septiembre es sinónimo de primavera en el hemisferio sur, un mes asociado al inicio de amores de todo tipo y de nuevos comienzos. Sobre eso -las vicisitudes del corazón, los reseteos sentimentales, la búsqueda de relaciones humanas sanas y luminosas- versa el debut en la realización de largometrajes de la hasta ahora actriz y guionista italiana Giulia Louise Steigerwalt, que apela al formato coral para darle forma a un relato tan noble de espíritu como mayormente trillado en su recorrido.
Los protagonistas son varios y de múltiples edades, cuestión de intentar representar a través de ellos cómo el paso del tiempo incide en las maneras de construir un lazo. Está, por un lado, María (Margherita Rebeggiani), una adolescente al que el chico que le gusta le pide que se acueste con él y, como no sabe muy bien de qué se trata, acepta la oferta de un amigo de darle clases de sexo.
La mamá de ese chico es Francesca (Barbara Ronchi), infelizmente casada con Alberto (Andrea Sartoretti) y con un único punto de apoyo en su amiga Debora. El médico de Francesca, por su parte, es un sexagenario deprimido luego de su divorcio y que sólo la pasa bien con una joven trabajadora sexual, que a su vez está enamorada del panadero del barrio.
Todos ellos irán entrecruzando sus caminos de manera discretamente casual y revelando sus sentimientos más íntimos, desde inseguridades y frustraciones hasta sueños y deseos. Con un elenco parejo en su labor y un aura tristón similar al de la mayoría de sus personajes, Settembre despierta una sensación de déjà vu constante fruto de situaciones vistas mil veces antes. Que, incluso contra eso, algunos momentos parezcan frescos y genuinos son la muestra más visible de un guion que evita caer en el sentimentalismo más craso.
Ezequiel Boetti.
Cines del Centro.
“Jack en la caja maldita 3: El Ascenso”
Tercera entrega de la franquicia de terror. Jack está de regreso con más sed de sangre y muerte. ¿Quiénes serán sus próximas víctimas? Hacer un pacto con este demonio solo puede acabar de la peor manera. La franquicia que toma el legado de clásicos como IT y Hellraiser.
Cuando una adolescente estadounidense es enviada a un internado femenino del Reino Unido, sus nuevos compañeros de clase no tardan en darse cuenta de que ha sido enviada allí para encontrar una misteriosa caja de sorpresas escondida en los terrenos de la escuela. Después de encontrar la caja y abrirla, seis valientes estudiantes pronto entran en una lucha por la supervivencia contra un demonio desatado desde adentro. ¿Saldrán vivos de la escuela aislada, o el demonio reclamará las víctimas que necesita para seguir vivo?
En todos los complejos.
“Valeria viene a casarse”
Dos hermanas ucranianas, Valeria y Christina, deciden casarse con hombres israelíes mediante matrimonios concertados online. Christina ya lo hizo, ahora vive en Israel y está a punto de obtener la ciudadanía. Está feliz con su nueva vida y quiere lo mismo para su hermana, pero en el transcurso del día comenzarán a aparecer algunas dudas…
En los Cines del Centro.
Fuente: Otros Cines, La Nación, Cinépolis.
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