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Todo Show

8 películas llegan este jueves 21 de marzo

Se empezó a renovar la cartelera casi completa post entrega de los premios de la Academia de Hollywood, llegaron propuestas de todo tipo, un tanque secuela -con parte del elenco original- de “Los Cazafantasmas”, Furriel con una historia en el centro del atentado a la AMIA, más el estreno en salas de “Luca” de Disney-Pixar, que fue a la plataforma directo en pandemia, la religiosa “Cabrini”, “El viento que arrasa”, “Crónica Sangrienta”, “Recuerdos de París” y “Love Life”. Aquí una selección de reseñas curadas por este fanático, para elegir que ir a ver al cine, porque el cine se ve en el cine.

“El viento que arrasa”

En un momento de El viento que arrasa, la adolescente Leni (Almudena González) le recrimina a su padre que haya contado una anécdota de su infancia cambiando algunos detalles importantes de lo que ocurrió. “No fue así”, dice ella. Y el hombre, un reverendo que viaja por Argentina para “salvar” las almas de los atormentados, le contesta: “¿Qué soy, un mentiroso?”. Él es un artista de la palabra, de la persuasión. Es un charlatán que se presenta al comienzo de la película predicando efusivamente mientras su hija, escondida, graba la función en unos casetes que luego venderán.

Padre e hija viajan por el país; al menos hasta que el auto se estropea y se encuentran estancados en el taller de un mecánico y su hijo. A partir de aquí, se instala en la película una violencia latente, que se sostiene sobre las miradas de los personajes y sobre las discrepancias entre los dos padres, aparentemente distintos entre sí, pero seguramente bastante parecidos.

El mecánico interpretado por Sergi López es de una presencia bruta; y el reverendo (Alfredo Castro), un manipulador. Los dos ostentan un poder opresivo sobre sus hijos. La violencia, que comienza siendo solo una posibilidad, se va concretando hasta alcanzar un clímax poderoso y nocturno, más propio del thriller que del drama paternofilial.

Basada en el libro homónimo de Selva Almada (su primera novela que data de 2012) y dirigida por Paula Hernández, El viento que arrasa es una road movie estática. Es, también, un film en el que la música se convierte en tubo de escape de una juventud oprimida por las expectativas paternas. Si en buena parte del metraje, el auto no se mueve; también, durante casi toda la película, la música rock de Leni no suena. Ella escucha los “hits” del momento a escondidas, refugiándose en su walkman del influjo de las palabras del padre y predicador.

Violeta Kovacsics

En Showcase, Cinépolis y Del Centro.

 

“Descansar en paz”

La idea de “desaparecer” de la vida que uno lleva para construir otra en un lugar lejano y con una identidad falsa es una fantasía que muchos han manejado alguna vez. Pero Sergio Dayan (Joaquín Furriel) no lo hace por convicción o por hastío sino porque no le queda otra.

Estamos en la Buenos Aires de 1994. Nuestro perfecto antihéroe está casado con Estela (Griselda Siciliani) y tiene dos hijos pequeños, Mati y Florencia. Son, en apariencia una familia feliz, pero ya desde la primera escena, cuando a Sergio le rechazan la tarjeta de crédito, y luego en el bat mitzvá de la niña, a partir de una presencia inquietante y amenazante, empezamos a percibir que algo no anda bien en el micromundo del protagonista. Cada vez queda más claro que su situación económico-financiera es más que apremiante.

Y llegamos al 18 de julio de ese año, cuando la AMIA vuela por los aires por un atentado terrorista. El portafolios de Sergio es encontrado entre los escombros, pero no así su cuerpo. Aturdido y con algunos cortes en su curo cabelludo, él es atentido en una guardia y luego lo vemos emprender un largo viaje en micro hasta la zona fronteriza entre Argentina y Paraguay. Y allí se quedará, iniciando esa nueva vida que citábamos al comienzo. Y aquí (en Buenos Aires) se quedará Estela, desconsolada, destruida, con sus hijos. Y también volverá a escena Hugo Brenner (Gabriel Goity), un despiadado usurero que maneja una cueva y era uno de los principales acreedores de Sergio.

No conviene adelantar nada más que ese planteo de los primeros minutos de Descansar en paz, pero esta transposición de la primera novela de Martín Baintrub tiene múltiples elementos que funcionan en el doble terreno del thriller psicológico y del drama familiar en una descripción impiadosa y descarnada de esa crisis (social, económica, moral) argentina que parece ser eterna.

Aunque para mi gusto el desenlace luce demasiado subrayado y hasta algo maniqueo, se trata de una película por momentos fascinante, casi siempre atrapante, con una sólida puesta en escena, un equipo técnico de lujo, una atractiva banda sonora que combina desde Chains of Love, de Erasure, hasta Brillante sobre el Mic, de Fito Páez, pasando por I Feel Love, de Donna Summer; y Bizarre Love Triangle, de New Order, y actuaciones dúctiles y convincentes. Argumentos suficientes como para un consumo en salas (su paso por allí será limitado y efímero por cuestiones propias del negocio) o, en todo caso, en streaming cuando seis días después llegue a Netflix.

Diego Batlle.

En los Cines del Centro.

 

“Ghostbusters: Apocalipsis Fantasma”

En 1984 (hace ¡40! años) se estrenaba Los cazafantasmas, comedia de Ivan Reitman con Bill Murray y Dan Aykroyd que se convirtió en clásico. Reitman murió hace dos años, Murray y Dan Aykroyd regresan otra vez con papeles secundarios junto a otros intérpretes de aquel film como Annie Potts y Ernie Hudson, pero el resto de la franquicia -que hasta ha abandonado a nivel local el término Cazafantasmas- jamás se acercó al nivel de la película original.

Tras la secuela de 1989, también rodada por Reitman, el reboot femenino de 2016 filmado por Paul Feig y la mediocre Ghostbusters: El legado / Ghostbusters: Afterlife (2021), dirigida por Jason Reitman (hijo de Ivan), ahora es el turno de Apocalipsis Fantasma (título que nada tiene que ver con el original Frozen Empire o “Imperio congelado”), que encuentra al también coguionista de estas dos últimas entregas, Gil Kenan, como director. Y el resultado de esta nueva entrega es, otra vez, muy poco estimulante.

Gary (Paul Rudd) y Callie Spengler (Carrie Coon) son ahora pareja y con ellos viven (y trabajarán de cazafantasmas por las calles de Manhattan) los dos hijos de ella: el ya mayor de edad Trevor (Finn Wolfhard) y su hermana quinceañera Phoebe (Mckenna Grace). Lo que el pobre Gary quiere, más allá de cumplir con sus misiones, es dejar de ser un padrastro ausente, lejano, y que los chicos lo quieran como a un verdadero padre.

Las cosas, por supuesto, no funcionan como los Spengler pretenden y el caos que generan en Nueva York hace que hasta el alcalde los tenga en la mira. Se irán sumando personajes a la aventura (desde los citados “históricos” de la saga hasta el Nadeem de Kumail Nanjiani) y todo se convertirá en una acumulación de excusas argumentales, un puñado de gags medianamente inspirados y un enfrentamiento con una criatura propia del cine de terror más sangriento.

Si bien no es una película del todo fallida, hay algo a esta altura exasperante en la obsesión de los productores por seguir exprimiendo una franquicia que claramente ya no da más jugo artístico. En cierto sentido, todos parecen moverse en la pantalla como si estuvieran cumpliendo un trabajo a reglamento (y estamos hablando incluso de Paul Rudd y Carrie Coon, dos de los mejores intérpretes de la actualidad). Lo mismo podría decirse del guion de la dupla Ivan Reitman-Gil Kenan y de la puesta en escena de este último, que descansa sobre todo en una profusión no siempre inspirada de efectos visuales. Más (o menos) de lo mismo. Así, estos 40 años de distancia de aquel magnífico film original parecen aún más lejanos.

Diego Batlle.

En el Showcase, Hoyts, Cinépolis, Monumental y Del Centro.

 

“Crónica Sangrienta”

Se-Ra es una presentadora famosa en una estación de radiodifusión. Cinco minutos antes de que su transmisión de noticias se transmita en vivo, recibe una llamada telefónica. La persona que llama, Mi-So, le dice: “Alguien me va a matar, por favor, cubra la historia de mi muerte.

En Showcase, Hoyts, Cinépolis y Monumental.

 

“Luca”

Pasó directo a la plataforma en plena pandemia y por eso ahora Disney decide estrenarla en salas. “El viaje que hace Luca en la película es el relato de mi propio viaje. Salir al mundo, descubrir todo lo que nos espera afuera”. Desde California, vía Zoom, lo primero que dice Enrico Casarosa, y es que su primer largometraje para Pixar, que se estrena en la Argentina este jueves 21, es el resultado de una experiencia autobiográfica. Como ocurrió con Soul, la película previa del estudio, Luca no pasó por los cines y llegó directamente a través de la plataforma Disney+ en aquel momento. Es otra de las consecuencias del cambio en los planes de estreno de los grandes estudios de Hollywood impuestos por la pandemia.

Casarosa nació en Génova (Italia) hace 49 años y a los 20 dejó su tierra para irse a estudiar animación en Nueva York. Desde hace casi 20 años cambió de costa y trabaja para Pixar, el estudio instalado en las afueras de San Francisco que integra el universo Disney y que está por darle de nuevo a sus historias un perfil internacional. Después de explorar el universo celta en Valiente, darle un sabor típicamente francés a las aventuras de Ratatouille y asomarse a algunos mitos latinoamericanos de la mano de Coco, la película número 24 de Pixar viaja a Italia a través de la memoria de Casarosa y algunas de sus experiencias infantiles.

“La película tiene muchos recuerdos del tiempo en el que crecimos juntos pasando cada verano en la Riviera Ligure. Es una costa muy rocosa, bella, con acantilados que caen a pico sobre el mar. Hay caídas profundas desde allí hacia las aguas, en las que predominan unos hermosos tonos azules y verdes oscuros. Es una escenografía muy hermosa y también muy sugerente, que me llevó a fantasear con la idea de encontrar allí criaturas mágicas que salen de las profundidades”, dice Casarosa.

El detalle del relato es que habla en plural. Enseguida lo aclara. Luca es la pintura de una amistad. La que viven el personaje que le da nombre a la película con Alberto, un chico que acaba de conocer y no tarda en convertirse en su mejor compinche. Lo que diferencia a esta historia de cualquier otra aventura de vacaciones veraniegas protagonizadas por chicos que empiezan a descubrir el mundo y, de a poco, empezar a dejar atrás la infancia es que Luca y Alberto en realidad no son humanos. Ambos pertenecen a un mundo submarino que se encuentra muy cerca de las costas del pintoresco pueblo de Portorosso. Ellos son de una especie diferente. Son pequeños monstruos marinos con la capacidad de transformarse en seres de carne y hueso cuando dejan la humedad del agua y que se irán reconociendo como amigos mientras experimentan esas diferencias en la convivencia con los habitantes de carne y hueso del lugar.

El punto de partida de Luca en la historia de Pixar es el corto La luna, que conocimos en 2012 cuando formó parte del estreno de Valiente. La apertura de La luna es casi idéntica a la de Luca, con un bote en medio del mar y en su interior varios personajes de rasgos típicamente italianos, que se comunican con murmullos más que con palabras. “Aquél bote familiar se convierte en el pequeño barco pesquero que vemos al comienzo de Luca, pero ese corto es sin dudas el primer paso de esta película mucho más grande. Pero más por todo lo que la rodea que por las características mismas de la historia. Hablo del espíritu fantástico, del sabor que tienen esos lugares únicos, de la disposición de los personajes”, explica Casarosa. Uno de los personajes de La luna, el hombretón de bigote copioso, reaparecerá casi idéntico en Luca.

Alberto se llama en la película el mejor amigo del pequeño Luca. Y Alberto también es el nombre del mejor amigo de Casarosa. “Lo conocí cuando tenía 11 años –evoca-. Yo era un chico muy tímido en ese momento, vivía escondiéndome de los demás. Hasta que llegó Alberto y empezó a sacarme todo el tiempo de esa zona de confort. Siempre fue un poco alborotado y creo que esa diferencia de personalidades también nos ayudó a fortalecer el vínculo. De hecho, siempre hablábamos de cómo podríamos ayudarnos el uno al otro a partir de las fortalezas y las debilidades de cada uno”.

El escenario de esas aventuras es Cinque Terre, la región de la bella costa de Liguria atravesada por cinco poblados en los que el tiempo, según rememora Casarosa, parece haberse detenido, porque en esos pequeños enclaves todavía la vida conserva las características y el encanto de aquella infancia de fines de la década del 50 y principios del 60 retratada en la película, con música de Rita Pavone, Edoardo Vianello, Mina y fragmentos de las óperas de Puccini, además de otros detalles típicamente italianos. Portorosso, el nombre de fantasía elegido por Casarosa para el pueblo en el que transcurre la acción, es una leve variante de Monterosso, el verdadero lugar que junto a Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore conforman la geografía de Cinque Terre.

¿Y acaso es Luca el regreso de Pixar a un tipo de narración dedicada a los chicos y a los adolescentes que pareció abandonarse con películas de connotación más “adulta” como Soul? “Ahí es donde aparece el valor de la diversidad –concluye el director italiano de Luca-. Nos vamos enriqueciendo a partir del contacto con los demás. Tal vez Luca no sea tan existencial como Soul, pero no nos interesa demasiado identificar una película animada con esos criterios. No tiene mucho sentido hablar de una película pensada más para los grandes y otra más para los chicos. Lo que más me atrae es la curiosidad, el descubrimiento, la superación. Poder vencer los miedos con la ayuda de tu mejor amigo”.

“La pandemia nos tomó de sorpresa, como a todos”, dice Andrea Warren, productora de Luca, al contar cómo enfrentó Pixar la situación derivada del coronavirus. “Llevábamos bastante tiempo, años diría, en el desarrollo de la historia y en la búsqueda del mejor look para los personajes. Cuando estábamos bastante avanzados llegó el virus y tuvimos a la fuerza que restringir los tiempos de trabajo. Cada uno se fue a su casa y siguió trabajando con su computadora personal, mientras el equipo creativo y el grupo de expertos de Pixar se ocupaba todos los días de resolver los problemas y los desafíos más importantes”, explicó.

El nuevo escenario planteó varios desafíos, según recuerda Warren. Entre ellos, como llevar adelante el trabajo de grabación de las voces de los personajes con los actores recluidos en sus hogares: “Tuvimos que recurrir más que nunca a la tecnología para darle continuidad al trabajo y cumplir con nuestros planes de estreno. Habíamos perdido esa energía maravillosa que surge siempre del trabajo mano a mano, juntos, que se hace en persona, pero al mismo logramos en este tiempo tan difícil el milagro de unificar propuestas y concretar todo lo que estábamos buscando. Ahora que empieza el verano vamos a ir volviendo al trabajo presencial y a nuestras oficinas, pero el regreso va a ser gradual”.

Los principales personajes de Luca llevan en la versión original en inglés (más algunas palabras y frases en italiano) las voces de Jacob Tremblay, Jack Dylan Grazer, Maya Rudolph, Jim Gaffigan, Emma Berman y Saverio Raimondo.
Marcelo Stiletano.

Showcase, Hoyts, Monumental y Del Centro.

 

“Recuerdos de París”

Los traumas y las repercusiones emocionales tras la serie de atentados terroristas que tuvieron lugar en París en noviembre de 2015 son el centro de este drama dirigido por Alice Winocour y que se presentó en la Quincena de Realizadores de Cannes en 2022. Protagonizado por Virginie Efira, RECUERDOS DE PARIS (REVOIR PARIS en el original) es un drama cuyo eje pasa por uno de esos atentados –uno que tuvo lugar en un restaurante, pero que no sucedió en la realidad– y cómo afecta a sus sobrevivientes y familiares de víctimas, tanto en lo emocional como en lo que tiene que ver con la investigación de los hechos en sí.

Efira encarna a Mia, una traductora que tiene una relación romántica con un médico llamado Vincent (Gregoire Colin), con el que quedan para cenar en el restaurante en cuestión. Por cuestiones que parecen ser laborales, él no puede ir a la cita y mientras Mia está allí se produce el violento y confuso ataque terrorista que deja varios muertos. La mujer se esconde bajo una mesa y logra sobrevivir, pero sus recuerdos son confusos, no tiene exactamente en claro bien qué pasó y qué no. Al tiempo empieza a frecuentar el lugar buscando explicaciones y entender bien qué es lo que sucedió –los nuevos dueños del restaurante no la ayudan demasiado, queriéndose distanciar de ese hecho que les hace perder clientela– y allí se topa con otras personas en similar situación, en plan grupo de apoyo. Por un lado conectará Thomas (Benoit Magimel en un rol muy distinto al de PACIFICTION, que se vio en esa misma edición de Cannes), un hombre que sobrevivió también pero con heridas mucho más serias. Pero por otro tendrá que lidiar con otros sobrevivientes que, por motivos que ella no entiende, parecen responsabilizarla de algunos hechos. Al no tener muy claro en su memoria los detalles de lo sucedido para Mia es complicado entender qué hacer al respecto.

La película muestra desde su punto de vista el atentado y luego vuelve sobre él en función de lo que ella va incorporando y entendiendo de las cosas que pasaron. Mientras tanto, su relación con Thomas se intensifica en paralelo a las dificultades que ahora tiene con Vincent, quien no logra acompañarla del todo en su obsesión por entender qué pasó allí y cómo eso la afecta. Habrá, además, una suerte de tarea de investigación de la propia Mia tratando de recordar primero y encontrar después a una persona con la que estuvo ligada en pleno atentado.

Se trata de un drama severo, grave, emotivo pero excesivamente largo, que impactó en Cannes más a los franceses que al público y a la crítica extranjera, quizás por su cercanía con el hecho. Los distintos elementos del relato no siempre terminan de conectar entre sí de un modo efectivo –excesivamente denso como relato de investigación y un poco subrayado como drama–, pero de todos modos Winocour se las arregla para transmitir, primero, los nervios y la tensión del ataque, y luego el dolor y la confusión del largo proceso de reconstrucción que viene después.

Diego Lerer.

En El Cairo.

 

“Love Life”

El duelo es uno de los tópicos más transitados por el cine de todas las épocas. Lógico: puede cambiar el contexto técnico, económico y sociocultural, pero el dolor ante una pérdida cercana e irreparable sigue y seguirá pegando con la misma fuerza. El problema es cuando ese dolor no es compartido. ¿Cómo salir adelante si no hay un sostén sobre el que apoyarse? ¿De qué manera el amor condiciona al duelo? ¿Y el duelo al amor? ¿Es posible utilizar una tragedia como el inicio de una nueva etapa?

El japonés Kôji Fukada ensaya algunas respuestas posibles a esas preguntas a lo largo de las dos horas de Love Life, lo que fuimos vive por siempre, un melodrama por momentos desgarrador, por otros emotivo, siempre pausado, melancólico e intimista, sobre cómo la muerte del hijo quiebra la vida de su madre y, con ello, la relación que mantiene hace años con su actual marido.

La muchacha es Taeko y su pareja, Jiro. Ambos viven en un departamento junto a Keita, el hijo de un matrimonio anterior de ella. Esa situación no les gusta nada a los padres de Jiro, que quieren cuanto antes un nieto de su misma sangre. Cuando un mínimo descuido termine con la muerte del nene, Taeko se sumergirá en las tinieblas de la culpa y la nostalgia, una sensación amplificada a raíz de la vuelta a su vida del padre de su hijo, un hombre nacido en Corea del Sur que intenta radicarse en Japón.

Estrenada en la Competencia Oficial del Festival de Venecia de 2022, la película de Fukada es de esas que prescinden de los apremios para priorizar el detalle y los gestos minúsculos de trío protagónico. Si bien el mayor peso narrativo recae sobre Keiko, el guion evita la tentación de convertir a Jiro en un malvado. Es, a lo sumo, un hombre cuyos intereses comienzan a diferir de los de su pareja, principio del fin para ella. Lo mismo aplica para el trato que recibe el padre de Keita.

Love Life… encuentra sus puntos más altos cuando deja que las escenas respiren al ritmo de las de los padres y que los silencios sean una forma de comunicar. Ver si no las escenas en las que se dicen, lenguaje de señas mediante (el padre de Keita es sordomudo), todo aquello silenciado durante años. Algunas situaciones un tanto forzadas no hacen mella a un film cuyo efecto es una patada en el alma, un golpe al corazón.

Ezequiel Boetti.

En los Cines del Centro.

 

“Cabrini”

La historia se sumerge en la vida y legado de la religiosa italoamericana que fundó las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús en el siglo XIX y fue la primera ciudadana estadounidense en ser canonizada por la Iglesia Católica. El film explora su resistencia y determinación en un entorno plagado de sexismo y fanatismo xenófobo. “Gracias a su fuerza de voluntad, su valor, su compasión y su habilidad para los negocios, superó estos retos”, se lee en un comunicado de prensa.

El reparto incluye a Cristiana Dell’Anna (Fue la mano de Dios, Aquí me río yo) en el papel principal, apoyada por John Lithgow (The Crown, La tercera roca del sol), David Morse (Milagros inesperados, Vivir al límite), Giancarol Giannini, Federico Castelluccio, entre otros.

Liz Ellis, directora de operaciones de Angel Studios, declaró: “Francesca Cabrini es una de las figuras más inspiradoras e influyentes de la historia moderna y, sin embargo, pocos conocen su historia. Enfrentada a obstáculos aparentemente insuperables en la vida, ella optó por centrarse en cómo podía cambiar el status quo de su época, y su impacto en el mundo todavía se siente hoy”.

En Del Centro, Hoyts, Showcase, Cinépolis y Monumental.

Fuente: Otros Cines, La Nación, Micropsia, Cinépolis.

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