
La historia de una hermana que nunca pudo abrazar. La historia de un bebé que murió en los brazos de su madre, en un invierno feroz, años antes de que ella naciera.
Así comienza Blanco de Han Kang, donde la autora coreana se atreve a escribir sobre el duelo por alguien a quien jamás conoció. Desde las comparaciones que la atormentaban hasta entender que su existencia depende de esa muerte, Kang narra un camino íntimo hacia la aceptación.
Desde la iniciativa de describir el color blanco, la autora explora diferentes objetos, recuerdos y escenas donde ese tono se vuelve una presencia simbólica: una hermana que murió, a quien no llegó a conocer, pero que habita en cada rincón del relato. El blanco se transforma en puente, en memoria y en falta.
Leer Blanco es como tener una carta abierta dirigida al alma de su hermana: Kang escribe en primera persona, conversa con ella y le confiesa lo que sintió desde que descubrió su historia, la cual atravesó para siempre a su familia.
De manera poética y breve, la ganadora del Premio Nobel de Literatura encarna el nudo en la garganta que la acompaña desde la infancia. Cada página es una lágrima que nunca pudo llorar, y cada objeto blanco simboliza la pureza de una niña que nunca pudo abrir los ojos.
Kang tiene una manera de escribir que atrapa y envuelve al lector en un mar de emociones silenciosas. Con relatos cortos y variados, cada capítulo es su propia historia, donde la autoexploración y la búsqueda de respuestas se transmiten con calidez, extrañeza y desgarro.
Entre metáforas delicadas, encuentra el rastro de su hermana en nubes, arena, plumas y hasta en la nieve: “Además, ella se olvidaba con frecuencia de que su cuerpo (como todos los cuerpos) era una casa de arena. De que se desmoronaba y seguía desmoronándose. De que se escurría incansable entre los dedos”.
Con una nostalgia poética, Han Kang regala un libro que abraza el dolor de lo no dicho y el desamparo de lo incomprensible. Ofrece una lectura que sana heridas invisibles y contiene cuando el lector se siente perdido y busca, al igual que ella, un lugar desde donde empezar a llorar.
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