A 150 kilómetros del noreste de Kabul, la capital de Afganistán, se encuentra el último reducto de la resistencia contra el dominio talibán, un valle de escarpadas montañas que no ha pisado ninguna fuerza invasora en más de 40 años.
El valle de Panjshir resistió la ocupación de las tropas soviéticas en los 80 (1979-1989) y le plantó cara al Talibán en los 90 (1996-2001), convirtiéndose en un bastión de oposición al grupo islamista.
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Hoy es la única de las 34 provincias de Afganistán que no ha sucumbido al control del Talibán.
“Estamos listos para resistir por segunda vez a los talibanes”, dijo esta semana el jefe del Departamento de Economía de Panjshir, Abdul Rahman.
Su mensaje es secundado por Amrullah Saleh, vicepresidente de Afganistán, autoproclamado el martes “presidente interino legítimo de Afganistán” ante la ausencia del mandatario electo Ashraf Ghani, que se encuentra exiliado.
Saleh, exjefe de los servicios secretos de Afganistán, llamó al pueblo afgano a sumarse a la resistencia del valle, al que considera un ejemplo para el resto del país.
“Nunca estaré bajo el mismo techo que los talibanes. NUNCA”, escribió en Twitter.
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