Dólar

Dólar Oficial:$888.5 / $888.5
Dólar Blue:$1010 / $1030
Dólar Bolsa:$1012.3 / $1016.5
Dólar Contado con liquidación:$1052.4 / $1053.7
Dólar Mayorista:$866.5 / $869.5
Todo Show

Cuatro estrenos con el regreso de Woody Allen incluido

Este jueves 20 de enero trae novedades de toda clase, desde lo último de Woody Allen -en tono comedia rodada en el 2020- más una de acción protagonizada por chicas, una rusa de terror y una japonesa de animación que adapta “La Bella y la Bestia”. Un conjunto de buenas reviews para decidir que ir a ver al cine, aquí debajo.

 

“Rifkin’s Festival”

Las carreras de varios directores de cine consisten en tocar los mismos temas una y otra vez, utilizando los mismos recursos estilísticos. Woody Allen es uno de esos autores cinematográficos que han dedicado su obra a la construcción de un universo propio, centrado en un personaje que funciona como alter ego del director y en el que los problemas amorosos se mezclan con cuestionamientos filosóficos, todo bajo una mirada humorística. Con su régimen de escribir y dirigir una película por año, la repetición en los films de Allen resulta aún más acentuada. Casi que pareciera que el público asiste a la proyección de múltiples borradores de una futura película, mejor que la que está viendo en la pantalla. Esta sensación creció en los últimos años, en los que films más sólidos (como Medianoche en París o Café Society) son una excepción entre muchos otros que parecen copias deslucidas de la obra del autor, que alcanzó su cenit en los 70 y 80.

Alejarse de Nueva York, escenario principal de ese universo alleniano durante 30 años (apenas un puñado de las 30 películas que hizo hasta principios de este siglo fueron ambientadas en otros lugares), le abrió nuevas oportunidades estéticas y narrativas. Pero Allen se convirtió en un turista cinematográfico, llevándose su universo neoyorquino a Europa, donde le resulta más fácil conseguir financiación para filmar y está alejado del escrutinio de la prensa por las acusaciones de abuso sexual de su hija. La nostalgia de Nueva York se siente especialmente en Rifkin’s Festival, una nueva incursión del director en varios de los temas que le interesan: los enredos amorosos, la búsqueda del éxito profesional y la cinefilia. La belleza natural, la elegancia edilicia de San Sebastián y el glamour del festival de cine, subrayados por la fotografía de Vittorio Storaro, ofrecen un contrapunto con la situación del protagonista, Rifkin (Wallace Shawn), un escritor sumido en una crisis personal y profesional que lo hace extrañar aún más Nueva York. Mientras su esposa publicista (Gina Gershon) se acerca demasiado a su cliente, un joven y admirado director de cine francés (Louis Garrel), Rifkin se entrega a su hipocondría. Los síntomas lo llevan al consultorio de Jo (Elena Anaya), una médica que tiene sus propios conflictos. Hay varias puntas interesantes en Rifkin´s Festival que Allen no explora demasiado, ciñéndose a lo que está acostumbrado. El director sigue los pasos propios de su estilo de comedia, alimentando el diálogo de Rifkin con sentencias humorísticas, una detrás de la otra. Pero los chistes no consiguen el impacto deseado. Tal vez se debe a que hay una tristeza y melancolía inherente en la historia del protagonista que no logra borrarse con un comentario gracioso. Hay una pulseada de tonos entre lo que emana de la historia y la forma que Allen elige para contarla.

Rifkin está en crisis con su profesión y con la idea de alcanzar un éxito literario, que tal vez ni siquiera le interesaba tanto. Al mismo tiempo, ve cómo su matrimonio se hace pedazos. A través de una serie de sueños nocturnos y ensoñaciones diurnas, moldeados, según sus preferencias cinéfilas, con citas a Bergman y Buñuel, analiza su pasado para poder encontrar su futuro. Claro que esta crisis puede presentarse en forma de comedia: Allen filmó obras maestras a partir de situaciones similares, pero aquí los intentos del director –incluidas las parodias de films clásicos– no son suficientes. El espectador mira y escucha pasar los intentos de comicidad, apenas sonriendo con alguna escena.

La melancolía termina ganándole a la comedia y Allen no parece ignorarlo del todo; incluso la elección de Shawn como alter ego es una apuesta por un actor con un sentido cómico brillante pero también dueño de una sensibilidad que le aporta suavidad a sus papeles.

Una fuente de comedia desaprovechada es el festival de cine, sus personajes y situaciones, que pueden resultar curiosas para quien no suele asistir a ellos y un chiste interno para los que conocen bien sus secretos. Sin embargo, el guionista y director apenas ensaya algunos gags superficiales, más cercanos a los prejuicios que existen sobre este tipo de eventos y sobre los cineastas, que a una mirada aguda que descubre las falsedades del mundo del cine. Detrás de todo esto hay una posición de Allen sobre el cine actual, desconectada y desilusionada. A través de Rifkin, Allen reafirma que su cinefilia está asentada en Bergman y Godard y nada nuevo puede sorprenderlo y satisfacerlo. Tal vez por eso, cada vez le cuesta más lograr esos objetivos con sus propias películas.

En el Showcase, Hoyts, Cinépolis y Del Centro.

 

“Agentes 355”

Hace apenas unos meses, cuando se discutía la sucesión de Daniel Craig en la piel de James Bond y se especulaba con la elección de una actriz para encarnar al mítico personaje, Phoebe Waller-Bridge -guionista invitada de la despedida en Sin tiempo para morir-, decía que antes de convertir a James Bond en una mujer era mejor crear personajes femeninos interesantes, con identidades propias y con buenas historias para contar. Esa mera alteración de género es la que se consagra en Agentes 355, película que acumula estrellas en una narrativa de espionaje que no logra escapar a los estereotipos que padecieron las actrices cuando eran apenas un adorno de esas historias. Acá tenemos a una agente de cada servicio secreto: Jessica Chastain es miembro de la CIA, obsesiva y solitaria, que escapa a las historias de amor para mantener el deber como prioridad. Diane Kruger es una oficial rebelde de la inteligencia alemana cuyo único vínculo afectivo es su jefe y mentor en el espionaje. Lupita Nyong’o es del MI6, retirada del servicio activo y dedicada a la investigación y la enseñanza, quien forzosamente debe regresar a la acción no sin pagar un alto precio por ello. Y, por último, el único personaje reacio a las armas es Penélope Cruz, convertida en una psicóloga colombiana para la que la familia es lo primero.

En ese enredo de lugares comunes, discursos feministas y persecuciones vertiginosas, la película no es más que un torpe reflejo de aquello de lo que quiere emanciparse. Las actrices hacen lo que pueden con personajes que están escritos como la contraprueba de toda una tradición: el de Chastain para demostrar que una mujer puede ser tan vengativa como un hombre cuando es engañada; el de Kruger, para asegurar que puede ser tan fría cuando es traicionada; el de Nyong’o, que puede ser tan íntegra cuando debe esconder sus emociones.  El título evoca el código de una célebre espía cuya identidad nunca fue develada y la trama supone un arma superpoderosa que puede destruir al mundo si cae en las manos equivocadas. Un clásico. Sin embargo, la alianza que se forja entre ellas, no exenta de sospechas y algún que otro desencuentro, se sostiene siempre en el mundo extracinematográfico: la explicación redundante de que juntas son más fuertes ante a los hombres que las han sometido. La dirección de Simon Kinberg, responsable de la inexplicable X-Men: Dark Phoenix, se concentra únicamente en el vértigo que quiere imprimirle al relato a cualquier precio. En ese afán todo es fragmentario, el ritmo se confunde con la velocidad, y las secuencias se extinguen una vez que cumplieron el cometido de brindar información.

La que sale mejor parada es Chastain, que ha demostrado en películas notables como La noche más oscura (2011) de Bigelow, o incluso en la efectiva Miss Sloane (2016), que es una actriz que puede cargar sobre sus hombros una heroína compleja, con creíbles contradicciones. En Agente 355 asume el único conflicto verdadero que atraviesa al grupo, juega las mejores escenas de acción y pone el mayor empuje en que la dinámica de conjunto funcione más allá del guion. Quizás a la hora de pensar narrativas propias, lo mejor sería desmarcarse de lo peor de los moldes apropiados.

En el Monumental, en Cinépolis y en el Showcase.

“Belle”

“Belle”, la nueva película animada del director japonés Mamoru Hosoda, se presenta como una readaptación de “La Bella y la Bestia” con un gran despliegue visual y musical y un elaborado diseño de personajes y escenarios. El filme tuvo su estreno en julio de 2020 en el Festival de Cannes, donde fue recibida con una ovación histórica, y luego se convirtió en uno de los títulos más taquilleros en Japón.

Con “Belle”, Hosoda vuelve a destacarse por su original labor artística, esta vez retomando dos temáticas que desarrolló previamente: la cuestión del avance tecnológico, que aparece en “Digimon” (1999) y en “Summer Wars” (2009), y las criaturas sobrenaturales, reflejadas en “Los niños lobo” (2012) y en “El niño y la bestia” (2015). La película sucede en el Japón actual y en gran parte en un mundo virtual de fantasía, en donde la protagonista tiene un alter ego. Al principio, el filme presenta la vida de Suzu Naito, una adolescente de 17 años muy tímida y acomplejada. Vive en un pueblo en Kchi, una zona rural del país, junto con su padre, luego de haber perdido a su madre cuando era pequeña. Dolida porque su madre murió por salvar a un niño que se estaba por ahogar, lo que la hace sentirse abandonada, deja de hacer música. Todo cambia cuando, por consejo de una de sus pocas amigas, ingresa al mundo virtual “U”: una suerte de plataforma total que promete a sus 5.000 millones de usuarios “tener un nuevo comienzo” y convertirse en “quien quieras ser”.

En la mega red, con la ayuda de su amiga amante de la tecnología, Suzu se transforma en Belle y vuelve a cantar. Demuestra su talento artístico y llama la atención con su figura esbelta, su look esplendoroso y un larguísimo pelo rosa. El único detalle físico que tienen en común son las pecas. Por eso en el título original en japonés, la película se llama “Bella, la princesa de los dragones y las pecas”. Así vence la indiferencia inicial y se convierte en un icono popular, musical y estético. Conocerá los elogios desmedidos y las críticas despiadadas que se vierten en el anonimato de las redes. Como en la historia contada por Disney hace 30 años, Belle se encuentra con la furia de la Bestia, que en este caso es un dragón antisocial que aterra y fascina a la vez a la protagonista. Su conducta hace que sea perseguido por la patrulla superpoderosa que vigila la mega red. Pero, a la vez, la bestia es amada por los niños. Suzu busca saber quién es realmente ese monstruo. La película combina una historia humana con un desarrollo musical y visual deslumbrante. Para esto, hubo aportes clave: los climas musicales creados por Taisei Iwasaki y la voz de Kaho Nakamura en la versión original están al nivel de lo logrado por su antecesora de Disney, muy reconocida por su aspecto musical. En el diseño de personajes estuvo Jin Kin, un experimentado animador surcoreano que trabajó en películas como “Frozen”, “Moana”, “Enredados”, “Grandes héroes”, “Zapatos rojos y los siete enanos” y “Más allá de la luna”. Erik Wong, un arquitecto e ilustrador londinense, creó la forma en la que se ve el mundo virtual: una suerte de ciudad industrial de cielo crepuscular, con rascacielos en mosaico que contrastan con la magia surreal y colorida de los personajes que pululan en ese metaverso digital. Un párrafo aparte merece la vestimenta de Belle, creado por el diseñador de moda vanguardista Kunihiko Morinaga. Junto con la película, se presenta la colección primavera/verano 2022 “Anrealage”, que consiste en llevar a la realidad material los hiper tecnologizados atuendos que usa la protagonista en el mundo virtual. En todos los cines.

 

“Boda negra”

Llega a los cines una nueva película de terror del joven guionista y director ruso Svyatoslav Podgaevskiy. Cineasta que retorna con su flamante film, en busca de otorgar un salto de calidad al género de miedo en su país.

Cuando el amor deja de ser correspondido hay ciertas personas, que recurren a brujas depositando en estas la ilusión de recuperar del otro aquel sentimiento perdido. Estás hechiceras se disponen a actuar a través de magia negra y la convocatoria de espíritus poderosos, con el propósito de manipular el sentir de ese ser que parece haber cambiado. Pero claro, estos rituales tienen sus riesgos y como ya se ha visto en otras historias dentro del cine, las consecuencias pueden resultar verdaderamente peligrosaLa joven madre Evgenia (Yana Yenzhayeva) no puede tolerar que su novio y padre de su hija Polonia, la haya abandonado. Para recuperarlo busca ayuda en una bruja, quién le enseñará la forma de recobrar el amor de su prometido, Kirill (Konstantin Beloshapka), mediante un hechizo que debe ser consumado en medio de una boda.s.

En este sentido, los esfuerzos de la protagonista por cumplir al pie de la letra las órdenes de la hechicera para hacer efectivo el ritual, no serán suficientes para impedir las consecuencias oscuras que esto conlleva. Atrayendo el despertar de una irreconocible personalidad en su ex novio. Conducido por la liberación de espíritus que parecen enojados ante una convocatoria, que evidentemente no ha sido manifestada de manera perfecta.

En consecuencia, el relato se desencadena involucrando tanto a culpables como inocentes, que aunque en un principio permanecen incrédulos de lo sucedido deciden ayudar a pesar del riesgo que esto implica. Así, entre personas que no pueden continuar con su vida cotidiana, pesadillas que se confunden con la realidad, espíritus enérgicos y fuerzas malignas, la historia progresa ubicada siempre sobre el mismo eje, insinuando tejer nuevas subtramas para exponer un giro original e inesperado, que el público amante del cine de terror, de brujerías y hechizos espera con ansias, aunque en esta ocasión, en vano.

En definitiva, “Boda negra” es una película con una historia sencilla y ya consabida en otros films, que se sigue con facilidad a pesar de la diversidad de sus personajes. Con una buena cuota de escenas de miedo y suspenso, con protagonistas interesantes y una considerable fotografía, pero que no consigue sorprender, cayendo en una trama repetitiva y anunciada, al mejor estilo de las últimas producciones del género de terror hollywoodense, en cuanto a guion y forma narrativa. En el Monumental, en el Showcase y en Cinépolis.

 

Fuentes: La Nación, Cine Argentino Hoy, El Cronista.

 

 

Comentarios

5