Dólar

Dólar Oficial:$899 / $899
Dólar Blue:$1020 / $1040
Dólar Bolsa:$1051.6 / $1052.3
Dólar Contado con liquidación:$1090 / $1092.2
Dólar Mayorista:$877 / $880
Todo Show
VIDEO

Cuatro estrenos llegan en el medio de las vacaciones de invierno

La película de Baz Luhrmann con Austin Butler y Tom Hanks “Elvis”, y tres más con mucho contenido musical llegan a la ciudad: “La gallina Turuleca” una animación en coproducción Argentina y España, y dos documentales, “Oiant, música para un futuro ancestral” y “Stud free pub: una buena historia”. Como siempre una selección de reviews para elegir que ir a ver al cine.

“Elvis”

¿Cómo filmar un mito? Esa debe haber sido la pregunta que le rompió la cabeza aBaz Luhrmann cuando aceptó el desafío de dirigir una biopic de Elvis Presley, rey del rock and roll, el hombre que revolucionó la cultura universal justo a mitad del siglo XX (y que no vivió para contarlo). Especialista en hacer películas donde la música ocupa un rol protagónico –aunque no siempre se trata de comedias musicales—, el cineasta australiano aparecía como uno de los candidatos naturales para encabezar el proyecto. Entre sus virtudes se encuentran la capacidad para hacer que lo sonoro se convierta en el hilo sobre el cual el drama discurre en sus películas y la particular habilidad para abordar el montaje como quien lee una partitura. Es por eso que en sus trabajos el ritmo narrativo es tan importante, incluso en los menos musicales de ellos, como su adaptación de la novela El gran Gatsby (2013), obra magna del escritor Scott Fitzgerald. Todo eso está presente en Elvis. Sin embargo, la tendencia al manierismo, que convierte a sus películas en ejercicios barrocos signados por la exuberancia estética, aparecía como una incógnita.

No es que los excesos (estéticos y de los otros) no formaran parte de la vida y obra de Elvis. Para probarlo están los shows que dio durante sus últimos siete años en Las Vegas, tan recargados como épicos, que coinciden con la etapa en que la depresión lo empujó a abusar de los fármacos y tranquilizantes que colaboraron en su temprana muerte. Pero también está el origen humilde en uno de los barrios más pobres de la ciudad de Tupelo, en el muy sureño estado de Mississippi, donde se nutrió de la cultura negra sobre la que edificó su carrera y donde lo único excesivo eran las carencias. El mismo camino del héroe por el que pasaron, antes y después, tantos ídolos populares de acá y de allá, de Muhammad Alí a Maradona y de Michael Jackson a, por qué no, L-Gante. Luhrmann consigue que su estilo afectado le haga honor a la figura del legendario cantante (interpretado con solvencia por Austin Butler), yendo de un extremo al otro de su vida.

Organizada en segmentos bien definidos –infancia, surgimiento, éxito, rebelión, aburguesamiento, renacer, decadencia y muerte—, que el director va enhebrando no siempre con la misma fluidez, el recorrido de Elvis cuenta con un narrador que se encarga de guiar al espectador por una historia que es menos laberíntica de lo que el deslumbrante despliegue hace parecer. Y que, ciertamente, es mucho menos compleja de lo que fue en realidad, reduciendo grandes etapas para concentrarse en otras. O acentuando determinadas características para (casi) pasar por alto muchas más. Como la paranoia y la megalomanía del Elvis final, que aparecen muy bien retratadas en, por ejemplo, Elvis & Nixon (Liza Johnson, 2016), donde Michael Shannon realiza una tremenda interpretación del cantante.

Quien guía el relato es Tom Parker, alias el Coronel, representante y hombre de confianza de Elvis, lo cual no hace de él una persona de fiar. A pesar de su mala fama, es su punto de vista el que ordena la acción. Una perspectiva que le permite al director replicar el mecanismo que articuló el vínculo entre ambos personajes en la vida real, haciendo que el Coronel, en la piel de Tom Hanks, trate de enroscarle la víbora al espectador igual que antes hizo con Elvis. Por su parte, aquí el cantante es retratado como una víctima constante de esa hábil manipulación, exculpándolo de la responsabilidad de las que, es evidente, fueron malas decisiones. Todo eso deja claro cuál es la respuesta que Luhrmann encontró para aquella pregunta inicial: la mejor forma de filmar un mito es mantenerlo siempre en el aire, como un prodigio de la naturaleza que debe luchar contra las oscuras fuerzas terrestres que buscan devorar su luz. Por eso la película apenas toca su trágico final, presentándolo casi como una ascensión, un paso a la inmortalidad antes que una muerte. Y está bien. Se puede ver en los cinco complejos de la ciudad

 

“La gallina Turuleca”

Cuántas veces escuchamos la canción de la gallina Turuleca a través de la voz del payaso español Miliki. Hoy llega una propuesta nacional con este clásico personaje infantil. Se estrena este jueves 14, pero el último domingo se llevó a cabo la avant premiere del film con la presencia de famosos y la actriz Flavia Palmiero que le pone la voz a Isabel, quien cuidará de Turuleca.

Además de la ex conductora infantil, también cuenta con el doblaje de Guillermo Francella quien le dará vida al villano de la historia: Armando Tramas, un ser manipulador, cínico y extremadamente ambicioso que su gran objetivo es apropiarse de la gallina tras conocer su talento.

La película toca temas importantes como la discriminación, la burla entre pares y cómo el amor termina salvando al principal personaje y la convierte en una verdadera estrella con valores muy bien marcados. La historia se centra en el ave que busca ser querida, poner huevos y encontrar al amor de su vida y termina descubriendo que es única y original pero, no por ello, quiere dejar de ser lo que es, una gallina.

La actriz Sofi Morandi interpreta a Lucía, una niña trapecista, alegre y extrovertida que le brindará su amistad a la gallina. También participa el locutor Rolo Villar y la actriz de doblaje Agustina Cirulnik.

Esta propuesta familiar fue ganadora del Premio Goya a Mejor Película de Animación y el Premio Platino del Cine Iberoamericano a mejor Película de Animación. Además fue seleccionada para proyectarse en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

Turuleca es una gallina singular. Su peculiar aspecto y su imposibilidad para poner huevos desata las burlas del resto del gallinero, hasta que un día, Isabel, una ex profesora de música, la lleva a vivir a su granja. Allí, feliz y en armonía, la gallina descubre su gran talento oculto: ¡Turu no sólo puede hablar, sino que canta como jamás has oído cantar a una gallina!

El talento musical de nuestra amiga la llevará a convertirse en la gran estrella del fascinante Circo Daedalus. Sin embargo, su viaje no será nada fácil. El circo está amenazado por el malvado Armando Tramas, quien desea apropiarse de la fantástica Turuleca. En los cinco complejos de la ciudad.

 

 

“Stud Free Pub”

Las medianías de los ochenta fueron una época gloriosa del under en Buenos Aires. Con su cartel de neón, el Stud Free Pub –antes, Stud Bar-, se anunciaba al 5665 de Avenida del Libertador, en un Bajo Belgrano mucho menos concheto que el actual. Al salir del túnel de cara al norte, hacia la calle La Pampa, el horizonte se recortaba solo, libre de siluetas macizas de torres. El paisaje tenía tonos inexplorados y hasta un cierto malevaje propio. Así lo testimonian muchos habitués de uno de los enclaves fundamentales de esa cultura, en el documental Stud Free Pub (Una buena historia), estrenado en la edición 2019 del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, y que este jueves a las 22 se va a poder disfrutar gratis, a través de comunidadcinefila.org. Después de que el productor Damián Originario le acercara la idea de reconstruir el mito, el director del documental fue Ariel “Topo” Raiman, baterista de Los Pericos y realizador audiovisual, que en aquella época vivía cerca y era habitué del Stud, como público, y como músico de Camouflage. Al cabo de más de cuatro años de buceo filmográfico, entrevistas y tropiezos burocráticos, finalmente logró parir 90 minutos con material de archivo histórico, y charlas con más de 50 de los personajes que pulularon por un recinto que supo combinar la magia de los antros con sofisticación estética, desde 1982 hasta 1985, cuando no se renovó el alquiler, y el Stud pasó a los libros.

Se destacan entrevistas exclusivas a personajes como Charly García, Richard Coleman, Zeta Bosio, o el mismísimo Indio Solari. “Los dueños habían sido muy amigos del Indio, nos decían que iba a haber buena onda. Cuando le llegó la idea de participar de algo que tenía que ver con el Stud, accedió. Todos los músicos a los que les contábamos de qué se trataba, venían con mucho amor hacia el lugar y la época. El Indio lo hizo a su manera: no lo vimos en persona, nos mandó una filmación linda, súper profesional y buenísima. Fiel a lo que es”, comenta Raiman, mientras se prepara para dar un show con Los Pericos este viernes a las 21 en el Silos Arena de Mar del Plata, y piensa en la grabación de un nuevo disco.

La baulera convida otros fragmentos memorables, como algún desvarío spinettiano, la primera entrevista televisiva a Sumo vía Tom Lupo, el debut de la formación originaria de Fricción, y un speech de Miguel Abuelo para el casamiento de Pipo Lernoud. La visita de un ejecutivo discográfico para fichar aSoda Stereo, el rockabilly de Los Casanovas, la representación de La Máquina del Tiempo de Los Twist, el tecno de Art Noveau… abanicados por la brisa de larecuperación democrática -con sus espasmos de libertad-, y por la explosión de los estilos urbanos asociados a la cultura rock, artistas de diferentes géneros se sintieron parte de algo muy grande en un espacio reducido: al principio sólo cabían 100 personas; después, 450.

Casi todos coinciden en sonreír al recordar los tiempos del Stud o, tal vez, al no poder recordarlos con precisión. “Con la charla iban saliendo recuerdos –destaca el director-. Para mí también hay una nebulosa. Sí me acuerdo perfectamente de cuando vi a Fricción, a Clap, algún show de Sumo. Yo iba ahí con mis amigos, que después fueron Los Pericos; nos encontrábamos con otros amigos, que después fueron Los Fabulosos Cadillacs, y otros que después fueron los Ratones”.

–El lugar tenía su propio movimiento. ¿Cómo lo consiguió?

–No era una movida tan grande, y las bandas andaban dando vueltas. La esencia de la salida era ir a un bar a ver a alguien, no eran tan comunes las discos. Eran lugares de encuentro donde la pasabas bien y terminabas volviendo. Los cuatro espacios donde se concentraba eso se transformaban en centros culturales, sin llamarse así.

–Junto con Café Einstein, primero, y poco más tarde Cemento y El Parakultural, el Stud terminó de darle forma a una estética del under. ¿Cuáles eran esos principios?

–Se encaraba la música de otra manera. Todos queríamos sonar bien, y en esos lugares se podía. Había un respeto por las bandas, te trataban bien, por más que fueras under. Estaban los consagrados, y empezaron a surgir grupos chicos que terminaron siendo bandas re grossas. Ibas a ver a unos tales Soda Stereo, que sonaban tremendo. Era raro ver a una banda que no sonara bien, las bandas tenían que tocar de verdad, porque no había tanta posibilidad de corregir errores. Hoy, no tienen por qué ser buenos; es más, alguien que no es músico puede terminar siéndolo. En esa época solamente eras músico si sabías tocar y sonar bien. La gente que todavía no tocaba bien, que estaba aprendiendo, no se presentaba.

–El documental también se ocupa de las bandas que no fueron famosas, pero dejaron un recuerdo firme. Era una época de explosión de estilos…

–En la Argentina hay cosas buenas de muchos estilos. Sigue habiendo variedad, quizás en esa época estaban aún más marcadas las tribus. Estaban los new wave, los rockeros, los punks, los rockabilly, o yo, que los iba a ver a todos. Cuando tocabas un ritmo, todos los fans adquirían el look de ese ritmo… era divertido.

Se puede ver en el Arteón.

 

“Oiant, música para un futuro ancestral”

Creada en 2004 por el compositor, director, investigador y educador Alejandro Iglesias Rossi y la musicóloga y directora escénica Susana Ferreres en el ámbito de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, la Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías es una experiencia cultural singular y de un enorme valor político. Su trabajo para difundir la rica tradición de la música latinoamericana es admirable: además de los conciertos ofrecidos lugares muy diferentes de todo el mundo -Cusco, la Patagonia, los prestigiosos festivales Berlioz y Messiaen de Francia, la Biblioteca de Alejandría de Egipto, el Museo Nacional de Nueva Zelandia, los World Music Days de Hong Kong y el Festival Leo Brouwer en La Habana, estos artistas militantes se han obstinado en cuestionar los paradigmas culturales establecidos desde la época de la colonia.

Este documental registra ese largo recorrido destinado a encontrar una sintaxis propia que describa las energías telúricas de la región y hace foco en la firme convicción de Iglesias Rossi, un profesional formado en Estados Unidos y Francia que lleva una vida entregada al desarrollo de un proyecto académico y artístico relacionado con la música, la espiritualidad y la identidad. Iglesias Rossi, a quien el prestigioso teórico musical John Cage alguna vez le dedicó un cálido poema, es también un férreo defensor de la educación pública y alguien comprometido en no olvidar el pasado porque su tarea, queda claro, es convertirlo en futuro. En el Cine Arteón.

 

Fuente: Página 12, Juan Pablo Cinelli, Perfil, Juani Fernández Juve, Mariano Yannoulas, La Nación, Alejandro Lingenti.

Comentarios

5