
Gimnasia y Esgrima La Plata vivió este sábado una elección históricamente convocante: 7.749 socios y socias participaron de los comicios y la lista Usina Tripera, encabezada por Carlos Anacleto, arrasó con un contundente 74,06% de los votos. Pero en medio de los números, las internas y los análisis, un nombre se llevó todas las miradas: Guillermo Ezequiel Ibáñez, el nuevo vicepresidente primero del Lobo.
Para muchos, el apellido puede pasar inadvertido. Pero en el corazón tripero —y en la memoria viral del fútbol argentino— es imposible olvidarlo.
Ibáñez fue el simpatizante que, en la recordada Promoción 2009 frente a Atlético Rafaela, quedó literalmente al borde del desmayo cuando Franco Niell marcó el tercer gol en el Bosque. Un 3-0 agónico que garantizó la permanencia por ventaja deportiva y que dejó una secuencia inolvidable: la cámara tomándolo con las manos en la cabeza, la respiración entrecortada y el sufrimiento hecho imagen. Aquella foto recorrió el país, se volvió meme y quedó como un símbolo del hincha de Gimnasia en estado puro.
Dieciséis años después, ese mismo hincha que representó el padecimiento colectivo ahora representa institucionalmente al club.

Su presencia dentro de la lista ganadora no pasó desapercibida. Para buena parte de la comunidad tripera, su llegada a la vicepresidencia simboliza algo más que una renovación dirigencial: la idea de que quienes sienten el club como hinchas también pueden conducirlo.
Y como si la historia necesitara un condimento extra, Ibáñez asumirá su rol en uno de los momentos deportivos más intensos de los últimos años: Gimnasia está a un paso de la final y deberá jugar nada más y nada menos que una semifinal ante su clásico rival de toda la vida, Estudiantes de La Plata. Un capítulo de máxima tensión para cualquier tripero… y un desafío enorme para alguien que encarnó como pocos el sufrimiento albiazul.
Con Anacleto como presidente y una larga nómina de autoridades renovadas, Gimnasia inicia un nuevo ciclo en el que buscará dejar atrás los problemas dirigenciales de los últimos años. Y en ese camino, la figura de Ibáñez aparece como un puente entre el sufrimiento de la tribuna y las decisiones del escritorio.
Porque si hay algo que identifica al Lobo es eso: convertir la pasión en identidad, la épica en confianza y al hincha común en protagonista de su propia historia.
Y ahora, a un costado del Bosque o dentro de la sede, Guillermo Ibáñez seguirá haciendo lo mismo que hace desde siempre: vivir a Gimnasia con el corazón en la mano.
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