Dólar

Dólar Oficial:$847 / $887
Dólar Blue:$995 / $1015
Dólar Bolsa:$996.09 / $1000.6
Dólar Contado con liquidación:$1030.6 / $1038.6
Dólar Mayorista:$865 / $868
Todo Show

Dolores Fonzi estrena su primer film como directora y el genial Spider Man animado llegan el primer jueves de junio

Premiada y alabada por la crítica, “Blondi”, ópera prima de Dolores Fonzi, terror con un personaje clásico, otra comedia de De Niro -otra más- junto a un conocido cómico de stand up, “El engaño” premiada en Venecia, la esperadísima secuela del Spiderman de Miles Morales y una sobre la visita de Bill Evans en 1979, son los estrenos de esta semana en las salas de Rosario. Aquí una selección de reseñas para elegir que ir a ver al cine, porque el cine se ve en el cine.

 

“Spiderman: A través del Spider Verso”

 

Con tres nuevos directores (Joaquim Dos Santos, Kemp Powers y Justin K. Thompson reemplazaron a Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman), esta secuela ambientada apenas un año después de Un nuevo universo no solo mantiene (lo cual ya hubiese sido un logro) sino que redobla, potencia, amplifica y expande todo lo que de fascinante, divertido, audaz y deslumbrante tenía aquel film de 2018 (a la Argentina llegó en enero de 2019).

La cantidad y variedad de detalles, de matices, de belleza, de inteligencia, de espectacularidad, de ingenio y de creatividad que hay en cada uno de los planos de las más de dos horas de A través del Spider-Verso la convierten en una experiencia con escasos precedentes. Por supuesto, es posible que en el vértigo, en el desenfreno, en la catarata de ideas, en la andanada de estímulos, en los constantes saltos temporales (estamos en tiempos de multiverso) parte del público se sienta un poco perplejo y abrumado porque realmente no es fácil asimilar tanta información en lapsos tan breves, pero si uno se libera de presiones y exigencias para simplemente entregarse a este festival de formas y colores que adaptan el espíritu del cómic, de imágenes hipnóticas (la cosa va del realismo a lo surreal y alucionatorio), la propuesta es tan satisfactoria como embriagadora.

El protagonista otra vez es el adolescente Miles Morales (Shameik Moore), cuyos padres, un policía afroamericano (Brian Tyree Henry) y una enfermera portorriqueña (Luna Lauren Velez), no tienen idea de que es Spider-Man. Y quien gana mucho espacio esta vez es Gwen Stacy (Hailee Steinfeld), baterista de una banda de rock que no tarda en abandonar y a quien su padre (Shea Whigham), también policía, tampoco sabe que ella es Spider-Woman.

Pero hablamos de multiverso, así que la acción cambiará de tiempos y lugares (de Brooklyn a Mumbai) con la aparición de múltiples hombres y mujeres arácnidos como el Miguel O’Hara de Oscar Isaak (un vampiro ninja oscuro y cazador), la Jessica Drew de Issa Rae (embarazada pero sin miedo de montar su moto), el Spider-Punk de Daniel Kaluuya (un londinense con cresta punk y una guitarra colgada en su espalda) o el patético Peter B. Parker de Jake Johnson (mentor de Miles). Lo cierto es que en la actualidad o en el universo alternativo de 2099 termina habiendo una Spider-Society con integrantes provenientes de Estados Unidos, de Inglaterra y hasta de la India (el Spider-Man India de Karan Soni). Y, claro, también habrá un malvado como La Mancha (un ex científico muy bien interpretado Jason Schwartzman) y hasta cameos como el de Donald Glover (no animado, sino en persona).

Como en todo relato que transcurre en dimensiones paralelas, hay reglas que deben cumplirse como para no alterar ciertos eventos con consecuencias catastróficas, pero siempre está la tentación de regresar a tiempo al universo original para, por ejemplo, salvar la vida de un ser querido.

Por momentos, A través del Spider-Verso parece más retorcida de lo que realmente es, ya que cuando uno se sumerge en su propuesta, su impronta y su dinámica la historia tiene su lógica y hasta su coherencia dentro del caos. Otra vez: es probable que un público más adulto o de gusto más clásico sienta algunos aspectos de la trama entre rebuscados y pirotécnicos, pero para los más jóvenes (como ocurría en otro registro con Todo en todas partes al mismo tiempo) dentro del delirio y la acumulación va encontrando su razón de ser y su encanto.

En menos de un año (marzo de 2024) llegará Beyond the Spider-Verse para concluir esta historia. La espera claramente vale la pena. En el Hoyts, Cinépolis y Showcase.

 

 

“Blondi”

 

Antes de iniciar el análisis de la película, algunos datos y reflexiones generales. Blondi arranca con el logo de Amazon y, más allá de que en algún momento aparece el “con el apoyo del INCAA”, inicia sus créditos con “Amazon Studios presenta una producción de La Unión de los Ríos” (además hay coproductores de los Estados Unidos y España). Se trata de un film hecho con muchos recursos y no hay nada malo en eso (al contrario, es todo un logro en estos momentos de escasez para el cine nacional), pero parece jugar en otra liga frente a las restantes películas nacionales que se presentan en el BAFICI, proyectos hechos con “monedas”, de manera absolutamente artesanal. El contraste es evidente.

Solo el soundtrack de Blondi, que incluye entre otros temas como Maria, de Blondie; Sunday Morning y All Tomorrow’s Parties, de Velvet Underground con Nico; y hasta un show del grupo platense Las Ligas Menores del que solo se usan unos 40 segundos, debe haber costado más en materia de derechos que cualquiera de las otras películas nacionales (tomando su presupuesto total, claro) que participan en la Competencia Internacional y en la Competencia Argentina de esta edición.

La presencia de Amazon muy probablemente tenga que ver con la buena experiencia que ese estudio tuvo con Argentina, 1985, de Santiago Mitre, quien además es socio de la productora La Unión de los Ríos. Y Mitre -pareja de Fonzi- aparece como productor de Blondi. ¿Más coincidencias? Blondi, fue escrita por Fonzi y Laura Paredes, pareja de Mariano Llinás. Y Llinás escribió Argentina, 1985 junto a Mitre. Una suerte de swinging en términos de guiones.

Pero cortemos con el color, las cuestiones presupuestarias, las amistades o las sociedades creativas y vayamos a Blondi, una tragicomedia que busca (y en muchos pasajes consigue) divertir y emocionar. Es una película inteligente y muy contemporánea, que sintoniza con unos cuentas temas, conflictos, problemáticas, tendencias y cambios sociales de estos tiempos (y también con algunas otras cuestiones más tradicionales respecto de las diferencias/conexiones generacionales y las relaciones entre padres/madres e hijos).

Blondi (Fonzi) tuvo a Mirko cuando tenía apenas 15 años (la cuestión del aborto asomará de manera tangencial mediante una confesión en algún momento). Hoy él es un veinteañero muy talentoso para el cómic y ella una madre joven que comparte con su hijo gustos, salidas a recitales y consumo intensivo de marihuana.

Si bien esa relación tan intensa y endogámica (por momentos parecen más amigos y compinches que madre e hijo) es el corazón del relato, Fonzi y Paredes también abordan con bastante profundidad las vivencias de otros personajes: está, por ejemplo, la hermana de Blondi (Carla Peterson), que huye de un matrimonio previsible (Leonardo Sbaraglia es el estereotipo del hombre aburrido, cómodo y desorientado) y de una maternidad en crisis sumándose a una comunidad new age; y sobrevolando siempre el relato aparece la madre de ambas, interpretada por la siempre hilarante Rita Cortese.

Pero, más allá de un elenco muy sólido (se percibe en ciertos momentos alguna tendencia a la sobreactuación) es Toto Rovito quien sorprende con una interpretación llena de matices y sensibilidad, convirtiéndose en una auténtica revelación entre tantas figuras con amplio recorrido que abundan en el reparto.

Película sobre adultos que se en muchos casos se resisten a crecer o asumir responsabilidades e hijos sobreadaptados que alcanzan la madurez antes de tiempo; sobre la solidaridad femenina para ayudarse y cubrirse incluso cuando aparecen diferencias no menores, sobre cierta generosidad que hay que tener para que los hijos superen a los padres aunque eso genere dolor y resignación (la protagonista tiene un trabajo rutinario haciendo encuestas hogareñas y Mikro sueña con ganarse una beca para hacer una experiencia en el exterior); sobre pequeñas y absurdas épicas (como treparse al monumento a O’Higgins en la plaza República de Chile), Blondi consigue más momentos logrados (honestos, francos, genuinos, creíbles, empáticos) que forzados, más pasajes donde el humor y hasta el lirismo se imponen por sobre la demagogia, la manipulación o el egotrip. Ya sabíamos que Dolores Fonzi era una actriz con ínfulas, potencia e inteligencia. Ahora, ha logrado sumar esos atributos a su trabajo tanto en la escritura como detrás de cámara. Cada vez más cerca de ser una artista integral. En Del Centro y Hoyts.

 

 

 

“Mi papá es un peligro”

 

Un joven le dice a su padre Salvo, un inmigrante italiano de la vieja escuela, que tiene intención de pedirle matrimonio a su novia estadounidense, Ellie. Pero antes de dar su visto bueno, Salvo exige un fin de semana conjunto no sólo con Ellie sino también con Tigger, su madre, que es senadora de los Estados Unidos. El choque cultural es sencillamente inevitable. En el Showcase y en Hoyts.

 

 

“Bill 79”

 

En 1979 Bill Evans vino por segunda vez a la Argentina (ya había tocado en el Gran Rex en 1973) para una gira que incluyó un par de shows en el Teatro Ópera, otro en el Teatro El Círculo de Rosario, alguna fallida participación televisiva y un concierto final en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín, donde se grabó el excelente disco en vivo Inner Spirit (ver abajo). En medio de esas actuaciones, el genial y ya bastante degradado pianista se presentó en San Nicolás en una sala semivacía y en medio de un concurso de belleza local para elegir a Miss Invierno. Es precisamente ese evento el que inspiró Bill 79, nueva incursión en el terreno de la música (en este caso desde la ficción) de Mariano Galperín, uno de los directores más importantes de videoclips (Soda Stéreo, Andrés Calamaro y Charly García, entre otros) y realizador de una película con Daniel Melingo como foco titulada Su realidad.

Estamos en septiembre de 1979, plena dictadura (al Torino que traslada a Evans, a su manager Susan, a su baterista y a su contrabajista rumbo a San Nicolás lo paran en un control militar), y el músico finalmente llega a esa ciudad, se aloja en un hotel no precisamente lujoso (le aseguran que es el mejor que hay) y lo llevan al teatro municipal, donde encontrará un piano decididamente desafinado y una realidad de apenas ocho entradas vendidas. El artista sobrelleva como puede sus adicciones (bebe mucho whisky pero la dependencia es sobre todo a la heroína) y lo cierto es que fallecería muy poco después, en 1980, con tan solo 51 años, a causa de una cirrosis hepática.

Bill 79 no es una biopic ni una película musical (aunque tiene grandes momentos al respecto, como cuando Evans escucha y disfruta a bordo del Torino de Moris cantando De nada sirve) sino una historia con tintes tragicómicos sobre una leyenda del jazz en medio de cierto patetismo provinciano, pueblerino. El guion de Galperín se toma varias libertades (Evans tocó en San Nicolás el 24 de septiembre, pero lo vemos enganchado viendo por televisión la pelea entre Víctor Emilio Galíndez y Mike Rossman, que en verdad fue el 15 de ese mes), trasladó el rodaje a Capilla del Señor y apeló al doblaje de varios de los actores y actrices, lo que genera por momentos cierto distanciamiento y artificialidad, más allá de las sobrias y eficaces interpretaciones de Diego Gentile como Evans y de Marina Bellati como su manager.

En medio de la crisis interna y las dificultades externas que carcomen al protagonista, la narración apuesta en varios pasajes por unos recuerdos con estructura de flashbacks en los que aaparecen su ex esposa Kiki (Julia Martinez Rubio) y su hermano George (Walter Jacob), quienes en ambos casos se suicidaron. El principal problema de Bill 79 es que por momentos le cuesta encontrar un eje definido, un tono del todo convincente, pero -como buena película sobre jazz- tiene sus irrupciones de genialidad (como si fueran esos solos donde hay lugar para la improvisación a base de talento) que nos regalan escenas inspiradas, sensibles y dignas de una historia más que curiosa que ocurrió en un medio de un período de nuestra Historia más penosa. En el Arteón.

 

 

“Boogeyman: tu miedo es real”

 

Llevada al cine a partir de un relato breve de Stephen King, Boogeyman: tu miedo es real se suma con recursos bastante modestos a una tendencia reciente (y creciente) desde la cual el miedo se construye desde la pantalla a partir de la materialización de algunos traumas instalados en la conciencia de sus protagonistas. En este caso, una representación del duelo entendido como castigo eterno para quienes sufrieron alguna pérdida muy cercana sin haber hecho nada para evitarla. El dolor inconsolable mezclado con una culpa imposible de mitigar.

Ese “hombre de la bolsa” tan invocado para intimidar a los chicos que se portan mal pasa de la apariencia a la realidad cuando un hombre agobiado llega a la casa de un psicólogo y le dice sin vueltas que un ser horripilante mató a sus hijos. No es una visita más para el anfitrión: acaba de enviudar y el vínculo con sus propias hijas (una de ellas adolescente) se desbarranca en medio de un cuadro de desequilibrios emocionales.

El horror se instala en el hogar del terapeuta de un modo bastante previsible. No hay mucho más que mirar cómo las nuevas víctimas, personificadas con gran decisión por Sophie Thatcher (Yellowjackets) y Vivien Lyra Blair, cargan sobre sus espaldas con todos esos miedos. Hay pocas ganas de salir de los lugares comunes para la creación de una atmósfera de pesadilla, ilustrada todo el tiempo por golpes de efecto visuales y sonoros. Quedan como modesto consuelo algunos sustos genuinos expuestos en el tramo final. Con todo, no redimen al cuadro general de su medianía. En Cinépolis.

 

 

“El engaño”

 

Un poco de (sórdido) contexto político, bastante de drama familiar con un matrimonio que se enfrenta a complejos dilemas en medio de un sistema corrupto y algo de thriller en una carrera contra el tiempo (en este caso para salvar a un niño). La ópera prima de Mehdi M. Barsaoui viene (re)cargada de situaciones extremas y, si bien está todo el tiempo en zona de riesgo, a punto de desbordarse, sale bastante airosa de su acumulación de conflictos y al menos evita caer en la moraleja aleccionadora y bienpensante.

Fares (Sami Bouajila) y Meriem (Najla ben Abdallah) son una pareja aparentemente feliz, armoniosa y exitosa: ambos cuarentones, son ejecutivos, tienen un buen pasar y un encantador hijo de 11 años llamado Aziz con el que cantan una y otra vez un hit musical a bordo de la 4×4. Tras un día de campo con amigos, los tres emprenden el regreso a bordo de la camioneta, pero en plena ruta quedan en medio de un ataque terrorista y el pequeño recibe un disparo que le destruye el hígado.

Atendido de urgencia en un hospital público, Aziz solo podrá sobrevivir si recibe un trasplante. Como la lista de chicos en espera es larga, alguno de sus padres deberá ser el donante. Tras los estudios de rigor, resulta que ella es incompatible y surge que Fares… no es el padre (recuérdese que el título de estreno en Argentina es El engaño): en efecto, ella ha tenido hace más de 10 años un affaire que ahora sale a la luz. La pareja se distancia y él intentará conseguir un hígado por vías no oficiales (léase unos comerciantes inescrupulosos dedicados al tráfico de órganos).

Y dijimos que el contexto es también extremo: la historia está ambientada en 2011, época de bruscos cambios políticos en Túnez y de guerra civil en la vecina Libia. Si los elementos melodramáticos y de contexto pueden sonar excesivos es porque lo son, pero El engaño termina siendo un film atendible por lo que pudo haber sido (un golpe bajo tras otro) y por suerte no es.

Se trata, en definitiva, de la odisea de seres ordinarios en circunstancias extraordinarias, un matrimonio cuyos inesperados infortunios lo obligan a enfrentar sus propios secretos y mentiras. La solvente puesta en escena del también guionista Mehdi M. Barsaoui y la actuación de la pareja protagónica hacen de El engaño una muy correcta película, cuya principal referencia parece ser el cine del iraní Asghar Farhadi con sus profundos dilemas éticos y morales en el corazón del relato. En El Cairo.

 

 

Fuente: Otros Cines, Diego Batlle, Cinépolis, La Nación, Marcelo Stiletano.

Comentarios

5