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Opinión

El color sí importa

Signo y síntoma de lo que nos pasa social y culturalmente: la elección del color que marcará 2026 generó sorpresa y polémica en partes iguales.

Pantone y el color elegido para 2026. ¿Blanco?

Los colores no son neutrales. Eva Heller hace ya 20 años en su libro “Psicología del Color” vinculó sentimientos, bagaje cultural e histórico, lenguaje y simbología, con los colores; afirmando que se trata en realidad de “…experiencias universales profundamente enraizadas desde la infancia en nuestro lenguaje y nuestro pensamiento.”

Responden a un contenido social y cultural innegable, funcionando como símbolos; canales de comunicación, vehículos de ideas para expresar sin decir.

Es harto reconocido que determinados colores en el entorno laboral contribuyen a la productividad, que las salas de espera deben tener tonalidades que mantengan la calma, que las agrupaciones que pretenden adeptos deben ser acompañadas (e identificadas) por sus colores, que quien habla en público dependiendo del efecto que quiere lograr en los receptores del mensaje empleará o evitará algunos tintes; solo por mencionar algunos ejemplos.

Pantone Color Institute, desde 1999 desarrolla un sistema de color estandarizado, asignando códigos a tonos específicos para facilitar su producción y reproducción con el objeto de brindar soluciones efectivas a todas las áreas del diseño y el arte.

Philip Guston, The Studio, 1969

En esta lógica de reinado sobre la paleta cromática, Pantone anuncia en el mes de diciembre qué color identificará el año que sigue. Así sucedió hace algunos días al develarse que 2026 estará signado por el tono “Cloud Dancer”, registrado bajo el código 11-4201.

A los ojos expertos, se describe como un blanco roto con cierto toque grisáceo; para el resto de los simples mortales, el color es blanco. Lisa y llanamente.

Se explicó la elección como un símbolo de calma en una sociedad que está redescubriendo el valor de un reflejo sereno y que necesita sosiego. Invitando a una relajación genuina, reservando espacio a la innovación.

Leatrice Eisman, Directora Ejecutiva de Pantone Color Institute declaró “… un color discreto que nos ofrece una promesa de claridad. La cacofonía del mundo actual nos abruma, tornando complejo escuchar hasta nuestra voz interior. Cloud Dancer es una declaración consciente de simplificación, que nos ayuda a concentrarnos alejándonos de las distracciones externas.”

Discreción, claridad, simplificación, ausencia de distracciones. La descripción de este color que se asemeja más a un código de conducta que a una inocente interpretación cromática se encuentra enmarcada en una narrativa social y cultural que presenta una tendencia hacia la uniformidad global, impulsada a través de una homogeneidad estética que excluye de la ecuación cualquier disrupción, o mejor dicho, excluye a los disruptivos.

Donald Trump con la viuda de Charlie Kirk vestida de blanco.

Las redes sociales aportan lo suyo, estéticas como el clean look, vanilla girl o trad-wife vienen de enraizamientos conservadores disfrazados de estilos de vida, en los que la idealización de la disciplina puede ser el chaleco de fuerza perfecto para encauzar personalidades que pretendan moldearse al margen de la heteronorma.

En este contexto desembarcan políticas ortodoxas y extremas. Estar bien peinado, que el maquillaje no se note, que la vestimenta luzca impoluta y preferentemente, no trasluzca emociones dan el contexto perfecto para formatear el pensamiento: todos en la misma línea.

El color blanco, particularmente en Occidente, está asociado al orden, lo correcto, la perfección, la pureza, lo inmaculado, la superioridad moral, el bien, la verdad, la honradez, la paz, la inocencia.

El color blanco, particularmente en Occidente, está asociado al orden.

El discurso conservador se autoreferencia en estos calificativos. Todos podemos recordar al tristemente célebre activista ultra conservador Charlie Kirk, asesinado durante un discurso en una Universidad de Estados Unidos.

Su viuda, Erika Kirk, al momento de concurrir al multitudinario funeral, acompañada por el presidente norteamericano Donald Trump, lo hizo enfundada en un impoluto traje blanco.

Hace algunas horas, reapareció públicamente la líder opositora venezolana Maria Corina Machado, que luego de meses en la clandestinidad por estrictas medidas de seguridad pudo salir de Venezuela para presentarse nuevamente al mundo desde Oslo, la capital de Noruega en ocasión de haber sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz: también lo hizo vestida de blanco.

¿Qué coloe eligió Machado para reaparecer en Oslo? El blanco.

Resulta cuanto menos llamativo que en un entorno que políticamente se encuentra virando hacia gobiernos conservadores y más cercanos a una posición de derecha, el mensaje que subyace desde la simbología no verbal nos remita a la idea de reforzar valores tradicionales y correr de la vista aquello que resulte “excesivo” o cuanto menos, ruidoso.

Uniformar detrás de un color sin color implica asimismo apagar la diversidad, alegorizar la disciplina y el recato, hablar en voz baja, no agitar.

Uniformar detrás de un color sin color implica asimismo apagar la diversidad, alegorizar la disciplina y el recato, hablar en voz baja, no agitar.

“Cloud Dancer se presenta como el deseo por un nuevo comienzo. Corriendo las capas de pensamiento antiguo, se nos abren las puertas a nuevos razonamientos”, argumenta Laurie Pressman Vice Presidenta de Pantone Color Institute

En un mundo convulsionado, que atraviesa un cambio de paradigma y un nuevo orden global, azotado por la crisis moral y económica, con conflictos bélicos en curso y otros incipientes, se nos presenta el blanco y toda su simbología como un refugio: la neutralidad del blanco aparece como opción.

Que no se malinterprete. Bienvenidos sean los nuevos comienzos, el reseteo espiritual y pragmático, no sin antes avisparnos y obligarnos a analizar la realidad como un cristal facetado de mil caras. En palabras de Clarice Lispector “… vivir no es tener coraje, saber que se vive es coraje”.

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