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EN RADIO BOING

El conmovedor relato de un sobreviviente de la tragedia de los Andes: “La película nos abrió un volcán de emociones”

Gustavo Zerbino, es un ex jugador de rugby, empresario y uno de los sobrevivientes del accidente aéreo que tuvo lugar el 13 de octubre de 1972 en los Andes. El estreno de la película, La Sociedad de la Nieve, muestra la historia de este suceso. En diálogo con Nacho Russo y el equipo de Todo Pasa de Radio Boing, Zerbino contó detalles de la tragedia.

“Cada uno lo vivió de formas diferentes, todos hacíamos cosas diferentes, algunos sabían unas cosas que otros no sabían, era como un Gran Hermano en compartimentos estancos. Está la muy bien hecho, tanto el libro y la película Viven. Esta película (Viven) está escrita por anglosajones y no entienden nada de la idiosincrasia latina. No entendían por que ayudábamos a un amigo y acá en el Río de La Plata es obvio, la solidaridad, la gauchada”, contó.

Por otro lado, La Sociedad de la Nieve se basa en algo que nosotros veíamos que faltaba que eran las emociones, lo que sentíamos, lo que vivíamos, las cosas que aprendimos. Bayona (director) entendió muy bien nuestra historia. Se conectó con nosotros y le dijimos que lo que queríamos era una película que nosotros éramos la voz de los que no tienen voz. Los protagonistas son los que no están, los que murieron, los que fueron el combustible para que nuestra existencia se prolongara y nosotros podamos sobrevivir y volver a mundo para contar la historia”, reveló.

Sobre la película, Zerbino manifestó: “Lo primero que vimos de la película fue diez minutos de un adelanto que nos mostró Bayona. Y esos diez minutos nos paralizaron el corazón y nos puso la piel de gallina. Fue como si nos hubiese metido la cabeza en una olla de agua hirviendo nos hizo vivir y sentir cosas que la mente va distorsionando con el tiempo y las minimiza. Fue como un nocaut que nos pasó una locomotora por encima y se abrió un volcán de emociones. Nos faltaba el aire”.

Gustavo Zerbino.

“Lo que valoramos es la identidad. Esta película está filmada en Uruguay, los actores son uruguayos, ves todo de acá, es un trabajo profesional hecho de una forma extraordinaria. Los actores perdieron 25 kilos para hacer los personajes. Lo que más me impresionó fue ver a nuestros amigos que murieron actuando en la película, de fotos que estábamos todos y de pronto empezábamos a movernos. Es muy fuerte, como que se aparece tu viejo. La película está muy bien recreada, en el detalle, cada fotografía real, aparece en la película”.

Luego, empezó a detallar momentos de la tragedia de Los Andes: “Vamos a separar los tantos. Nosotros éramos una delegación de rugby que íbamos a disfrutar, a pasear y tener un fin de semana largo. Lo que no estuvo bien fue que el navegante estaba atrás jugando al truco sin haber hecho bien su trabajo. Porque había viento en contra de 100km de oeste a este de Santiago hacia Argentina y el avión, si tiene una pared en contra a esa velocidad, no avanzas 500, avanzas 400 porque retrocedes 100 en el aire. No hicieron la corrección y cuando pensaron que atravesamos la cordillera, estábamos por la mitad, cuando dobló para aterrizar, el viento en contra lo llevó a enfrentar las montañas que había tratado de evitar cuando pasó de Mendoza a Malargue. Se encontró de golpe con el ombligo de una montaña que tenía 5600 metros de altura y como no quiso chocar, levantó”.

“El ala pegó y se partió que se cayó hacia el valle, el resto del avión se desintegró. A partir empezó fue la odisea de 73 días y 73 noches a 4000 metros de altura, 40 y 30 grados bajo cero, sin comida, sin ropa abandonados por el mundo que gracias a dios, por el coraje y el trabajo en equipo”.

Siguiendo con la charla en Radio Boing, Zerbino reveló: “No me acuerdo de nada, ni del accidente, ni de los 73 días, ni de sacarme el cinturón, ni la montaña, ni la avalancha, ni un solo día, no me acuerdo. Yo me conecto con la vivencia pero no tuve pesadillas, es increíble la capacidad del ser humano”.

“Lo que me acuerdo es que no estaba cómodo y fui para la cabina, cuando entré estaban los dos pilotos y en vez de mirar para adelante, estaban mirándose entre ellos y nadie estaba mirando para adelante. Pregunte ‘¿No maneja nadie?’ y me contestaron, ‘No chiquito, este avión tiene piloto automático’ . Cuando me está explicando, el piloto ve de frente una montaña gigante que no tenía que estar. Se puso re nervioso y me dijo, ‘bueno, andá para atrás’ y me senté en el pasillo”, contó.

En este contexto, recordó el momento exacto del accidente: “Cuando chocamos me saqué el cinturón y me agarré del porta equipaje, en ese instante el avión explotó. El asiento donde yo estaba sentado se rompió para atrás, yo me salvé porque me levanté y me agarré. Iba diciendo: ‘Jesucito, Jesucito, no quiero morir’“.

“Cuando el avión paró, yo estaba con los ojos cerrados. Todo se transforma en cámara lenta, yo sentí la percepción que era verdad que había vida después de la vida, porque yo decía, no puede ser que después de chocar contra una montaña, yo seguía vivo. Tenía los ojos cerrados y pensaba, dónde estaré. Ahí me empieza caer un líquido en la cara que era del aire acondicionado, cuando miré para adelante que tenía que haber 10 asientos, no había ninguno. Había gritos, muertos. Di dos pasos hacía atrás y me caí en la nieve, me había tapado hasta la cintura”, contextualizó.

Más tarde, relató el momento de la avalancha: “Estuvimos 3 días y 3 noches en la oscuridad absoluta luego del alud, arriba del hielo, arriba de nuestros amigos muertos, con los cadáveres congelados, respirando muy despacito, porque si prendíamos un encendedor se apagaba. Esos tres días fueron como un siglo, en la película le ponen luz pero fue espantoso estar enterrados. No sabíamos donde era arriba, donde era abajo, como no perdimos la tranquilidad, nadie gritó, son esas cosas maravillosas que supimos trabajar”.

“En la valija traje a mis 29 amigos, a todos. Cada familia tuvo un objeto para materializar esa pérdida, para atravesar su duelo, para saber cómo murió, cómo vivió en la montaña y como pasó en la montaña y poder cerrar la etapa. Fue honrar la palabra”, cerró.

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