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Opinión

El intento de magnicidio, el big data y la oportunidad perdida

La política perdió una nueva chance. Las crisis, siempre, brindan oportunidades, y nuestros dirigentes no paran de desaprovecharlas. El intento de magnicidio fue un hecho de los más graves desde la vuelta de la democracia, y hasta este episodio, que debería haber dejado las pertenencias políticas de lado, se cayó en lo profundo de una disputa hostil y lineal.

De la pandemia salimos peores, de este hecho aberrante también. No hace falta ahondar desde esta columna en los detalles de lo ocurrido el jueves por la noche cuando la vicepresidenta llegaba a su vivienda, ni hacer las elucubraciones que se hicieron a lo largo de estas horas que transcurrieron. Quiero ir un paso atrás, para entender el mañana de la política argentina.

El big data vino para quedarse. Con esta herramienta, todo es medible. Ahora bien, ¿todo es medible? Las expectativas sobre la clase dirigencial es que eleve el pensamiento, las miradas, los análisis e invite al pueblo a la reflexión. Sin embargo, desde la llegada del conteo inmediato de las reacciones sociales, los políticos eligen esperar un rato, hacer un análisis de coyuntura con los números fríos y elegir las palabras de acuerdo a lo que sus propios votantes están diciendo en tiempo real en las redes sociales y en las mediciones privadas on line.

Alfonsín acompañado por Cafiero en el balcón de la Casa Rosada en 1987.

Desde esa teoría, sólo se replican discursos espontáneos y reaccionarios, de uno o del otro lado de la grieta, para dejar contenta a la masa que los acompaña, sean del color político que sean. Tras el episodio dantesco y aberrante, en donde un señor con un arma de fuego empuñada casi le vuela los sesos a la ex presidenta de la nación y actual vice, muchos esperaron a ver qué pensaba la gente, qué decían, y recién ahí salir a hablar. El Siglo XXI vino con estos avances tecnológicos, pero la preocupación pasa por el descenso del nivel de debate de los representantes.

Ya no son creadores y emisores de pensamientos e ideologías, sino que se convirtieron en receptores y replicadores de discursos populares para decir lo que el pueblo espera que digan. La inmediatez, el tiempo real y el big data se los permiten, y a partir de allí es donde se generan discursos endémicos, sectoriales y peligrosos. La violencia que ha penetrado nuestra sociedad no es algo nuevo, ni hay que ser un erudito para divisarla. Pero a partir de ahora, hablarle “a los propios” muchas veces es reproducir sentidos extremos que carecen de volumen racional y discursivo.

Las mediciones dieron que una gran masa de la sociedad, el núcleo más duro anti K, cree que fue todo un montaje, algo armado, un evento maquiavélico organizado para victimizar a Cristina. El otro lado de la grieta, el fanatismo K, cree que fue todo obra del odio desmedido reproducido por los medios hegemónicos que inundan de editoriales en contra del kirchnerismo los canales de TV, las radios y los diarios, y que esta es la consecuencia. Ambos bandos siguen repitiendo la misma lógica amigo-enemigo: nosotros o ellos. Una irresponsabilidad absoluta.

Como verán, hasta acá no dimos nombres ni apellidos. Es una generalidad y una realidad que nadie puede desconocer. Sobre todo, los que participan de gestiones ejecutivas y de aquellos que pretenden calzarse el traje de candidatos en una ciudad grande, una provincia o la Nación el año próximo. El minuto a minuto de la televisión llegó a la política, y, si no aprenden a usar la herramienta, el desguace de la intelectualidad, de los códigos y del nivel dirigencial va a ser absoluto.

El presidente habló cerca de la medianoche. Tuvo una oportunidad, pero prefirió profundizar con el apoyo a Cristina. La bala era para la ex presidenta de la Nación y actual investidura vicepresidencial, cargo que es ocupado por ella. Los valores más profundos de la democracia se vieron amenazados por un potencial asesino, que al momento no sabemos si fue un lobo suelto o un eslabón de un plan criminal, porque las instituciones son del pueblo, y él es el que elige a los hombres y mujeres que lo representan.

El discurso de Alberto Fernández después del intento de magnicidio, anunciando el feriado del viernes.

La convocatoria a una marcha en defensa de CFK debería haber sido sólo para la defensa de la democracia, para bajar los decibeles y que todos nos demos el espacio para reflexionar con nuestros amigos, familiares, compañeros de trabajo y vecinos. Sin embargo, de ambos lados de una grieta cada día más idiota, se pronunciaron mensajes revanchistas, señaladores y mezquinos.

Los ejemplos del pasado son distintos, pero aplican a una situación extrema como esta. Balbín alguna vez se abrazó con Perón, en medio de una escalada de violencia setentista que parecía no parar. Cafiero subió al balcón junto al presidente Alfonsín cuando los embates militares residuales amenazaban con tumbar nuevamente el régimen democrático en el 87. Ninguno de los dos -Balbín y Cafiero- tuvo el privilegio de comandar los hilos de la Argentina posteriormente, pero la historia les guardó un lugar de privilegio por el gesto que tuvieron.

Abrazo y cierre de una grieta: Perón y Balbín en el famoso encuentro del año 72.

Era momento para que Macri, Bullrich, Larreta o Manes hayan estado en la Rosada acompañando al presidente, tal vez. Ahora, ¿alguien los invitó? ¿Ellos se ofrecieron? Son detalles que no sabemos, pero, lamentablemente, no sucedió. La sesión del Congreso también estuvo bajo un manto de polémica por si debía hacerse o no, con especulaciones mediáticas detrás, y no faltaron los shows para la hinchada con rencillas discursivas hasta pre universitarias. Insisto: la política nacional perdió una nueva oportunidad.

Desde los dos márgenes se repiten discursos sin racionalidad, con una comodidad asombrosa ante cada episodio. Desde el más grave, como este intento de magnicidio, o el de un juicio contra la expresidenta que puede ser condenada por ser jefa de una asociación ilícita, pasan sin que nadie intente profundizar en la información ni darse el tiempo para la reflexión y el debate. Ese discurso masticado, listo para comer, hace que estemos erosionando no sólo a las instituciones, sino también a nuestros propios representantes, quienes viven una crisis tal vez sin precedentes.

Mantener las convicciones en estos tiempos se hace cada día más difícil, y es momento de parar la pelota y pensar entre todos -política, medios de comunicación, instituciones de la sociedad civil, credos, sindicatos, clubes, y el pueblo en general- el rumbo que queremos para nuestro país. La semana pasada anticipábamos que algunos líderes estaban jugando con fuego producto de las discusiones por el control y la seguridad en Juncal y Uruguay, pleno barrio de Recoleta. Ahora las llamas están cada vez más cerca.

Ola de repudios en Santa Fe

El gobernador Omar Perotti convocó a todo el gabinete, hicieron una foto, y luego viajó a Buenos Aires para estar en la Rosada en el momento de la manifestación nacional en la Plaza de Mayo. El intendente de Rosario visitó el Concejo y junto a todos los ediles emitieron un comunicado y también hubo flashes.

La Legislatura provincial hizo lo propio, salvo Amalia Granata, díscola que desde sus redes eligió descreer lo sucedido y dos diputados hicieron un pedido para que la destituyan. No correrá ese proyecto, ya que los bloques mayoritarios no creen que sean tan grave como para esa decisión drástica. Más allá de este hecho puntual, la política provincial se abroqueló en defensa de la democracia y el pueblo salió a la calle.

Rosario tuvo su marcha al Monumento Nacional a la Bandera a la misma hora que se había convocado en Buenos Aires. Decenas de miles de ciudadanos llegaron al mástil, desde distintos sectores políticos e ideológicos. Muchos aclararon que no era en defensa de Cristina en sí, sino de la democracia y de las instituciones. Tal vez, la foto de nuestra ciudad era la que esperábamos a nivel nacional.

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