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El movimiento rastafari: mucho más que reggae y marihuana, luces y sombras

Por Carlos Comi.

Seguramente si nuestros lectores respondieran una encuesta sobre que es el movimiento rastafari siete de cada diez personas lo asociarían con el reggae, los colores rojo, amarillo y verde, las rastas y el consumo de marihuana. Pero es mucho más que eso. Se trata de un movimiento espiritual jamaiquino que consagra un estilo y forma de vida.

No es una religión como las tradicionales, sino una corriente de pensamiento que se nutrió de planteos filosóficos locales y externos, como el panafricanismo, ​el afro americanismo,​ el hinduismo, y el origen de la humanidad a partir de la matriz judeo cristiana.  

El movimiento tiene casi cien años como veremos, pero su origen hay que buscarlo cuatrocientos años más atrás en la tragedia de la esclavitud, y la diáspora forzada de entre diez y quince millones de africanos que entre 1525 y 1866 fueron arrastrados a América Latina, el Caribe y EEUU.

En esa población a lo largo de generaciones y  como un grito de resistencia, durante siglos alimentó el sueño de regresar a África, su tierra originaria para recuperar la libertad perdida.

Ese sueño imaginario de volver tuvo en Jamaica a comienzos del siglo XX a dos grandes figuras: Marcus Garvey y Leonard Howell.

El primero, una suerte de dirigente empresario, fue fundador de la Asociación Universal para la Mejora del Hombre Negro y del periódico Negro World, entre otras iniciativas en USA y comenzó a profetizar en los años veinte del siglo pasado, la inminente llegada de un reino o país dominado por la raza negra en algún lugar del mundo, alimentando un sentimiento de liberación que entroncaba con el movimiento Back to África.

África para los africanos era su planteo, que significaba África sin blancos.

El segundo, un predicador religioso, deportado de Estados Unidos en 1932, era el portavoz en la Jamaica colonial de un mensaje de reivindicación racial del afrocentrismo como una calidad superior de hombre, fundado en los orígenes de la humanidad en ese continente. (Sugiero ver más sobre la vida de ambos personajes)

Pero es aquí donde la historia se cruza con estas ideas y produce el nacimiento del culto o movimiento rastafari.

En 1930 la totalidad de África había sido colonizada por las potencias europeas dominantes durante los cuatro siglos anteriores, excepto un país: Etiopia. Y justo es allí donde en ese año accedió al poder un emperador de raza negra Haile Selassie I.

El hecho fue visto como extraordinario para los habitantes de raza negra de América y el mundo e inmediatamente Selassie alcanzo para muchos de ellos el grado de divinidad, una reencarnación de dios en la tierra. Se lo conocía antes de ser consagrado emperador como Ras Tafari, en etíope, que significa príncipe que genera obediencia.

De allí nace el término que identifica al movimiento que significaba en los hechos el cumplimiento de las profecías de Marcus Garvey.

Hellasie gobernó Etiopia durante cuarenta años, salvo un intervalo de seis por la invasión italiana de Mussolini en la previa a la segunda guerra mundial, con un sentido progresista, especialmente en sus primeros años donde abolió la esclavitud, intentó una reforma agraria, milito la unión de las naciones africanas, y fue parte del movimiento de países no alineados en momentos en que el mundo se debatía en los temblores de la guerra fría. Luego su proceso tuvo un final brutal en la África de los años 70 pero esa es otra historia.

A lo largo de ese periodo, y especialmente en los años 50 le dio un sentido real a aquel sueño de regresar al continente negro. Había un lugar donde volver, una suerte de tierra prometida en la cual ser feliz. Y ello fue la génesis del movimiento rastafari. 

Se fue edificando bajo un conjunto de principios como el pacifismo, la bondad, la hermandad y la verdad, y una estética que tomo a los colores de la bandera de Etiopia y las rastas en el pelo (dreadlocks -cabello característico) como un común denominador.  

El otro elemento central de la cultura del movimiento fue la utilización casi religiosa del ganja (marihuana), considerada como un sacramento que ayuda a la meditación, y tiene un carácter sagrado inmemorial al hacer propia la leyenda que sostiene que la hierba fue encontrada creciendo junto a la tumba del Rey Salomón, del que descienden de acuerdo a la raíz judeo cristiana Hellasie y la raza negra.

Un viejo dicho popular en Jamaica dice que la hierba es la salud de la nación, y el alcohol la destrucción de la humanidad.

Precisando más.  El rastafari no es un movimiento político pero sus posiciones generaron una cultura de resistencia en la Jamaica de los años 40 y 50.  Al reconocerse parte de un movimiento liderado en el mundo por el emperador de Etiopia, que buscaba la unión universal de la raza negra y el retorno a África, en los hechos se desconocía la autoridad del imperio británico del cual Jamaica fue parte hasta 1962.

Eso origino represión y cárcel para sus principales líderes y a los seguidores era común afeitarles la cabeza o cortarle las rastas en público como forma de humillación.

En términos musicales hoy es el reggae refleja su identidad universal pero no fue así en sus orígenes. La música nyabinghi fue el sonido inicial del Rastafari. Aun se toca en las ceremonias y celebraciones religiosas o familiares que incluyen tambores, cantos de alabanza, oraciones y el consumo ritual de cannabis. Es una suerte de folclore jamaiquino. Pero como en todo proceso cultural esos ritmos se fueron fusionando con el ska, el jazz, el soul y el góspel, géneros identitarios de la cultura negra en EEUU y el caribe anglófilo al calor de un mundo que cambiaba.

De esa ensalada de ritmos, historias, mitos, ritos e instrumentos, surgió el reggae en los años 60, en los barrios pobres de Kingston, donde se escuchaban las estaciones de radio de EEUU, y encontró en Bob Marley su máximo exponente, llevando a cada rincón del mundo el mensaje y la estética rasta.

Nació como una canción de protesta de los sectores oprimidos en una sociedad que recién dejaba atrás el colonialismo pero luego se expandió como un género musical con músicos que le cantan a diferentes realidades en todo el planeta.

Las sombras del movimiento rastafari

Hasta aquí el movimiento rastafari es una hermosa y justa historia y el lector se preguntará  cuáles son las sombras de las que habla el título de la nota.

Especialmente la homofobia.

Jamaica aún hoy es un país profundamente homofóbico a tal punto que su legislación penal castiga con penas de prisión lo que considera sodomía.

Y el movimiento rastafari, y particularmente el reggae son parte de esa cultura.

En una nación en la que son comunes los crímenes de odio, prominentes figuras de esta música como Sizzla o Buju Banton, poseen letras en que directamente llaman a matar a homosexuales.

Y más allá de las campañas que diversas organizaciones de derechos humanos han desarrollado en este siglo la vida para las personas gay, lesbianas, travestis o bisexuales sigue siendo infinitamente riesgosa en la isla.

Sin dudas aquí las banderas del amor universal, la espiritualidad o respeto al prójimo quedan en letra vacía frente a estos crímenes, y más aún cuando es amparada por el estado y la cultura dominante.

En síntesis, se trata de un movimiento apasionante, con raíces que se hunden en los tiempos más remotos de la historia, en sus páginas más tristes como el tráfico de esclavos y un principio inherente a la mejor condición humana como es soñar con un futuro ideal en una tierra prometida.

Pero con fuertes contradicciones  y aspectos oscuros aún sin resolver como los citados.

El tiempo dirá, los rastafari están aquí y son parte de este mundo jodido y chambón en el que nos toca vivir. Con sus historias, luces y sombras.

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