
Juan Domingo Argentino Ramírez, alias “Cascarita”, falleció en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (HECA), luego de haber recibido disparos el pasado miércoles 22 de julio en la puerta de su kiosco en Rueda al 1800, en el barrio Hospitales. El estado de salud del hombre de 50 años era crítico y su pronóstico era reservado. En la justicia su evolución clínica se seguía con atención, porque se trataba de un paciente con un historial pesado en el mundo criminal: de larga relación con la banda Los Monos, había cumplido en junio una condena federal por narcotráfico que había purgado con tobillera por ser diabético.
La vinculación de Ramírez con la familia Cantero es de larga data. Había sido uno de los acusados en el primer juicio a Los Monos en 2015 y antes había estado preso sospechado de ser sicario de la banda. En ese entonces, su apellido había sido noticia tras una insólita fuga de la Jeatura, en complicidad con un polícia que lo había dejado mal esposado a una baranda.
Además, muchos recuerdan a “Cascarita” como barra de Central. En septiembre 2012, en un partido de visitante contra Olimpo en Bahía Blanca por la B Nacional, fue uno de los hinchas que se subió al alambrado para intentar suspender el partido, por ejemplo.

El dato llamativo, no obstante es el que se sumó en las últimas horas: ahora Ramírez estaba liderando un paraavalanchas en la hinchada de Newell’s: un cambio imposible de explicar desde la pasión futbolera, pero con cierta lógica por movimientos que se dieron después del crimen en noviembre pasado de Andrés “Pillín” Bracamonte, jefe durante un cuarto de siglo de la parcialidad canalla.
La foto que abre esta nota es de 2019 y lo muestra a Ramírez entre los hinchas de Central, en cuero y con sus tatuajes visibles. Los mismos que se pueden ver en la credencial suya como presidiario, que figura aquí abajo:

Ramírez fue baleado el miércoles 22 de julio a pocos metros del Hospital de Niños, en Rueda al 1800, el mismo lugar en el que había purgado la prisión domiciliaria por su condena en la justicia federal y en el que había sido allanado por venta de drogas en 2020. El violento hecho que lo tuvo como víctima se dio apenas tres días después de una balacera mortal contra Brian Figueroa, simpatizante leproso que volvía del Coloso del Parque de ver a Newell’s y resultó emboscado, a pocos metros del atentado contra “Cascarita”.

¿Cascarita fue el único?
Quienes conocen la dinámica de las barras en la ciudad sostienen que el caso de Juan Domingo Ramírez no es el único y afirman que tras el doble crimen de Bracamonte y su ladero Daniel “Rana” Attardo, hubo varios históricos del paraavalanchas del Canalla que se mudaron al Coloso, todos vinculados a Los Monos.
La explicación es que la pesada rojinegra, que cambió violentamente de mando varias veces en la última década, sigue bajo el mando de la organización liderada desde la cárcel por Guille Cantero.
Del lado de Central, en el último cuarto de siglo Bracamonte había construido una hegemonía que atravesó varios gobiernos a nivel provincial, diferentes conducciones en el club y en la policía, escenarios cambiantes en el mundo criminal: pero en el último año, había empezado a resquebrajarse ese poder.
Primero hubo una balacera en las inmediaciones de la casa de “Pillín” en un country, con un cartel que pedía que pague “lo que debía”. Para los investigadores no se trataba de nada vinculado al fútbol, sino que apuntaron a causas por narcotráfico.
Después, al jefe de la barra canalla habían intentaron matarlo en agosto de 2024, apenas terminado un clásico con Newell’s. Ese hecho fue en el Parque Alem, con disparos a él y su pareja, a los que ambos sobrevivieron de milagro, pero no pasó lo mismo al siguiente atentado: el tiro de gracia fue en noviembre a unas cuadras del estadio de Central, en una esquina del Boulevard Avellaneda que sospechosamente había quedado a oscuras fue emboscado cuando venía de copiloto en una camioneta blanca que manejaba su amigo Daniel Attardo, también asesinado a tiros.
Ambos fueron llevados al Hospital Centenario, aunque llegaron sin vida. A la causa la investigan los fiscales Schiappa Pietra y Pairola, que detuvieron a Leopoldo “Pitito” Martínez, Alejandro “Cani” Zamudio y Alejandro Vazquez”. A los últimos dos se los imputó por brindar colaboración para la logística del atentado y al primero por haber escondido una riñonera que se cree tenía el teléfono de su amigo Bracamonte, minutos después de los disparos y en la guardia del Centenario.
Según la reconstrucción de los funcionarios del MPA, “Pitito” habría citado a “Pillín” al punto en el que fue emboscado, tras el partido con San Lorenzo a la zona de uno de los puestos de choripan que gestionaba la barra. La hipótesis judicial, basada en evidencia de la causa y los dichos de la propia víctima en una nota periodística que había dado unos días antes, es que detrás del ataque estaban los integrantes de la banda Los Menores, que buscaba quedarse con el control de la barra brava en Central y desplazar a Bracamonte de otros negocios ilícitos.
Entre otras pistas, se analizó desde el primer minuto la posibilidad de una complicidad policial con aquel doble crimen impactante. La jefa de la Comisaría de Arroyito, de hecho, fue desplazada de su cargo unas semanas después del doble crimen.
Aunque no todo había empezado con aquel hecho: un mes antes de la brutal ejecución de Attardo y Bracamonte, se había dado otra balacera fatal un lunes por la noche, cuando había terminado un partido de los de Arroyiyo contra Vélez, fue acribillado Samuel Medina con 16 disparos, volviendo de la cancha.

El dato impactó por la violencia del hecho, pero también porque se trataba del yerno de Guille Cantero y era referente de uno de los grupos de la barra brava canalla. Al siguiente partido, desde la tribuna del lado de Regatas cayeron bombas de estruendo para suspender durante unos minutos el juego y en ese momento se desplegó una bandera recordando al “Gordo Samu” con el dibujo de un mono y un 17, en referencia al barrio que históricamente controlaron los Cantero, el 17 de Agosto en la zona sur de Rosario.
Esa tarde de domingo, el rival de Central era Banfield. Después vendría un partido contra el Barracas Central del Chiqui Tapia y un rumor que los organismos de inteligencia de la provincia tenían de que esa noche habría otro atentado contra Bracamonte, que no podía entrar a ninguna cancha del fútbol argentino desde 2018, pero que siempre se acercaba adonde jugara el canalla. Ese día no pasó nada, pero el siguiente partido fue con San Lorenzo. La noche que marcaría un antes y un después para la barra brava de Central y que ahora se sabe también fue un punto de inflexión para el paraavalanchas leproso.
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