Dólar

Dólar Oficial:$905.5 / $905.5
Dólar Blue:$1100 / $1120
Dólar Bolsa:$1068.5 / $1073.1
Dólar Contado con liquidación:$1098.9 / $1103.2
Dólar Mayorista:$883.5 / $886.5
Todo Show

La autobiografía de Spielberg y otras 5 películas se estrenan el último jueves de enero

El homenaje al cine y a la pasión por el -y una suerte de peli autobiográfica que podría llamarse “Los Spielberg”- llamada “Los Fabelman”, del enorme e interminable Steven Spielberg, más dos argentinas, una de Brasil, “Alerta Extrema” y “Holy Spider” son los 6 estrenos de este jueves de enero, último del mes. Como siempre una selección de reviews y donde verlas, porque el cine se ve en el cine.

“Los Fabelman”

Spielberg lo hizo de nuevo, siempre lo hace. La infancia ocupa un lugar de privilegio en las películas de Steven Spielberg. En algunos casos de forma directa, con niños protagonistas y conflictos familiares en primer plano, como en E.T.: El extraterreste o El imperio del sol; en otros, como una fuente inspiración, plasmando intereses que el director cultiva desde que era chico, como son los films de Indiana Jones y casi todos sus acercamientos a la ciencia ficción.

Sin embargo, hasta ahora, Spielberg no había dedicado una película a contar la historia de su propia infancia y adolescencia. Los Fabelmans tienen un apellido distinto al del director, pero no hay ninguna intención de esconder que estos personajes de ficción están moldeados en base a su propia familia y que Sammy Fabelman es su alter ego.

La nueva película de Spielberg es una mirada honesta a las tribulaciones y alegrías con las que creció, pero mediada por un filtro de fábula. Tiene la lógica de los recuerdos de la propia vida, en donde el dolor por un hecho del pasado puede sentirse igual de punzante muchos años después y aún así estar teñido por la melancolía que genera esa época perdida y las personas que la vivieron junto a uno. Es una combinación extremadamente difícil de plasmar en la pantalla. Una jugada arriesgada y ambiciosa, con muchas posibilidades de fracasar… al menos que detrás de eso esté Spielberg.

Hay algo casi tonto y repetitivo en admirar la puesta en escena de uno de los cineastas contemporáneos más importantes. Pero la verdad es que Spielberg logra despertar esa admiración una y otra vez; dejando al espectador con la boca abierta como la primera vez que vio TiburónEncuentros cercanos del tercer tipoJurassic Park o Rescatando al soldado Ryan. Con Amor sin barreras demostró que podía hacer una película musical sobresaliente y un año después presenta un film íntimo y personal, con el mismo grado de sofisticación estética. Cada elección de plano y sus elementos, cada movimiento de cámara (esos acercamientos hasta un primer plano que tanto le gustan), el ritmo del montaje: todo tiene un sentido narrativo claro y busca una reacción del público, que por supuesto siempre consigue.

Spielberg volvió a convocar a varios de sus colaboradores habituales, entre ellos el compositor John Williams y el director de fotografía Janusz Kaminski, cuyos trabajos son clave en la construcción de una consistencia en su obra, aún con la diversidad de sus exploraciones temáticas y de géneros.

Tony Kushner tuvo la complicada tarea de escribir el guion sobre la propia vida de Spielberg junto con el director. El talentoso guionista de Lincoln y Amor sin barreras parece haber sido la elección acertada como mediador entre el recuerdo y las necesidades narrativas para convertirlo en una película. Es en especial destacable la forma en la que los guionistas manejan los cambios de tono, que van desde el humor desatado al drama familiar. Esos cambios se producen de una forma orgánica, dictados por la construcción precisa del punto de vista de Sammy, en constante transformación a medida que va creciendo y que ese idílico mundo familiar se va descubriendo como más complicado de lo que aparenta, aunque siempre amoroso. El amor es un tema central de la película, desde el familiar hasta el romántico y ese siempre demandante que es la pasión por el cine. Cada uno de los personajes tiene que lidiar con la forma en la que sus sentimientos y los de los otros confluyen o chocan. Los distintos tipos de amor compiten entre sí y también se retroalimentan. En Los Fabelman queda claro que Spielberg creció rodeado de amor, aun en momentos difíciles como el final del matrimonio de sus padres. Y también que el amor por el cine fue una fuerza arrolladora, que se convirtió en mucho más que un escape de la realidad.

Las actuaciones de Michelle Williams y Paul Dano como los padres de Sammy están en un tono que se aleja del realismo para adaptarse a las necesidades particulares del punto de vista desde el cual se cuenta la historia. Los actores interpretan a personajes que ocupan una posición tan idílica como difícil de comprender para un niño como son sus padres. Williams, que se entrega con intensidad a su rol, y Dano, quien toma prestados gestos del propio Spielberg para su personaje, van calibrando sus trabajos a medida que la historia se va desarrollando y la humanidad de ambos queda en evidencia ante los ojos de Sammy.

Gabriel LaBelle tenía el desafío más complicado de todos: interpretar a Spielberg bajo la dirección de Spielberg. El realizador debería estar más que satisfecho con el trabajo del joven actor, que lleva adelante la película con soltura y navega con comodidad por todas las complicadas emociones, tan bien delineadas en el guión. LaBelle convence al público de que en Sammy está el potencial de convertirse en Spielberg. No es difícil inferir el cariño y cuidado con el que fueron elegidos cada uno de los actores secundarios que interpretan a la familia y amigos del director, que cumplen con creces su misión. A Seth Rogen le toca hacerse cargo de un personaje que resulta un poco opaco, solo porque así lo ve Sammy, y que pasa de ser el mejor amigo gracioso del padre al catalizador de la separación del matrimonio Fabelman. El legendario comediante Judd Hirsch se come la pequeña secuencia en la que aparece, interpretando a un tío excéntrico que llega a la casa y le habla a Sammy sobre lo que implica estar atado al arte para siempre. Jeannie Berlin le da un toque de humor ácido al personaje de una de las abuelas y Julia Butters, la niña revelación de Había una vez en Hollywood, interpreta a una de las hermanitas de Sammy, demostrando que su brillo en la película de Quentin Tarantino no fue casual.

Los Fabelman es una película muy conmovedora, no porque sea un efecto buscado de manera cínica, sino como una emoción genuina que surge cuando un enorme contador de historias narra su propia vida. Los temas sobre la familia y el matrimonio tendrán eco en la mayor parte del público; pero la forma en la que está planteada la relación de Sam/Spielberg con el cine es emotiva para los que admiran la obra del director y para quienes aman al cine en su totalidad. El realizador se dio el gusto de recrear los cortos en Súper 8 que hizo cuando era chico, con sus hermanas y compañeros de los Boy Scouts como reparto y equipo técnico; y en esas recreaciones, ahora con mayores recursos, se ve que nunca perdió el entusiasmo por filmar.

Asistir a la evocación de los inicios y la evolución de uno de los grandes directores de la historia, en una película hecha por él mismo, es una experiencia que pega directo al corazón cinéfilo. Tal como lo hace la última escena del film, repleta de humor, con un personaje inolvidable que es mejor no revelar, y cerrando con un chiste visual que resume lo que ya sabíamos: en lo que respecta al cine, Spielberg entendió todo. En todos los complejos de la ciudad.

 

“Holy Spider”

Cine iraní del bueno. Ali Abbasi, talentoso director formado en Suecia y radicado en Dinamarca, regresó a su Irán natal para abordar un caso real que hace dos décadas conmovió a la sociedad de su país. El realizador, que había sorprendido al universo cinéfilo con esa deforme y fascinante fábula romántica que fue Border, cambió por completo de registro al apostar por una historia hiperrealista: la reconstrucción de la historia de Saeed Hanaei (Mehdi Bajestani), un trabajador de la construcción, veterano de la guerra de Irak y ejemplar padre de familia de la ciudad santa de Masshad, que se convirtió entre 2000 y 2001 en un asesino serial con al menos 16 prostitutas entre sus víctimas y al que se lo conoció, precisamente, como Holy Spider.

La protagonista, de todas formas, es Rahimi (Zar Amir Ebrahimi), una perseverante periodista de Teherán cuya propia experiencia con el acoso sexual impulsa su cruzada para atrapar al asesino, aunque para ello deba arriesgarse y sumergirse en los barrios más peligrosos de esa urbe.

Hay en la historia de este “justiciero” misógico y psicópata y en la investigación periodística y policial que se lleva adelante algunas conexiones con la muy superior Zodíaco, de David Fincher, y un bienvenido cuestionamiento al fanatismo religioso, pero luego Abbasi toma varias decisiones bastante cuestionables en cuanto a la representación de la violencia y el punto de vista que adopta (hay algo de exhibicionismo, manipulación, explotación y regodeo en el asunto) y, así, el resultado final es un poco decepcionante. En los Cines del Centro.

 

 

“Alerta extrema”

De nunca acabar. La pareja despareja y su eterna reaparición en el cine norteamericano. El thriller “Alerta máxima”, protagonizado por el escocés Gerard Butler, se estrena en cines con una propuesta de acción centrada en un avión comercial que debe aterrizar de emergencia en una remota isla filipina sin ley tomada por sanguinarios insurgentes y milicias que buscan recompensas por los pasajeros varados. Butler interpreta al piloto Brodie Torrance, quien en medio de una tormenta salva a sus pasajeros de un rayo al hacer un aterrizaje arriesgado en una isla devastada por la guerra entre el Estado y un grupo de paramilitares que domina el territorio, lo que convertirá la buena fortuna de sobrevivir a un accidente aéreo en incertidumbre por tratar de conseguir rescate en tierras hostiles. Cuando la mayoría de los pasajeros es tomada como rehén por los rebeldes, la única persona con la que Torrance puede contar para obtener ayuda es Louis Gaspare, un asesino que estaba siendo transportado por el FBI y forma equipo con el piloto para rescatar a los pasajeros, encarnado por Mike Colter, que tuvo el papel de Luke Cage en la serie homónima de Netflix (2016-2018), en “Jessica Jones” (2015 – 2019) y en “The Defenders” (2017). El recluso, con cierto background militar, resulta de gran utilidad para la operación y logra asistir, a fuerza de golpes y tiros, al piloto, rol a través del cual Butler desplegó sus mejores dotes del héroe rudo de acción que lo llevó a la cima de Hollywood hace veinte años.

Dirigida por el francés Jean-François Richet, la película, cuyo título original es “Plane”, se basa en la novela homónima del escritor inglés Charles Cumming, quien se hizo cargo de la adaptación del guion junto a J.P. Davis. La trama del filme, que se localiza en Jolo, una isla volcánica en el sudoeste filipino, refleja la coyuntura e historia reciente de esa área, donde fuerzas gubernamentales no logran controlar a los insurgentes que dominan el lugar, que administran un terreno fértil para secuestros de turistas. Butler, que también es productor de la cinta, contó que decidió involucrarse en el proyecto desde el momento en que leyó el guion, que fue “un viaje”, porque consideró que la película “es algo que definitivamente le encantaría al público ver en la pantalla grande, con personajes que están conectados a tierra y una dinámica muy fascinante entre ellos”. “Entonces, se trató de poner el guion en forma porque siempre supe que había más momentos que podíamos encontrar, que había más relaciones interesantes, especialmente entre Gaspare y mi personaje. Luego, había que hacerlo lo más emocionante posible desde el principio hasta el final, ponerlo en tierra y hacer que esto sea creíble con todos estos personajes: gente normal luchando con esta situación extraña”, explicó la estrella de las películas de “300” de Zack Snyder en 2006 y 2014.

En el Monumental, Hoyts, Showcase, Cinépolis.

 

 

“El libro de los placeres”

Una novela mítica adaptada más o menos. En una noche calurosa de verano, Lóri (Simone Spoladore) se aproxima a la orilla del mar y camina sobre el agua cálida. Las luces de los edificios se reflejan en el mar como pequeñas estelas que quieren alcanzar su cuerpo. Pero con el horizonte de fondo, apenas rojizo, Lóri vislumbra el nuevo amanecer mientras se sumerge entre las olas. Su respiración se agita y la cámara muestra su cuerpo en movimiento, en libertad, y se ríe sola mientras mira en silencio al cielo. Ese momento construido a partir de imágenes y sensaciones luego asume el corsé de la explicación, la puesta en palabras, la mención de dioses y epifanías. El libro de las imágenes consigue grandes momentos gracias a los cuerpos de sus personajes y la potencia de sus imágenes pero sus ataduras al texto de Clarise Lispector, que funciona como punto de partida, a veces convierten esa búsqueda visual en la carrera hacia una meta literaria fijada de antemano. Lóri se ha mudado hace poco a Río de Janeiro; el departamento que ocupa era de su madre, lo habitan sus objetos y sus recuerdos. Lóri escapa de la provincia, de una familia estricta y controladora, hacia una libertad que todavía no es propia. Sus excursiones en la noche la conectan con amantes ocasionales, exacerban una incomodidad persistente, despliegan una existencia permeable a sus diversos estados de ánimo. La dirección de Marcela Lordy es inquieta e intuitiva, persigue -a partir de sus decisiones- el humor incierto de su personaje, la carga de ese pasado del que quiere emanciparse, la concepción de una resistencia que no sea prevista ni programática.

 

Lo consigue en sus escenas más libres, cuando un tucán ingresa por la ventana mientras Lóri enseña a sus alumnos de primaria, en una fiesta escolar cuya música se impregna del dolor y la furia contenidos, en el mar durante esa noche de verano. Pero en otras la palabra resulta una prisión, la necesitad de afirmar lo visto, de evitar cualquier desvío de sentido. El erotismo de Lispector se angosta cuando se lo explicita en declaraciones abiertas, en los contrapuntos evidentes entre Lóri y su hermano David –enclave de ese mandato familiar-, en las reflexiones esquemáticas con Ulises (Javier Drolas). Ulises es un profesor universitario argentino con el que Lóri comienza una relación casual. Hay atracción y al mismo tiempo una competencia por tensar ese deseo con la conveniente preservación. El juego de espejos entre ambos es menos erótico que modelado sobre los temas que la película se propone tratar: el deseo individual sobre los mandatos sociales, la exploración del cuerpo frente a los designios de la mente. Frases como “además de esconder tu alma tienes vergüenza de tu cuerpo” o “necesito entender que amar no es morir” tiñen de obviedad una estética que buceaba en caminos realmente más fructíferos desde sus imágenes.

 

El trabajo interpretativo de Simone Spoladore, su entrega y vitalidad, es el que mejor comprende la materia del texto de Lispector, la carnadura de sus criaturas y sus pensamientos. Su extraño malestar y su goce sí trascienden el peso literario para hacerlos humanos y existentes allí donde aparecen. En El Cairo.

 

 

“La ley del embudo”

Una peli argentina para pasar el rato. Martín (Gabriel Gallicchio) es uno de esos “langas” que no saben por qué no pueden conseguir una novia y sus ex compañeros de colegio -por falta de mejor palabra, los más boludos- sí. Todo cambia cuando conoce a Elena (Cami Pizzo), se enamora y decide comprobar si la reconocida ley funciona.

Es un argumento simple, con elementos que ya se han visto en muchas otras películas; sin embargo, la cinta funciona porque es divertida y los chistes tienen el efecto deseado.

La química entre los protagonistas es muy linda y esto hace al film llevadero. Mención aparte a Jessica Schultz como la mamá insoportable de Elena; da en el blanco.

La Ley del Embudo es una buena forma de pasar el rato, y dura un poco más de una hora. Tiempo bien aprovechado. En el Cine Arteón.

 

 

“El nido”

Más pandemia, más encierro, más asfixia. Con el paso del tiempo, cuando la pandemia de COVID-19 haya sido reemplazada por otra emergencia global (probablemente relacionada con el clima), podremos hacer balance de todas las obras audiovisuales inspiradas en el confinamiento. Mattia Temponi, cineasta asentado en Turín, tuvo la idea de realizar El nido [+] (que ha tenido su estreno mundial compitiendo por el premio Méliès en el Festival Trieste Science+Fiction) mucho antes de que apareciera la actual crisis sanitaria. Temponi escribió el guion junto a Gabriele Gallo y Mattia Puleo, basándose en las numerosas películas de ciencia ficción, terror y zombis que pueblan el mundo del cine (desde Victor Halperin hasta la actualidad). El cineasta aporta a su primer largometraje una dimensión psicológica y autoral que resuena con formas de resistencia femenina y una contranarrativa postfeminista.

De hecho, la protagonista de esta historia es la joven Sara, interpretada por la actriz Blu Yoshimi (que se está convirtiendo lentamente en una estrella), una italiana de clase media que se encuentra en un país sudamericano sin especificar, y que se despierta en un “nido” tras haber sido mordida por un zombi. La joven estaba en la escuela cuando sonaron las alarmas, advirtiendo sobre un ataque de personas infectadas que estaban contaminando la ciudad (y probablemente el mundo entero). El “nido” es un refugio seguro, dotado con todas las comodidades modernas, que vemos anunciar en la televisión al comienzo de la película, como si fuera un destino de vacaciones. Cuidando de ella en este búnker de cuatro habitaciones (toda la película fue filmada en los Videa Studios de Roma) encontramos a un voluntario llamado Iván, interpretado por Luciano Cáceres. El trabajo de Ivan es “acabar” con la chica, cuyo destino parece inevitable a causa de una herida provocada por la mordedura. Sin embargo, por alguna extraña razón, que solo entendemos al final de la película, este voluntario mantiene con vida a Sara, sin preocuparse por la transformación de la joven en un monstruo caníbal.

 

Temponi mueve la cámara con gran destreza dentro del limitado espacio de este “nido” (diseñado por la brillante Giada Calabria), que transmite la sensación de angustia claustrofóbica de la protagonista. Sintiéndose atrapada en una relación pseudo-paternal con matices tóxicos, todo lo que puede hacer la joven Sara es intentar defenderse y gritar: “Todavía soy un ser humano”. El nido titular se refiere también a la unidad familiar como un espacio manipulador y abusivo, mientras que los diálogos entre los dos protagonistas apuntan a temas de actualidad como el matrimonio homosexual, el flujo migratorio y las noticias sobre terrorismo. Moviéndose entre una película de género y un trabajo de introspección, la cinta podría decepcionar a los fanáticos de las películas de zombis que buscan un verdadero impacto de terror, aunque podría atraer a un público más interesado en los aspectos psicológicos del miedo y las en metáforas explícitas sobre conflictos sociales.

 

 

Fuente: Diego Batlle, Otros Cines, Télam, La Nación, Paula Vázquez Prieto.

Comentarios

5