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Todo Show

La candidata argentina para ir a la Academia más cuatro estrenos este último jueves de octubre

Rodrigo Moreno finalmente estrena la película que Argentina envía para la preselección del Oscar, David Fincher llega por solo quince días con “The Killer” y Michael Fassbender. Otra de “Trolls”, la tercera. Un docu sobre la música cuyana y la esperada versión cinematográfica del videojuego “Five Nights At Fredyy’s” son las cinco propuestas nuevas que llegan a las pantallas de cine. Aquí una selección de reviews para elegir que ir a ver al cine. Porque el cine se ve en el cine.

“Los delincuentes”

Luego de tres horas extraordinarias llegan los créditos finales de Los delincuentes, que están divididos en primera etapa, segunda etapa, tercera etapa y cuarta etapa de un rodaje que comenzó en diciembre de 2018 y finalizó recién en septiembre de 2022. Algunos técnicos se repiten, pero varios otros cambiaron (aparecen, por ejemplo, dos directores de fotografía como Inés Duacastella y Alejo Maglio). Sin embargo, por su propia naturaleza derivativa, mutante e inclasificable (podríamos decir que conviven varias películas en una) y por esa magia (milagro) del cine, Rodrigo Moreno convirtió a la producción más tortuosa y problemática de su trayectoria en la obra más lograda y estimulante de su filmografía.

Lo que en principio parece una película de robo (y una suerte de remake no oficial de Apenas un delincuente, de Hugo Fregonese) muta luego hacia una oda a una Buenos Aires de impronta setentista que se resiste a morir con Astor Piazzolla sonando de fondo, a una historia de amor (un triángulo romántico que hasta cierto punto solo nosotros conocemos), a un drama carcelario con una vuelta de tuerca literaria, a una veta bucólica y luego contemplativa con planos que recuerdan al cine del iraní Abbas Kiarostami y a Un día en el campo, de Jean Renoir; a un relato con el espíritu liberador de la Nouvelle Vague francesa, a una estructura de cine dentro del cine (hay unos personajes secundarios que están en medio de un rodaje eterno como el de Moreno), a un reltato con toques noir propios de la relectura francesa del género a cargo de Henri-Georges Clouzot y Jean-Pierre Melville y a una fábula hasta con elementos propios del western con caballos y tesoros escondidos bajo las rocas.

Si el lector o lectora se está preguntando a esta altura con razón si Los delincuentes funciona, fluye y tiene su lógica, la respuesta es contundentemente que sí. Algunos podrán verse más seducidos por una vertiente que por otra, pero el nuevo ópus de Moreno es siempre un deleite visual y narrativo con un director dando rienda suelta a su imaginación, a su talento y a su pasión cinéfila (y literaria y musical).

En una película siempre lúdica varios de los personajes principales son anagramas: Román y Ramón, Norma y Morna… Y un mismo actor puede interpretar a dos personajes, como el caso del gran Germán De Silva, quien es Del Toro, el jefe de la sucursal bancaria, pero también Garrincha, el capo de la unidad carcelaria. El protagonista (en principio) es Morán (el personaje de Daniel Elías lleva el mismo apellido que el de Jorge Salcedo en Apenas un delincuente), tesorero desde “siempre” del Banco Social Cooperativo en pleno microcentro porteño. A partir de su privilegiado acceso a la bóveda del tesoro, se lleva en las vísperas de un fin de semana largo 650.000 dólares ¿Por qué esa cifra? Porque es lo que cobrarían él y Román (Esteban Bigliardi) durante toda sus vidas hasta que les llegara el tiempo de jubilarse.

El robo lo comete Morán solo, pero luego cita a Román en la pizzería Imperio de Chacarita y ahí le hace una oferta irresistible: que le cuide el dinero durante los tres años y medio que pasará en prisión (porque planea entregarse de inmediato y reconocer su culpabilidad) y luego dividirse el botín. Ese es solo el inicio de una película felizmente imprevisible y laberíntica, una historia sobre (contra) el sistema en el que sonará Adónde está la libertad, clásico Pappo’s Blues de 1971, a modo de leit motiv y hasta de declaración de principios.

Que en una de las primeras escenas aparezca en el banco su madre Adriana Aizenberg (actriz de Plata dulce, Mundo grúa y El abrazo partido), que el guardia de seguridad que llora sea Iair Said, que se incluye la presencia de Fabián Casas leyéndoles a los internos de la prisión un largo y hermoso fragmento de La gran salina, de Ricardo Zelarayán, que haya un homenaje explícito a El dinero, de Robert Bresson, que en varios pasajes la pantalla se vea partida (y al mismo tiempo movible) mostrando a los protagonista en paralelo son solo algunos de los homenajes y caprichos que se permite y nos regala Moreno, un director que parece haber sorteado el desafío de una ausencia tan prolongada con una fascinante película que constituye uno de los más esperados regresos (con gloria) del cine nacional de los últimos tiempos.

Diego Batlle.

En Hoyts, Showcase y Cinépolis.

“El asesino”

Al menos según la forma de entenderlo de David Fincher, no parece haber muchas diferencias entre el rol del asesino a sueldo y el del cineasta. Todo pasa por ser metódico, obsesivo, prolijo, cuidadoso y un tanto desafectado emocionalmente. Lo importante es hacer las cosas bien, no meterse en problemas, ser paciente, preciso y, sobre todo, cumplir con lo pactado. La ejecución lo es todo y, en ese sentido, EL ASESINO es un manual perfecto para esa idea: el cineasta como ejecutor. No en el sentido criminal, sino en el del hombre que ejecuta la tarea que le encargaron y lo hace como mejor sabe. Dicho de otro modo: un profesional.

Michael Fassbender encarna exactamente eso: a un profesional (la película podría haberse llamado así pero ya hay varias con ese título) del crimen. En la secuencia que da inicio al film lo vemos esperando para dispararle a su víctima desde el edificio ubicado frente a un lujoso hotel. Pasan los días en la bella París y la esperada víctima no aparece. El asesino –al que no le conocemos el nombre y que presenta pasaportes y documentos distintos en cada oportunidad en la que debe hacerlo– repite sus pasos con prolijidad, limpiando siempre todo, sin dejar marcas, mirando por la ventana y así, tratando de no perder la paciencia.

Fincher nos hace más «llevadera» la espera escuchando lo que suena como algo a mitad de camino entre una voz en off y su diálogo interior: repitiendo sus mantras de procedimiento («anticipate, no improvises, no cambies de plan, no empatices» y así), filosofando sobre distintas cuestiones estadísticas ligadas a temas muy variados (desde cuanta gente nace en el mundo hasta cuantos McDonald’s hay en París), hablando un poco de su tarea y concentrándose mientras escucha en un viejo iPod solo temas de The Smiths.

EL ASESINO funciona durante todo ese segmento como un manual del obsesivo compulsivo, de alguien que prefiere no saber lo que es cometer un error. Pero cuando su víctima llega y, tras un largo proceso de observación digno de Hitchcock/De Palma y sus respectivas VENTANA INDISCRETA y DOBLE DE CUERPO, el killer falla. Alguien se interpone entre él y la víctima y el tipo se equivoca. De ahí en adelante será tratar de escapar sin ser descubierto y, fundamentalmente, sin dejar un solo rastro de su paso por ahí.

La película del director de PECADOS CAPITALES se organiza como una serie de pasos y de etapas, que en algún sentido hacen recordar a KILL BILL con un touch de JOHN WICK y otro poco del metódico y silencioso asesino «a la europea» de EL SAMURAI –la película se basa, después de todo, en una novela gráfica francesa– o hasta THE AMERICAN, aquel oscuro film de 2010 protagonizado por George Clooney. Pero, más allá de algunos comentarios un tanto cínicos, EL ASESINO no se propone ser demasiado filosófica ni pasarse de existencialista. Es una película sobre sí misma, sobre su propio procedimiento y su ejecución.

Como el protagonista, Fincher es conocido como un cineasta obsesivo y metódico capaz de hacer 85 veces una toma hasta que salga como la imaginó. Y este personaje lo representa a la perfección. Quizás el realizador de EL CLUB DE LA PELEA sienta que, como Fassbender aquí, en algún momento de su carrera cometió un error (¿EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON?, quizás) y lleva ya varios asesinatos más intentando enmendarlo con aséptica y ascética eficiencia. Algunos más prolijos que otros, unos más frío y distante que los siguientes, pero siempre tratando de no involucrarse emocionalmente por demás. ¿Podrá? ¿No podrá? Me refiero al asesino, no al cineasta.
Cada paso narrativo tendrá una locación (una en República Dominicana y las otras en distintas ciudades de Estados Unidos) y una persona que buscar. Habrá un episodio en el que no podrá evitar ser empujado a la acción por las emociones (los que vimos FUEGO CONTRA FUEGO, de Michael Mann, sabemos lo que pasa cuando un criminal hace eso y tememos lo peor) y de ahí en adelante se volverá una mezcla de vengador y limpiador de sus crímenes. Salvo en una de las situaciones que se torna muy violenta –y da lugar a la escena más impactante de todas, la más cercana al film de acción–, en las demás el protagonista irá avanzando hacia sus distintos objetivos a fuerza de planes elaborados, complejos y ejecutados con precisión de experto.

La película no está exenta de humor y, previsiblemente, la puesta en escena es de una exactitud indiscutible. Nada falta, nada sobra, todo está donde debe estar. Lo que nunca aparece, de todos modos, es algún tipo de conexión humana que no se exprese, simplemente, a modo de puesta en acto. Esa frialdad es algo buscado, es cierto, pero aleja al espectador de la trama, lo hace ponerse en situación de observador frío, algo distante. Y así la película se torna un tanto gélida y bastante mecánica en su sistema de pasos, misiones y objetivos.

Nadie duda que Fincher es un gran cineasta, pero mi impresión –nunca me atrevo a decirlo del todo porque siempre espero de él otra obra maestra al estilo ZODIACO o RED SOCIAL— es que su mundo no es tan interesante y que depende mucho de la calidad de los guiones que acepta dirigir. El hombre prefiere considerarse un buen profesional al servicio de historias de otros, generalmente ligadas a asesinos en serie, criminales de algún tipo o, bueno, o MANK. Y uno pone las manos en el fuego por un tipo que hará su trabajo con la precisión de un cleaner de escenas de crímenes. Sin dejar marcas.

No es un problema que Fincher se considere un ejecutor, un profesional, un tipo al que le dan una misión y la sabe cumplir. Eso que antes llamábamos un artesano. En un mundo lleno de supuestos autores que creen tener un mundo cuando solo tienen una abundante videoteca, esa falta de pretensión se agradece. No permitirá que nos topemos con muchas obras maestras pero sí con una buena cantidad de películas bien ejecutadas. Mucha preparación, un disparo certero en la frente, el cheque en el correo y a otra cosa.

Diego Lerer.

En los Cines del Centro.

“Trolls 3: se armó la banda”

Poppy y Branch son oficialmente, por fin, pareja (#broppy). A medida que se relacionan, Poppy descubre que Branch tiene un pasado secreto. Una vez formó parte de su fenómeno boyband favorito, BroZone, con sus cuatro hermanos: Floyd, John Dory, Spruce y Clay. BroZone se disolvió cuando Branch era todavía un bebé, al igual que la familia, y Branch no ha vuelto a ver a sus hermanos desde entonces. Pero cuando Floyd, el hermano de Branch, es secuestrado por sus talentos musicales por un par de nefastos villanos estrellas del pop, Velvet y Veneer, Branch y Poppy se embarcan en un angustioso y emotivo viaje para reunir a los otros hermanos y rescatar a Floyd de un destino aún peor que la oscuridad de la cultura pop.

En todos los complejos.

“Five nights at Freddy’s”

Llega la peli de terror sobrenatural basada en la exitosa franquicia de videojuegos de terror y supervivencia Five nights at Freddy’s. Freddy Fazbear’s Pizza es un restaurante familiar donde la fantasía y la diversión cobran vida, ya que utiliza mascotas animatrónicas de tamaño natural para las fiestas infantiles que allí se celebran. Cuando llega la noche, comienza el turno de Mike Schmidt (Josh Hutcherson), el nuevo guardia de seguridad de Freddy’s que ahora, después de pasar por algunos problemas financieros, trabaja en este restaurante. Cuando pase su primera noche en el trabajo, Mike se dará cuenta de que el turno nocturno en Freddy’s no será tan fácil de superar como esperaba, y vivirá más de una situación aterradora al cobrar vida las mascotas animatrónicas de este siniestro local.

En todos los complejos.

“Pulsando la vida”

Como preludio, va este panorama en relación a los films de música dirigidos por mujeres. Sin hacer una pretendida fecha de lanzamiento pero si de una concepción global que viene en aumento en estos últimos años. Podríamos imaginar como pauta de comienzo la biopic Gilda, no me arrepiento de este amor (2016) de Lorena Muñoz quien continuaría dos años después con El Potro, lo mejor del amor (2018). Sin olvidar que Lorena ya contaba con el antecedente de codirigir junto a Sergio Wolf Yo no sé qué me han hecho tus ojos (2003) el documental sobre la vida de la cancionista Ada Falcón. Ya en el terreno del documental en 2017 llegaría un tándem con Un pueblo hecho canción de Silvia Majul y su acercamiento al compositor riojano Ramón Navarro y Ábalos, una historia de 5 hermanos de Josefina Zavalía Ábalos. Seguiría con Gran orquesta (2019) de Peri Azar, y en 2021 un doblete sobre artistas salteños: El nombrador sobre el cantor Daniel Toro en nueva incursión de la Majul. Y por su parte Susana Moreira dirige Sara Mamani con la cantora y compositora homónima. Este año se preestrenó en el BAFICI Salidos de la Salamanca (2023) un viaje hacia la chacarera, el segundo opus de la Zavalía Ábalos quien a su vez está preparando un tercer documental sobre la vidala y el blues. En un par de semanas está llegando Mankewenüy – Amiga del Cóndor (2023) de María Manzanares con la cantora mapuche Anahí Rayen Mariluan. Y están en diversas etapas de rodaje, preproducción y post producción –indistintamente- títulos como Rosanna, ángel del tango de María Rosa Pfeiffer (sobre la cantora de tangos Rosanna Falasca), San Pugliese de Maximiliano Acosta, Santiago Nacif y Lola Winer; Afromilonga. Una arqueología musical de María Eugenia Lombardi, Alejandro Espolsino, Mawete Paciencia, Daniel Adeli y Leticia Rodríguez Taborda, y Jaime Torres, charango en flor de Aldana Loiseau. A su vez, podría ser que este año se estrene el film El Andariego, historia de un grupo vocal (2023) sobre la icónica banda sanrafaelina Los Andariegos, en una codirección entre Silvia Majul y quien está debutando estos días, María Laura Piastrellini.

Así pues la directora godoycruceña presentó finalmente su potente amor por la tonada. Y por extensión a toda la Cuyanía. Fueron muchos los años, las vicisitudes, los avances -y quizás retrocesos- que tuvo que transitar para poder en definitiva plasmar en imágenes esa parte de amor, respeto e identidad que la fue configurando en su andar. El sentimiento, el latir, la cosmogonía de lo cuyano estuvo siempre a su alrededor, impregnándola de sensaciones que algún día iba a poder asumir, ejercer, entender y expandir.

Hay una pregunta que muchos se han hecho a lo largo del tiempo. ¿Cuál es la música cuyana? De alguna manera estaba raleada. O agazapada, como en un segundo plano frente a ritmos mucho más característicos, masivos y difundidos como la chacarera santiagueña o el chamamé litoraleño o los ritmos andinos como carnavalitos y huaynos. Ella no redescubre la tonada, simplemente la reivindica. Al igual que a la cueca cuyana. Una conjunción entre ambos ritmos entre lo sentimental y lo festivo. Este film es una honesta y buenísima bajada de línea de la música cuyana con la tonada a la cabeza.

Pulsando la vida es una película del camino en su más pura acepción. El movimiento se hace andando y sus dos protagonistas (los músicos y compositores cuyanos Marcelino Azaguate y Fabián Navarro), son nuestros guías. La narración está encarada a partir de ese recorrido por rutas y senderos, con la irreemplazable camioneta Estanciera, y este dueto de cicerones viajan a distintas localidades tanto de Mendoza, como de San Juan y de San Luis. A bordo de ese vehículo van construyendo de manera doble y paralela un viaje temporal por las tradiciones, raíces y lo contemporáneo. Y espacial, yendo a las regiones de sentir cuyano. Está narrado casi con una postura ficcional, a partir de la relación entre los dos compañeros de ruta. La cámara está ahí, pero ellos como si ni se enteraran. Hacen sus vidas, expresan sus pensamientos, viven su cotidianeidad. Posee una frescura que varios documentales no tienen. Rompe con el abuso de los bustos parlantes típicos y se deja llevar por lo simple y directo. Es de por si un desafío ensimismo dado que ellos no son actores, sino músicos. A su vez la realizadora no tenía experiencia de dirigir o trabajar con comediantes profesionales. Y más allá de que sus dos “protagonistas” son hombres, hay aquí una visión de género. El espacio y la presencia histórica de las mujeres en la Tonada, ha sido ínfimo. En el cogollo (parte espontánea en la que se dedica la tonada a alguien presente tanto un amigo o por ahí una mujer) muy pocas veces aparecía la presencia femenina. Con el tiempo –y los cambios contemporáneos de luchas, reivindicación e independencia de las mujeres- esto ha ido cambiando sanamente.

Es indudable y necesaria la presencia de los referentes de la música cuyana de ayer como Hilario Cuadros (poeta y folklorista autor de la mítica cueca “Los 60 granaderos”), el músico y periodista Buenaventura Luna, y el cantor y compositor Félix Dardo Palorma. Y de ahora como la cantautora Anabel Molina, el guitarrista Ángel Cataldo, el compositor y cantautor Armando Navarro, y hasta el músico, compositor y docente Leopoldo Polo Martí, que nació en Entre Ríos pero está radicado en Mendoza.

Otra cuestión a destacar entre la elección de contenidos y entrevistados por la Piastrellini es el hecho de reunir en su film también a exponentes musicales de otras regiones y provincias, de otros surcos sonoros quienes expresan su admiración por el canto y los sonidos cuyanos, y además con conocimiento y basamento. Tales los casos del eximio guitarrista y compositor tucumano Juan Falú (brillante y muy claro en su descripción de la tonada), el gran intérprete friense Raly Barrionuevo, la cantora porteña (pero de raíces mendocinas) Luciana Jury, el cantor y bombisto santiagueño Julio Paz (del Dúo Coplanacu), el músico y compositor Fernando Barrientos (nacido en Guayaquil pero criado y crecido en Mendoza), y la cantante paranaense Melisa Budini. Infaltable el diálogo entre cuatro (Javier Bautista, Daniela Calderón, Azaguate y Navarro) y entre vinos, en la vereda sola de la Calle Angosta del boliche Don Miranda. Mojón de Villa Mercedes, San Luis.

Para la directora todo esto que se cuenta, que se dice, que se preguntan, que se responden y que reafirman; es sin duda material de estudio para escuelas, colegios y universidades. Justamente como el caso de uno de los entrevistados, el sanmartiniano Octavio “Pepe” Sánchez, instrumentista, compositor, docente e investigador, autor de -entre otros doctorados y estudios- “La cueca cuyana contemporánea”. De alguna manera se ha corrido el velo que tapaba esa raíz cultural. El mundo de la Cuyanía estuvo siempre como encubierta por un poncho negro, al menos para los ajenos territorialmente a esa región.

Antiparafraseando una clásica y referencial sentencia originaria: La Tonada es nuestra, porque es de todos. Nosotros somos la Tonada.

En el Arteón.

Fernando Brenner

Fuentes: Otros Cines, Escribiendo Cine.

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