El show se convirtió en una cita obligada para el público, y la banda uruguaya demostró por qué mantiene esa mística única que la transforma, para muchos, en la “banda de la vida”.
Quienes estuvimos en el Anfi fuimos testigos de una comunión total. No fue solo un recital, fue un bálsamo necesario, una experiencia sanadora que logró, por dos horas, borrarnos todos los “quilombos” cotidianos.
Una lista de temas épica y sin sorpresas (pero que emociona igual)
La gira celebra los 30 años de La Vela, y la banda lo dejó claro con la elección del repertorio. Abrieron fuerte, con “El Viejo”, confirmando que esta gira rompe esquemas al usar uno de sus clásicos fundacionales para el arranque. A partir de ahí, la lista funcionó como un recorrido festivo que incluyó todas las canciones que el público deseaba escuchar: “El Profeta”, “Por la Ciudad” y “Claroscuro” formaron parte de ese setlist ascendente.
Un detalle que siempre emociona es el recurso de “El Enano” (Sebastián Teysera), que habla con el público como si hablara con un amigo. La despedida fue con ese juego, preguntando si el público lo acompañaba a irse con “José” (en referencia a la canción “José Sabía”), un truco que, aunque los fanáticos más antiguos conocemos, sigue teniendo un efecto mágico.

Notamos que la energía del público decayó solo un poco con los dos temas más recientes del disco nuevo, pero el power se recuperó con un tema que hacía rato no sonaba: “Colaboren”, un guiño panrockero que la gente celebró.
La épica de la lluvia y la mística
Un show de La Vela bajo la lluvia es un género aparte. El sábado fue épico: un minuto a minuto de tensión por el clima que se resolvió con una tormenta “justa y necesaria”. La lluvia no solo le puso épica, sino que temas como “Para no verme más” o “José Sabía” se sintieron escritos para ese momento. En algunos pasajes, el recital se sintió como “cine”.
La relación de la banda con sus fanáticos va más allá de lo musical. Existe una mística particular, un vínculo que la transforma en un lugar seguro para muchos. El sábado, el Anfi celebraba el cumpleaños de todos. Escuchar “Va a Escampar” bajo ese cielo, con algún rayo dando vueltas, fue un reencuentro con la versión más genuina de uno.
Esa capacidad de La Vela Puerca para “sanar” y “hacerte acordar de quién sos” es un capital emocional que no se compara con otras bandas, un sentimiento que muchos solo logran con sus clubes de fútbol. La experiencia es completa: verlos, compartir con amigos y darse cuenta de que no hay nada más espectacular que no arrepentirse de vivir esa pasión.

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