La ¿esperada? versión live action del clásico infantil -con la polémica alrededor por la elección de la protagonista- llega finalmente a las pantallas rosarinas. Junto a la princesa Ariel llegan “Sobre las nubes” y “Reparo” con Florencia Torrente encabezando un extenso elenco. Aquí como siempre una selección de reseñas para elegir que ir a ver al cine, porque el cine se ve en el cine.
“La Sirenita”
Las películas live-action de Disney tratan de ser cada vez más realistas, pero en su uso y abuso de lo digital (efectos visuales y ahora IA) terminan siendo más artificiales que las producciones animadas.
Eso es lo que ocurre con este nuevo film del director de Chicago, Memorias de una geisha, Nine, Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas y En el bosque que, más allá de la presencia de Halle Bailey como Ariel y de figuras reconocidas como Melissa McCarthy (la despiadada Úrsula) o Javier Bardem (el rey Tritón), luce demasiado diseñada, construida antes que filmada (algo similar ocurre con varias producciones de Marvel e incluso con la reciente Indiana Jones y el dial del destino).
Y, como ya ocurrió también con otras versiones live-action basadas en éxitos animados previos, hay una tendencia, una compulsión a agrandar (inflar) las historias con más acción, más personajes, más escenas musicales. Así, mientras el original animado dirigido en 1989 por Ron Clements y John Musker duraba 83 minutos, este film de Marshall llega a los 135. Y, más allá del bienvenido despliegue de recursos técnicos y estéticos, que un producto familiar supere con holgura las dos horas puede conspirar contra la adhesión y paciencia del público más infantil.
Lo mejor de esta versión 2023 es la revelación de Halle Bailey como la heroína de turno (se luce también como cantante), mientras que, en cambio, lo de Melissa McCarthy o Javier Bardem resulta demasiado limitado y hasta cierto punto decepcionante. Tampoco funciona con la misma eficacia que en el original animado el trabajo vocal de Daveed Diggs como el cangrejo Sebastian, principal comic relief de la trama. Así, La Sirenita termina siendo un film para admirar en lo formal y no tanto como una historia que fascine, conmueva y divierta como sí lo hizo la película original hace casi 35 años. En todos los cines de la ciudad.
“Sobre las nubes”
Ramiro (Leandro García Ponzo) es cocinero de un bar, Hernán (Pablo Limarzi) es un ingeniero desempleado a cargo de una hija adolescente. Nora (Eva Bianco) es enfermera en un hospital público, pero está fascinada con un taller de teatro; Lucía (Malena León) empieza a trabajar en una librería y a salir con un joven maestro con el que se reencuentra después de mucho tiempo. Y, como una suerte de conexión entre estos cuatro protagonistas, hay una chica a la que en el primer plano del film vemos trabajando como recolectora de basura en la madrugada de la ciudad de Córdoba.
Y la Docta (particularmente su zona céntrica) es otro de los personajes centrales de Sobre las nubes, un collage urbano sobre las personas, sus trabajos (o la falta o precarización de ellos) y sus lugares.
Uno podría pensar en el cine de Robert Altman o en una película argentina que también se desarrolla sobre fin de año como Felicidades, de Lucho Bender, pero la coralidad del film de Aparicio está desprovista de todo virtuosismo (los personajes apenas se cruzan) y efectismo.
Austera y al mismo tiempo cuidada, despojada de toda épica pero con una puesta en escena muy pensada al igual que su look en blanco y negro, Sobre las nubes es un relato melancólico (lluvia, noche y, claro, las nubes del título) en el que la crisis se percibe en el trasfondo. De hecho, Hernán -que busca trabajo y no lo encuentra- podría ser un personaje de Ken Loach, pero Aparicio prescinde de la bajada de línea por un lado y de la idealización por el otro.
Durante las dos horas y media de película conviven (casi siempre con armonía) múltiples elementos: desde entrevistas propias de un censo hasta la irrupción de un eclipse que conmueve a la ciudad, pasando por la literatura (citas a Saer y Borges) y el teatro, la dinámica propia de las fiestas de fin de año y la combinación entre intérpretes profesionales (como Bianco) y otros sin experiencia previa en cine para un patchwork que Aparicio maneja con precisón y convicción. Sobre las nubes propone un mirada poética y social, sin alardes ni gritos, sobre las relaciones humanas en una gran urbe que permanece impregnada en la retina y el corazón del espectador mucho después de finalizada la proyección. En el Arteón.
“Reparo”
Hay muchos planos de ballenas en Reparo, ópera prima de la realizadora Lucía van Gelderen. Es lógico, ya que fue filmada en Puerto Pirámides, en la península Valdés, uno de los lugares ideales para el avistamiento de la ballena franca. Van Gelderen nació en Buenos Aires pero se crió en esa localidad chubutense, por lo que es de suponer que la inspiración del relato posee algún componente autobiográfico, al menos en términos geográficos. En cuanto a las idas y vueltas de la historia, Reparo recurre a un clásico del regreso al terruño, aunque en este caso la protagonista, Justina, una veinteañera interpretada por Florencia Torrente, no es una lugareña en sentido estricto, sino alguien que pasó largas temporadas en el lugar desde la infancia o, al menos, la adolescencia. Todos la conocen y saludan con afecto, aunque entrelíneas las dudas aparecen: ¿por qué volvió de visita fuera de temporada, habida cuenta de su profesión como grafóloga en Buenos Aires, donde ha instalado su vida y su carrera?
Ayudando a su tía (María Ucedo) en las tareas cotidianas de un pequeño restaurante, la charla íntima surge de inmediato, como así también uno de los ejes centrales de Reparo. Es que Patricio (Luciano Cáceres), con quien estuvo involucrada románticamente durante muchas temporadas vacacionales, está a punto de casarse con otra mujer y, como reza el dicho, donde hubo fuego… Así dadas las cosas, la historia recorrerá ese interregno emocional en la vida de Justina, en el cual nada parece demasiado claro, apuntalada por la aparición de unos diarios íntimos escritos por su madre antes de morir y la presencia de un turista chileno que podría transformarse en un nuevo interés amoroso. El guion de la propia realizadora, en colaboración con el experimentado Salvador Roselli (coautor de los guiones de Livepool, Las acacias y Sofacama, entre otros), se apoya en los tópicos y códigos de tantas otras películas recorridas por personajes que retornan a un sitio con algo de mítico y lo habitan durante un tiempo específico, como si se tratara de un limbo, a la espera de resoluciones personales que podrían marcar a fuego el futuro.
Hay algo amable y terso en los ritmos de Reparo, virtud que es atacada por un enemigo de fuste. El relato se convierte por momentos en algo blando y previsible, atado a una lógica naturalista de diálogos algo sobre-escritos (la lectura en voz alta de los cuadernos maternos es otro recurso poco feliz, aunque evitan la maldita voz en off). A Torrente y a Cáceres se los ve un poco maniatados por los corsés de esos diálogos y es entonces cuando la película deja de respirar, a pesar de los enormes espacios abiertos que rodean a los personajes. Si algo se agradece es la falta de crueldad con los personajes, evitando así la manipulación del espectador a partir de arquetipos virtuosos y malvados virados al melodrama. Daniel Melingo encarna a un viejo pescador que todo lo ve y todo lo escucha, que aconseja y acompaña, y que se transforma en el centro de atención después de una regia paella sacándole unas melodías a su guitarra. En el Arteón.
Fuente: Diego Batlle, Otros Cines, Página 12, Diego Brodersen.
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