
El acto, realizado en el Espacio Cultural Universitario (ECU), reunió a la banda completa del artista y a figuras históricas de la Trova Rosarina, en un reconocimiento que trascendió el nombre propio para abrazar a toda una generación que comenzó a expresarse en plena dictadura.
El ECU estuvo colmado y vibró con la presencia de Jorge Fandermole, Adrián Abonizio, RubénGallardo y Liliana Herrero, referentes esenciales de la Trova Rosarina que acompañaron a Páez en una noche donde la identidad cultural de la ciudad se volvió protagonista.
Durante la ceremonia, una de las ideas más celebradas surgió al subrayarse que “este es un reconocimiento a una generación: Fito es la figura visible, pero es un homenaje a todos los que intentaron expresarse en tiempos en los que expresarse era un acto de valentía”.
Esa reflexión atravesó toda la jornada y le dio un sentido colectivo a la distinción.
Fito, visiblemente emocionado, también dejó una frase que resonó fuerte entre las y los presentes:
“Quien se deja intervenir no puede ser parte de una obra noble”, dijo, reivindicando la libertad creativa, la autonomía artística y la integridad como principios fundamentales de su trayectoria.
Un homenaje para el patrimonio cultural rosarino
La distinción celebró una obra que ya forma parte del ADN cultural del país. Desde sus primeros pasos en la Trova Rosarina hasta la consagración definitiva con El amor después del amor, Fito Páez construyó una carrera que marcó generaciones, editó más de 30 discos, recorrió el mundo y compartió escenarios con Charly García, Spinetta, Mercedes Sosa, Caetano Veloso y Joaquín Sabina, entre muchos otros.
El acto cerró con un aplauso largo y cálido que coronó una jornada memorable: una celebración de Fito, sí, pero también de Rosario, de la Trova y de una época en la que la música fue refugio, resistencia y futuro.
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