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Llega Scorsese con su última gran creación a los cines de Rosario

Di Caprio, De Niro, Scorsese con la mega propuesta “Kiilers of the flower moon” más “Norma” de Santiago Giralt, “Auxilio” es terror de la mano de Tamae Garateguy, “Guapo’y”, el Antiguo Testamento con “Su único hijo” y “La conspiración del diablo” son los 6 estrenos que llegan este jueves a las cartelera de Rosario. Como siempre una selección de reviews para elegir que ir a ver al cine, porque el cine se ve en el cine.

“Los Asesinos de la Luna”

El Festival de Cannes 2023 regaló una de esas jornadas cinéfilas a pura excitación con el estreno mundial de la nueva película de Martin Scorsese. Conseguir la entrada cuatro días antes, hacer la fila bajo la lluvia y verla en las mejores condiciones de imagen y sonido (aunque por momentos ciertos diálogos se escucharon algo bajos) en la Sala Debussy fueron parte de la (modesta) épica de una edición que en verdad está llena de grandes nombres, aunque probablemente ninguno de las dimensiones de Marty.

A esta altura de su carrera y de su vida (ya superó los 80 años), va quedando claro que Scorsese hizo sus mejores películas hace tiempo. Probablemente ya no entregue obras maestras (Los asesinos de la Luna no lo es), pero sigue en plena forma, narrando historias valiosas, potentes, pertinentes e inquietantes como esta.

Scorsese, esta vez con los 200 millones de dólares aportados en su mayor parte por el gigante Apple, sigue haciendo películas ambiciosas, de largo aliento y de múltiples alcances. Tan ambiciosas que, por momentos, lucen un poco infladas y estiradas. En ese sentido, los primeros y los últimos de los 206 minutos de Los asesinos de la Luna son los mejores, pero en el medio hay algunas escenas que si bien se siguen siempre con atención e interés no superan cierta medianía narrativa y dramática. De todas formas, nadie va a decirle a Scorsese que podría haber condensado (y potenciado) el relato porque se ganó los pergaminos como para darse todos los gustos, incluso en términos de antojos, excesos o caprichos.

Los asesinos de la Luna está ambientada durante la década de 1920 en Fairfax, una zona del noreste de Oklahoma que, como bien indica Scorsese en el hermoso prólogo (una suerte de -falso- documental en blanco y negro) tenía por entonces los mayores ingresos per cápita de la época con los indios de la Nación Osage como principales beneficiados. Es que en medio de la profusión de pozos petrolíferos, ellos recibían generosas regalías y es por eso que los vemos usar ostentosas joyas y circular en lujosos automóviles con choferes (blancos).

En medio de esa fiebre del oro (negro) llega al lugar junto a otros miles de trabajadores Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio), un veterano de la Primera Guerra Mundial (en verdad fue cocinero de la Infantería) para sumarse a los negocios que maneja su tío William “The King” Hale (lo de “El Rey” ya explica su influencia en el manejo del poder en el condado). Precisamente por sugerencia de Hale, Ernest se casa con Mollie (Lily Gladstone), integrante de una de las tantas familias de pueblos originarios de muy buen pasar. Una de las intrigas que manejará Scorsese durante todo el relato es si hay en verdad algo de amor genuino en el asunto o se trata solo de interés para hacerse de manera progresiva de importantes ingresos. Lo cierto es que se desata una constante y creciente matanza con características de genocidio: las tierras y las rentas son demasiado tentadoras para los hombres blancos y los Osange van siendo despojados de sus pertenencias con todo tipo de artilugios, engaños o directamente con asesinatos a sangre fría.

No conviene adelantar nada más de la trama (ocurren decenas de vueltas de tuerca), pero sí que la película vuelve a crecer cuando arriba a Fairfax Tom White (Jesse Plemmons), un agente del FBI para una investigación propiciada por un Edgar J. Hoover que por entonces tenía apenas 29 años.

DiCaprio, en su sexta colaboración con Scorsese, y especialmente De Niro, en su décimo trabajo junto al director, están muy bien, pero la revelación de la película es Lily Gladstone (un descubrimiento previo de Kelly Reichardt) como la reserva moral de la historia, una mujer encantadora, avispada y de una integridad y dignidad que Marty construye sin caer en paternalismos ni concesiones propias de la corrección política (en general todos los personajes ligados a los pueblos originarios están retratados con un cuidado y un respeto propio de estos tiempos de relecturas y revisionismo).

Qué agregar a esta altura de la belleza y el talento con que Scorsese y su director de fotografía Rodrigo Prieto trabajan las puestas en interiores y sobre todo en exteriores (¡esas panorámicas con la pantalla bien ancha!), mientras que la música del gran Robbie Robertson -en lo que quedará como un aporte póstumo- también es hermosa. Se trata de un deleite formal dentro de un ensayo sobre la codicia, la culpa y la redención, temas recurrentes, obsesiones que Marty ha desarrollado durante toda su carrera. El final, en verdad los finales, son de una belleza, creatividad, nobleza (y con una sorpresa incluida) que compensan cualquier mínimo desliz o traspié que el film pudo haber tenido en sus tres horas previas. Somos afortunados de ser contemporáneos de un realizador de su magnitud.

Diego Batlle. En todos los complejos.

“Norma”

Mercedes Morán no solo es la protagonista absoluta de esta película en el papel de la Norma del título sino que además debuta como coguionista con esta historia que (según nos enteramos en los créditos finales) está basada en una novela inédita del propio Santiago Giralt.

Norma (anagrama de Morán) vive en Las Tucas, un pueblo gris, prejuicioso y conservador como tantos, está casada desde hace mucho (¿demasiado?) tiempo con Gustavo (Alejandro Awada) y el buen pasar económico se mezcla con una rutina exasperante. El hasta entonces seguro universo de Norma comienza a resquebrajarse cuando Rosita (Claudia Cantero), su empleada doméstica de toda la vida, le dice que renuncia. El golpe es doble: en términos prácticos (ella de golpe debe ocuparse de tareas que tenía resueltas) pero también en el anímico, ya que lo percibe como una traición y un abandono.

Desde ese momento, la precaria solidez y falsa seguridad empiezan a tambalear. Norma inicia un complejo proceso en el que se combinan angustia, paranoia, resentimiento, desilusión, agobio, soledad y frustración que llevan a replanteos y deconstrucciones. La aparición de Judith (Lorena Vega), una psicóloga porteña de pelo rojo que apuesta a las terapias alternativas con ciertos aires new age, hacen que la protagonista busque en ella no tanto una terapeuta sino una compañera de aventuras, una compinche, una amiga.

La película maneja con soltura, ligereza y encanto las típicas miserias familiares de tres generaciones (Elvira Onetto es Estela, la madre octogenaria; Mirella Pascual interpreta a la hermana Beba; Mercedes “Mey” Scápola, hija de Morán en la vida real, a su hija en la ficción, una médica llamada Inés; y Awada encarna a un tipo aburrido y machista que ha dejado de regar el matrimonio y vive en su mundo), pero lo más interesante es el proceso interno de nuestra querible heroína, un viaje de progresivo redescubrimiento, empoderamiento e independencia.

El film no pretende dar lecciones de vida y muestra de forma orgullosa veta algo ingenua y naïve a la hora de abordar cuestiones como el consumo de drogas o cierta vuelta de tuerca feminista. Giralt y Morán prefieren el humor, las pequeñas observaciones y gestos cotidianos a las bajadas de línea altisonantes. Estamos, en definitiva, en el universo de la comedia que, sabemos, es un género en el que cabe la crítica social, pero cuyo resultado es mucho más eficaz cuanto menos se cae en el subrayado aleccionador. La modestia, en este caso, es también parte del encanto.

Diego Batlle. En Showcase, Del Centro, Hoyts.

“Su único hijo”

Su Único Hijo relata uno de los momentos más controversiales del Antiguo Testamento: cuando Dios le ordenó a Abraham que sacrificara a su hijo Isaac en la montaña de Moriá. Mientras viaja al lugar del sacrificio, junto con Isaac y dos sirvientes, Abraham está inundado de vívidos recuerdos de los años que él y Sara pasaron añorando el hijo que les prometieron, el hijo que ahora debe poner sobre el altar. En Hoyts, Showcase y Cinépolis.

“Guapo’y”

Celsa habita la penumbra de su dormitorio cubriendo de raíces su cuerpo. Ella vive buscando remedios que alivien sus dolores causados por la tortura que vivió hace 45 años durante la dictadura militar en Paraguay. Recolecta y muele semillas y hojas. Pero en ese ambiente el sonido de las habitaciones se interrumpe de golpe con voces que reivindican la dictadura de Stroessner. Sobre la tierra húmeda, Celsa mantiene su cuerpo entre plantas insistiendo en el encuentro consigo misma. En el Arteón.

“Auxilio”

Los avatares de la distribución y exhibición nacionales quisieron que un mismo jueves se estrenen las últimas películas de Santiago Giralt y Tamae Garateguy, dos de los tres responsables –la otra, Camila Toker, tiene una participación en el film de ella– de UPA! Una película argentina y su secuela. Tanto Norma como Auxilio operan como síntomas de las carreras de dos realizadores que, más allá de aquel pasado en común, han recorrido caminos artísticos muy distintos.

Si Giralt fue hacia el lado del melodrama, el documental y la comedia costumbrista; Garateguy se inclinó por géneros como el western, el policial, el terror y el thriller erótico, sumándole progresivamente una impronta feminista que en Auxilio alcanza su punto máximo.

La acción transcurre en un convento en 1931, poco después del primer golpe militar de la Argentina. Un contexto que permea los sucesos que vivencian unas mujeres que están allí menos porque buscan a Dios que como castigo por no ser lo que se espera de ellas. Así ocurre con Emilia (Cumelén Sanz), hija de un militar que la lleva como consecuencia de no querer casarse.

Más pronto que tarde las mujeres empezarán a experimentar eventos sobrenaturales en los que el misticismo convive con el terror pesadillesco, como si se tratara de la materialización de los “pecados” que el cura del lugar (Gerardo Romano) quiere expiar. Claro que él tiene otras intenciones, como bien descubrirá Emilia y una de las internas (Paula Carruega).

Garateguy no es una directora que apueste por la sutileza y, en ese sentido, Auxilio propone un universo gótico donde lo imaginado y lo real tienen los límites esfumados y en el que lo reprimido y lo silenciado libran una batalla por salir a la luz. El resultado es un film por momentos un poco tosco en su construcción narrativa, pero que tiene la misma fuerza y (pre)potencia que esas mujeres oprimidas dispuestas a todo con tal de conseguir la libertad.

Ezequiel Boetti. En Cinépolis, Hoyts.

“La conspiración del diablo”

Una poderosa empresa de biotecnología tiene una tecnología innovadora que les permite clonar las figuras más influyentes. Detrás de esta, hay un culto satánico que busca robar el Sudario de Cristo, pues contiene el ADN de Jesús. Esto desatará la guerra de los ángeles en la Tierra.

En los 3 complejos.

Fuente: Otros Cines, Filmaffinity.

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