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Ocho estrenos el último jueves de noviembre

Guillermo Del Toro con la genial “Pinocho”, Carey Mulligan en “Ella dijo”,  Juan Bautista Stagnaro con “Natalia, Natalia”, “Un mundo extraño” animada de Disney, “El hombre inconcluso” de Matías Bertilotti, “Aftersun”, “Bienvenidos al infierno”, y “NCT Dream The Movie”. Como siempre una selección de reseñas y los trailers para elegir que ir a ver en el medio de la euforia mundialista.

 

“Pinocho”

Muchos directores / guionistas / productores de prestigio suelen llegar a Netflix, seducidos por la generosidad de su billetera y las facilidades de producción, con proyectos hechos “de taquito”, “con piloto automático”, lejos de la calidad artística de sus obras precedentes. Guillermo del Toro parece ser una de las bienvenidas excepciones a la regla: tras su estimulante Gabinete de curiosidades, ahora es el turno de un film que soñó durante casi dos décadas y que solo ahora, gracias a la N roja, logró financiar.

La proyección marplatense comenzó con varios niños pequeños en la sala cargados de dulces y pochoclos. Las madres, que no sabían que se proyectaría la versión subtitulada (las voces originales son esenciales), ni tampoco que muchas de las imágenes eran bastante tenebrosas y truculantes, optaron por abandonar la sala junto a los pequeños a los pocos minutos de comenzada. Para el resto, cinéfilos jóvenes y no tan jóvenes, fue una experiencia fascinante, saludada durante los créditos finales con una ovación.

Del Toro sabe que es, además de un autor extraordinario, una “marca” y es por eso que, con algo de petulancia y hasta arrogancia, le agrega últimamente su apellido a casi todos los títulos. No se trata entonces del “Pinocho de Carlo Collodi”, sino del Pinocho de Guillermo del Toro. Algunos verán en esta decisión la apropiación indebida de un clásico, pero es lo que todo gran artista hace a la hora de transponer una obra: apropiarse de la misma, hacerla suya, darle su impronta, amoldarla a sus propias obsesiones (incluso algunas que vienen desde la infancia).

Lo concreto es que Del Toro está superando todas las dudas, todos los desafíos, todos los escepticismos (si algo no me interesaba antes de entrar al inmenso Ambassador 1 era ver ¡otra vez! una versión de Pinocho y menos después del reciente desatino de Robert Zemeckis para Disney+) y con esta película -codirigida con Mark Gustafson (colaborador en Meet the Raisins! y El fantástico señor Zorro)– se suma a la rica historia reciente de los grandes cultores de la animación stop-motion (léase las factorías Aardman de Peter Lord, Nick Park y David Sproxton, Laika, Carton Saloon o los trabajos de Tim Burton y Henry Selick).

Narrada en off por el Sebastian J. Grillo / Cricket de Ewan McGregor, Pinocho de Guillermo Del Toro arranca la historia con la muerte de Carlo, el encantador y adorado hijo de Geppetto y cómo, en medio de un ataque de angustia y dolor, el brillante ebanista (la voz de David Bradley) construye el Pinocho de madera (Gregory Mann) que luego termina convirtiéndose en una suerte de hijo sustituto.

La versión de Del Toro, como el personaje principal, adquiere vida propia y se transforma en un delicioso delirio visual, con su propia dinámica, sus momentos perversos y hasta su dimensión política (allí aparece el mismísimo dictador Benito Mussolini en una escena satírica y truculenta a la vez). La única objeción (mínima) son un par de momentos musicales que parecen haber sido concebidos con objetivos “oscarizables”.

Si la animación cuadro por cuadro es un deleite, una auténtica proeza técnica y artística (por momentos, en los pasajes más fantásticos, parece dialogar con la estética Ghibli del gran Hayao Miyazaki), no resulta menor el aporte de los notables intérpretes convocados para aportar sus voces: al mencionado Ewan McGregor, se les suman en personajes muchas veces secundarios Christoph Waltz, Tilda Swinton, Cate Blanchett, John Turturro, Ron Perlman y Tim Blake Nelson. Un auténtico dream team actoral para una película que propone una experiencia única que merece ser disfrutada en la pantalla más grande posible. En El Cairo.

 

 

“Ella dijo”

Tras una larga carrera como actriz y luego de dirigir cuatro películas en su país (La jirafa, Love Life, Stefan Zweig: Adiós a Europa y El hombre perfecto) e incursionar también en el mundo de las series con Poco ortodoxa, la alemana Maria Schrader llegó a Hollywood para rodar este guion de la cotizada Rebecca Lenkiewicz (Ida, Desobediencia, Small Axe) que a su vez está basado en la investigación que tres reporteras de The New York Times, Rebecca Corbett, Jodi Kantor y Megan Twohey (las dos últimas publicaron en 2019 el libro Ella dijo / She Said), que fue clave para destapar el caso de Harvey Weinstein.

Ya condenado a 23 años de prisión por un tribunal de Nueva York y actualmente enfrentando un segundo juicio en Los Angeles, Weinstein fue durante las décadas de 1990 y 2000 uno de los productores más poderosos del cine estadounidense con sus compañías Miramax y The Weinstein Company. Pero, mientras era premiado con el Oscar o aclamado en festivales como Cannes o Venecia, aprovechaba su poder para cometer todo tipo de abusos contra decenas de mujeres. Durante años logró -mediante coerción, la vista gorda judicial y acuerdos privados que le costaron varios millones de dólares en compensaciones- mantener todos sus excesos bastante silenciados (aunque era un secreto a voces en la industria) hasta que en octubre de 2017 el diario The New York Times y la revista The New Yorker (con el liderazgo de Ronan Farrow) publicaron contundentes investigaciones con testimonios de víctimas que mostraban un modus operandi, una conducta depredadora y complicidades de todo tipo para tapar cualquier escándalo público.

Lo que Ella dijo reconstruye son las historias personales de las periodistas Megan Twohey (Carey Mulligan) y Jodi Kantor (Zoe Kazan), que llevaron adelante la larguísima, compleja y finalmente brillante investigación con la supervisión de Rebecca Corbett (Patricia Clarkson). Ambas madres (la primera, que poco antes había investigado nada menos que los “deslices” de Donald Trump, dio a luz en aquella época, mientras que la segunda ya tenía dos hijos), tuvieron que dedicarle largas jornadas, semanas y meses a viajar y conseguir los testimonios y las evidencias necesarias como para desenmascarar a un Weinstein que tenía legiones de asistentes, ejecutivos y abogados para mantener la fachada y desactivar cualquier investigación que pudiera amenazar a su figura.

Lo mejor de Ella dijo es que llama a todo (y a todos) por su nombre y, sin embargo, es mucho más que una mera descripción y bajada de línea de este caso que fue el germen del movimiento conocido como #MeToo. Quizás lo más fuerte en ese sentido sea la presencia de Ashley Judd haciendo de ella misma, una de las tantas víctimas, pero que fue una de las primeras en animarse a denunciarlo públicamente (la original fue Rose McGowan).

Más allá de que en varios terrenos dramáticos se trata de un film bastante convencional, Ella dijoresulta una más que digna heredera de esa tradición -prácticamente un subgénero en sí mismo- de las película sobre investigaciones periodística que destapan escándalos. Me refiero a Todos los hombres del presidente, En primera plana o The Post: Los oscuros secretos del Pentágono, por nombrar solo algunos títulos.

Como periodista que soy (y esto obviamente no tiene por qué ocurrirle a gente que no forma parte de esta profesión), me fascinan y diría que en este momento (viendo la degradación casi terminal del oficio) hasta me conmueven las historias que exaltan el arte de la investigación hasta las últimas consecuencias. Podrá decirse con razón que The New York Times es uno de los pocos medios que aún cuentan con los recursos humanos y económicos como para desarrollar estos informes de muy largo aliento y absoluto rigor, pero así y todo es bueno y bello constatar que todavía un medio puede generar un cambio importante a nivel social.

Película de y sobre mujeres que van encontrando hilos de solidaridad que las conectan y las empoderan para sortear un universo claramente patriarcal, Ella dijo no solo se destaca por la sobria y al mismo tiempo tensa y convincente puesta en escena de Schrader sino también por un elenco que tiene a impecables protagonistas como Mulligan, Kazan y Clarkson, así como muy buenos aportes en papeles secundarios de Jennifer Ehle o la inglesa Samanatha Morton. Talento actoral para un film valioso en términos estrictamente cinematográficos y muy pertinente en estos tiempos de profundos cambios.

PD: La impecable y siempre funcional fotografía de Ella dijo es de Natasha Braier, una DF argentina que, si bien trabajó en nuestro país en películas como Glue y XXY, desarrolló casi toda su carrera en el exterior, donde colaboró con Nicolas Winding Refn (The Neon Demon), David Michôd (El cazador), Cédric Klapisch (Lo mejor de nuestras vidas), Sebastián Lelio (Gloria Bell), Claudia Llosa (La teta asustada) y Alma Har’el (Honey Boy), entre otros. En los cinco complejos de la ciudad.

 

“Aftersun”

Ya en plena segunda mitad de Aftersun, Sophie (la debutante y encantadora Frankie Corio), una niña de 11 niños, sube a cantar Losing My Religion, el popular tema de R.E.M., en una sesión de karaoke. La chica entona realmente mal y pide de forma ostensible que su padre Calum (Paul Mescal) vaya en su ayuda. Pero el hombre no solo no la acompaña sino que una vez que termina ese suplicio le tira un par de indirectas bastante hirientes que la joven capta a la perfección y retruca con sagacidad. Es un momento determinante y desgarrador de la película, que Charlotte Wells construye y maneja con una naturalidad, sensibilidad, elegancia y maestría infrecuentes en una guionista y directora que debuta en el largometraje (en el tono general hay alguna conexión lejana con La ciénaga, de Lucrecia Martel).

La historia de Aftersun -de obvios rasgos autobiográficos- está ambientada a fines de los años ’90, pero -como veremos después- narrada (recordada) desde el hoy por una Sophie ya treintañera (Celia Rowlson-Hall). Es, por lo tanto, un film de profunda melancolía, que revisita un momento en apariencia feliz (las vacaciones con un padre), pero que ha dejado heridas, traumas, cuentas pendientes que con el paso del tiempo se pueden dimensionar, elaborar, procesar y de alguna manera curar y saldar. Algo parecido a una reconciliación tras las inevitables frustraciones de la vida (y las decepciones con los padres).

Está claro que ese padre y esa hija se han visto poco y se conocen menos. Ella vive con su madre en Glasgow, mientras que él se ha radicado en Londres. Sin embargo, pese a la evidente distancia y cierta extrañeza, hay entre Calum y Sophie no solo cariño sino incluso cierta complicidad. Pese a incomodidades e incompatibilidades, ambos dan lo mejor para que la convivencia en un resort turco (mezcla de lujo y decadencia) en plena temporada estival resulte lo más llevadero posible. No habrá grandes reproches ni golpes bajos, pero con el correr de los días las diferencias se ahondarán con el adulto teniendo actitudes inmaduras y esa niña sobreadaptada haciendo sucoming-of-age, su progresiva incursión en la adultez.

A partir de situaciones aparentemente poco trascendentes como una partida de pool, una cena, un paseo en lancha para bucear o una charla que va de lo superficial a algo bastante más profundo (hay una en la que suena de fondo Tender, de Blur, que termina siendo conmovedora), Wells va moldeando, esculpiendo, macerando una historia sencilla, pero de insospechadas implicancias y alcances.

Hemos visto decenas de películas sobre relaciones padre-hija, también otras decenas sobre vacaciones en esos “all inclusive” donde conviven el disfrute con cierto patetismo propio del turismo de masas. Y también hemos visto muchas en las que el uso del video casero filmado por los propios protagonistas (aquí muchas imágenes en mini-DV) se resignifican con el paso del tiempo. Sin embargo, a partir de esos materiales a esta altura bastante recurrentes, Wells elude el lugar común, la complaciencia y la demagogia para conseguir algo realmente particular, con un grado de intimidad, ternura y sutileza que convierten a su primer largometraje en una de las sorpresas y revelaciones del año. En los Cines del Centro.

 

 

“Un mundo extraño”

Un poquito de Julio Verne y otro tanto de H.G. Wells, un despliegue visual que remite por momentos a la imaginería de los libros infantiles de Dr. Seuss pero también con algo de Avatar, las desventuras de tres generaciones de una familia de exploradores en busca de ese mundo extraño al que alude el título y alegorías bastante evidentes respecto del cuidado del medio ambiente y la diversidad sexual. Así, entre referencias algo obvias y mensajes políticamente correctos transcurre -con la ya acostumbrada excelencia en la animación, las mejores intenciones y ciertos lugares comunes de un guion no siempre inspirado- esta película realizada por Don Hall (Grandes héroes, Moana: Un mar de aventuras, Raya y el último dragón) y su colaborador Qui Nguyen (el autor de la historia que aquí además debuta como codirector)

Todo comienza con una expedición que no termina nada bien por las diferencia entre el intrépido patriarca Jaeger Clade (la voz de Dennis Quaid) y su mucho más precavido hijo Searcher (Jake Gyllenhaal). Transcurren 25 años y nos reencontramos con Searcher ahora casado con Meridian (Gabrielle Union) y como padre de un adolescente de 16 años llamado Ethan (Jaboukie Young-White). La familia interracial vive en armonía en una granja de Avalonia que tiene una fuente de energía limpia y renovable que proviene de una planta llamada Pando, descubierta en aquel viaje inicial. Pero, claro, los recursos no duran para siempre y una inconveniente plaga obligará a los Clade a salir en busca de ese mundo extraño, que no es otra cosa que un exuberante ecosistema dominado por coloridos paisajes, exóticas criaturas y, claro, unos cuantos peligros.

La película tiene un interesante planteo inicial, pero luego el guion se torna un poco caótico y la narración no hace más que acelerar para ofrecer una acumulación de estímulos visuales y golpes de efecto. Los personajes no alcanzan la gracia ni la empatía de films previos de Disney (y de sus primos de Pixar), pero compensa cierta sensación de deriva con una animación prodigiosa que tiene algo de espíritu de comic y de aquellas viejas revistas pulp.

Epica familiar en la que habrá espacio para la reconciliación luego de profundas grietas generacionales, Un mundo extraño es un relato de aventuras con moralejas ecologistas y un adolescente gay, Ethan, que finalmente se encontrará con su objeto del deseo, Diazo (Jonathan Melo). Sin embargo, no habrá beso como en Lightyear, sino apenas un abrazo. Disney se arriesga un poco más que antes, pero tampoco demasiado. Algo parecido a lo que ocurre con la película en general. En los cinco complejos de la ciudad.

 

 

“El hombre inconcluso”

El policial puro no suele ser un género muy frecuente en el cine argentino. Sí hay películas que toman algunos elementos reconocibles de su formato, pero para construir narraciones que acaban decantando hacia otros géneros u otras intenciones. Por eso sorprende la coherencia con la que El hombre inconclusoprimera ficción como director y guionista de Matías Bertilotti, se mantiene dentro de ese molde a lo largo de casi todo lo que dura su relato. Hay un crimen (un oficial de policía se sorprende cuando, desde un pueblito perdido en una provincia, llega un pedido de captura a su nombre, vinculado a un asesinato); hay un misterio (una persona con su mismo nombre, nacido el mismo día y con número de documento correlativo que ha desaparecido tras la muerte); y hay una investigación y un pueblo lleno de sospechosos que casi funciona como un cuarto cerrado.

El problema no es que El hombre inconcluso sea una película de recursos escasos, sino que, por lo contrario, se excede en las decisiones formales que le van dando forma al relato. No mucho, ni de manera ampulosa, pero si notoria. El uso de una voz en off inicial, por ejemplo, resulta un exceso que tiene su origen en una idea un poco conservadora de lo que debe ser un policial y de qué manera debe contarse. Como si la sola presencia de esa voz de aspiración literaria le permitiera al relato adquirir una atmósfera noir, pero que enseguida se revela como un gesto manierista. Algo parecido puede decirse de algunos personajes, cuya sola existencia solo parece explicarse a partir de la necesidad de adosarle al relato algunos toques (innecesariamente) costumbristas. O la banda de sonido expresionista, a veces invasiva, cuyo protagonismo por momentos se cuela por encima de la acción.

A diferencia de eso, resulta de cierto interés la idea de utilizar dos tipos de fotografía distintas para representar líneas del relato que corren en paralelo. Por un lado el presente, en el que el oficial investiga el crimen, filmado con un tono azul acero que busca remedar los claroscuros del policial negro. Por el otro, una paleta más saturada para destacar con colores brillantes los hechos ocurridos una semana antes y que desembocarán en el crimen, revelando el misterio sobre el clímax de la película. Una idea simple y no necesariamente original, pero que Bertilotti utiliza con cierto estilo. Queda para el final, junto con la resolución del caso, una segunda revelación que le da al relato una perspectiva y una connotación histórico-política que puede ser percibida con cierta ambigüedad. Por un lado, como una iniciativa bienvenida para utilizar el registro de ficción para representar la historia. Por el otro, como un recurso que, como la banda sonora, parece querer volverse más importante que el cuento que la película acaba de contar. Cinépolis, Hoyts, Showcase.

 

“Natalia, Natalia”

En la jerga policial, “Natalia Natalia” es el código para aludir a los NN, los cadáveres no identificados. Regreso al cine de Juan Bautista Stagnaro luego de más de una década de ausencia, Natalia Natalia comienza con un velatorio y termina con una ejecución. Tal vez entre ambos hechos haya más puntos de contacto de lo que parece. Tras el entierro de su ex marido, un subinspector de la policía que murió en el curso de una investigación por “un faltante de sustancias”, una maestra de escuela primaria, Silvia Monteferrante (Sofía Gala Castiglione), empieza a sentir sobre sus hombros el aliento del Comisario Mayor de Asuntos Internos, que parece demasiado interesado en el asunto. Silvia sospecha que hay gato encerrado, y hace bien en hacerlo.

Más que como a la viuda de un policía, el Comisario Molinari (Tony Lestingi, con el rostro afectado por una parálisis parcial) parece tratar a Silvia como sospechosa, intentando averiguar secretos de su ex marido. Sospechosa vigilada: unos desconocidos intentan entrar a su departamento, alguien quiere robarle la cartera por la calle y Molinari pone para que la “cuide” a un subinspector a quien llaman El Griego (Diego Velázquez). Si bien es hombre al servicio de Molinari, se adivina que entre él y Natalia va a haber algo más que una relación entre vigilante y vigilada. Mientras tanto, una abogada (Valentina Bassi) asoma como la única persona de confianza para ella, ayudándola con la investigación.

Natalia Natalia es una película fallida. En varios planos. Está filmada con corrección académica: al frente de los rubros técnicos hay profesionales probados. Uno de los problemas del nuevo film de Stagnaro (Casas de fuegoLa furiaEl séptimo arcángeles que se trata de un policial lánguido, carente de tensión. Es como si se confiara en que “filmar el guion”, escrito también por Stagnaro, es suficiente, cuando de lo que se trata en verdad es de ponerlo en escena. Y ponerlo en escena significa imprimirle un ritmo, una tensión, una vibración que aquí están ausentes. Los problemas son múltiples y empiezan, justamente, por el guion, que tiene apenas un par de sorpresas, cuya develación la propia película parece tratar con indiferencia. Por el contrario, desde que se ve por primera vez el rostro del Comisario Molinari, su hablar sibilino y su falsa amabilidad, clara tapadera de una condición siniestra, cualquiera adivina qué es lo que está pasando aquí. Otro tanto con la relación entre Silvia y “El Griego”.

Otro problema es el casting. Sofía Gala, ya se sabe, es de esas actrices que siempre hacen a su personaje creíble. Y Diego Velázquez es otro actor probado. Pero por más que “El Griego” se exprese de manera cortante, eventualmente agresiva, parece demasiado “bueno” para cargar con un procesamiento y prisión preventiva por homicidio. A propósito, ¿a quién mató, y en qué situación? Ése es apenas un detalle más de un film que falla desde la base. Showcase y Hoyts.

 

 

“Bienvenidos al infierno”

El heavy metal y todos sus hijos, la familia más numerosa del rock and roll, han mostrado en algún momento una fascinación por los misterios del ocultismo, la magia negra y la demonología. ¿A qué otra cosa se refieren el nombre de la banda Black Sabbath, padres de la monstruosa criatura, y la canción homónima, que además le da título al primer disco de los patriarcas británicos? Desde aquel álbum seminal, este género se mantuvo cerca de todas esas cuestiones, alcanzando su máximo punto de contacto en el black metal, variedad que no solo encuentra su inspiración en el satanismo, sino que de manera abierta manifiesta su militancia dentro de ese culto improbable (pero que los hay los hay). En torno a ese imaginario se construye la tercera película de la directora, guionista y productora argentina Jimena Monteoliva. Se trata de Bienvenidos al infierno, cuya protagonista es una joven embarazada que huye de los cuatro integrantes de una banda de black metal, quienes la persiguen para convertirla en el cordero de un sacrificio ritual con invocación incluida.

Aunque Bienvenidos al infierno no se aparta de las reglas del cine de terror mainstream, Monteoliva se toma el tiempo para contar la historia, evitando desbordes que también son habituales en el género. En especial, se permite presentar en detalle a su protagonista, Lucía, una joven que apenas ha dejado atrás la adolescencia, quien parece haber sido criada por padres bastante ausentes y termina viviendo con su abuela muda en un rancho ubicado en las afueras de un pueblo rural. Las características de ese ámbito impregnan la primera parte del relato de una calma que es solo aparente, detrás de la cual se ocultan las miradas inquisidoras y los secretos a voces. En paralelo, Bienvenidos al infierno va introduciendo la historia del vínculo entre Lucía y Cristian, alias El Monje Negro, vocalista de los metaleros en cuestión, a través de dos líneas. Por un lado en forma de flashbacks que revelan el origen de la relación; por el otro, mostrando la forma desquiciada en que los músicos satanistas van cercando a la víctima. Hay varios puntos destacables en Bienvenidos al infiernoMuchas de ellos tienen que ver con decisiones estéticas que ayudan a crear el clima de la película. En especial una fotografía que muchas veces parece homenajear las texturas ásperas de cierto cine de explotación italiano de los ‘70 y ‘80. En la misma línea se ubica el trabajo de arte, maquillaje y efectos especiales, que muestra un encanto por la truculencia analógica que parece sacada directamente de una película de Lamberto Bava o Lucio Fulci. Las actuaciones del elenco completo también merecen elogiarse, en particular el trabajo de Constanza Cardillo como Lucía y el del siempre efectivo y versátil Demián Salomón, figura habitual en este tipo de producciones, en el papel del Monje Negro. Tal vez los giros de la película se vuelvan algo convencionales, pero sin subestimar nunca al espectador. En el Cine Arteón.

 

 

“NCT DREAM THE MOVIE: IN A DREAM”

NCT DREAM presenta su primera película NCT DREAM THE MOVIE: In A DREAM en los cines de todo el mundo. Esta nueva película refleja actuaciones de gran energía con sus siete miembros, captadas durante su segundo concierto solista, «NCT DREAM TOUR ‘THE DREAM SHOW2 : In A DREAM», en el emblemático Estadio Olímpico, el más grande de Corea del Sur y en el que los músicos sueñan presentarse. Este evento imperdible también incluye escenas detrás de escena, entrevistas exclusivas entre bastidores y ¡una mirada sobre el futuro que los integrantes vislumbran más allá del escenario. En el Showcase y Hoyts.

 

 

Fuente: Otros Cines, Diego Batlle, Página 12, Juan Pablo Cinelli, Cinépolis.

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