El doctor Martín Gruenberg, médico pediatra con 30 años de experiencia, dialogó con Todo Pasa de Radio Boing para analizar el impacto del uso de pantallas y redes sociales en el desarrollo de los niños. El especialista destacó el cambio de paradigma tras la pandemia y alertó sobre las consecuencias del sedentarismo y la falta de estímulos directos.
Consultado sobre la edad ideal para que un niño tome contacto con una pantalla, Gruenberg fue contundente y explicó cómo evolucionó la recomendación:
“La Academia Americana de Pediatría desaconseja completamente el uso de pantallas hasta los tres años,” afirmó. Luego de esa edad, la recomendación es limitarlo a “una o dos horas por día de un contenido educativo y supervisado por los padres”.
El doctor recordó que, si bien la pandemia flexibilizó las reglas, los estudios científicos actuales demuestran el daño que genera la exposición temprana. Comparó la situación actual con la televisión de hace 30 años, cuando los chicos veían un promedio de tres o cuatro horas diarias. “Ahora hay chicos que están el 80% del tiempo despiertos frente a una pantalla. Es dramática la situación y el efecto que esto está generando”.
El pediatra detalló los graves efectos que produce el uso excesivo de pantallas: Daño neurológico y de motricidad: En los chicos chiquitos que están scrolleando, se genera un daño en la maduración de la motricidad fina. “Piensan que la vida es eso. Después van y tocan las cosas, no pueden agarrar las cosas porque no tienen el desarrollo normal de los dedos”, explicó. Sedentarismo y consumo: El uso prolongado de dispositivos aumenta el sedentarismo y el consumo, lo cual favorece la pandemia mundial de obesidad. Aislamiento y falta de naturaleza: Los chicos no se relacionan con sus pares naturalmente ni están en contacto con la naturaleza. “La falta de contacto con la naturaleza ya se sabe que favorece enfermedades como alergia, asma [y] diabetes”, señaló, y citó el movimiento Eat Dirt (Come Tierra) de Estados Unidos como símbolo de la necesidad de contacto con el entorno natural.
Gruenberg ejemplificó la falta de conexión que generan las pantallas: “Me pasó que yo le decía: ‘Brian, sacate las crocs y subite a la balanza’. No pueden responder a dos órdenes sencillas, porque no se conectan con vos. No están acostumbrados que alguien se dirija específicamente a ellos”.
El doctor insistió en la necesidad de que los padres pongan límites, incluso cuando la situación parezca “consumada” y los chicos ya sean mayores. Citó el ejemplo de la película Trainspotting y cómo la acción de los padres salvó al protagonista de su adicción a la heroína.
“Poner límites es un acto de amor que da muchísima libertad,” sentenció Gruenberg. “Cuando un chico no tiene límites no tiene libertad para elegir. Le estás dando la posibilidad de elegir qué puede hacer y qué no puede hacer.”
Al ser consultado sobre la dificultad que sienten los padres hoy en día, sobre todo cuando los adultos también usan las pantallas en la mesa, el pediatra citó a su antiguo profesor: “Res non verba: hechos y no palabras”. Subrayó que uno educa con el ejemplo y con lo que hace, no con lo que dice.
Respecto a la creencia de que hay que entretener a los chicos, Gruenberg lo desmitificó: “¡Es buenísimo que los chicos se aburran! ¡Es genial!” Gracias al aburrimiento, uno puede desarrollar la imaginación y generar las interconexiones neuronales que hoy faltan.
Finalmente, sobre los chicos con neurodivergencia (como el Trastorno del Espectro Autista o el déficit atencional), el doctor reconoció que las pantallas son la manera más fácil de calmarlos. Señaló que los padres deben encontrar un equilibrio entre saber que le están haciendo un daño y la necesidad de tranquilizarlos.

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