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Todo Show

Se suma Indiana Jones a los tanques que están en la cartelera rosarina

Vuelve Harrison, vuelve Spielberg, se sumó George, llamaron a Mangold. Una más ¿la última? de Indy con toda la parafernalia -ahora de Disney además- junto a otros 3 estrenos, uno de ellos otra animada con “sirenas y krakens”. La cartelera quedará llena de películas de alto perfil, unas 10, atomizando salas, horarios y público. Faltan unas semanas todavía para las vacaciones de invierno y se llena todo a tope de propuestas. Aquí una selección de reseñas y donde verlas, porque el cine se ve en el cine.

 

“Indiana Jones y el Dial del Destino”

 

Steven Spielberg y George Lucas como productores ejecutivos; James Mangold, responsable de muy buenos films como Tierra de policías, Johnny & June: Pasión y locura, El tren de las 3:10 a Yuma, Logan y Contra lo imposible en la dirección; los inolvidables acordes de John Williams que ponen la piel de gallina; el regreso del gran Harrison Ford, ya octogenario; la incorporación de la siempre simpática Phoebe Waller-Bridge (Fleabag) como compañera de aventuras y del talentoso Mads Mikkelsen como villano… Con semejantes aportes todo parecía asegurado para una película inolvidable, pero en el contexto en que la vimos (la Sala Lumière, la más grande e icónica de Cannes), todo resultó un poco menos convincente de lo esperado y, así, la experiencia terminó siendo un poco (solo un poco) frustrante.

En un par de planos de este quinto ópus de la franquicia iniciada en 1981 por Spielberg con Los cazadores del arca perdida se ven solo el sombrero y el látigo de Indiana Jones, dos elementos que alcanzan exponer el carácter ya mítico del personaje y de la saga en varias generaciones de espectadores.

Mangold, a puro oficio, le imprime a las dos horas y media de narración todo el vértigo y la espectacularidad esperables, pero esa sobredosis de adrenalina no alcanza a maquillar, a disimular la sensación casi permanente de que todo luce más mecánico, artificial, menos encantador y gracioso que los films de Spielberg. El envoltorio es prometedor, pero en el corazón, en su esencia, se trata de un largometraje bastante esquemático, sin demasiada gracia ni fluidez.

El prólogo transcurre en plena decadencia del nazismo y un Harrison Ford rejuvenecido gracias a los efectos visuales y la inteligencia artificial se salvará con lo justo de la horca y escapará en auto, moto y tren desafiando siempre las leyes de la física. Luego, la acción salta a 1969 con un Indiana Jones que está a punto de divorciarse de Marion (Karen Allen) y de retirarse de la docencia, pero -claro- al rato estará volviendo a la acción para ayudar a Helena Shaw (Phoebe Waller-Bridge), hija del arqueólogo inglés Basil Shaw (Toby Jones) y también su ahijada, para viajar por el mundo para recuperar las dos partes del MacGuffin de turno (la Antikythera, un artefacto concebido por el físico y matemático Arquímedes) que también busca el científico nazi Jürgen Voller de Mads Mikkelsen.

Nueva York, Tánger, Grecia y Sicilia son algunas de las locaciones elegidas para la acción y alguna escena submarina plagada de anguilas o a caballo por el subte de Manhattan, así como ciertos viajes en el tiempo, están a la altura de las circunstancias, aunque ninguna alcanza la genialidad de tantas de las que supo construir Spielberg. En todas las salas.

 

 

“Krakens y Sirenas: conocé a los Gillman”

 

 

A veces Hollywood nos sorprende por el modo en el que se asemejan ciertas ideas en medio del cada vez más competitivo mundo de las producciones animadas a gran escala, que encaran los grandes estudios. Sin embargo, Krakens y Sirenas es el ejemplo más reciente de una práctica que aparece con más frecuencia de la que podríamos imaginar.

Ruby Gillman, la adolescente que protagoniza el nuevo largometraje de la división animada de los estudios DreamWorks, tranquilamente podría verse como una versión algo crecida de la figura principal de Red, el notable largometraje de Pixar estrenado el año pasado. Entre la púber chino-canadiense Meilin Lee, que a los 13 años vive con su familia en Toronto la tensión entre ser fiel a sus raíces y adaptarse a su nuevo entorno cultural y la inquieta Ruby Gillman, cuya única aspiración es ser vista como una típica adolescente, solo hay una pequeña diferencia de edad.

Como si todo esto fuera poco, los dos personajes conviven con sendas madres caracterizadas por sus tendencias sobreprotectoras. Y de paso, a modo de chiste involuntario, Ruby y su familia les dicen a los humanos que ingenuamente se preguntan por sus rasgos bien diferenciados y el color azulado de su piel que ellos ¡son canadienses!

Alcanza esa afirmación para que todos los demás les crean. Especialmente el desconfiado capitán Gordon Lighthouse, un viejo lobo de mar obsesionado con cazar krakens, especies que como todos sabemos representan dentro de la fauna marina de las sagas nórdicas a mitológicos monstruos marinos, parecidos a gigantescos pulpos o calamares, que emergen de las profundidades para atacar navíos y devorar a sus tripulantes.

Estos krakens, en cambio, son muy pacíficos y tranquilos, integrados plenamente a la vida de la comunidad de Oceanside. Están dibujados, como el resto de los personajes y los escenarios de esta historia, con trazos básicos, ingenuos y muy coloridos que reflejan, sobre todo, la vida prototípica de los adolescentes de hoy, atentos a los estímulos de las redes sociales y a una vida de relación llena de incertidumbre.

La historia, narrada a puro vértigo visual y con cambios de estímulos permanentes, deja en un momento de lado la descripción de este mundo adolescente (lo más atractivo del relato, sin duda) para concentrarse en la peripecia de Ruby, el reconocimiento de su identidad y la batalla que terminará librando con más ruido que sustancia contra su némesis, una sirena que podría verse como el reverso del clásico personaje de Disney.

Debajo de todo el estruendo de este choque hay algunos personajes muy tiernos (empezando por la propia Ruby) y una ambientación llena de colores vivos, especialmente pensada para el disfrute de los más chicos. Para el disfrute de sus acompañantes adultos (si hay copias disponibles) están las magníficas voces originales, esenciales para la construcción de los personajes. Se lucen especialmente aquí Jane Fonda y Toni Collette, imposibles de reemplazar por ignotas doblajistas. Pero no queda más remedio que hacerlo. En los cinco complejos.

 

 

“La Barbarie”

La barbarie es una historia de iniciación en un medio agreste, hostil, cercano a lo que su título indica. Allí, un muchacho de ciudad deberá aprender los códigos que se requieren para sobrevivir, los rituales de una virilidad primaria, que aunque el film no lo sea lo asocian con una película de cárcel. Hay que asistir a la castración de un toro, llevar docenas de testículos en un balde, y hay que aprender cuándo callar y cuando no hacerlo. Aunque el autor de esta nota es reacio a calificar a todo film con vacas como western contemporáneo, en este caso cabe la referencia. No hay indios pero sí racismo, en base a ciertos “derechos” que vienen del feudalismo e implican también la ley de clase y la sexual. No hay, finalmente, duelos con revólver, pero sí a palazos y cinturonazos.

Nacho (Ignacio Quesada) cae sin aviso en la estancia de su padre, Marcos Risdale (el siempre notable Marcelo Subiotto), a quien no ve hace tiempo. Decidió dejar la casa de la madre (“la de Callo y Juncal”), sin darle demasiadas explicaciones. El padre, un terrateniente que vive dando órdenes, saluda a su hijo como si lo hubiera visto ayer. Se aproxima la fecha de un remate, y Marcos quiere tener su plantel de vacas y toros al completo y en las mejores condiciones. En esta circunstancia comienzan a aparecer reses muertas, sin signos de violencia ni de enfermedad, ni ninguna razón válida para que eso suceda. Mientras tanto, Nacho intenta restablecer la relación con Rocío, la hija del encargado, una chica de su edad que es madre precoz (Tamara Rocca), y en cuya casa lo reciben con una misteriosa falta de hospitalidad. Ni que hablar de Luis, hermano de Rocío y peón de Marcos (Lautaro Souto) cuyo odio por el recién llegado crece como una olla a presión. ¿Odio por el chico de ciudad, odio de clase? Seguramente, pero no solo eso. La barbarie pone en cuestión los términos de la maniquea fórmula de Sarmiento, civilización o barbarie. Cuando Nacho llega a casa del padre, se detiene unos segundos frente a un cuadro que representa un malón. A ese cuadro se le opone una foto de un antepasado, que peleó en la Campaña del Desierto. ¿Quién es más bárbaro, quién más civilizado? Del mismo modo que los terratenientes blancos masacraron a los indios, la ley que Marcos hace valer, de muy larga data, se basa en su condición de superior, que obliga a callar al subalterno. Frente a esta impotencia, la única arma es la venganza. Por su parte y para no terminar simbólicamente como el toro, Nacho deberá demostrar que puede jugar de visitante, y ganar.

A diferencia de tanto cine argentino que impone el “mensaje” por sobre la verdad misma del relato, el realizador Andrew Sala (Pantanal) se sumerge en un mundo de bosta y rodeos, de aperos y rebencazos, de silencios y miradas torvas, para extraer de él aquello que quiere decir. Sala maneja con precisión tiempos y tensiones, mutismos y estallidos de violencia, dejando que crezcan sin forzarlo y logrando una veracidad infrecuente, gracias al enfrentamiento de actores profesionales y amateurs, ambos igualmente inmejorables. La de Luisito es una presencia hermética y temible, y Rocío es una cimarrona, con una historia detrás que justifica esa condición. En el Arteón y en El Cairo.

 

 

“Laberintos personales”

 

En Argentina hay 3 millones de personas que desconocen su identidad de origen; la directora del film es una de ellas y su búsqueda personal cumplió ya dos décadas. Durante la pandemia, un grupo de hijas e hijos sustraídos de sus familias y madres, a quienes les arrebataron sus bebés, víctimas del tráfico de personas, se unieron para exigir ante la justicia federal que sus derechos vulnerados sean restituidos y así poder llegar a la verdad. En el Arteón.

 

 

Fuente: Otros Cines, Diego Batlle, La Nación, Marcelo Stiletano, Página 12, Horacio Bernades, Filmaffinity.

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