El furor total por Barbie y con el arrastre con los otros títulos también sumando 3 millones de espectadores en una semana -récord para las pantallas argentinas- llegan 6 nuevas películas a las salas de la ciudad. Disney desembarca con “Mansión Embrujada”, tres propuestas argentinas, una comedia y un exorcismo llegan a Rosario. Aquí como siempre una selección de reviews y donde verlas, porque el cine se ve en el cine.
“Mansión embrujada”
No es habitual que una reseña comience por el nombre de un guionista (o una guionista como en este caso), pero en 2016 a Katie Dippold, que venía de escribir la exitosa Chicas armadas y peligrosas (The Heat) para Paul Feig, le encomendaron revivir la saga de Cazafantasmas junto al mismo director. Aunque el resultado artístico y comercial de aquel reciclaje estuvo por debajo de las expectativas, ahora Dippold aparece como la responsable de desenterrar otra franquicia como la de search Mansión embrujada. Pasaron 20 años y ya casi nadie recuerda aquel engendro con Eddie Murphy y, por lo tanto, Disney insiste en exprimir el concepto del exitoso juego de sus parques temáticos para una combinación de comedia y terror con algo de simpatía y encanto, pero también con muchos pasajes en los que la narración avanza con el piloto automático puesto.
Tras la elección de Dippold para el guion, el seleccionado para la dirección fue Justin Simien, creador de la película y la posterior serie Dear White People. Sin embargo, poco del espíritu satírico y provocador que se desprendían de las cuatro temporadas disponibles en Netflix sobre las desventuras de un grupo de estudiantes negros que sufre todo tipo de discriminaciones raciales en una prestigiosa universidad con mayoría de alumnos blancos reaparece en este producto que tiene algunas escenas inspiradas y un asombroso despliegue visual con un aluvión de CGI para generar las apariciones fantasmales, pero también mucho de fórmula.
Ben Matthias (el ascendente LaKeith Stanfield, visto como el Darius de la serie Atlanta y en películas como Más dura será la caída y Judas y el mesías negro) es un astrofísico cuya vida entra en un declive absoluto cuando muere su pareja. Convertido en el guía de tours a edificios que supuestamente tienen presencias fantasmales, el deprimido protagonista combina dosis similares de escepticismo, cinismo y mala onda para romper las ilusiones de los sugestionados turistas que visitan Nueva Orleans (la elección de la locación no es casual, ya que más allá de su pintoresquismo es una ciudad con un 59% de población negra).
Hasta que un día golpea a su puerta el (falso) padre Kent (Owen Wilson), quien le ofrece 2.000 dólares para que vaya a sacar unas fotografías espectrales (ha inventado una cámara con un lente especial para tal efecto) en la mansión del título que han alquilado una madre soltera llamada Gabbie (Rosario Dawson) y su pequeño hijo Travis (Chase W. Dillon). A ellos se les sumarán la espiritista Harriet (Tiffany Haddish) y el profesor de Historia Bruce Davis (el mítico y aquí poco aprovechado Danny DeVito). Serán, entonces, ellos seis contra los habitantes ocultos del lugar, en especial el El Fantasma del Sombrero de Jared Leto (en la segunda mitad también hay participaciones especiales de Jamie Lee Curtis y Winona Ryder) en una comedia negra con algo del universo de un Tim Burton.
En las dos horas de enredos hay situaciones paranormales que pueden resultar simpáticas para un público infantil (y quizás también para ciertos adultos) y conflictos psicológicos bastante básicos (Travis siente la falta de su padre y Ben surgirá como una suerte de figura sustituta). No hay demasiada creatividad ni audacia en esta propuesta apenas correcta y profesional, pero si la bajísima vara es la que dejó la mencionada película de 2003 podemos afirmar de que la mejora ha sido bastante sustancial. En todos los complejos.
“Doble discurso”
En los últimos meses la producción audiovisual argentina se ha ocupado con bastante frecuencia de la trastienda de la política y la lucha por el poder (ahí están desde la segunda temporada de El Reino hasta Diciembre 2001) y, en ese mismo terreno, incursiona este cuarto largometraje de Hernán Guerschuny.
Tras la imprevista muerte del presidente en ejercicio (Luis Margani, el Rulo de Mundo grúa), se desata una interna por la sucesión con vistas a unas inminentes elecciones. Quien en principio sale mejor parado y encabeza las encuestas es Ricardo Prat (Rafael Ferro), un ex medallista olímpico y mujeriego que representa al conservador Partido Libertad Ciudadana y se vende como alguien nuevo que llega para cambiar una clase política dominada por la corrupción.
Pero, claro, Prat no es tan intachable como se lo quiere vender (el jefe de campaña es su primo Miguel interpretado por Jorge Suárez) y allí aparece Camila Hewell (Julieta Cardinali), una periodista de investigación “progre” (hay un primer plano de su pañuelo verde) que denuncia las oscuras conexiones del político con Jorge Domenech (Víctor Laplace ), un poderoso empresario que desde hace tiempo maneja los hilos del poder, hace aportes en negro a los partidos y tiene negocios non sanctos como la minería a cielo abierto en un pueblo de Catamarca que podría afectar la salud de la población local.
Y ahí es cuando aparece en escena el verdadero protagonista de la película, El Griego (Diego Peretti), un veterano consultor, asesor y maestro del marketing político que su ufana de no haber perdido nunca una elección y es capaz de apelar a todo tipo de manipulaciones y jugadas sucias. Ya retirado de la actividad, este hombre dominado por el cinismo está divorciado y tiene un pequeño hijo al que no le presta demasiada atención. Obsesionado por completar una colección de estampillas y lleno de deudas, no tiene más remedio que volver a las zonas más oscuras de la política para salvar la campaña de Prat, al que le dicta cada una de sus frases públicas (y hasta privadas) cual si fuera una mera marioneta.
Más allá de su intento (no demasiado profundo ni revelador) por desentrañar la trastienda de la política, Doble discurso maneja una permanente tensión romántica entre Prat y Camila primero y entre ella y El Griego después. La periodista fue su alumna en tiempos universitarios, pero aquel profesor lleno de ideales traicionó a sus estudiantes para convertirse en el mercenario que es en la actualidad. Una discípula devenida contrincante y luego…
La película tiene un problema de tono (demasiado superficial y ligera como denuncia, demasiado rebuscada como ejercicio de comedia romántica) y la mixtura nunca termina de cuajar del todo. Los distintos arcos dramáticos son en varios casos inverosímiles. Hay una escena en el pueblo de Peñaloza en la que la comunidad está indignada por el envenenamiento cotidiano al que es sometida por la explotación minera; Prat comienza a dar un discurso “emotivo” que se ha aprendido de memoria y termina cambiando los insultos por aplausos. Guerschuny en su doble rol de guionista y director también peca de demasiado explícito al subrayar desde los diálogos cuestiones como (sic) “las diferencias entre manipulación y mentira” o “la ética del periodismo”.
Es probable que la obligación de concretar una historia de alcance universal para los más de 240 países en los que opera Amazon Prime Video haya conspirado contra un menor didactismo y una mayor credibilidad y capacidad de identificación desde una perspectiva más argentina (los partidos se llaman Libertad Ciudadana, Frente Progresista Unido y Ecologista Popular), pero lo concreto es que la historia luce en varios pasajes demasiado forzada, torpe y pasteurizada. Las actuaciones, en ese sentido, resultan mucho más convincentes que el material que les toca en suerte.
La puesta en escena de Guerschuny es muy prolija y cuidados también son todos los rubros técnicos de una producción que incluye un buen uso de locaciones como la Casa Rosada y la Plaza de Mayo o la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Entre desventuras políticas y afectivas, entre hipocresías, confabulaciones y traiciones cruzadas, entre redenciones y segundas oportunidades, Doble discurso utiliza como leit motiv musical a Shine, el clásico tema de Las Pelotas, pero si algo le falta a esta película es brillo. En los Cine Del Centro.
“El último otoño”
Ramón viaja con su familia a la casa de su infancia en San Martín de los Andes por el cumpleaños de su madre. Cuando están por volver reciben una noticia que cambia los planes. El otoño va perdiendo sus hojas, ya no queda tiempo. En el Arteón.
“Dos manos todas las voces”
A fines de los años 60, Hugo de la Vega, con su Grupo Azul, incorporó música popular y folclórica argentina al ámbito lírico y coral, que hasta entonces solo permitía repertorio académico. Hoy, 50 años después, rearma su coro vocacional para dar un concierto de tangos. La inexperiencia de sus nuevos integrantes dificulta el objetivo.
Con una cruda niñez, pero con la aparición oportuna de un músico alemán que descubrió sus dotes musicales, es que Hugo, hoy, tiene una amplia trayectoria que el tiempo parece reconocer. Ya en el final de su carrera, busca un discípulo a quien dejar su legado.
“De niño yo era un desastre. Vago, peleador e inconstante en la escuela. La música y la actividad coral me atraparon para siempre; esa fue mi salvación, si no yo terminaba como un delincuente o algo parecido”. Hugo César de la Vega. En el Cine Arteón.
“Locas en apuros”
“Del coescritor de Locamente millonarios y los productores de Buenos vecinos, Este es el fin y No me las toquen”, reza el afiche promocional de Locas en apuros, traducción genérica –y un tanto peyorativa– del Joy Ride original. En esas referencias se plantean los universos entre los que se mueve esta comedia a cargo de la realizadora malaya Adele Lim.
Locamente millonarios / Crazy Rich Asians (2018)) fue parte de la explosión del cine centrado en la comunidad asiática de los últimos años, la misma que explica, al menos en parte, la coronación de la coreana Parasite en los premios Oscar de 2020. Y los productores a los que refieren no son otros que Seth Rogen y Evan Goldberg, socios creativos detrás de esos títulos y del guion de Súper cool / Superbad (2007). “Asianexploitation” y algo de zarpe e irreverencia, entonces, como las directrices de este film centrado en el viaje de cuatro amigas al Lejano Oriente, más precisamente a China y Hong Kong.
Las chicas, en realidad, no son amigas. O no todas. Dos ellas, Audrey (Ashley Park) y Lolo (Sherry Cola), lo son desde la infancia y hoy tienen vidas muy distintas, con la primera a punto de convertirse en socia de una importante impresa y la otra, rebuscándoselas con artesanías. La tercera integrante es Deadeye (Sabrina Wu), una prima de Lolo que como principal rasgo tiene un fanatismo extremo por el K-pop, además de una vida social íntegramente digital. La última, una vieja compañera de Audrey, se sumará a ellas en China.
El motivo “oficial” del viaje es cerrar un negocio por parte de Audrey. Pero hay otro no menos importante, que tiene ver con conocer su historia personal, pues ella fue adoptada de muy chica por un matrimonio norteamericano. No hay que ser un genio para imaginar que no todo saldrá como esperan y que el camino presentará varias situaciones que sirven en bandeja momentos de comedia.
Y esos momentos son, en su mayoría, muy buenos: ejecutados con timing por las actrices y con una tendencia al desborde y lo caótico propia de las películas de Rogen y compañía. El problema con Locas en apuros empieza, justamente, cuando deje la locura de lado para abrazar el sentimentalismo y la emotividad, cortesía de la subtrama familiar y de las rispideces que surgirán entre ellas. Así es hasta amarrar en el puerto seguro del cine donde todas aprenden algo. En el Hoyts.
“El exorcismo del demonio”
Yakov acepta ser el shomer, el velador en la vigilia hebrea, del cadáver de un anciano superviviente del Holocausto. Al poco de llegar a la habitación donde yace el difunto, Yakov empieza a experimentar fenómenos paranormales. En Cinépolis y Monumental.
Fuente: Otros Cines, Diego Batlle, Filmaffinity, Sensacine.
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