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Seis estrenos este jueves 16 de mayo

Luego de varios melodramas más clásicos, el director y actor italiano vuelve al registro de comedias anárquicas y delirantes como Palombella rossa, Aprile o Caro Diario con LO MEJOR ESTÁ POR VENIR. A un año de su estreno mundial en la Competencia Oficial del Festival de Cannes 2023, llega a 16 salas de la Argentina esta sátira política con el sello tan particular del creador de El caimán, La habitación del hijo, Habemus Papa, Mia madre y Tre piani.

También llega Dev Patel con “Monkey Man”, “Increíble pero cierto”, “Tarot de la muerte”, “Crowrã. La flor del Burití” y “Amigos imaginarios” llegan a las salas rosarinas, y aquí hay una selección de reseñas para elegir que ir a ver al cine, porque el cine se ve en el cine.

“Lo mejor está por venir”

Un circo húngaro que llega en 1956 a un suburbio de Roma en pleno levantamiento social contra el estalinismo en ese país. Las internas en el Partido Comunista Italiano y el diario L’Unitá en aquellos tiempos. El matrimonio entre un director (el propio Moretti) y una productora (Margherita Buy) que se termina luego de 40 años y el romance que la hija de ellos, Emma (Valentina Romani), inicia con un hombre mucho mayor (Jerzy Stuhr). Un financista francés (Mathieu Almaric) que va preso por estafas. El rodaje de la película que realiza Moretti y las intervenciones de Nanni en otra de acción que filma un cineasta joven. Muchos temas populares italianos (Franco Battiato, Luigi Tenco, Fabrizio De André), y varios momentos de cantos y bailes en plan abracemos sin prejuicio al género musical. Fragmentos de películas (Lola, de Jacques Demy; La dolce vita, de Federico Fellini) y referencias cinéfilas (sus profundas diferencias con el método de John Cassavetes; su amor por los hermanos Taviani; No matarás, de Krzysztof Kieslowski; La jauría humana, de Arthur Penn, The Blues Brothers / Los hermanos caradura). Largas sesiones de terapia. Él nadando en una piscina y pateando una pelota… La enumeración podría seguir porque Il sol dell’avvenire es una acumulación de viñetas, una sucesión de personajes y conflictos, de cambios de registro, de saltos de época, de cine dentro del cine en los estudios Cinecittà. Ah, y falta consignar una reunión que el protagonista tiene con ejecutivos de Netflix (hilarante escena, de las mejores de Cannes 2023) en la que le repiten una y otra vez que la plataforma está disponible en 190 países, le hablan del arco narrativo, de los puntos de quiebre y de los momentos WTF (What The Fuck). Nanni contra el imperio de los algoritmos.

Como podrán intuir solo al haber leído ese largo primer párrafo estamos en presencia de una película derivativa, incómoda, algo desprolija, pero al mismo tiempo siempre audaz, desprejuiciada, sin miedo al ridículo (y en varios momentos está muy cerca de caer en él). Vista desde una perspectiva cuestionadora, sus detractores dirán que Lo mejor está por venir es un film en el que un Moretti viejo quiere volver a hacer las películas que hacía de joven. Desde otra más optimista, es la obra de un hombre maduro que se sigue cuestionando todo, que se arriesga en cada escena, que busca de manera permanente aplicar nuevas ideas aunque claramente no se sienta del todo cómodo con varias de ellas.

Ya sin la Vespa pero recorriendo Roma en un monopatín eléctrico junto al personaje de Amalric, Lo mejor está por venir tiene a un Moretti reflexionando sobre el comunismo italiano ayer y hoy, de su liberación cuando rompió con el estalinismo soviético, de sus aportes pero también de la homofobia o los dogmas que lo marcaron durante mucho tiempo. También, como tantas veces, hablando sobre la ética y estética del cine contemporáneo y de la muerte de un tipo de películas que él viene construyendo desde hace tiempo (se cuestiona que haya que esperar cinco años para hacer un nuevo largometraje).

Que es demasiado egocéntrico, autorreferencial, autoparódico y/o autocondescendiente, que por momentos es redundante y subrayado, que Moretti canta mal y baila peor, que ya está demasiado grande para algunos caprichos y berrinches más propios de un adolescente… Puede ser, pero hay algo de la honestidad brutal de Moretti que sigue siendo una rareza a reivindicar en el contexto de un cine contemporáneo en el que ya casi no quedan autores que escriben, filman y dicen sus ideas sin preocuparse por el qué dirán, exponiéndose, poniendo el cuerpo y la voz. Una actitud de perseverancia y resistencia que resulta en muchos casos conmovedora.

DIEGO BATLLE.

SHOWCASE Y DEL CENTRO.

 

“Monkey Man”

Dev Patel se hizo famoso pasándola mal. Muy mal. En la oscarizada ¿Quién quiere ser millonario? (2008), fue un humilde adolescente vilipendiando por la vida ante una oportunidad en el programa de juegos del título. Ocho años después, en Un camino a casa (2016) le tocó ser un joven en busca de su familia, de la que se había separado luego de haberse perdido de su madre a los cinco años. Ahora, y otra vez con un interludio de ocho años, se pone en la piel de un luchador que también perdió a su madre en una situación traumática y al que se le presenta ante sus ojos la posibilidad de concretar una venganza.

El debut en la realización de largometrajes del británico de origen indio –que también produjo y coescribió– está muy lejos de lo que sus mayormente amables trabajos como actor invitaba a presuponer. Monkey Man: el despertar de la bestia es una muy violenta y estilizada película de acción, pródiga en ambientes del submundo iluminados con neón y con varios villanos que parecen sacados de una de James Bond, que transcurre en medio de contexto de agitación social y religiosa.

Patel tiene muy claro con qué tipo de cine dialoga la mayor parte de su ópera prima, con sus escenas de acción brutales, sangrientas y en las que cualquier objeto es falible de utilizarse como arma. En los primeros minutos, luego de presentar a Kid (el propio Patel), quien usa una máscara de gorila, ganándose la vida dejándose trompear en una velada de boxeo clandestino, va a comprar un arma ilegal. Pide algo pequeño y cómodo, acorde al bajo perfil de su plan de insertarse en las élites locales para concretar su faena, a lo que el vendedor responde: “Me acaba de llegar esta, es igual a la que usa John Wick”.

Como en la saga que revivió la carrera de Keanu Reeves, Kid tiene un motivo muy concreto para odiar a todos: siendo muy chico, vio cómo una pandilla arrasó con la aldea donde vivía con su madre, quien murió quemada. Kid todavía lleva las huellas de aquella noche en la piel, las mismas que cataloga como su “currículum” cuando tiene la oportunidad de pedirle trabajo a la mujer que maneja los destinos del club nocturno donde suelen encontrarse a quienes tiene en la mira.

Con una subtrama espiritual en la Patel traza apuntes innecesarios sociales sobre la situación india, Monkey Man narrará el derrotero de Kid hacia su objetivo final, enfrentándolo con “rivales” cada vez más difíciles. Aquel chico dispuesto a todo con tal de enamorar a su amiga de la infancia en ¿Quién quiere ser millonario? muestra aquí su lado más salvaje. Bienvenido sea.

EZEQUIEL BOETTI.

En los complejos Showcase, Hoyts, Cinépolis, Monumental y Del Centro.

 

“Tarot de la muerte”

Cuando un grupo de amigos viola imprudentemente la regla sagrada de las lecturas de Tarot -nunca usar la baraja de otra persona-, desatan sin saberlo un mal indescriptible atrapado en las cartas malditas. Uno a uno, se enfrentan cara a cara con el destino y terminan en una carrera contra la muerte para escapar del futuro pronosticado en sus lecturas.

En los complejos Showcase, Hoyts, Cinépolis y Monumental.

 

“Crowrã. La flor del Burití”

Enmarcada dentro de una variante del realismo mágico en el que la ficción y lo documental se cruzan con naturalidad asombrosa, Crowrã. La flor del Burití, dirigida por la dupla que integran la paulista Reneé Nader Messora y el lisboeta João Salaviza, regresa sobre una tradición muy prolífica dentro del cine brasileño contemporáneo. Su historia, suma de relatos que conforman una estructura coral, está ambientada en la reserva de la comunidad kraho, cuyos miembros son los protagonistas. Se trata de un pueblo originario asentado en el corazón de aquel país, virtual centro geográfico ubicado entre la selva amazónica y el planalto, el enorme macizo de mesetas brasileñas.

La película divide su atención entre los personajes adultos y una niña, Jotàt, una dualidad narrativa que le permite representar aspectos diversos de la cultura kraho y la vida dentro de su comunidad. Por un lado, los adultos como Hyjnõ y Crowrã, padres de Jotàt, o Paptro, la prima mayor de la niña, son quienes llevan las riendas del vínculo que los kraho mantienen con el mundo, ya sea hacia el interior de la tribu o con ese gran afuera que representa Brasil. No solo como sociedad heterogénea y diversa que conforma un país, sino como estructura política y entidad multicultural. Por su parte, el personaje de la niña cumple una función didáctica: su camino de aprendizaje de la cultura de su propio pueblo funciona también como un espejo para los espectadores, quienes irán descubriendo junto a ella ese corpus ajeno de tradiciones y costumbres.

La combinación de escenas naturalistas con otras de una estética dominada por una fuerte carga onírica, resulta una oportuna forma cinematográfica para representar la cosmovisión de los kraho, que, en comunión con la de la mayoría de los pueblos americanos, mantiene un estrecho vínculo espiritual con la naturaleza y sus diversos elementos. En ese sentido, el uso magistral de la fotografía, gentileza de la propia Messora, resulta una herramienta fundamental. No solo para plasmar con ánimo preciosista los distintos rituales y ceremonias, sino también para contagiar la fascinación por una forma muy distinta de ver el mundo a quienes observan desde la platea, con una mirada construida desde la concepción occidental.

La eficacia y familiaridad con la que la dupla de cineastas consigue retratar la vida al interior de la comunidad kraho resulta asombrosa. Sobre todo tratándose de dos cupé, la palabra que usan los miembros de la tribu para denominar a quienes no pertenecen a ella: los “civilizados” (eso significa la palabra). Lejos de resultar casual o fruto de un virtuosismo natural, esa evidente intimidad entre directores y protagonistas es fruto de una construcción delicada y sincera que demandó de años.

Porque no es la primera vez que Salaviza y Messora ruedan en colaboración con los kraho. Ya en 2018 se habían presentado en el Festival de Cannes con Chuva é cantoría na aldeia dos mortos, donde resultó premiada en la competencia Un Certain Regard. Aquella película comparte con esta no solo el hecho de estar filmada también en tierra kraho y con sus habitantes como protagonistas, sino los recursos narrativos que hacen que los dos trabajos resulten obras tan personales.

Ambas comparten además tanto una amorosa fantasmagoria como la voluntad de reconocer a los kraho como una más entre las culturas que enriquecen la identidad brasileña (y americana) y no como un mero acercamiento a lo exótico. Bien lejos de la mirada paternalista representada por el arquetipo de “el buen salvaje”, Crowrã. La flor del Burití intenta hallar una forma narrativa propia, sin imponer la mirada extranjera, y se afirma en la decisión ética de retratar sin exhibir.

JUAN PABLO CINELLI

EN EL CAIRO.

 

“Amigos imaginarios”

John Krasinski, el actor de The Office, dio un giro de 360 grados tras el díptico de Un lugar en silencio y su secuela con Amigos imaginarios, protagonizada por Ryan Reynolds en su faceta de actor familiar. Y vuelve a rodearnos de criaturas, aunque aquí no habrá que temer a que terminen con la vida del que haga el menor ruido.

Amigos imaginarios (If, en el original) es una película híbrida, una que une a actores de carne y hueso con personajes animados digitalmente, como por ejemplo Space Jam o ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, pero con un estilo más realista.

La verdadera protagonista de la película es Bea (Cailey Fleming), una preadolescente que descubre que tiene un don: puede ver a los amigos imaginarios de quienes fueron niños, pero ahora convertidos en adultos, se han olvidado, aparentemente, de ellos.
Y una de ellas es Blue, un ser peludo no precisamente azul, sino morado, pero no importa.

Por lo general, Krasinski suele dirigirse a sí mismo. Su papel en Amigos imaginarios es el del padre de Bea, un hombre que debe someterse a una operación cardíaca, pero que (sobre)lleva todo con el mejor humor.

No es una mera película para chicos, aunque claro está que está destinada a ellos. Pero Krasinski tiene muy en claro cuál es el mensaje que quiere dar. Y esperen a los últimos minutos de la proyección para sacar los pañuelos.

No hay que olvidar que Krasinski antes de dedicarse a rodar película de suspenso y terror tuvo su pasado en la comedia también como realizador.

PABLO SCHOLZ.

EN LOS COMPLEJOS SHOWCASE, HOYTS, CINÉPOLIS, MONUMENTAL Y DEL CENTRO.

 

“Increíble pero cierto”

Increíble pero cierto, título de una de las últimas películas del francés Quentin Dupieux, resulta el perfecto resumen de su arte. Es que este director, además de músico y DJ, es uno de los únicos exponentes del surrealismo contemporáneo, un extravagante creador que parte de las ansiedades contemporáneas para llegar a los relatos más salvajes y originales, sinuosas combinaciones de la tradición artística de Luis Buñuel y Salvador Dalí, mediadas por un ojo audiovisual multifacético, hoy tan en boga. La película fue estrenada en Francia en 2022 y desde entonces Dupieux ya filmó otras cuatro: Fumar causa tos (2022), que pasó por el Festival de Cine Francés de Buenos Aires hace algunas semanas y espera su estreno, Yannick (2023), disponible en streaming en Mubi; Daaaaaalí! (2023), donde explora desde el legado de uno de sus maestros, y Le deuxième act (2024), que acaba de abrir la última edición del Festival de Cannes.
Pero además de prolífico y extrañísimo, el cine de Dupieux representa una mirada feroz sobre el mundo y quienes lo habitan, construido desde narrativas audaces y nada concesivas, debajo de cuyo humor anárquico se encuentran los horrores más temibles, aquellos que no soportaríamos si los pensáramos en serio. Vayamos a Increíble pero cierto. La primera escena transcurre en el consultorio de un médico, frente al cual una pareja de mediana edad intenta hallar las palabras para explicar lo increíble que han vivido. Y, como mejor que decirlo es verlo, Dupieux pasa a mostrarnos a la misma pareja, un tiempo atrás, mientras visita una propiedad para comprarla.

Mientras Alain (extraordinario Alain Chabat) y Marie (Léa Ducjker) recorren los amplios ambientes de la casa, observan el jardín exterior todavía poblado de suciedad y chatarra, y sopesan el riesgo de la inversión, el encargado de la inmobiliaria les revela su secreto: un angosto túnel que une ambas plantas y desafía el tiempo. ¿Cómo es eso?, se preguntan, visiblemente desorientados. Pues, con solo atravesarlo sus vidas cambiarán para siempre.

Ese es el punto de partida del relato y el centro neurálgico del torbellino que progresivamente envuelve a la pareja, sobre todo a Marie y sus deseos de juventud que el hoyo en el sótano parece prometerle. Pero el universo de Dupieux no concluye ahí, y esa fuente de los deseos que los contemporáneos anhelan descubrir en lo increíble, también puede encontrarse en la tecnología: Gérard (Benoît Magimel), el frívolo jefe de Alain, conseguirá a través de un pene electrónico el poderío que todo hombre exitoso y bien parecido merece. De allí que el derrotero de ambas “lámparas de Aladino”, el túnel del tiempo y el miembro viril operado por control remoto, sean las llaves de la insidiosa reflexión del director, concebida a partir de imágenes delirantes e inolvidables.

El cine de Dupieux es difícil de resumir en palabras, de circunscribir a un género cinematográfico, de reducir al mero pensamiento. Es una experiencia sensorial, absurda y delirante, pero capaz de nutrirse de lo inexplicable para dar cuerpo a un mundo que desde hace tiempo ha puesto en entredicho todo lógica.

Paula Vázquez Prieto.

En los Cines del Centro.

Fuente: La Nación, Otros Cines, Clarín, Página 12.

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