
Hace dos años, “Five Nights at Freddy’s” se convirtió en uno de los fenómenos comerciales más sorprendentes del cine de terror de todos los tiempos. El film de Blumhouse costó apenas 20 millones de dólares y recaudó casi 292 millones en las salas a nivel global (en la Argentina fue visto por 1.180.000 espectadores). La gran incógnita es si esta secuela, que mantiene directora, guionista y protagonistas, podrá repetir semejante suceso. A la cartelera además se suma el drama dirigido por Rodrigo Fernández Engler, “Ciudades del refugio”, junto a otros estrenos nacionales como “Ángeles”, y la propuesta romántica de poliamor de “Besos de tres”. También llegan “Fue solo un accidente” y “Escape explosivo”.
“Five Nights at Freddy’s 2”

Five Nights at Freddy’s es, a esta altura, toda una franquicia que incluye videojuegos, novelas y una de las películas de terror más exitosas de la historia. Aquel film de 2023 tuvo críticas muy poco entusiastas, pero sedujo a varios millones de personas con la historia de los muñecos (animatronics) que viven en una pizzería abandonada donde en los años ’80 ocurrió una tragedia que dejó varios niños desaparecidos.
Y es precisamente en 1982 cuando se desarrolla el prólogo de esta secuela (ya es un lugar común que los films de terror -y no solo de terror- tengan una escena previa a los títulos ambientada unos años antes), mientras que la acción principal transcurrrá dos décadas después; es decir, en 2002.
Mike Schmidt (Josh Hutcherson) consiguió la custodia y vive con su hermana menor Abby (Piper Rubio). Ambos acumulan diversos traumas, pero la pequeña de apenas 11 años los siente en carne propia incluso en el ámbito escolar y además extraña a sus “amigos” (sí, los muñecos). Tampoco le va mejor a Vanessa (Elizabeth Lail), otra que acarrea heridas psicológicas que devienen en constante pesadillas por las experiencias padecidas con un padre abusivo. Mike y Vanessa tendrán en el inicio algo parecido a una cita, pero a estas dos almas en pena les cuesta demasiado sostener relaciones medianamente normales.
Y, como en toda película de terror que se precie de tal, está la comunidad escolar, una feria de ciencias y una “celebración” ligada con viejos hechos ocurridos en el lugar. Y, claro, vuelven la pizzería (no tan) abandonada y los muñecos en varios casos siniestros que permitirán desarrollar algunas escenas de terror con un gore bastante atenuado (hay mucho trabajo en el fuera de campo y en general se opta por mostrar solo algunas salpicaduras de sangre).
Si el guion de Scott Cawthon (un referente conservador que creó la multimillonaria franquicia) no es particularmente sorprendente (hay “citas” que van desde Halloween hasta Los Cazafantasmas, pasando por Chucky, el muñeco diabólico), si el humor negro funciona solo a cuentagotas y si las actuaciones están lejos de ser virtuosas, Five Nights at Freddy’s 2 tiene al menos el mérito de apostar a un terror más analógico y artesanal que digital, sustentando sus climax en la interacción con los muñecos animatrónicos y no tanto en los golpes de efecto y el shock que generan los elementos sobrenaturales que habitualmente se utilizan de forma abusiva en este género.
Si con esos atributos (es muy buena también la dirección de arte) alcanza o no para renovar el interés del público que consagró en taquilla al film anterior es algo que está por verse. Lo que sí queda claro luego de ver la escena post créditos (vale la penas quedarse un par de minutos más en la sala) es que la saga cinematográfica está muy lejos de extinguirse. En Hollywood, se sabe, aprovechan hasta la última gota de toda franquicia y aquí todavía parece quedar bastante jugo por exprimir en los próximos años.
DIEGO BATLLE. OTROS CINES
En todos los complejos.
“Ciudades de Refugio”

Filmada en Córdoba, protagonizada por Stefi Roitman, y con apoyo oficial de la provincia, llega el film del realizador de “La noche que luché contra Dios”.
La sinopsis oficial reza:
“Un asesinato ocurre en el último reducto conocido como ciudad de refugio, un sitio donde los homicidas involuntarios tienen una segunda oportunidad… pero al mismo tiempo no pueden salir de los límites del poblado, ya que quedan librados al acecho del vengador.
La joven oficial de policía Domig intentará impedir que en el pueblo vuelva a cometerse otro asesinato, descubriendo al mismo tiempo cosas impensadas respecto del caso que la desvela… y sobre ella misma.
“Ciudades de refugio” es un thriller policial donde nada es lo que parece, y que llama a reflexionar sobre los pensamientos insospechados que pueden originarse en los más recónditos suburbios de la mente”.
En Las Tipas y en Cinépolis.
“Fue solo un accidente”

Los hechos más importantes en la vida de las personas pueden darse por casualidad. O una serie de ellas. «Un accidente«, dirían acá. Simplemente, un accidente. Cruzarse con alguien, llegar a algún lugar en un momento determinado y no en otro, entrar o no entrar a un sitio en el que luego sucederá algo. Miles de pequeños detalles pueden cambiar y usualmente cambian las vidas de las personas. En la nueva película del iraní Jafar Panahi, ese accidente poco tiene que ver con la trama pero la desata. Y las consecuencias son infinitas y muy serias.
Una familia –padre, madre, hija pequeña– viaja en un auto cuando el padre pisa sin querer un perro. El golpe genera que el auto empiece a tener problemas y tenga que detenerse en un taller mecánico. Cuando uno de los hombres que trabaja allí, Vahid (Vahid Mobasser), escucha la voz y la pisada de la pierna ortopédica del padre en cuestión, se altera, casi que enloquece. No sabemos de entrada el motivo pero el tipo primero se esconde, luego decide seguir al auto ya reparado hasta la casa de esa familia, pasar la noche frente a su puerta y, a la mañana siguiente, seguir al padre en cuestión y, en medio de la calle, golpearlo con su camioneta y meterlo adentro de ella.
Entenderemos la lógica poco después cuando veamos a Vahid cavar una fosa en medio del desierto y tirar allí al hombre, enmascarado pero aún vivo. Vahid planea enterrarlo ahí, vivo, sin explicaciones, hasta que se ve forzado a darlas y acusa al tipo de ser el apodado «Peg Leg» (Ebrahim Azizi), un hombre que lo torturó y maltrató en prisión tiempo atrás. El tipo jura y perjura que no es él, que su pierna ortopédica es reciente y que no tiene nada que ver con la persona con la que, él asegura, lo confunde. Como a Vahid lo encapuchaban al torturarlo, no puede estar del todo seguro que el tipo sea quien cree que es, más allá de la voz y del sonido de la pierna. Entonces surge lo que marcará la trama de ahí en adelante: el llamado «beneficio de la duda».
FUE SOLO UN ACCIDENTE se centrará en el recorrido que hará el protagonista en su auto buscando a otros sobrevivientes de torturas y maltratos de parte del tal «Peg Leg» para que lo ayuden a probar si es quién él cree que es. El acusado viaja en la parte de atrás de la van maniatado, golpeado y drogado, por lo que no ve ni escucha lo que va pasando ahí. Básicamente, el plan de Vahid consiste en sumar a varias personas que puedan dar fe de que el tipo al que quiere matar es el correcto. Pero no es fácil porque todos tienen las mismas dudas que el protagonista: la fotógrafa Shiva (Maryam Afshari), una novia a punto de casarse (Hadis Pakbaten) acompañada de su futuro marido (Mahid Panahi, sobrino del realizador) y la ex pareja de la fotógrafa (Mohamad Ali Elyasmehr) fueron todos torturados por este «pata de palo» y tienen diferentes opiniones acerca de qué hacer con el tipo. Pero nadie puede asegurar que sea él.
Panahi va armando, como es costumbre en muchas películas suyas –y buena parte del cine iraní– un drama en movimiento, que se desarrolla en el auto, en la ciudad, en la ruta y en distintas paradas en el camino. Allí van surgiendo las diferencias entre todos estos personajes, quienes curiosamente se conocen entre sí pero no a Vahid, que los ubica a través de un contacto en común. Están los que creen que no hay que hacer con el torturador lo que el tipo hizo con ellos («No somos iguales«, dirán), están los que no tienen esos pruritos morales y quieren liquidarlo, mientras que el protagonista va pasando de una inicial sensación de venganza inmediata a tener más dudas. Aún siendo quien creen que es, ¿se justifica vengarse de ese modo?
Habiendo estado preso varias veces y de distintas maneras, Panahi tiene experiencia en situaciones violentas, confusas y dolorosas que generan muchas veces el deseo de venganza. De hecho, son sensaciones que seguramente tienen muchos presos políticos que quizás vean por la calle a personas que los maltrataron o torturaron. Pero el dilema moral que presenta el film va por varios lados a la vez: confirmar la identidad es una, decidir qué hacer con él es otra, pero luego aparecen cuestiones típicas de los policiales, como la necesidad de matarlo para no dejar evidencia alguna de lo que sucedió, o el temor a una posible investigación y represalias. Si a eso se suma el hecho de que el supuesto torturador tiene una familia, las cosas se harán todavía más tensas y ambiguas.
Fuerte, de creciente intensidad, UN SIMPLE ACCIDENT tiene momentos de entrada entre cómicos y ligeros, ya que muchas de las conversaciones y peleas funcionan por ese lado. Pero de a poco la película va ganando en tensión y oscuridad hasta llegar a una serie de escenas finales que son sencillamente espeluznantes ya que ponen en cuestión aún la lógica prevalente entre los personajes. Ya sin aparente miedo a represalias –o demasiado jugado como para preocuparse–, Panahi ofrece su crítica más directa al gobierno iraní quizás de toda su carrera, aún cuando el grueso de la trama funcione más como una suerte de reflexión interna de parte de aquellos que lo sufrieron y/o lo siguen sufriendo.
Así como una víctima de una dictadura debe lidiar emocionalmente con la sola idea de ver por la calle a sus torturadores, los protagonistas de Panahi (y probablemente Panahi también) se hacen esa misma pregunta y la van madurando en medio de un largo viaje del día hacia la noche. En este caso, literalmente hablando.
DIEGO LERER. MICROPSIA.
En Cines del Centro.
“Escape explosivo”

John Lawlor (Luke Evans) es un agente de la DEA casado con su trabajo: no hay malhechor que no pueda detener ni nada que no sacrifique para cerrar un caso. Joey Kang (Lun-Mei Gwei) es una de las mejores “transportadoras” de Taipei (Taiwán), de conducción y pensamiento rápidos, difícil de localizar e imposible de atrapar. Se suponía que ambos no debían enamorarse, pero el destino los unió… antes de que las fuerzas del crimen y la corrupción los separaran. Ahora, 15 años después, el destino pone a Joey y John en rumbo de colisión durante un fin de semana en Taipei. Y ambos descubrirán que lo único más difícil que enamorarse… es volver a enamorarse.
FILMAFFINITY
En Showcase.
“Ángeles”

En la primera escena un grupo de chicos juegan en el río. La presencia de escombros y mugre enseguida revela la pobreza, estableciendo el marco social en el cual transcurre la acción. De repente, uno de ellos comienza a poner los ojos en blanco y a hacer morisquetas mirando a cámara. Enseguida otros niños lo imitan, siempre interactuando directamente con la cámara. Escenas similares se repetirán acá y allá, a medida que el relato avance. Esa decisión, que pone en evidencia el artificio cinematográfico, revelando la presencia de la cámara y la conciencia de quienes están frente a ella de estar siendo filmados, genera incertidumbre. ¿Lo que estamos viendo es ficción o es documental?
Pero las preguntas suelen moverse en manada e inmediatamente después surgen otras: ¿de verdad importa si lo que vamos a ver es real o no? ¿Acaso el cine no es el arte de hacer posible que las fantasías se vuelvan reales? Quizás Ángeles, cuarto largometraje de la cineasta argentina radicada en México Paula Markovitch, sea exactamente eso: una película que a través del reflejo que proyecta en la pantalla consigue duplicar lo real. Un dispositivo cinematográfico de ficción capaz de elevar la realidad al cuadrado.
Ángeles es el nombre de una de esas nenas que juega en el río. Ella deambula por las calles junto a su hermana más chica vendiendo caramelos. Se mueven con naturalidad absoluta por ese territorio que, aunque la película no lo presenta como hostil, tiene algo de peligroso, de siniestro y fantasmal. Las personas entre las que las chicas se mueven no son más que figuras difusas a las que la película siempre retrata de forma parcial o fuera de foco. La excepción a esa regla es David, el encargado de una playa de estacionamiento sesentón que tiene una relación amistosa con las chicas, en especial con la mayor. El relato está basado en el vínculo entre ellos, que le permite a él comportarse como un chico y en el que a veces ella es la que asume el papel de adulto.
Esa extraña asimetría que provoca la inversión de los roles genera también una nueva posibilidad en la interpretación del título. Quizás Ángeles no sea solo una referencia al nombre de la protagonista, sino al lugar que esas dos nenas empezarán a ocupar en la vida de un hombre como David, tomado por la desesperanza. Porque de golpe, como en esas películas en las que una presencia angelical se manifiesta para reencausar el destino del personaje principal, las nenas permitirán que él vuelva a conectar con ciertos impulsos vitales que parecían estar apagándose de forma irreversible. Una oportunidad que no será fácil de reconocer para David, absorto en su propia pena. Quizás demasiado.
Markovitch ya había mostrado talento para trabajar con chicos en obras previas, como El premio, su ópera prima de 2011 galardonada en el Festival de Berlín, o Cuadros en la oscuridad (2017). Ángeles refrenda con creces esa aptitud, volviendo a poner de manifiesto su gran capacidad para utilizar la ternura como un potente motor narrativo. Es a partir de ahí, incluso con sus moderados excesos, que su nueva película consigue que los espectadores puedan ser capaces de crear vínculos de empatía con los personajes.
La decisión de utilizar planos largos, evitando cortar la acción donde otros directores empezarían a sentirse incómodos o expuestos, también resulta una herramienta potente. La dura secuencia final, en las que las instancias simbólicas del ascenso y el descenso son puestas en escena, la película parece confirmar el carácter angelical de las protagonistas. Porque si bien es cierto que hay ángeles de la guarda, que son los más populares, también existen los ángeles de la muerte. Algunos de ellos, incluso, son capaces de cumplir los dos papeles.
JUAN PABLO CINELLI. Página 12.
En El Cairo.
“Beso de tres”

En una noche fatídica, las estrellas parecen alinearse para Connor —un joven amable y sencillo— cuando su amor platónico de siempre, la eléctrica e irreverente Olivia, los conduce a un trío con Jenny, una dulce y atractiva desconocida. El encuentro enciende una relación entre Connor y Olivia, y su amor crece rápidamente hasta el punto de planear una vida juntos. Pero su feliz romance pronto se derrumba cuando Jenny reaparece en sus vidas, arrastrando a los tres hacia un difícil y enmarañado viaje hacia la verdadera responsabilidad y la madurez.
En todos los cines.
Fuente: Otros Cines, Micropsia, Página 12.
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