Dólar

Dólar Oficial:$897.5 / $897.5
Dólar Blue:$1020 / $1040
Dólar Bolsa:$1070.5 / $1076.9
Dólar Contado con liquidación:$1104.4 / $1114.4
Dólar Mayorista:$875.5 / $878.5
Todo Show
VIDEO

Seis estrenos renuevan la cartelera rosarina este primer jueves de abril

Hay estrenos de toda clase, dos argentinas: “Fragmento” y “Las noches son de los monstruos”, más Joaquín Phoenix con “C’mon C’mon”, “Las cosas que no te conté” con nuestro amado Bill Nighy y Annette Bening, Jim Carrey retorna con “Sonic 2” -el blockbuster de la semana- y finalmente “Jack en la caja maldita” de Lawrence Fowler, reconocido director de terror. Como siempre, una selección de reviews para elegir que ir a ver al cine.

 

“Jack en la caja maldita”

 

 

El estreno original, en su país de origen, fue en el año 2019. Tal vez por eso pueda parecer algo antiguo en su construcción. Las cajas sorpresa Jack, son aquellas en las que un muñeco atado a un resorte sale sorpresivamente tras girar una manivela musical. En este caso, un antiguo juguete de este estilo es descubierto por un buscador de antigüedades. Tras abrirlo, un aterrador payaso sale y mata a su esposa. Muchos años después la caja llega a un museo local, donde no tardará en volver a ser activada. La maldición ha sido desatada. Dudo que incluso los más acérrimos fanáticos del terror se encuentren satisfechos tras ver el audiovisual. Lo cual no puede justificarse por el bajo presupuesto que maneja, o lo poco creativo de su propuesta. Una narrativa incoherente se suma a unas actuaciones cuestionables, de las cuales podemos resaltar al payaso maldito. Mediante un maquillaje sólido, su presencia es de lo mejor de la película. Pero aun así no alcanza para llegar al susto, con varias secuencias predecibles y poco innovadoras.

 

De todas maneras, le alcanzó para tener su secuela estrenada este año. Al igual que aquellas bandejas de verduras cortadas que compramos en la verdulería cuando no tenemos ganas de cocinar, “Jack en la caja maldita” de Lawrence Fowler nos ofrece algo menos de una hora y media de entretenimiento flojo. Que llega a las carteleras para brindar algo de variedad. Se puede ver en los 4 complejos principales de la ciudad.

 

 

“Las cosas que no te conté”

 

 

Cada relación de pareja es individual, incomparable con otra. Pero en la que mantienen Grace (Annette Bening) y Edward (Bill Nighy) habría que hacer especial énfasis precisamente en ese verbo. Mantener.

Están por celebrar su aniversario número 29 de un matrimonio que se encuentra en una encrucijada. Para uno de los miembros -el que calla, el que no responde, el que traga- es como un callejón sin salida. O no: él ve una salida, y es la de terminar la relación. Pero no lo dice. Y ella, que le marca cada error, que quiere que su marido se involucre más en la relación y no solamente se hagan tés humeantes, reacciona de una manera intempestiva cuando se entera de que Edward va a dejar el hogar frente al mar… por otra mujer. La disolución de un matrimonio no es un tema nuevo, ni para la literatura, el teatro o el cine, pero hay que ver la manera en la que el realizador William Nicholson la aborda (el guion es original, no adapta nada, y es también de su autoría… justo cuando cumplía 30 años de casado). Y es clave en su puesta el personaje de Edward. Al llamar al actor de Realmente amorLa librería El exótico Hotel Marigold optó por una interpretación que deja al espectador atónito, pero en el mejor sentido. Uno desde la platea nunca sabe cómo va a reaccionar Edward. Es imprevisible. Balbuceante o no, retraído, es un tipo capaz de apostar a un próximo -y tal vez, último- aliento de amor en su vida. La melancolía se apodera de Grace, a quien Bening compone con o sin mohínes. Aún ante la adversidad -el saber que el amor de su vida no volverá a su casa- no modifica su estampa, su estirpe. Sabemos que la peleará hasta el final, o hasta cuando pueda.

Por fortuna, el director inglés William Nicholson (dos veces candidato al Oscar a mejor guion, uno de ellos por el de Gladiador) no les permite que estallen en esa pirotecnia actoral que muchas veces hace primar el lucimiento interpretativo antes que el valor de las situaciones y los textos. Con la irrupción de Jamie (Josh O’Connor, que fue el príncipe Carlos en la serie de Netflix The Crown) nada se modifica, pero se agrega una arista: cómo los hijos a veces no son capaces de ver cómo es y cómo fue la relación de sus padres. En el guión de Las cosas que no te conté por supuesto no hay buenos ni malos, ni siquiera un culpable sobre otro de que la relación se resquebraje. Tal vez alguien puso más énfasis que el otro. O quizás uno se la pasó idealizando a la persona con la que convivía y no se dio cuenta. Un párrafo aparte bien merece la elección de las locaciones, con esos acantilados en Sussex, las rocas y la playa, y ese pueblito que sería casi de ensueño y encanto de no ser porque la historia no es la de un amor en el que se pueda aspirar el aire e inflar los pulmones de romance. En el complejo de Cines del Centro.

 

 

“Sonic 2”

 

 

Después de establecerse en Green Hills, Sonic se muere por demostrar que tiene madera de auténtico héroe. La prueba de fuego llega con el retorno del malvado Robotnik, en esta ocasión con un nuevo compinche, Knuckles, en busca de una esmeralda que tiene el poder de destruir civilizaciones. Sonic forma equipo con su propio compañero de fatigas, Tails, y juntos se lanzan a una aventura que les llevará por todo el mundo en busca de la preciada piedra para evitar que caiga en manos equivocadas.

Sonic the Hedgehog nació como protagonista de la saga de videojuegos homónima y mascota de la compañía SEGA. También está presente en cómics, dibujos animados y libros. El primer videojuego del personaje, “Sonic the Hedgehog”, fue creado en 1991 para competir con los videojuegos de la mascota de Nintendo: Mario, reemplazando a su antigua mascota Alex Kidd. La mayoría de los juegos de la franquicia son desarrollados por Sonic Team. Sus juegos han vendido más de 80 millones de copias en 2011. Junto con Mario, Sonic es uno de los personajes de videojuegos más famoso y conocido a nivel mundial.

El diseño del personaje ha variado levemente con el paso del tiempo, aunque a rasgos generales siempre ha sido el mismo. Los cambios de diseño más destacados se produjeron primero, más levemente, con el lanzamiento de “Sonic the Hedgehog 2” cambiando la estructura de la cabeza y las púas, que más tarde sería rectificado y volverían al modelo antiguo, y segundo, más destacado, con el lanzamiento de “Sonic Adventure” en 1998 con el objetivo de conseguir una nueva imagen corporativa de Sega más moderna, optando por trazados más dinámicos y flexibles, diseños más estilizados, y otorgándole iris verde a los ojos (que hasta entonces, desde su creación, eran negros completamente). Este cambio estético también se produjo en Tails, Amy, Knuckles, Dr. Eggman, Metal Sonic, Espio y prácticamente todos los nuevos personajes siguieron esa misma línea.

“Elegí este personaje y esta película para volver al cine porque es una gran oportunidad”, declaró Jim Carrey en 2019, en ocasión del estreno de la primera película. “En primer lugar, una de las mejores cosas en mi corazón que he hecho y han perdurado en un sentido de satisfacción son las cosas que gustan a los chicos como “El Grinch” o “Ace Ventura”. En los mejores casos lo disfrutan los chicos, pero también los padres”. En cuanto a su personaje, el actor ha señalado: “Robotnik es un perfecto ejemplo de compensación de poder e inteligencia. Debajo de toda esa maravilla e inteligencia y esa mente visionaria hay un ser sin valor en su mente. Por eso es todo compensación. Y no vemos mucho de eso, ¿no?”. Se puede ver en todas las salas de la ciudad.

 

 

“C’mon C’mon”

 

 

“Con él hay demasiadas preguntas y pocas respuestas, ¿no?”, pregunta Viv (Gaby Hoffmann) a su hijo de nueve años Jesse (Woody Norman) sobre su tío Johnny (Joaquin Phoenix) luego de que el pequeño estuviera a cargo durante varias semanas de ese hombre al que desconoce. Hay varios motivos para ese desconocimiento. El primero, y más evidente, es que ellos viven en Los Ángeles y él, en Nueva York. Los otros son más subrepticios, pero no menos importantes. Tienen que ver con ciertas actitudes de Johnny que lo distanciaron del resto de su familia y, sobre todo, con el carácter impenetrable e ilegible de quien, soltero a sus cuarenta y tantos años y con el corazón roto a raíz de una separación que nunca pudo superar, trabaja recorriendo los Estados Unidos para entrevistar a adolescentes de todas las clases sociales con el objetivo de construir lo más cercano a una radiografía sobre el pensamiento de esa generación. Las preguntas del protagonista de C’mon C’mon –que suma el subtítulo Siempre adelante para su lanzamiento local, cuestión de dejar bien en claro que la resiliencia opera como elemento fundante de la trama– abarcan un amplio espectro temático, desde cómo ven el futuro y qué les da miedo hasta qué piensan de los adultos y qué cosas de su educación replicarían con sus hijos. Pero el hombre que todo pregunta, que escucha con proverbial paciencia y construye una empatía notable con los jóvenes, no tiene respuesta alguna para su vida.  Estrenada en el festival de Telluride, la película del californiano Mike Mills es, como las de Sean Baker (TangerineThe Florida Project, la aquí inédita Red Rocket), una nueva muestra de un “cine estadounidense con aspiraciones comerciales” que está muy lejos de ser sinónimo de “cine de Hollywood”. Si uno apuesta por el gigantismo despersonalizado y la replicación de franquicias hasta exprimirles su última gota de dinero, el otro recorre sendas narrativas que serían imaginables en un lugar distinto al que transcurren, pues hay algo en la idiosincrasia de los personajes, en la manera de habitar y pararse en el mundo, imposible de transpolar a otra geografía.

Personajes que, a excepción del trío protagónico y quienes los rodean, no son tales, sino personas. Como han coincidido en varias entrevistas Mills y un Joaquin Phoenix contenido y minimalista en escena como hacía tiempo no se lo veía, los chicos entrevistados no son actores y sus respuestas, todas espontáneas. Esas secuencias, que se intercalan al relato troncal, le dan a C’mon C’mon una impronta notable de frescura y autenticidad. Cuesta encontrar películas en la cartelera comercial que transpiren verdad (que no realismo). En sus mejores momentos, ésta es una de ellas. Taciturno, misterioso y solitario, Johnny debe hacer las valijas rumbo a Los Ángeles para quedarse con su sobrino ante el imprevisto viaje de su hermana para atender una crisis psiquiatrica de su marido. Menuda sorpresa se lleva cuando descubra su extraña costumbre de “jugar” a que es un huérfano maltratado en un orfanato, como si a través de lo lúdico canalizara la incertidumbre por el estado de ese padre ausente. Un hombre de esas características cruzándose con un chico avispado, locuaz e impredecible: imposible que entre ellos no surja una complementariedad que Mills construye con un ritmo tan sereno como fluido y utilizando las entrevistas de Johnny como espejo de la relación entre ellos.  Relato de crecimiento donde los adultos necesitan crecer tanto o más que los menores, C’mon C’mon tiene su acto central en Nueva York, donde tío y sobrino viajan ante la demora del regreso materno. Mills retrata la ciudad alejándose de la postal turística y mediante un blanco y negro que embadurna las imágenes con la nostalgia y tristeza existencial de Johnny, las mismas que se desprenden de los apuntes y reflexiones grabados en la soledad de su habitación a la manera de diario íntimo oral. Los juegos conjuntos de preguntas y respuestas son los síntomas más evidentes de que para ellos es más sencillo comunicarse a través del micrófono, aun cuando lo hagan cara a cara. En Del Centro, Showcase y Hoyts.

 

“Las noches son de los monstruos”

 

 

Un hombre que transporta ganado durante la noche se queda sin combustible en medio del campo. Cuando baja, linterna en mano, a revisar el motor, la camioneta comienza a sacudirse y los animales se agitan con desesperación. Solo al regresar la calma el chofer se atreve a ir a ver qué pasó y encuentra el acoplado roto, manchado de sangre, y una res que agoniza tirada en el camino. A su alrededor, solo la noche. Apostando por un tono que nace en la encrucijada entre el fantástico y el terror, y un prolijo trabajo estético, Las noches son de los monstruos, de Sebastián Perillousa al cine de género como alegoría. Esta vez, de las dificultades que Sol, una adolescente, enfrenta cuando su madre se muda con su nueva pareja a un pueblo de provincia. La adaptación al nuevo entorno, la incomodidad de convivir con un desconocido, la negativa de su madre a tener en cuenta su punto de vista, las agresiones de algunas de sus nuevas compañeras de escuela y la amenaza latente de un puma rondando el pueblo, le dan forma a un coctel emotivo que vuelve a la chica muy vulnerable. A pesar de los méritos técnicos y de la buena labor del elenco, tanto de sus primeras figuras como Jazmín Stuart, Esteban Lamothe y Gustavo Garzón, como del reparto de secundarios y de su protagonista, Luciana Grasso, la película de a poco comienza a mostrar inconsistencias. Para empezar, la atmósfera de terror sobrenatural que alimentaba la escena inicial arriba descripta se va esfumando de a poco, sin ninguna referencia ni explicación al respecto. En su lugar, comienza a instalarse una tensión surgida de un combo que reúne diversos miedos vinculados a lo social, que irá cercando a Sol a partir de diferentes formas de violencia. De ese modo, la chica será víctima y testigo de una serie de abusos que van de lo privado a lo público y que el cuerpo social asimila con indiferencia, dejándola sola. En ese contexto, el guion introduce un elemento fantástico que, de un modo similar a lo que ocurría en Carrie, clásico de Brian De Palma basado en la novela de Stephen King, se convertirá en la fuerza que Sol necesita para enfrentar y traspasar la violencia que la encierra. Sin embargo, a medida que el relato avanza, aquella tensión que la película construyó en su primera mitad comienza a perder fuerza camino al desenlace, en tanto el origen y la presencia de ese elemento que viene a impartir justicia (real y poética) se va volviendo cada vez más arbitrario. De igual modo, las transformaciones que operan en algunos de los personajes tampoco resultan convincentes y parecen más una operación discursiva que el producto de un desarrollo dramático. Así, la metáfora se va volviendo cada vez más obvia, con todas sus flechas apuntando al manual de lo políticamente correcto. El asunto no sería un problema si Las noches son de los monstruos consiguiera llegar a esas mismas conclusiones a través de la acción y el drama, sin necesidad de mensajes explícitos.

 

 

“Fragmento”

 

 

La actriz, directora y dramaturga rosarina Agustina Toia escribe y dirige esta historia que se podrá ver en “El Cairo”. En un bar de la ciudad se reencuentra una expareja luego de muchos años. En ese bar transcurrirá el presente, allí saldarán cuentas pendientes, se mofarán de su tragicómica historia poniendo una vez más a prueba sus sentimientos. Por momentos parecen estar inmersos en un juego que solo ellos conocen. Los fragmentos reconstruirán la historia que ambos destruyeron.

 

 

Fuente: El Patagónico, Clarín, Pablo Scholz, Página 12, Juan Pablo Cinelli, FilmAffinity.

Comentarios

5