Dólar

Dólar Oficial:$859.5 / $899.5
Dólar Blue:$1020 / $1040
Dólar Bolsa:$1050.3 / $1052.2
Dólar Contado con liquidación:$1089.6 / $1092.9
Dólar Mayorista:$877.5 / $880.5
Todo Show

Seis estrenos y entre ellos los dos documentales de la Selección

Llega la precuela de Willy Wonka, los dos documentales sobre la Selección Campeona del Mundo, la argentina “El Castillo”, “Maestro” de y con Bradley Cooper, y una de terror como llegan todas las semanas sobre el día de gracias. Aquí una selección de reviews para elegir que ir a ver al cine, porque el cine se ve en el cine.

“Wonka”

Más cerca del Gene Wilder de Willy Wonka y su fábrica de chocolate (1971) que del Johnny Depp de Charlie y la fábrica de chocolate (2005), de Tim Burton, Timothée Chalamet sale airoso de las exigencias no menores de incursionar en escenas de canto y baile en esta atractiva nueva transposición del universo original creado en 1964 por el británico Roald Dahl.

El encargado de revivir la venerada obra de Dahl es Paul King, quien luego de las dos exitosas entregas de Paddington en 2014 y 2017 continúa por la buena senda dentro de la comedia familiar con esta precuela que tiene inusuales dosis de imaginación, encanto, sensibilidad, creatividad visual y unos cuantos pasajes de comedia eficaz.

Chalamet es el joven Wonka que llega a la París de preguerra con la idea de hacer fortuna con las recetas de chocolate inventadas por su madre ya muerta (breves apariciones de Sally Hawkins en plan realismo mágico). Pero este muchacho inocente y bienintencionado pronto es víctima de Mrs. Scrubbit (Olivia Colman), la inescrupulosa dueña de un hospedaje, y de su ladero Bleacher (Tom Davis), quienes le hacen firmar un contrato con engañosa letra chica que lo deja poco menos que como un esclavo en una lavandería que funciona en el sótano del lugar.

Cuando el atribulado Wonka de todas maneras se las ingenia para llevar adelante su negocio, se las tendrá que ver también con los tres crueles, poderosos, corruptos y desalmados dueños de las tiendas preexistentes (Matt Lucas, Paterson Joseph y Matthew Baynton) que manejan a su antojo el rubro de los dulces en la galería Gourmet y no quieren bajo ningún concepto la irrupción de un nuevo, brillante y por lo tanto incómodo competidor.

Fábula sobre seres crédulos, bondadosos e ilusos pero dueños de una fe inquebrantable que luchan contra fuerzas movidas por la codicia y la avaricia, Wonka tiene algo de musical clásico y relato orgullosamente old-fashioned en el que los efectos digitales se utilizan de manera orgánica y funcional para, por ejemplo, presentar a Hugh Grant como el pintoresco Oompa-Loompa de solo 30 centímetros de altura.
El elenco se completa con Calah Lane (toda una revelación) como Noodle, la compañera de aventuras de Willy; Rowan Atkinson como un cura del lugar; el gran Jim Carter como el contador Abacus Crunch; y Keegan-Michael Key como un singular jefe de policía. Personajes siempre en el tono y a la medida justa para que King termine de moldear un universo propio (muy a-la-Paddington), pero también con algo del mundo de Charles Dickens y al mismo tiempo fiel a la impronta original que Dahl supo construir desde su literatura. Misión cumplida.

Diego Batlle.

En todos los complejos.

“Elijo creer”

De un lado, Elijo creer, la producción oficial de la AFA, el Grupo Octubre del sindicalista Víctor Santa María (dueño de Página/12, IP Noticias y Canal 9, entre otros medios) y Amazon Prime Video distribuida en salas por Digicine; del otro, Muchachos: la película de la gente, film de Pampa Films de la familia Bossi con el grupo Disney detrás y lanzamiento en cines a cargo de Star Distribution. Ambas se estrenan el mismo día (jueves 7 de diciembre); la primera tiene como narrador a Ricardo Darín; y la segunda, a su “archirrival” entre las grandes figuras del cine nacional: Guillermo Francella. El duelo está planteado y las comparaciones, por lo tanto, resultan inevitables.

En principio, uno debería decir que Elijo creer es la película más seria, con mayores y mejores recursos (incluida la participación directa de los jugadores), mientras que Muchachos… podría ser vista como más chanta, una avivada, un cálculo para aprovechar el aniversario y construida con mucho material casero que se hizo viral en las redes. Y, sin embargo, me atrevo a decir que Muchachos… funciona mejor. Es cierto que ya desde su punto de partida puede considerarse más demagógica, pero aun con (o gracias a) su apuesta si se quiere orgullosamente grasa resulta más genuina, tiene más vida, más emoción.

Lo de Elijo creer es inaudito e inadmisible: tuvieron todo (tiempo, recursos, testimonios y materiales exclusivos) y concretaron un documental elemental, esquemático, con muy pocos momentos intensos. Un trabajo tan profesional y prolijo como en definitiva rutinario y anodino sobre un hecho excepcional que conmovió hace un año a la sociedad argentina (y a buena parte del mundo que también quería la consagración definitiva de Messi).

Si el texto de Hernán Casciari narrado por Francella en Muchachos… tenía sus (entendibles) excesos, el de Martin Mendez que le toca en suerte (desgracia) a Ricardo Darín es una acumulación de frases trilladas, recargadas, subrayadas, llenas de lugares comunes, imposibles metáforas pseudopoéticas del estilo “el Messias que bajó del cielo para traernos la tercera estrella” que apuestan a una supuesta emoción que en mi caso derivó en vergüenza ajena.

Uno ve con simpatía los testimonios a cámara con la Copa del Mundo en la mano de Messi, Di María, De Paul, el Dibu Martínez, Nicolás Otamendi, Nahuel Molina. Gonzalo Montiel, Enzo Fernández o Julián Alvarez (no aparecen, en cambio, Cuti Romero, Alexis Mac Allister, Nicolás Tagliafico ni Lautaro Martínez, entre otros), pero no escapan de lo básico y lo previsible (porque además hemos visto ya decenas de entrevistas televisivas más emotivas y jugosas como las que les hizo la periodista Sofía Martínez). En ese sentido, uno esperaría mucho más de una película que como Elijo creer tuvo un acceso privilegiado a la intimidad de los jugadores y el cuerpo técnico.

Hay solo tres momentos en los que Elijo creer rompe con la estructura básica de resúmenes de partidos mechados con testimonios de algún jugador. Uno, tras la derrota ante Arabia, con Lionel Scaloni a bordo de una combi hablando de una manera descarnada, como yo jamás lo vi, sobre cómo veía la situación tras el fallido debut (sobre el “valor” de la derrota) y antes del decisivo partido con México; otro, cuando debía decidirse si un De Paul lesionado podría jugar o no contra Países Bajos; y el restante, cuando Marito, el histórico utilero de la selección y verdadera revelación del documental, ofrece un conmovedor testimonio a cámara y luego se suma una arenga al plantel en la previa de la final con Francia. Demasiado poco para un film que en el resto de sus poco más de 100 minutos no va mucho más allá de lo que ya hemos visto una y mil veces en informes de YouTube.

Si me preguntan si ambos trabajos valen la pena diría que para un futbolero son la oportunidad de revivir en pantalla gigante una épica única, pero ambos quedan por debajo de lo que uno podría esperar frente a semejante evento a un año de distancia. Y, aun con sus problemas y carencias, Muchachos… es más eficaz en los términos en los que está planteado. Elijo creer, en cambio, tenía todo para brillar y resulta un trabajo decididamente decepcionante y convencional.

Diego Battle.

En todos los complejos.

“Muchachos”

Todo y nada de lo que se escriba sobre Muchachos, la película de la gente puede ser considerado un spoiler. Las imágenes de los partidos se han visto una y mil veces, muchos de los videos caseros se viralizaron en su momento y todos a los que interese medianamente el fútbol saben cómo fueron los hechos. Sin embargo, y seguramente también ocurrirá con Elijo creer, apreciar toda esa gesta, aquella proeza en la pantalla gigante de un cine vuelve a emocionar.

Es cierto que el texto original de Hernán Casciari leído (e interpretado) por Francella tiene todo tipo de demagogias y excesos sentimentales, pero nadie va a ver un producto como este para que le cuenten un cuentito sobrio y austero: aquí todo desborde es bienvenido y amplificado con todos los recursos disponibles. Cada corte de montaje, cada efecto de sonido, cada fragmento musical (el himno Muchachos; Pa’ la Selección, de La T y La M; Arrancármelo, de Wos) está calculado hasta el detalle para que genere el efecto deseado: la emoción sobre todo, pero también la risa por lo absurdas y ridículas de muchas reacciones “de la gente” a la que alude el título.

En el contexto de un documental bastante convenional con un mínimo de antecedentes sobre el derrotero de Messi desde que debutó en Newell’s siendo un niño o la seguidilla de fracasos de la Selección (36 años sin títulos, cuatro finales perdidas) que terminó con el triunfo en la Copa América de Brasil 2021, Braceras construye un relato cronológico en el que en cada partido del Mundial aparecen “malvados”: el Canelo Alvarez insultando a Messi tras el triunfo contra México, Robert Lewandowski contra Polonia, el entrenador Louis van Gaal y el “bobo” Wout Weghorst contra Países Bajos o Kylian Mbappé contra Francia.

Desde videos en baja definición grabados con celulares hasta tomas en HD tomadas desde drones, desde las intervenciones de influencers como Momo, Markito Navaja, Marti Benza, Fran MG, Owen Pelle, El Pabellón, Joaco López, Morena Beltrán, Nico Occhiato, Alfre Montes de Oca y Alaska (una buena jugada de marketing de la producción) hasta las milagrosas atajadas del Dibu cuando se paraban los corazones Muchachos, la película de la gente resulta un rompecabezas, un patchwork, una mirada caleidoscópica y una construcción coral sobre una hazaña, una épica dentro y fuera de la cancha. La reconstrucción de la historia de un triunfo deportivo, pero sobre todo de un desahogo nacional en tiempos en que los éxitos y los motivos para la comunión social precisamente no abundan.

PD: Vale quedarse hasta que se prendan las luces porque durante los créditos finales se escuchan múltiples (y en algunos casos interesantes) testimonios.

Diego Battle.

En todos los cines.

“El castillo”

64 hectáreas, 12 habitaciones, 6 baños. El castillo es tan imponente como inmanejable. La mansión ahora está en manos de Justina, una empleada doméstica, quien la heredó de su antigua empleadora y ahora la habita junto a su hija Alexia. El milagro de recibir una casa de ensueño se convierte en una prisión y en una pesada carga: no solo deben mantenerla como pueden, sino que además no pueden venderla debido a una promesa que le hizo Justina a la difunta dueña. En la dinámica diaria, lo evidente sale a la luz: la casa está desgastando la relación de ambas y también los sueños de Alexia, quien busca un futuro lejos de esos interminables pasillos. La nueva película de Martín Benchimol exhibe los prejuicios, las culpas y las dinámicas de clase, revelando, con empatía y perspicacia, la fragilidad del ascenso social que se oculta detrás de historias de progreso que parecen salidas de cuentos de hadas.

Mar del Plata Film Fest.

En El Cairo.

“Maestro”

Dirigida, coescrita (con Josh Singer) y protagonizada por Bradley Cooper, con Martin Scorsese y Steven Spielberg entre los productores y acercándose a una estrella como Leonard Bernstein, Maestro es un producto pensado directamente para llevarse todos los premios Oscar. El conocido actor ya había mostrado su eficiencia (y visión comercial) con Nace una estrella. Vuelve a hacerlo ahora, pero ese cálculo, esa finalidad aparecen incluso de manera más evidente.

Bradley Cooper ha declarado cómo la música de Bernstein lo acompaña desde su más tierna infancia (como a tantos, estadounidenses sobre todo) y expresado el agradecimiento hacia los hijos del músico, director y compositor por dejar contar su historia. Mucho se ha hablado sobre la prótesis nasal que utilizó el actor para componer su personaje. El ridículo de los alcances del debate desatado al respecto resulta inconmensurable. Pero menos se ha discurrido en el recorte que se hace en Maestro de la historia de una carrera y una vida tan interesantes como las de Leonard Bernstein.

Maestro está planteada como una historia de amor; de alguna manera, como una deriva de re-matrimonio con más de drama que de comedia. Lo que llama la atención es la inanidad de la mirada, la consistente futilidad con que la película se queda en la superficie de los conflictos que plantea. Uno puede imaginar que ha debido ser muy difícil llegar a un acuerdo con los hijos de Bernstein para contar una historia que no sólo se mete en la intimidad de sus padres sino en una parte importante de sus vidas. Así y todo las elipsis y los fuera de campo dan la impresión de estar dictados por la necesidad de edulcorar algunas cuestiones antes que por una decisión narrativa. Las transiciones entre comedia y drama son poco elegantes y terminan conformando una película ciertamente bipolar cuando ello no parece querer afirmarse del personaje reflejado.

Fernando E. Juan Lima.

En los Cines del Centro.

“Viernes negro”

La película comienza en la tarde del Día de Gracias, momento en el que algunas familias se preparan para la gran cena y otros invaden las tiendas departamentales para aprovechar los descuentos de temporada. Jessica (Nell Verlaque) es hija de un magnate que puede disfrutar tranquilamente de la noche mientras sus empleados deben enfrentar a la gente enloquecida por las compras. La joven termina acudiendo a la tienda con sus amigos, y es aquí cuando el infierno se desata y conecta su historia con la de Eric Newton (Patrick Dempsey), sheriff del pueblo que es testigo del desastre.

Este inicio, por cierto, es memorable en el caos que propone en parte realista y preocupante, y en parte exagerado y revoltoso. En estos primeros minutos está la clave para el resto de la cinta a nivel narrativo, pero también a nivel técnico, pues el director logra superarse con cada muerte, lo que dice mucho de este punto de partida. Un año después de este trágico evento, el pueblo de Plymouth se prepara para un nuevo Día de Gracias, pero las festividades no volverán a ser igual cuando un asesino comience a cazar a todos los involucrados en ese catastrófico día. Por supuesto, Jessica y sus amigos son los invitados de honor, pues el asesino tiene reservado algo muy especial y violento para ellos, iniciando así una masacre sin igual.

Toda una generación creció con películas como Scream: Grita Antes de Morir (78%), Sé lo que Hicieron el Verano Pasado (36%) y Leyenda Urbana que seguían los pasos de clásicos como La Masacre de Texas (88%), Halloween (94%), Viernes 13 (58%) y Pesadilla en la Calle del Infierno (94%), pero las propuestas de hace años se enfrentaron a un obstáculo muy complicado, pues las cintas necesitaban aprovechar la emoción de los más jóvenes y debían sacrificar varios aspectos interesantes para no perder su accesible clasificación. Por suerte, Eli Roth no tenía interés en seguir esos pasos, y aunque su película mantiene el ritmo y las mejores cualidades de este subgénero, nunca olvida que es para adultos, y en ese sentido aprovecha cada gota de sangre y vómito que ofrece.

Para que un slasher funcione bien debe cumplir con tres cosas: un asesino despiadado que también es la representación de una crítica, muertes muy originales, y una chica final que debe alejarse las convenciones. Viernes Negro cumple con todo esto al ofrecernos la imagen de John Carver como máscara que usa el asesino, y es que este personaje se relaciona con los primeros colonos en Estados Unidos y marca muy bien la dualidad de la tradición que pide reconocer la importancia del Día de Gracias y el consumismo que ha absorbido esta fecha dedicada a recordar las cosas por las que estamos agradecidos en nuestra vida. Gracias a esto, los asesinatos son gloriosos, divertidos y muy sangrientos, pues se basan en los elementos clásicos de esta festividad, incluyendo la brutal escena de una cena con un pavo… peculiar que sigue muy bien lo que se presentó en el corto falso original.

Tal vez el punto más débil es la actuación de nuestra chica final, pero curiosamente eso no es tan importante, pues el contexto en el que se desenvuelve su personaje funciona muy bien y la deja como representación del equilibrio que se debe encontrar entre la tradición y el consumismo. El grupo de jóvenes tiene gran química, son divertidos y logran ir más allá de los clichés del género, pero presentando ciertas actitudes familiares para no perder la costumbre y que el público pueda sentirse cómodo en ese mundo casi de inmediato. Esto quiere decir que la audiencia sí encontrará al patán y a la chica de fuerte moral, pero sin repetir tendencias pasadas de moda como “el deportista” y “la virgen”.

Esto hace que Viernes Negro tenga mucho valor entre los fanáticos del terror, pues presenta personajes de la generación TikTok con un estilo de antaño que va a satisfacer a todas las partes. De igual forma, la crítica es interesante, pero tampoco se le toma con tanta seriedad como para ser una pobre calca del horror psicológico que se ha popularizado en los últimos años. Sí, el consumismo es peligroso, desalmado, y saca lo peor de cada uno, pero no es necesario presentarlo dentro de una alegoría elevada, pues un viaje de venganza basta para entender la ironía que rodea esta festividad.

Luego de intentar abordar el horror infantil con La Casa con un Reloj en sus Paredes (67%), y de dedicar más tiempo a la producción, Eli Roth demuestra que no ha perdido el toque y cumple su meta de entregar un slasher original que marque a una nueva generación, tal y como sucedió con los trabajos de Wes Craven. Lo mejor de todo es que Viernes Negro también logra hacer referencias a villanos clásicos y sus respectivas aportaciones al género, como el POV de Myers al principio de Halloween y los sueños de estrés postraumático de Pesadilla en la Calle del Infierno, de tal forma que los conocedores podrán apreciarlas y los que no están al tanto podrán interesarse en descubrir la historia de estas figuras que cambiaron al cine para siempre.

Con Viernes Negro, el espectador pasará por todas las fases del horror, incluyendo el asco y la impotencia, pero sin dejar de lado la diversión que también pueden ofrecer este tipo de historias con una premisa simple que sabe cuándo tomarse en serio, cuándo debe dejar respirar a la audiencia, y cuándo está lista para la siguiente y brutal embestida visual, reflejo del conocimiento técnico de Roth detrás de cámaras, pero, principalmente, de la pasión que siente como fanático de estas obras.

En el Monumental, Cinépolis y Showcase.

Fuente: Otros Cines, Infobae, Yahoo.

Comentarios

5