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Todo Show

Siete estrenos incluida la biopic de Amy Winehouse llegan a la ciudad

La directora de Mi nombre es John Lennon / Nowhere Boy (2009), Cincuenta sombras de Grey (2015) y A Million Little Pieces (2018) se sumerge en la breve, intensa, exitosa y al mismo tiempo trágica historia de la cantante londinense en una biopic bastante convencional que Marisa Abela rescata con una caracterización magnética e interpretaciones musicales prodigiosas. La película llega a los cines de Argentina mucho antes (11 de abril) que a los de Francia (24 de abril), Estados Unidos (17 de mayo) y España (28 de junio).

También llegan a las salas rosarinas Alemania de María Silvia Zanettise y Vladimir de Martin Riwnyj, Sismo Magnitud 9.5 de Oxide Pang Chun, Recuerdos mortales, Siempre habrá un mañana de Paola Cortellesi y Agust D Tour ‘D-day’ The Movie, el concierto de Agust D (Suga de BTS).

Aquí una selección de reseñas para elegir que ir a ver al cine, porque el cine se ve en el cine.

“Back to black”

Como ocurrió en la reciente Bob Marley: La leyenda, de Reinaldo Marcus Green, el guion de Back to Black escrito por Matt Greenhalgh (un experto en biopics musicales luego de Control, sobre Ian Curtis; y Nowhere Boy, sobre John Lennon) tiene como uno de sus recursos principales el narrar la historia de Amy Winehouse (1983-2011) a través de sus canciones. Es cierto que sus letras fueron siempre íntimas, confesionales, pero se trata a esta altura de un artilugio algo remanido, diría que a esta altura demasiado facilista. Así, por ejemplo, vemos a la Amy de Marisa Abela ingresando brevemente a una clínica de rehabilitación y pocos planos después la escuchamos cantando “They tried to make me go to rehab, but I said no, no, no” en el tema Rehab.

Esta idea simplista de acción-reacción, causa-consecuencia es la que define buena parte de la ilación de escenas. Incluso varias frases y diálogos están incrustados como para que el espectador entienda de manera bastante obvia (en la comparación Sid y Nancy parece hasta una película sutil), que anticipan una suerte de designio, de sino trágico que marcó la efímera existencia de esta brillante compositora y cantante que forma parte del tristemente célebre “Club de los 27” junto a Janis, Jimi, Jim, Kurt y otros que murieron demasiado jóvenes por los excesos.

Si esta reseña tiene una calificación de “Buena” es, básicamente, porque Sam Taylor-Johnson es una narradora prolija y eficaz, pero sobre todo porque Marisa Abela construye una caracterización magnética, que expone toda la energía pero también la fragilidad, la relación de amor intenso pero también tóxico y autodestructivo con Blake Fielder-Civil (Jack O’Connell), el talento de una heredera directa de leyendas del jazz como Sarah Vaughan y Billie Holiday, pero también la dependencia, las cicatrices emocionales que se van acumulando luego de tantas heridas de una vida tormentosa marcada por las adicciones, el bullying mediático y las presiones del show business.

Es cierto que Abela, de 28 años, luce como demasiado “veterana” a la hora de interpretar en las escenas iniciales (principios de los 2000) a una adolescente judía del barrio de Camden, pero luego -cuando su Amy se acerca a su propia edad- logra encarnarla en toda su dimensión, con sus múltiples facetas y matices. Eddie Marsan como su padre Mitch (un personaje al que el guion salva bastante), la gran Leslie Manville como su querida abuela Cynthia (la integrante de su familia que ella más quería) y Sam Buchanan como el manager Nick Shymansky completan el elenco principal de una biopic bastante obvia y convencional, pero que al mismo tiempo tiene suficientes atributos (la apuntada actuación de Abela y las muy buenas performances musicales) como para darle una oportunidad incluso en su paso inicial por la pantalla grande.

Diego Batlle.

En Showcase, Hoyts, Cinépolis, Monumental y Del Centro.

 

“Alemania”

La vida de Lola (Maite Aguilar), una adolescente de 16 años, puede parecer apacible si se la mira de lejos, pasando sus días en un barrio en apariencia tranquilo, mirando la tele con su madre y su abuela, yendo al colegio y soñando con un posible viaje de estudios a Alemania. Pero si uno se acerca un poco más, como lo va haciendo esta opera prima con tintes autobiográficos de María Zanetti, se da cuenta que las cosas son bastante más complicadas.

Por lo pronto está su hermana mayor, Julieta (Miranda De la Serna), mucho más conflictiva que ella, quien parece permanentemente complicarlo todo en el ámbito familiar. Enseguida se vuelve evidente que la chica no es solo intensa y nerviosa sino que padece algún trastorno del tipo maníaco-depresivo. Y eso es algo que no solo ocupa y preocupa a sus padres –interpretados por María Ucedo y Walter Jakob– sino que también los frustra, los desgasta y, en cierto sentido, los hace desentenderse de la vida de Lola, quien sufre la situación de una manera un tanto más silenciosa.

El conflicto central de ALEMANIA pasará por la incómoda situación de Lola, quien se da cuenta que su soñado viaje a ese país se complica porque, económicamente, sus padres no pueden solventarlo. A la vez ella misma lo vive con culpa, porque supone que su presencia es necesaria o porque no quiere abandonar del todo a su hermana, quien está atravesando otra crisis severa. Entre salidas con amigas, internaciones de Julieta, conflictos con sus padres –en especial con su mamá, que Ucedo interpreta con su característica intensidad– e intentos de hacer su propia vida en medio de un creciente desgaste familiar, Lola va atravesando una etapa de su adolescencia especialmente complicada y angustiante.

La directora cuenta en las notas de prensa del film que la película se inspira en su propia adolescencia y en su relación con su hermano mayor, a quien la película está dedicada y quien sufría una enfermedad de este tipo. Y si bien en ALEMANIA la relación con Julieta (una excelente actuación de De la Serna) no es el único conflicto que atraviesa la protagonista, es claro que hay un fuerte peso emocional puesto en esa relación. Y eso impacta especialmente sobre el final.

Para Lola es una situación compleja ya que adora a su hermana y entiende que es la propia enfermedad la que la lleva a actuar muchas veces como actúa, pero por momentos se le hace muy difícil controlarla, sostener esa relación. Una tensa escena en la que ambas van en auto clarifica esa incómoda dualidad. Algo similar sucede con los padres, imposibilitados muchas veces de encontrar las respuestas adecuadas. En el medio, el viaje a Alemania parece quedar como un pensamiento lejano. En algún momento, hasta para Lola.

Película pequeña, emotiva y muy honesta en lo que respecta a este tipo de complicadas mecánicas familiares, ALEMANIA es un coming of age sensible que pone el eje en la salud mental, pero no solo en relación a la enfermedad de Julieta sino en cómo eso se refleja en las personas que tiene cerca, su familia inmediata. Ayuda al realismo –y le suma también a su cuota emocional– la selección de temas clásicos de Virus y Charly García en su banda sonora. La «Alemania» del título es, en algún punto, una idea, un concepto, un territorio lejano al que parece difícil poder llegar sin atravesar muchísimos contratiempos. Podría llamarse «adultez» también.

Diego Lerer.

En El Cairo.

 

“Vladimir”

Daniel Aráoz regresa al protagónico cinematográfico con Vladimir, la confusa historia de un artista plástico que, en plena crisis creativa y como consecuencia de un hecho trágico, comienza a sufrir alucinaciones donde la muerte lo acecha a cada instante. Pero ni su enorme talento salva la película del naufragio.

En un clima siempre solemne, la imprecisa trama sigue los pasos de Vladimir (Daniel Aráoz), un añoso y destacado pintor que sufre la pérdida de Raulito (Enrique Dumont), uno de sus mejores camaradas, cuando éste se precipita por un balcón de su atelier, durante una fiesta en el que el alcohol y el humo de los cigarrillos liberan las personalidades de los presentes.

El hecho trágico desencadena una crisis personal que, primero, lo acorrala en la falta completa de inspiración y, luego, lo incentiva a una explosión creativa caracterizada por la producción de enormes cuadros oscuros y de trazos gruesos, con rostros deformes, casi imprecisos, cuyas miradas interpelan y asustan al observador, mientras lo escuchamos enunciar frases sentenciosas y grandilocuentes.

Todo se complica aún más con la presencia del siniestro Pereda (Carlos Belloso), un policía corrupto que anda en amoríos con Mora (María Eugenia Rigon), la novia/amante de Vladimir y que está convencido de su culpabilidad en la muerte del amigo. Se suma la inexplicable desaparición de Margot (Mariela Pizzo), su modelo y musa de siempre.
No obstante, él continua su labor con un frenesí irrefrenable, a pesar de las circunstancias cada vez más funestas que lo van cercando.

El tormento de una existencia sombría, el aislamiento y la impotencia se imponen en la vida cotidiana del hábil maestro del pincel, llevándolo a una espiral descendente de la que no podrá salir a pesar de contar con la ayuda de Héctor (Marcelo Melingo), el marchand al que sólo le interesa vender las obras al mejor postor, y Francis (Germán Baudino), su amigo de juventud.

Filme complejo, con pinceladas de thriller psicológico no demasiado claras o explícitas, en el que se intentan explorar las obsesiones y las dificultades que todo artista suele padecer, aunque no termina de construir una trama más clara con la que podamos sentir empatía. Al contrario, el tono formal de la película y un débil guion conspiran en capturar la atención.

Dueño de una presencia inquietante y un seductor decir gutural, Aráoz brinda una composición perturbadora que atrapa más allá de lo que se cuenta. Belloso no le va en zaga y aporta una máscara amenazante que contribuye a crear el clima de policial negro. También se destacan Dumont, hijo del recordado actor Ulises, y Mimí Ardú, cuyas breves apariciones bastan para demostrar el talento interpretativo de ambos. Lamentablemente, el resto del elenco no está a la altura.

Al filme lo dirigió con corrección, el también artista plástico Martín Riwnyj, quien confesó haber fusionado la ficción con su experiencia personal, para este relato que, según él, se nutre de vivencias reales, algunas trágicas y otras cómicas, que atravesó a lo largo de su vida como pintor.

Jorge Montiel.

En el Showcase.

 

“Siempre habrá un mañana”

La actriz italiana Paola Cortellesi debutó como directora con Siempre habrá un mañana, esta película que es un sensible retrato donde muestra, con recursos de la comedia, el drama y hasta el musical, la lucha contra el patriarcado en la Italia empobrecida de la posguerra. En Italia superó en espectadores a los tanques de Barbie y Oppenheimer.

En la escena inicial de la película, Delia (Paola Cortellesi, de Como pez fuera del agua y Hombres contra mujeres) y su esposo Ivano Santucci (Valerio Mastandrea, de Perfectos desconocidos), están tumbados en la cama matrimonial.

Ella lo saluda con un “Buenos días” y la respuesta de él es una sonora bofetada que le asesta sin razón alguna. Ese comienzo sorpresivo marcará el tono de un filme rodado en espléndido blanco y negro, y ambientado en 1946, tiempos en que la península itálica quedó sumida en la pobreza tras la locura insana de la Segunda Guerra Mundial.

La familia de Delia, además del marido, se conforma con tres hijos, una adolescente y dos niños pequeños, más un suegro postrado y cascarrabias (Giorgio Colangeli, de La cena, dirigida por Ettore Scola). Como tantas en aquella época, sobreviven hacinados en los cuartos minúsculos de un subsuelo. Las imágenes remiten a los clásicos neorrealistas que protagonizaron Anna Magnani o Sophia Loren.

Al igual que aquellas, el personaje protagónico debe enfrentar la realidad cotidiana a fuerza de valor en una Roma que intenta resurgir de las cenizas. Hay largas colas frente a los negocios para conseguir comprar un poco de pasta y los soldados estadounidenses todavía patrullan las calles.

Pero Delia tiene una rutina cercana a la servidumbre en la que debe cocinar con lo que poco que consigue, limpiar, cuidar al anciano y conseguir dinero extra con pequeñas acciones; desde colocar inyecciones a zurcir ropa interior.

Todo bajo la mirada severa y la intolerancia de su cónyuge que no deja escapar oportunidad para menospreciarla y castigarla. Cualquier excusa es buena y hay que aguantarle todo porque, como él afirma, sufrió los horrores del combate. En el barrio todos conocen lo que sucede en ese hogar, pero nadie se anima a meterse. La sociedad patriarcal se imponía y las mujeres de la casa debían quedarse en silencio y aguantar. Los únicos instantes de tranquilidad son con Marisa (Emanuela Fanelli) su amiga que vende verdura en el mercado, o cuando se cruza con Nino (Vinicio Marchioni, de la serie Los leones de Sicilia, de Paolo Genovese), el mecánico que fue su amor juvenil.

Cuando Marcella (Romana Maggiora Vergano, actriz de Cabrini, de Alejandro Monteverde), la hija mayor, cae seducida por Giulio (Francesco Centorame), el joven hijo del dueño de una heladería que hizo fortuna vaya a saber cómo, Delia tendrá esperanza de un futuro mejor para la muchacha y aparecerán recuerdos de su juventud en los que soñaba con otra vida.

Por fortuna, Cortellesi, muy popular en su país por su trayectoria de comediante e imitadora de cantantes, es digna heredera de la mejor tradición del cine itálico y no se estanca en la historia de sufrimiento, sacrificio y violencia de género. Por el contrario, suma vuelo poético a escenas en las que el castigo sería intolerable y transforma ese terror doméstico en una especie de coreografía donde el golpe es sugerido como si se tratara de una danza grotesca.

Cuenta con un sólido elenco, hasta en los roles más pequeños, que derrocha matices expresivos, sobre todo en las miradas, para decir mucho más que las líneas de un aceitado e inteligente guion que incluye un bienvenido giro final ligado a la historia democrática de Italia que no conviene revelar.

Además, suma una bienvenida partitura anacrónica que le viene de perillas a la trama e incluye, por ejemplo, a Lucio Dalla con su canción Una sera di miracoli, baladas conmovedoras de Achille Togliani y hasta temas de hip hop. En definitiva, este es cine con mayúsculas, que escapa a formulas habituales y arroja luz sobre una realidad tremenda: cada 72 horas hay un femicidio en Italia.

Jorge Montiel.

En Del Centro, Cinépolis y Showcase.

 

“Recuerdos mortales”

Recuerdos mortales llega a Cines del Paseo

Antes que las canas, para el cinéfilo una de las primeras señales de que se está haciendo mayor aparece cuando nota que los actores que vio convertirse en estrellas ya no son protagonistas sino los padres de los protagonistas. Un indicador más contundente es que esos mismos actores empiecen a encarnar personajes que tienen Alzheimer.

Russell Crowe viene de ser el padre de Superman y ahora le toca interpretar a un exdetective de homicidios que sufre demencia. No está solo en este derrotero. Hace poco Liam Neeson pasó por el mismo padecimiento en Asesino sin memoria, al igual que Michael Keaton en la aun inédita Knox Goes Away.

La casa de Roy Freeman (Crowe) está llena de carteles que dicen cosas como “Esta es tu casa”, “Tu nombre es Roy Freeman”, “Hay comida en la heladera” y, como para que no queden dudas, “Sufres de Alzheimer”. Roy es un policía retirado que está en un etapa avanzada de la enfermedad, aunque participa del ensayo clínico de un tratamiento que podría devolverle la memoria. Su doctora le recomienda que ejercite su cerebro con lecturas o palabras cruzadas.

Cuando la integrante de una asociación de apoyo a condenados a muerte lo contacta para que revise uno de sus antiguos casos, el exdetective decide que puede ser un modo de encontrar un entrenamiento mental más ameno que armar rompecabezas. El caso en cuestión es el homicidio de un reconocido psiquiatra cuyo supuesto perpetrador, luego de diez años de cárcel, está a punto de ir a la silla eléctrica. Tras la forzada reflexión a la que lo llevó su encarcelamiento, el condenado afirma ser inocente del crimen del que se había declarado culpable y le implora a Freeman que encuentre al verdadero asesino.

Tal es el planteo de un film que juega con los tropos de la novela negra como la trama laberíntica o la femme fatale manipuladora, pero también con uno de los recursos más endebles del policial como es la amnesia intermitente de uno de los personajes, que olvida o recuerda lo que resulta más conveniente para el construcción del misterio.

Aquello que sostiene el interés aquí es que un espectador avezado sospechará que, dado que la película presenta el punto de vista de un personaje cuyas facultades están alteradas, no se puede tomar sus imágenes al pie de la letra.

Creemos que este narrador no debe ser nada fiable y seguramente nos está llevando de la nariz hacia una revelación sorprendente e impensada, que cambiará todo lo que vimos. Nada de eso sucede. La amnesia sí conduce a una vuelta de tuerca final (tan evidente que se ve desde el primer acto) pero no tiene consecuencia alguna sobre la narrativa que, en efecto, es exactamente el conjunto de coincidencias inexplicables, lugares comunes recalentados e improbabilidades que parece. Películas como Memento o El padre presentan un uso productivo de la amnesia para construir un relato innovador. Aquí no es más que un recurso crudo y mal aprovechado, que apenas otorga un previsible golpe de efecto en el final. La solvencia de Crowe en el rol principal es el atributo más destacado de un film que probablemente no quede en la memoria de mucha gente.

Hernán Ferreirós.

En el Showcase, en Hoyts, Monumental y Del Centro.

 

“Sismo Magnitud 9.5 Desastre total”

Un terremoto repentino azota todo el parque industrial químico del condado de Guancheng y provoca fugas y explosiones en las tuberías. Un humo espeso se eleva en medio de un fuego abrasador mientras el desastre se intensifica rápidamente. Si no se controla, toda la ciudad será arrasada… Ante la dura prueba de salvar a las personas además de combatir el incendio, los miembros del puesto de bomberos se movilizan inmediatamente y acuden a socorrer a los más afectados en una carrera contra el tiempo.

En el Showcase, Hoyts, Cinépolis y Monumental.

 

“Agust D Tour ‘D-day’ The Movie”

La película del concierto bis de SUGA de BTS <SUGA│Agust D TOUR ‘D-DAY’ THE MOVIE> irrumpe en la gran pantalla de todo el mundo! Como gran final de la gira mundial, “SUGA ^~^ Agust D TOUR ‘D-DAY’ THE FINAL” simbolizó la culminación de 25 conciertos ofrecidos en 10 ciudades, que cautivaron a un total de 290 000 espectadores durante el transcurso de todas sus presentaciones. Sumérgete en la emocionante energía de “‘D-DAY’ THE FINAL” en la pantalla, donde los exquisitos sonidos fusionan la creatividad del miembro de BTS “Icono Pop del Siglo XXI” SUGA con la genialidad del artista solista Agust D. Desde una actuación electrizante hasta momentos explosivos de energía, no te pierdas las interpretaciones especiales en dúo con los talentosos miembros de BTS, RM, Jimin y Jung Kook.

En Showcase.

 

Fuente: Otros Cines, Micropsia, La Nación, Clarín, Cinépolis.

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