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Siete estrenos llegan a la cartelera rosarina

Un drama tailandés llamado “Milagro en la cueva”, “Axioma” una argentina con Marrale, y nuestro amigo César Bordón, el documental “Chango”, basada en la novela de Paul Auster: “El país de las últimas cosas”, la animación francesa “King, regreso a casa”, y una animación francesa “Sword art online progressive” arriban a las salas rosarinas luego de la semana de estreno de Batman que subió a las pantallas de la ciudad casi sin compañía. Como siempre, una selección de reviews para elegir que ir a ver al cine. Porque el cine se ve en el cine.

 

“Milagro en la Cueva”

“¿Qué tan rápido podés llegar acá?”, le preguntan del otro lado del teléfono a Jim Warny, un electricista de una fábrica de aviones y buceador recreativo de cuevas. El belga estaba en Irlanda, y el que llamaba lo hacía desde Tailandia. En su momento, el hecho conmovió a todo el mundo. Doce niños y su entrenador de fútbol quedaron atrapados en una cueva en Tailandia, y el rescate se prolongó durante días, al comienzo sin saber si se encontraban o no con vida. No fue hace tanto. El sábado 23 de junio de 2018 entraron y no pudieron salir. Fueron 18 días de angustia los que se vivieron para rescatar a Los jabalíes, como se conocía al equipo de fútbol. Milagro en la cueva, que se filmó a la brevedad y tuvo su premiere en 2019, sigue una estructura básica: los chicos jugando en una cancha, ingresando a la cueva, el encierro y el mítico rescate (con el título Milagro en la cueva no hay manera de evitar el spoiler) del que participaron rescatistas de todo el mundo. Es que cuando los primeros socorristas pudieron llegar a tomar contacto con el entrenador y la docena de chicos de entre 11 y 16 años, ya llevaban diez días sin comida. Y como el nivel de oxígeno disminuía cada hora más -llegó a un 15%-, había que sacarlos de allí lo antes posible.

Las condiciones climáticas no ayudaban: si las lluvias habían hecho que quedaran encerrados, el pronóstico no era alentador, porque era época de monzones y se acercaba otro temporal. Es un relato de supervivencia, sí, pero no como el de la reciente Dos contra el hielo, estrenada en Netflix. La película no les da tanta preponderancia a los chicos y su entrenador, sino que prefiere seguir la vida y el accionar de los socorristas, los buzos internacionales y la gente que quería como sea ayudar a sacar a los 13 encerrados con vida. Las trabas burocráticas que impedían que alguien llevara sus propias y necesarias bombas para extraer el agua, por ejemplo, son mostradas sin preámbulos. Hay dos datos claves por los que atravesó el rodaje. Como el director irlandés Tom Waller y su equipo no pudieron acceder a la cueva Chiang Rai, al norte de Tailandia donde transcurrieron los hechos, debieron rodar en cuevas similares. Y, por otra parte, varios de los personajes que aparecen en la pantalla se interpretan a sí mismos, como el propio Jim Warny, que ya ha dicho que le resultó más agotadora la filmación que el rescate, y que lo suyo fue más recrear que actuar. Es cierto que muchos de quienes actúan no son precisamente profesionales, y la credibilidad hay que buscarla, rascarla de la realidad. Cómo llegar hasta ellos, bucear cientos de metros, y confiar en que todos podrían salir con vida (los memoriosos recordarán que hubo que lamentar una víctima fatal) suma a la hora de seguir con atención el relato. En el Showcase, Hoyts y Cinépolis.

 

 

“Axiomas”

Axiomas, la ONG ambientalista para la que Isabela trabaja, decide transferirla desde su misión en un campo de refugiados del Sahara a la Argentina. Isabela vuelve a la provincia en la que nació, respaldada por Axiomas a batallar ferozmente contra una empresa minera y contra quien más protege y defiende a la mina: el Gobernador Ribero. Los rencores del pasado y los conflictos no resueltos toman fuerza: Ribero, su principal oponente, es además su padre. ¿Pelea entonces contra el padre que la abandonó o contra el gobernador corrupto que permite empresas contaminantes?. Se ve en el Hoyts.

 

 

“Chango, la luz descubre”

‘Chango, la luz descubre’, un homenaje en vida al director de fotografía de las únicas películas argentinas galardonadas con el Oscar a mejor película extranjera (La historia oficial, de 1985, y El secreto de sus ojos, de 2009), sigue los incansables días de Félix “Chango” Monti mientras filma ‘Mamá se fue de viaje’, con el director Ariel Winograd, y al mismo tiempo ilumina la obra ‘La farsa de los ausentes’, junto a Pompeyo Audivert en el Teatro General San Martín. A través del testimonio de varios de los directores y directoras con los que el Chango colaboró, conoceremos la vida y carrera de un hombre que, a punto de cumplir 80 años, sabe que siempre hay una oportunidad para hacerlo mejor. En el Arteón.

 

 

“El país de las últimas cosas”

 

A Alejandro Chomski le gustan los desafíos. Luego de haber adaptado la novela de Adolfo Bioy Casares Dormir al sol (2012) y de incursionar en la comedia con la extraña Maldito seas, Waterfall (2016), el realizador lleva al lenguaje de las imágenes y los sonidos El país de las últimas cosas, la novela distópica que Paul Auster publicó en 1987 y, desde entonces, integró la lista de textos a priori imposibles de filmar. Escrita a la manera de una extensa carta en la que una mujer resume sus meses en una ciudad innominada destruida por una crisis total, El país…fue interpretada como una alegoría sobre las consecuencias del capitalismo salvaje, como la consumación definitiva de un “sálvese quien pueda”. Resonancias que no aparecen en esta película que, ante la inevitable necesidad de recortar, opta por centrarse en las situaciones que marcan los principales hitos de la novela. Si en el libro todo transcurría en un lugar sin tiempo ni ubicación definidos, aquí la acción tiene lugar en una Buenos Aires atemporal cuya escenografía luce como Stalingrado durante 1943: una ciudad rebosante de incendios, y hombres y mujeres que vagan sin rumbo, ganándose el (poco) pan como pueden, y donde los límites éticos y morales brillan por su ausencia. Un diseño post-apocalíptico representado mediante un correcto trabajo visual, en un estilizado blanco y negro, y con tomas áreas donde se aprecia la ruina generalizada en que se ha convertido la ciudad portuaria. Hasta esa tierra donde hay recolectores de cadáveres de la calle, y los suicidas se dividen en “corredores” -que corren hasta caer redondos- y “voladores” -que se tiran de cabeza al pavimento desde terrazas-, llega Anne Blume (Jazmín Diz) en busca de su hermano periodista, quien partió para una cobertura de la que no envió ni una palabra. Una tarea imposible, en tanto es probable que haya muerto hace tiempo y, por lo tanto, terminado en uno de los crematorios usados para generar la poca energía eléctrica que abastece las ruinas.

El guion –escrito por Chomski con la tutela de Auster, según la información oficial– recurre a una voz en off para resumir las rugosidades de los primeros tiempos de Anne allí, para luego concentrarse en los tres puntos centrales de la novela: su convivencia con una anciana avezada en el arte de la recolección de objetos para revender y su libidinoso marido, su posterior llegada a una biblioteca timoneada por rabinos donde conoce a Sam (el mexicano Christopher Von Uckerman), un periodista enviado para averiguar el destino del hermano de Anne, y una parte final en un caserón que opera como refugio temporal de desamparados y en el que ella termina trabajando como asistente de quien regentea el lugar, Victoria (la portuguesa María De Medeiros). Concentración es un término clave, pues el film opera más por acumulación que por sedimentación, impidiendo que Anne adquiera un gramaje emotivo suficiente para que el espectador se preocupe por ella: no hay contradicción entre el instinto de supervivencia y el deseo de rendirse que atraviesa el texto original, así como tampoco esa sensación de pestilencia ubicua, de desesperanza crepuscular. Es, más bien, un grupo de personajes con múltiples acentos que entran y salen de su vida sin dejar huella, pasajeros de un tren cuya última estación, sin embargo, es la posibilidad de un futuro mejor. En el Hoyts.

 

 

“King, regreso a casa”

 

 

El largometraje de aventuras del francés David Moreau logra ser más efectivo en las escenas en las que se ciñe a un abordaje intimista de la historia. En este aspecto, se destaca la interpretación de la joven Lou Lambrecht como Inés, una preadolescente ermitaña que pasa sus días retraída del entorno como consecuencia del trauma que le generaron tres pérdidas: la muerte de su madre, el abandono de su padre, y la partida de una de las figuras más inspiradoras que tuvo en su niñez, su abuelo trotamundos. Por lo tanto, cuando un león cachorro escapa del aeropuerto de la comuna francesa de Orly donde estaba siendo traficado y llega a la casa de Inés, la vida de la joven da un vuelco y encuentra en ese animal un compañero para esas jornadas de tristeza e incomprensión.

Al tratarse de un film concebido para toda la familia, King: regreso a casa no ahonda con profundidad en tópicos como el tráfico y el maltrato animal y, cuando lo hace, opta por configurar a los villanos con trazo grueso. En su segundo tramo, el realizador configura un road trip en el que Inés y su hermano Alex le hacen frente a los obstáculos para que King, tal como bautizaron al león, pueda llegar a África y permanecer en su entorno natural. Aunque se perciben algunos problemas para manejar los tiempos del relato (el largometraje es excesivamente largo), se trata de una obra noble, de gran calidez, en la que se alude a cómo la vida entera es un acto altruista de soltar aunque duela. Debido a esto, los momentos en los que Inés, King y Alex están en pantalla son los más sentidos de esta propuesta. En las salas del Showcase, Hoyts, Cinépolis y Del Centro.

 

 

“Los paseos”

 

 

Una relación amorosa puede tener puntos de partida inesperados. En el caso de la que experimentan Diego y Belén, es la necesidad de una anciana que requiere de asistencia para su vida cotidiana -él la lleva a pasear en auto para que se distraiga, ella la ayuda a diario con las tareas domésticas- la que provoca un encuentro fortuito que evolucionará en el vínculo sentimental entrecortado que está en el centro de la trama. Conflictuado con una carrera de arquitectura que se vuelve cuesta arriba y disconforme con su discreto empleo en una librería, Diego no decodifica del todo bien los mensajes de su flamante amor veraniego: el problema entre ellos es, en primer lugar, de comunicación -es como si hablaran lenguas diferentes y vivieran en lógicas temporales también distintas-. Muy pronto, las interpretaciones apresuradas empiezan a provocar frustraciones. La película -cuyo guion está basado en una experiencia personal que marcó al director- trabaja bien esa problemática, acentuada por las diferencias de clase de los dos protagonistas. También homenajea con calidez a dos joyas secretas del cine europeo: Prix de beauté (1930), producción francesa dirigida por el italiano Augusto Genina y primera película sonora hecha por la estrella estadounidense Louise Brooks, y Os verdes anos (1963), film portugués de culto de Paulo Rocha. Pero si hay una obra a la que Los paseos remite con mayor elocuencia es la de Eric Rohmer, tanto por el tipo de enredos y ambigüedades en las situaciones que articula como por el temperamento inestable de sus personajes. En el cine Arteón.

 

“Sword art online: progressive”

 

 

Sword Art Progressive es uno de los animé más exitosos de los últimos tiempos, muestra cabal del poder y la atracción que tienen los videojuegos masivos de realidad virtual. El público argentino está familiarizado con la historia desde que Netflix incluyó las cuatro temporadas de la serie televisiva original. Con el trazo genuino y preciso del animé prototípico y una sucesión de herramientas visuales que reproducen en pantalla grande algunas instancias y herramientas propias del videojuego, Aria de una noche sin estrellas propone un nuevo comienzo para la historia. Todo está narrado a partir de la perspectiva de Asuna, la estudiante que entra desde la vida real al juego junto con su compañera Mito, y el encuentro que vive con el bravo guerrero Kirito. La película no tiene otro propósito que el de consolidar, quizás sumando nuevos seguidores a su vasta legión de fans, lo que funciona como un fenómeno de extraordinario alcance global.

Para el público no iniciado quizás esta no sea la entrada más propicia al mundo del animé, algo que puede hacerse, por ejemplo, a través de las grandes obras de Makoto Shinkai. Lo más interesante de Sword Art es la reflexión autoconsciente que hace sobre las posibilidades y los alcances de un juego virtual que, en esta historia, es lo suficientemente letal y cruel como para provocar la muerte de sus participantes y el abandono del mundo real. La copia estrenada en la Argentina no incluye las voces originales en japonés, reemplazadas por un doblaje al castellano neutro y convencional. En las salas del Showcase, Hoyts, Cinépolis.

 

 

Fuente: Página 12, Clarín, Pablo Scholz, La Nación, Milagros Amondaray, Alejandro Lingenti, Marcelo Stiletano.

 

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