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Tres estrenos llegan este jueves con una más de “Los Juegos del Hambre”

Una precuela de “Los juegos del hambre”, Mercedes Morán en un papel extraordinario con “Elena sabe” más “El demonio entre nosotros” son los tres estrenos de este jueves preeleccionario en la ciudad y en el país. Una elección de reseñas con sus trailers para elegir que ver y donde verla, porque el cine se ve en el cine.

“Los juegos del hambre: La balada de pájaros cantores y serpientes”

Las cuatro primeras entregas protagonizadas por Jennifer Lawrence redondearon una buena (por momentos muy buena) saga que combinaba aventuras, ciencia ficción distópica, romance y cine catástrofe. El film original dirigido por Gary Ross y los tres siguientes rodados por Francis Lawrence, sin ser extraordinarios, resultaron un entretenimiento concebido con no poca calidad, potencia, jerarquía y nobleza.

De los Lawrence, el que volvió para esta quinta entrega de la franquicia fue Francis (no así Jennifer con su Katniss Everdeen) y la sensación es mucho menos satisfactoria que en los casos previos. No se trata de una experiencia del todo frustrante, pero aquí el relato -ambientado 64 años antes- resulta bastante más anodino, con una narración menos impactante y atrapante, con protagonistas menos carismáticos y sin matices, y figuras (de Peter Dinklage a Jason Schwartzman, pasando por Viola Davis) desperdiciadas en papeles secundarios sin el más mínimo relieve ni profundidad.

El nuevo protagonista es el joven Corolianus Snow (el inglés Tom Blyth, en el mismo personaje que de veterano y ya como siniestro presidente interpretó Donald Sutherland), representante de una otrora poderosa familia hoy en plena decadencia, cuya suerte podría cambiar si tiene éxito en la décima edición de Los juegos del hambre. Sin embargo, parece haber fuerzas conspirando en su contra y es así como lo humillan asignándole el lugar de mentor del Distrito 12, pauperizado sector ligado a minas de carbón dentro de la autocrática nación de Panem. Claro que allí estará Lucy Gray Baird (Rachel Zegler, la protagonista de la Amor sin barreras de Steven Spielberg que aquí se luce más como cantante que como actriz) y la atracción entre ambos es evidente, aunque también se empiezan a percibir crecientes contradicciones.

Esta quinta entrega, más allá del indudable profesionalismo con que está concebida, sale mal parada de las comparaciones en casi todos los aspectos y rubros frente a sus predecesoras. Ni siquiera las escenas de acción o el despliegue de efectos visuales (han pasado ocho años con las evidentes mejoras tecnológicas en ese rubro) alcanzan la tensión y espectacularidad de los films previos.

Dividida en tres partes, La balada de pájaros cantores y serpientes tiene toda la estructura y los elementos para convertirse en el inicio de una nueva saga dentro de la franquicia. Si el resultado artístico no es demasiado alentador, serán -como ocurre siempre en Hollywood- los números de taquilla los que dictaminarán si este regreso sin demasiada gloria ha sido un esfuerzo efímero o, como se prevé, se seguirá exprimiendo el jugo hasta la última gota.

Diego Batlle.

En todos los complejos.

“Elena sabe”

Elena (Mercedes Morán) camina lento, con la ayuda de un bastón, arrastrando los pies y mirando casi siempre al suelo. En la estación de trenes de Constitución la gente que corre rumbo a su trabaja, la que protesta, la siente como un estorbo. Su pelo descuidado tiene demasiados colores producto de viejas y abandonadas tinturas. La protagonista que da título al film tiene 65 años, alguna vez fue contadora, pero hoy sufre de Parkinson y lucha como puede (con bastante dignidad y entereza) contra esa doble degradación motriz y también de la memoria.

A los pocos minutos de iniciado el film, la policía toca el timbre de su casa. Le dicen que tiene que acompañarlos porque han encontrado el cadáver de Rita Alonso (Érica Rivas), su hija de 43 años, con marcas en el cuello. Para los médicos y los oficiales no hay duda: muerte por asfixia. Pero Elena no está dispuesta a quedarse con la teoría del suicidio y ordena que se realice la autopsia.

Es el comienzo de una larga madeja de misterios, tensiones, subtramas, personajes y líneas narrativas para un relato que pendula entre el thriller psicológico y el drama de una relación madre-hija tan intensa como en muchos aspectos disfuncional. La historia va y viene en el tiempo: habrá flashbacks que nos remonten a unas vacaciones de Elena y Rita en las playas de Mar del Plata; otros que nos lleve hasta la adolescencia de Rita (interpretada por Miranda de la Serna) y una Elena como madre joven (Agustina Muñoz, pero con la voz doblada por la propia Morán). Es en el tiempo presente y en el personaje de Elena donde se asienta el corazón de la película, pero la narración se abre a múltiples (quizás demasiadas para sus poco más de 90 minutos de duración neta) personajes, capas, derivas y alcances.

Esta película de y sobre mujeres ofrece en su contexto un retrato incómodo, por momentos desgarrador y desolador, sobre la burocracia judicial, policial, del sistema de salud (hasta de las farmacias) y de distintos estamentos del Estado (las protagonistas se emocionan cuando una vez alguien las tratan bien). También sobrevuelan muchos temas (algunos se abordan de manera más superficial y tangencial que otros) como la eutanasia, el aborto, el suicidio, el papel de la Iglesia o las contradicciones generacionales.

Si la narración luce por momentos demasiado abigarrada, como si no hubiera tiempo para respirar y le costara fluir un poco más. Berneri se va desmarcando también de los códigos del género policial para profundizar en otros enigmas, para priorizar otras zonas y enfocarse en los diversos matices psicológicos de sus criaturas. Y lo hace con la proverbial y creciente elegancia formal con que viene desarrollando su filmografía (es muy bueno el trabajo en conjunto con el DF Federico Lastra).

Hay algo conmovedor en la actuación de Morán no solo por el cuidado y sensibilidad que le imprime a cada uno de sus gestos y movimientos que nos hacen sentir en toda su desgarradora dimensión el peso de la enfermedad, sino también en el tesón con el que sobrelleva una investigación sobre lo que le ocurrió a su hija frente al asordinado desprecio y la falsa empatía ajena. El resto del elenco está muy bien, pero ella es la fuerza motora que impulsa esta angustiante, demoledora película.

Si la fotografía de Federico Lastra ayuda a crear climas enigmáticos y fascinantes, no menor es el aporte de los Jackson Souvenirs con ciertas composiciones que remiten a los trabajos de Angelo Badalamenti para David Lynch.

Y, aunque quede como dato de color, también es valioso destacar que en esta película sobre madres e hijas (y de hijas que de alguna manera se convierten en madres de sus madres) surge como algo casi natural que Miranda de la Serna (hija de Érica Rivas en la vida real) haga de la Rita adolescente o que Mercedes “Mey” Scapola (hija de Morán) interprete a Isabel Herrera, una abogada que fuera compañera de Rita. Madres e hijas reunidas en y fuera de pantalla.

Diego Batlle.

En los Cines del Centro.

“El demonio entre nosotros”

Sinopsis oficial:

Margot (Michaela Longden) es una joven que sufre una grave pérdida de memoria y que se propone resolver el misterio de la muerte de su hermana Evie, que ocurrió hace veinte años. Al regresar a su casa familiar, una serie de aterradores encuentros con el fantasma de su hermana comienzan a devolverle los recuerdos perdidos. Ayudada por un experimentado investigador paranormal, la desesperación de Margot alcanza su punto álgido cuando tiene motivos para sospechar que Evie fue asesinada en la casa de su infancia. ¿Descubrirá los trágicos sucesos de aquella terrible noche para descubrir al asesino de su hermana? ¿O esta desesperada búsqueda de la verdad costará la vida a todos los implicados?

En los tres complejos principales.

Fuente: Otros Cines, Cinépolis.

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