
El director de Reprise (2006), Oslo, 31 de agosto (2011), Más fuerte que las bombas (2015) y Thelma (2017) volvió a trabajar con su musa de La peor persona del mundo (2021), Renate Reinsve, en este film que ganó el Gran Premio del Jurado (segundo en importancia después de la Palma de Oro) en Cannes 2025, está nominado a 8 Globos de Oro y ya es uno de los favoritos de la temporada de premios, es “Valor Sentimental”, una de las grandes contendientes de “Belén” en la carrera al Oscar. También una nueva versión de “Anaconda” y “Mads”, una francesa de zombies. Aquí una selección de reviews para elegir que ir a ver al cine, porque el cine se ve en el cine.
“Valor sentimental”

La historia de una casona a través de muchas décadas, la evolución de una familia de varias generaciones (abuelos, padres, hijos, nietos), las tensas relaciones entre un hombre ya septuagenario y sus hijas adultas, los universos del cine y del teatro… Todo eso (y mucho más) se aborda durante las algo más de dos horas del nuevo film del realizador noruego que, a partir de algunos aspectos autobiográficos (el guion, de todas formas, es de su habitual colaborador Eskil Vogt) construye un relato lleno de desvíos, de derivas, de subtramas, de flashbacks y de juegos (es una tragicomedia con más comedia que tragedia).
Nora Borg (Reinsve) es una prestigiosa actriz de teatro. En la primera escena la vemos en pleno ataque de pánico antes del estreno de su nueva obra a sala llena, pero luego irrumpe en escena y el éxito es total. Ella no ha formado una familia (tiene un affaire con el director de la obra, un hombre casado que interpreta Anders Danielsen Lie), mientras que su hermana menor Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas), que supo actuar de niña en algún film de su padre, ahora se dedica a otra cosa, está casada y tiene un encantador hijo. El triángulo protagónico se completa con Gustav Borg (Stellan Skarsgård), cineasta de prestigio pero que desde hace 15 años que no filma y al que vemos bebiendo demasiado, coqueteando con cuanta mujer tiene cerca y acompañando retrospectivas de sus películas.
A pesar de una relación siempre tirante (y bastante distante) con Nora, Gustav le cuenta que ha escrito un guion especialmente para ella basada en la historia de su esposa y madre de las dos muchachas (que se ha suicidado en la casa mencionada). Nora no tiene ganas de ser la protagonista y finalmente, en el marco de la proyección de un clásico suyo restaurado en el Festival de Deauville, el realizador conoce y le ofrece el papel a Rachel Kemp (Elle Fanning), una ascendente estrella estadounidense.
El destino de esa centenaria casa, la historia de esa madre que se ha quitado la vida, la relación íntima entre esas dos hermanas que han tomado caminos muy diferentes, la presencia siempre inquietante, manipuladora pero al mismo tiempo seductora de Gustav, la dinámica de un grupo familiar que intenta saldar diferencias y resentimientos, y las miserias y avatares del mundo del arte son trabajados por Trier con mucha sensibilidad, encanto y humor en una película que aborda problemáticas complejas con una ligereza y una levedad que se agradece y celebra.
Es cierto que en determinados pasajes se acerca demasiado al psicodrama y que esos 135 minutos lucen en ciertos momentos algo recargados e inflados (un mal de muchas de las películas que acceden a Cannes), pero estamos, sin dudas, ante la mejor película de Trier, un realizador cada vez más convencido de qué temas abordar y sobre todo de cómo hacerlo. En este caso, además, con el aporte de tres intérpretes (lo de Fanning está bien pero su papel es más bien secundario) en un sublime nivel actoral.
DIEGO BATLLE. OTROS CINES.
En los Cines del Centro.
“Anaconda”

¿Cómo justificar el reboot de una película de 1997 que en su momento no recibió críticas demasiado entusiastas y que ya tuvo múltiples secuelas (y hasta una remake filmada en China)? Haciendo que la épica de filmar sin recursos (¡y sin derechos!) una relectura, un homenaje, una continuación paródica sea parte esencial de la aventura. Una comedia para la que convocaron al guionista y director de El peso del talento, que ya había concretado un más que aceptable juego metacinematográfico al servicio de Nicolas Cage.
Doug McCallister (Jack Black) y Ronald Griffin Jr. (Paul Rudd) son amigos y amantes del cine desde la infancia, pero ninguno ha podido cumplir sus sueños en el séptimo arte: Doug, aspirante a guionista y director, vive de filmar bodas; mientras que Griff nunca ha conseguido más que papeles secundarios (en la actualidad ni siquiera eso) como actor.
Pese a la distancia y a las frustraciones acumuladas, ellos y otros amigos como el camarógrafo Kenny Trent (Steve Zahn) y Claire Simons (Thandiwe Newton), una abogada que supo ser novia de Griff, se reunirán para participar del festejo sorpresa que le hacen a Doug por su cumpleaños y, a partir de ese reencuentro, surgirá la idea de hacer una muy artesanal remake de Anaconda, film de Luis Llosa con Jennifer Lopez, Ice Cube, Jon Voight, Eric Stoltz y Owen Wilson del que se declaran fanáticos.
Y, así, al poco tiempo los veremos a bordo de un barco en medio del Amazonas junto a dos personajes brasileños, la Ana Almeida de Daniela Melchior (actriz portuguesa) y el Santiago Braga de Selton Mello (visto hace poco en la ganadora del Oscar Aún estoy aquí). Que la película dentro de la película sea reescrita todo el tiempo según el curso de los acontecimientos, que haya constantes citas y referencias al negocio del cine y se produzcan apariciones (cameos o poco más) de los protagonista del film original es parte de una apuesta lúdica que, si bien a esta altura ya puede resultar bastante previsible, tiene su encanto.
El problema principal de esta Anaconda modelo 2025 es que no resulta todo lo divertida que podía (y debía) ser. Hay algunos gags, ciertas bromas y un par de set pieces que levantan un poco la vara, pero en general luce menos entretenida y eficaz que las ideas, fórmulas y conceptos a partir de los cuales fue concebida. Incluso dos buenos intérpretes como Jack Black y Paul Rudd, que manejan códigos y estilos humorísticos muy disímiles (uno desatado, otro más contenido), no logran aquí la química deseada dentro de lo que podría ser una buddy movie con dos amigos opuestos entre sí que se complementan para sacar un proyecto “imposible” a flote.
Hay, sí, una anaconda gigantesca que todo lo destruye (asfixia) a su paso y un par de pirotécnicas escenas de acción, pero allí donde, por ejemplo, Una guerra de película( / Tropic Thunder (2008), de y con Ben Stiller, funcionaba muy bien como relectura paródica del cine bélico en Hollywood, Anaconda se queda a mitad de camino en un juego similar respecto de la comedia de enredos, el terror y los avatares de la industria audiovisual.
DIEGO BATLLE. Otros Cines.
En todos los complejos.
“Mads”

A punto de cerrarse el año, el estreno de la película francesa MadS, dirigida por David Moreau, habilita a proponer que el 2025 sea declarado el año internacional del plano secuencia. Es que, igual que la serie británica Adolescencia -uno de los grandes fenómenos de la temporada audiovisual a nivel mundial- y que la película de acción argentina Gatillero, de Chris Tapia Marchiori, una sorpresa del 26° BAFICI, el sexto largometraje de Moreau está filmado y montado simulando una única toma, que registra toda la acción de forma continuada desde la primera escena hasta los títulos finales. Un gesto de virtuosismo técnico que a veces alcanza la categoría de proeza cinematográfica.
Ciertamente no es el caso de MadS, aunque el atrevimiento de haber intentado llevarlo a cabo merece ser reconocido a pesar de sus imperfecciones. Se trata de una película clásica y básica del género zombie, que aprovecha el dispositivo del plano secuencia para narrar el origen y la propagación de la epidemia en tiempo real. Romain es un adolescente, vive en una pequeña ciudad de provincia y se prepara para una noche de fiesta aspirando una droga rosada en la casa de quien se la vende. De ahí se va manejando su auto a través de una tranquila carretera rural. Excitado, se detiene a un costado del camino para ayudar a una chica en mal estado que parece estar huyendo. A partir de ahí, la cosa se desmadra de la forma usual.
El primer cuarto de la película resulta intrigante por el modo ingenioso en que Moreau resuelve algunos tramos, aprovechando las posibilidades del fuera de campo. Pero al mismo tiempo toma una decisión dramáticamente opuesta a la naturaleza del plano secuencia, interviniendo el relato de manera notoria con una banda sonora extradiegética, que todo el tiempo es percibida como una intromisión del propio director. Con esa constante inclusión de sonidos ajenos al drama lo que se consigue es romper la ilusión de estar viendo una acción transcurrir libremente frente a la cámara, revelando todo el artificio.
Como ocurre tanto en Adolescencia como en Gatillero, en MadS la cámara se pega a uno de los personajes y aprovecha su deriva para hacer avanzar la acción. Asimismo utiliza algunos momentos de cruce para ejecutar relevos y saltar de un personaje a otro, cambiando la trayectoria de la cámara y del relato mismo. Durante casi toda la película el truco del plano secuencia funciona con bastante fluidez. Sin embargo, Moreau no puede evitar que en dos o tres momentos lo que debería mantenerse fuera del plano se cuele en él de forma involuntaria, revelando a través de sombras o reflejos la presencia de quienes están detrás de la cámara. No de forma grosera, pero lo suficiente.
JUAN PABLO CINELLI. La Nación.
En Showcase y Cinépolis.
Fuente: Otros Cines, La Nación.
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