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“Zootopia 2” y cuatro estrenos más renuevan la cartelera rosarina

Con múltiples vueltas -en esta secuela hay que apuntar además la de Shakira como la estrella pop Gazelle, quien interpreta el leit motiv del film, Zoo, pegadizo tema escrito por Ed Sheeran- retorna Zootopia con su segunda parte, hitazo asegurado. Además “Karla”, un dramón ambientado en el Munich de 1962, el terror clásico de cada semana con “No alimentes a los niños” y el debut de la hija de Steven Spielberg como directora. También la surcoreana de todos los jueves llega con otro hitazo: “Amor en la gran ciudad” y “La infiltrada” con el comando Donosti en tiempos de ETA. Aquí una selección de reviews curada por este servidor para elegir que ir a ver al cine, porque el cine se ve en el cine.

“ZOOTOPIA 2”

Con ingresos por 341 millones de dólares en los cines estadounidenses y de 683 millones en el resto del mundo (67% del total), Zootopia se convirtió en uno de los sucesos animados que superaron la barrera de los 1.000 millones de recaudación (1.024 millones para ser más precisos). Lo extraño entonces no es que ahora se estrene la secuela sino que Disney se haya demorado tanto (casi una década) en concretar esta nueva buddy movie.

Los codirectores Jared Bush y Byron Howard están de regreso (no así Rich Moore) y también lo hacen las estrellas que aportan las voces (a los críticos nos contentan en la función de prensa con la versión original con subtítulos que luego raramente está disponible en salas y solo se podrá recuperar cuando varios meses después llegue a la plataforma de streaming Disney+).

La coneja Judy Hopps (la voz de Ginnifer Goodwin) y el zorro Nick Wilde (Jason Bateman) se han pasado al lado de la ley, más precisamente han ingresado como agentes de la policía de Zootopia, la ciudad de animales parlantes en la que en principio son vistos como un ejemplo de convivencia entre seres diferentes. Sin embargo, tras una primera misión contra unos traficantes en la que se toman demasiadas atribuciones y no sale de acuerdo a lo previsto, son degradados por su jefe Bogo (Idris Elba) y enviados a una suerte de grupo de autoayuda para duplas que no se llevan precisamente bien (Quinta Brunson es la terapeuta).

Lo que sigue a ese prólogo y presentación será una serie de desventuras policiales con mucho de enredos (aparecerán desde unos reptiles acusados a puro prejuicio y unos despiadados linces), algunos pasajes de logrado humor físico y una animación que para mi gusto ha ganado en perfección pero extraña cierto encanto “artesanal” de los mejores tiempos de la división animada de Disney y de sus “primos” de Pixar.

Llama la atención que Zootopia 2 recupere cierta impronta woke, concientizadora, en un período histórico en el que los estudios de Hollywood en general y Disney en particular han dejado de “bajar línea” progre por la fuerte derechización de la sociedad estadounidense (y mundial) en tiempos de Trump. Será mejor entonces que no se la muestren a Donald (ni a Milei) en medio de una batalla cultural que, claro, incluye a este tipo de producciones destinadas al consumo familiar masivo.

EN TODAS LAS SALAS.

DIEGO BATLLE. Otros Cines.

“NO ALIMENTES A LOS NIÑOS”

Con “No alimentes a los niños”, Destry Allyn Spielberg -la hija de Steven- debuta como directora de largometraje ingresando al terreno del terror psicológico postapocalíptico, pero lo que entrega es un film sin visión, sin cohesión y sin un entendimiento claro de su propio material. De hecho, su origen ya plantea un marco extraño, la película puede sugerir un origen modesto, pero sus fallas superan ampliamente lo atribuible al presupuesto, evidenciando una obra sin rumbo claro.

La premisa es simple: un brote viral elimina a la mayoría de los adultos, dejando a un grupo de niños huérfanos solos en un mundo devastado y obligados a emprender un viaje en busca de supervivencia. Lo que podría funcionar como alegoría sobre la pérdida de inocencia, la vulnerabilidad juvenil o la violencia sistémica, se reduce aquí a una sucesión apresurada de eventos.

Los chicos son perseguidos, asaltan una tienda para sobrevivir, terminan heridos y, en su huida, se refugian en una casa aislada. Allí conocen a una mujer interpretada por Michelle Dockery, quien aparenta ofrecerles protección. Lo que debía ser una historia de supervivencia y tensión psicológica se transforma en un thriller de terror convencional, carente de sutilezas y sin un enfoque narrativo que le dé sentido.

El guión presenta a los protagonistas con una rapidez que bordea la negligencia narrativa. La caracterización es tan pobre que el espectador nunca recibe motivos para empatizar con ellos. La paradoja más disonante es que estos “niños sobrevivientes” están interpretados por algunos actores (Andrew Liner, Regan Aliyah, Emma Meisel) que —por elección estética o por ausencia de criterio— parecen estar más cerca de los treinta años, generando una desconexión inmediata entre lo que la película dice y lo que realmente muestra. Y más allá de la edad, estos personajes son meros contenedores vacíos, no tienen pasado reconocible, no poseen deseos claros, no manifiestan trauma ni conflicto interno. Son piezas funcionales para mover la trama, pero jamás individuos con voz o identidad. La dirección de actores no corrige esta falta, todo se siente impostado, distante, mecánico.

La sequedad estética del film es uno de sus mayores problemas. Spielberg carece de una búsqueda formal que justifique la solemnidad a la que aspira. La fotografía de Shane Sigler es plana, sin atmósfera ni textura. En un género donde la identidad visual puede elevar incluso los relatos más simples, aquí no existe esa construcción. Todo se ve genérico: iluminación sin intención, paleta sin carácter, encuadres sin significado, escenarios sin vida. No hay una sola imagen memorable. La película parece temerle a la estilización, pero tampoco propone naturalismo; queda atrapada en un limbo visual donde nada destaca y lo que debería ser inquietante apenas es registrable.

El clímax intenta introducir un giro que cambie por completo la percepción de la historia. Pero el problema no es el twist en sí, sino su incompatibilidad con todo lo que vino antes. La película no siembra pistas, no construye tensión, no desarrolla temas que dicha revelación pueda resignificar. El resultado es un shock que no conmueve porque no tiene raíces. Lo que pretende ser perturbador simplemente colapsa por incoherencia interna. Y lo más grave: hace evidente que el film no comprendía su propia premisa.

Dockery (Anna Karenina) es la única actriz que parece haber entendido el potencial emocional del relato. Construye un personaje que intenta, contra todo pronóstico, aportar densidad psicológica. Pero ni siquiera su compromiso interpretativo puede rescatar una película cuyo problema no es la actuación, sino la falta de guía, propósito y visión desde la dirección.

No alimentes a los niños es un film que confunde oscuridad con profundidad, shock con riesgo y solemnidad con madurez. En su debut en la dirección, Spielberg hija demuestra que no basta con la intención, hace falta un lenguaje propio, una lectura emocional clara y una comprensión mínima de cómo se construye una atmósfera. Aquí no hay nada de eso. Solo queda una obra desarticulada, rígida, visualmente pobre y dramáticamente vacía. Un debut que deja más dudas que expectativas.

EN CINÉPOLIS, SHOWCASE, MONUMENTAL.

RANNY VAZQUEZ. LA ESTATUILLA.

“LA INFILTRADA”

Casi en simultáneo con el lanzamiento en Netflix de Un fantasma en la batalla, película de Agustín Díaz Yanes que reconstruyó la infiltración de una mujer en las entrañas etarras, llega a los cines argentinos este film de Arantxa Echevarría que propone un relato en varios aspectos bastante similar.

La infiltrada está basada en la historia real de Elena Tejada (Carolina Yuste), una agente de Policía Nacional apenas veinteañera a la que su jefe, Angel (Luis Tosar), le propone sumergirse en el universo de la izquierda abertzale para ganarse de a poco la confianza de varios líderes de ETA. Ya con el nombre de Aranzazu Berradre Marín, inició un largo proceso de más de 7 años (1992-1999) en el que llegó a convivir con Kepa Etxeberrua Saragzasu (Íñigo Gastesi) y Sergio Polo Escobes (Diego Anido), figuras clave del Comando Donosti (San Sebastián), columna vertebral de esa organización armada.

La película no es demasiado sutil en ningún terreno (en especial en el ideológico, donde prescinde por completo de hacer alguna mínima referencia a los excesos cometidos por las fuerzas de seguridad durante las operaciones ilegales de la lucha contra el terrorismo), pero funciona con relativa eficacia en el terreno del thriller con un puñado de escenas construidas a pura tensión y suspenso, aunque también con ciertos excesos de una musicalización demasiado acentuada, subrayada.

Más allá de esa correcta incursión en el cine de género y de la contundente reivindicación política de aquellos hechos que propone (lo único que se cuestiona, y casi de forma risible, es cierto machismo imperante en la policía), lo más interesante es cuando la cámara de Echevarría se concentra en el calvario, las contradicciones íntimas, las presiones psicológicas y la angustia existencial con inevitables aires paranoicos al estar “en la boca del lobo” de Elena / Arantxa. Es entonces durante ese tour de force emocional cuando la sociedad directora-actriz consigue sus mejores, más convincentes y contundentes momentos.

EN CINES DEL CENTRO.

DIEGO BATLLE. Otros Cines.

“KARLA”

La clásica placa negra con letras blancas que aparece justo antes de los créditos finales de Karla cuenta que, según UNICEF, una de cada 8 personas nacidas en Alemania llega a los 18 años habiendo sido abusada. El dato, contundente y doloroso, funciona como conclusión de un film que recrea un caso real a modo de despertador de conciencias, una llamada de atención que, sin embargo, evita la espectacularización del horror para priorizar la intimidad emocional.

Lejos de organizarse como un rompecabezas policial o un viaje hacia la verdad oculta, la película se centra menos en desentrañar el hecho que en mostrar la garra y la valentía de su protagonista, Karla, que con solo 12 años decide hacer lo que para casi cualquier adulto sería impensable: abandonar su casa y denunciar a su padre. Este acto inaugura una ruta sembrada de desconfianzas, silencios y mecanismos institucionales que, en la Alemania de comienzos de los años ’60, parecían diseñados para proteger a todos, menos a los menores.

El relato se estructura alrededor de los encuentros regulares entre la chica y el juez Lamy, un hombre que al comienzo mira de reojo a Karla y, luego, se entrega a escucharla. La película no lo presenta como un salvador, sino como un funcionario tan gris como todos que elige correr el riesgo de creerle aun cuando su entorno lo invita a mirar hacia otro lado. Ese equilibrio entre prudencia profesional y compromiso ético es logrado a través de otro personaje clave, la secretaria, que actúa como una especie de voz de la conciencia del juez.

De factura sobria, Karla privilegia el diálogo y la contención, al punto que opta por no ilustrar los recuerdos de la chica con imágenes que sumen impacto. Porque a la realizadora debutante Christina Tournatzés le interesa la denuncia, sí, pero también iluminar la capacidad de una niña para resistir a un sistema hostil. Una resistencia que es también una forma de justicia.

EN CINES DEL CENTRO.

EZEQUIEL BOETTI. Otros Cines.

“AMOR EN LA GRAN CIUDAD”

El cine coreano tuvo un notable crecimiento en el panorama internacional en las últimas décadas; consagrándose como una cinematografía clave con el Oscar a Mejor película para Parásitos, de Bong Joon-ho. Las políticas públicas coreanas para incentivar la industria audiovisual resultaron en un mercado que produce tanto films de autor, que suelen programarse en los festivales más importantes del mundo, como películas comerciales y series, conocidas como K-Dramas, que se convirtieron en un fenómeno, con fanáticos en todo el mundo.

Amor en la gran ciudad, dirigida por Lee Eon-hee, pertenece a la categoría de las películas orientadas a un público más amplio, aunque tuvo su paso por algunos festivales, y comparte características con el K-Drama. Basada en una novela de Sang Young Park, que fue un best seller, incluso fuera de Corea, esta historia de amor platónico, tiene los condimentos propios del tipo de melodrama que ocupa un lugar central en las narrativas audiovisuales coreanas.

Esta característica resulta muy divisiva, en lo que al público se refiere. El melodrama en Amor en la gran ciudad se acerca a la telenovela, o más bien en este caso, al K-Drama. Los millones de fanáticos de todo el mundo que disfrutan de estas series, podrán encontrar en Amor en la gran ciudad una película cercana a eso que tanto disfrutan. Para quienes prefieren otro tipo de narrativas y estéticas, el tono del film puede resultar difícil de digerir.

La idea general de la película es atractiva: contar una historia de amor, siguiendo algunos pasos típicos del género de drama romántico o comedia romántica, pero aplicado a retratar el desarrollo de una amistad intensa (siendo “intensa” la palabra a subrayar), en vez de una pareja.

Con una primera escena que augura un casamiento más adelante en la trama, el film enseguida recurre a un flashback, en el que revela cómo se conocieron Jae‑hee y Heung‑soo, en su época de estudiantes universitarios. Ella creció en Francia y tiene una actitud de desparpajo que resulta tan atractiva como amenazante para sus compañeros de estudio; él es más tímido y guarda en secreto su homosexualidad. Pronto los dos se hacen amigos, salen todo lo que pueden de noche y se emborrachan. La complicidad entre ellos va creciendo, a medida que se van enfrentando con distintos conflictos, tanto internos como externos.

Las poco felices parejas de Jae‑hee y su estigma como “chica fácil”; los intentos frustrados de Heung‑soo por animarse a vivir abiertamente sus romances y tener una relación más transparente con su madre; las aspiraciones profesionales de ambos; todo corre a la par del desarrollo de la amistad que comparten, que puede ser tan tóxica por momentos, como un verdadero salvavidas en otros.

Ni las situaciones, dramáticas o humorísticas, por las que pasan los dos amigos, ni la forma en la que estas son puestas en escena tienen demasiada originalidad. La forma en la que se presentan los prejuicios de la sociedad hacia los protagonistas es esquemática, recurriendo a situaciones obvias para marcar estos distintos conflictos que enfrentan Jae‑hee y Heung‑soo.

Amor en la gran ciudad está realizada con profesionalismo y una estética prolija, como debe ser en un producto de estas características. Pero la emoción está forzada por las situaciones que pasan los personajes, apelando en muchas escenas a peleas a los gritos, que en la repetición resultan una prueba para la paciencia. Hay algunos momentos más sinceros, pero pierden peso con el uso de recursos como la cámara lenta, que pretenden resaltar la emotividad de la historia.

EN MONUMENTAL, CINÉPOLIS, SHOWCASE.

MARIA FERNANDA MUGICA. La Nación.

Fuente: La Nación, Otros Cines, La Estatuilla.

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