
Cada 20 de noviembre, el Día Mundial de la Infancia invita a mirar —sin atajos— cómo viven hoy los niños, niñas y adolescentes en Argentina. La fecha, establecida por Naciones Unidas, conmemora la Declaración Universal de los Derechos del Niño (1959) y la aprobación de la Convención (1989), documentos que transformaron la mirada global sobre la niñez, la misma dejó de ser vista como una etapa pasiva y tutelada para ser reconocida como una ciudadanía en construcción, con derechos plenos y con el Estado como garante de su bienestar.
Esa comprensión integral se expresa en un principio clave: los niños son individuos con derechos propios, pero también miembros de una familia y de una comunidad. Su salud, su desarrollo, su educación y sus oportunidades no dependen solamente del esfuerzo personal, sino de las condiciones estructurales que los rodean. Y cuando esas condiciones fallan —como muestran las cifras actuales— los riesgos se multiplican.
“Las infancias son el grupo más vulnerable de nuestra sociedad porque dependen absolutamente de los cuidados y decisiones del mundo adulto”, sostiene Andrea Fortunio, Directora General de Infancias y Familias de la Municipalidad de Rosario en diálogo con RED BOING. “La protección no puede esperar: en la infancia todo impacto es más profundo y deja huellas más duraderas”.
Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (Indec) cómo así también de el último informe de Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad de la Universidad Austral se convirtieron en insumos claves para desasnar cuatro ejes centrales a abordar en el presente texto: hábitat, salud, educación y violencia.

Desigualdades que condicionan el punto de partida
El lugar donde un niño vive define en parte su salud presente y sus posibilidades futuras. Ese derecho básico —vivienda digna, infraestructura, servicios— sigue siendo, para muchos, una meta lejana.
Según el Indec, el 23,3% de los niños y adolescentes vive en viviendas con materiales precarios, ya sea techos de chapa, paredes sin revocar o pisos de tierra. En otras palabras, uno de cada cuatro chicos crece en hogares con déficits habitacionales cualitativos, un indicador estructural que incide en su salud, su seguridad y su rendimiento escolar.

A esto se suma un cambio demográfico profundo: cada vez hay menos hogares con menores. Mientras en 1991 el 56% de los hogares tenía integrantes menores de 18 años, en 2022 ese valor descendió al 45% y para 2024 cayó al 43%. La tasa de natalidad, a su vez, se redujo a la mitad desde 2000, y las proyecciones marcan que para 2025 todas las jurisdicciones estarán por debajo del nivel de reemplazo poblacional.
“Tenemos menos niños, pero no por eso mejores condiciones”, advierte Fortunio. “Esa reducción debería invitarnos a concentrar más recursos por cada niño, no a desatenderlos”.
En Rosario, estos números no escapan de la media nacional, pero como bien sostiene Fortunio, el eje de la política pública esta centrada en una perspectiva de niñez. “Algunos barrios de los distritos Oeste y Noroeste concentran más situaciones de vulneración de derechos. Allí es fundamental reforzar la articulación entre lo socioeducativo, la salud y lo alimentario”, explicó Fortunio.
Ante la crisis económica, el municipio también percibe un fuerte incremento en pedidos de asistencia.
“La demanda de ayuda alimentaria crece sostenidamente, tal como lo dijo el secretario de Desarrollo Humano y Hábitat: Nicolás Gianelloni – la demanda alimentaria creció un 30% este año – , y eso se refleja en el trabajo diario de nuestros casi 400 trabajadores”, detalló Fortunio.
Cada niño que forma parte de las propuestas de los Centros CUIDAR recibe un aporte nutricional (desayuno, merienda o almuerzo).
Además, en el caso de la primera infancia, el Plan de los Primeros Mil Días incorpora módulos alimentarios especiales para acompañar el desarrollo.

Avances importantes brechas persistente
El derecho al disfrute del nivel más alto de salud —establecido en el artículo 24 de la Convención— incluye prevención, vacunación, controles y acceso universal. Sin embargo, los datos muestran que cuatro de cada diez niños y adolescentes en áreas urbanas no cuentan con obra social o prepaga, por lo que dependen estrictamente del sistema público.
Otros indicadores profundizan la desigualdad estructural:
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En 2023, el 55,5% de las madres de nacidos vivos no tenía cobertura privada.
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Incluso entre quienes sí la tenían, el 22,4% de los nacimientos ocurrió en hospitales públicos.
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En 2022, solo el 53,1% de la población menor de 18 años tenía obra social o prepaga.
“Cuatro de cada diez niños y adolescentes en áreas urbanas no cuentan con obra social o prepaga”.
Hay, sin embargo, un dato que marca un logro histórico: entre 2000 y 2023 la mortalidad infantil se redujo a menos de la mitad. En 1970 morían 35,7 bebés por cada mil nacidos vivos entre los 28 días y el año; en 2022 esa cifra cayó a 2,6.
Las causas varían según la edad:
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De 0 a 4 años predominan afecciones perinatales.
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De 5 a 14, los tumores malignos.
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Entre 15 y 19, uno de cada cinco fallece por accidentes.
“Bajar la mortalidad infantil es un logro enorme del sistema de salud, pero falta mucho para garantizar equidad territorial y acceso uniforme”, explica Fortunio. “La salud no puede estar definida por el código postal”.

Acceso casi universal, calidad desigual
La educación es uno de los derechos más determinantes para cortar la transmisión intergeneracional de la pobreza. En Argentina, la escolaridad es obligatoria desde los 4 años (Ley 26.206), y se promueve extenderla desde los 3.
Aunque la cobertura es alta, persisten brechas de acceso temprano y de calidad:
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A los 3 años, solo el 53,5% de los niños asiste al sistema educativo.
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A los 4 años, la asistencia sube al 93,4%, y entre 5 y 12 años llega a casi el 99%.
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En la adolescencia (13 a 17), se mantiene en torno al 96%, con señales de abandono.
Pero la pregunta ya no es solo quién llega a la escuela, sino qué pasa adentro de las aulas.
Las evaluaciones nacionales muestran brechas profundas entre sectores:
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Solo el 15,9% de los alumnos de tercer grado del sector estatal alcanza nivel avanzado en lectura, frente al 29% del privado.
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La diferencia es aún mayor según el contexto social: el desempeño avanzado va del 14% en escuelas de nivel socioeconómico bajo al más del doble en las de nivel alto.
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La disponibilidad de libros en el hogar también expone desigualdades: en los barrios más vulnerables, el 47% de los niños tiene entre 1 y 20 libros; en los sectores altos, la proporción crece de manera notable.
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La lectura en la adolescencia muestra un sesgo de género: el 52% de las chicas de quinto año lee libros o revistas por iniciativa propia, contra el 41% de los varones.
La directora Fortunio señala un punto crítico: “En un contexto donde la lectura está en retroceso, el acompañamiento familiar es clave. Los datos muestran que los chicos con mejor rendimiento son también quienes más diálogo educativo tienen en sus casas”.
La situación se complejiza frente al decreto que desregula los aranceles del sector privado, que podría generar una migración hacia la escuela pública. “Si no fortalecemos la educación estatal, vamos a profundizar la brecha”, advierte Fortunio. “La escuela pública debe ser el corazón de la igualdad”.
Violencia y maltrato: la deuda más urgente
La violencia contra niños, niñas y adolescentes constituye uno de los ejes más críticos y menos visibles. Según el Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad de la Universidad Austral, el grupo más afectado en los últimos cinco años es el de 6 a 10 años.
Las mujeres suelen ser mayoría en casi todos los grupos etarios, excepto entre 0 y 10 años, donde los varones son más afectados. En promedio, el 63% de los varones víctimas tiene entre 0 y 17 años, lo que muestra la magnitud del fenómeno.
La evidencia científica es contundente: el maltrato infantil temprano tiene efectos profundos y duraderos. Un metaanálisis sobre más de 330.000 participantes al que accedió la Universidad Austral, encontró asociaciones robustas entre todo tipo de maltrato y la ideación o intentos de suicidio, con un impacto especialmente alto en casos de abuso sexual.

La OMS confirma esta tendencia: la violencia intrafamiliar es uno de los factores de riesgo más prevenibles del suicidio adolescente.
Los datos oficiales del Ministerio de Salud revelan un hecho alarmante: en 2023, los suicidios fueron la primera causa de muerte entre mujeres de 10 a 19 años. Entre los varones, es la segunda causa (después de los accidentes) y se triplica en la franja de 20 a 29 años.
Fortunio subraya un punto clave: “No se puede hablar de infancia sin hablar de protección. Un niño violentado ve afectada su salud física, su salud mental, su escolaridad y su proyecto de vida. La primera política pública debe ser garantizar entornos seguros”.

“Las infancias deben estar en el centro de la discusión pública”
Consultada sobre los desafíos actuales en la Ciudad de Rosario, Fortunio planteó que a nivel municipal, en la ciudad de Rosario:” Hay decisiones que son políticas, nosotros tenemos la definición política en esta gestión de que todo lo que nosotros hagamos sea pensando con perspectiva de niñez”
¿Cuál es hoy la principal deuda del Estado con las infancias?
Que todavía no logramos que el lugar donde un niño nace no determine su futuro. Esa sigue siendo la desigualdad más profunda: la desigualdad de origen.

¿Qué áreas requieren intervención urgente?
La protección frente a las violencias, sin dudas. Después, mejorar la calidad educativa y fortalecer el sistema de salud para que todos tengan acceso real. Y por supuesto, políticas integrales de hábitat: un niño que vive en una casa precaria está más expuesto a enfermedades, a accidentes, a la pobreza estructural.
¿Estamos ante una nueva agenda demográfica?
Sí. Hay menos niños y eso debería permitir invertir más y mejor en cada uno de ellos. Si no lo hacemos ahora, las consecuencias van a sentirse durante décadas.
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Un país que siempre está a tiempo
La Argentina cuenta con un marco normativo sólido: la Convención, la Ley 26.061, el sistema de protección integral. Pero como advierte Fortunio, “los derechos escritos no alcanzan si no se traducen en políticas concretas y en presupuestos reales”.
En la ciudad la red territorial de los 44 Centros CUIDAR se convirtieron en una política pública que es faro nacional. Rosario es reconocida nacional e internacionalmente por su trayectoria en políticas de infancia. El reciente paso por la ciudad del especialista Francesco Tonucci volvió a poner en valor ese trabajo: “Nos reconoció como una ciudad que garantiza los derechos de la infancia. Eso demuestra que el camino es el correcto”.
A pesar de las adversidades socieconómicas, la ciudad sostiene su decisión de mantener y fortalecer esta política. Actualmente, entre el 30% y 35% del presupuesto municipal se destina a acciones vinculadas a niñez y adolescencia aseguró la funcionaria.
“¿Alcanza? Siempre falta. Pero lo importante es que hay una definición política clara: todo lo que hacemos debe pensarse con perspectiva de niñez”, sostuvo la funcionaria.
El Día Mundial de la Infancia es, sobre todo, una invitación: mirar a las infancias no como un tema más, sino como el corazón del futuro. La evidencia es clara: invertir en los primeros años es la herramienta más poderosa para reducir desigualdades y construir una sociedad más justa.
Y es también una advertencia: cada brecha de hábitat, salud, educación y protección que no se cierre hoy, se convertirá en una desigualdad adulta mañana.

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