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Rosario
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Julito y Mateo, una historia que merece ser contada

La historia de Mateo y Julio merece ser contada. El primero lucha desde 2019 por darle un futuro mejor a Julio, el segundo pelea día a día por ganarle a las adversidades de la vida y poder dejarles un futuro digno a sus hijos. Tienen la misma edad: 28 años, ambos son rosarinos pero hasta hace tres años, eran dos completos extraños.

Mateo es ex jugador de rugby de Jockey Club de Rosario, está terminando la carrera de Agronomía. Julio se gana la vida haciendo changas de “trabajos en el hogar” y vendiendo cartones, así se conocieron una tarde calurosa de diciembre, un día antes de nochebuena, cuando el ex deportista llegaba a su casa y Julio estaba sentado frente a su carrito con la mirada perdida.

Quizá fue esa mirada o algo del destino, pero el ex deportista observó al hombre sentado en el portal del vecino  y algo en su rostro le llamaron la atención. Se acercó, se presentó y se pusieron a hablar instantáneamente.

Y como si fuera una película, fue “amistad a primera vista”. Desde ese momento, crearon un lazo que nunca se rompió y siguieron conectados a través del tiempo, pese a la pandemia.

En esa primera conversación, Julito le contó a Mateo que vivía en Barrio Toba y que “hacía changas de albañilería y pintura”. Por eso, unos meses después cuando Mateo avanzaba en la carrera y conocía gente, intentaba conseguir algún trabajo para su amigo.

Julio vive en una casilla de chapas al fondo de un pasillo en bulevar Seguí y Roullión, a unas 10 cuadras del Centro de Salud “Santa Lucía” donde hace dos semanas los vecinos de ese barrio pudieron recibir la dosis de cansino para inocularse contra el coronavirus, pleno corazón de Barrio Toba.

RedBoing llegó hasta allí para conocer de cerca la historia de estos dos amigos. El hombre quería contar su historia y Mateoentre la emoción y la necesidad de seguir sumando colaboradores para ayudar no sólo a su compañero y su familia, sino a otras personas del lugar con las mismas o más necesidades que las de Julio- se sumó a la entrevista.

Ese 23 de diciembre de 2019, fue “un antes y un después” en la vida de Julio, por primera vez podía compartir con otra persona que no era un integrante de su familia, o un vecino del barrio lo que estaba atravesando: “Ese día había tratado de vender los cartones para comprar algo para Navidad, pero no había conseguido nada”.

Mateo, decidió que ese no iba a ser un impedimento para que “Julito” -como lo llaman sus seres queridos- sorprenda a sus hijos. Así que entró a su casa, buscó ropa y se los dio. Pero, además, el ex jugador de rugby de Jockey Club le ofreció un trabajo por ese día: lavar juntos el auto.

Después de intercambiarse los números, ambos jóvenes quedaron en hablarse, pero lo que nunca se imaginó Mateo era que en la nochebuena recibiría un regalo por parte de Julio: una foto de él junto a su familia cenando y celebrando la navidad.

Edición: Luis Hisgen

 

“Un día Mateo me estaba llevando a Funes a trabajar en una obra y le conté que mi sueño era juntar plata para armar una habitación para mis hijos, porque todos dormíamos en la única que tenía la casa”, rememora Julito mientras ordena unos objetos de cama y ropa que trajo su amigo para sus hijos de 3 y 5 años.

“Nosotros nacimos en otra realidad y parte del compromiso social es involucrarnos”, reflexionó Mateo en ese momento. Y por eso, decidió buscar presupuestos y tratar de ayudarlo en construir no una “pieza más” sino un “hogar” para su familia.

“Me tenía que jugar y lanzarme a algo más ambicioso como construir la casa para Julio”, recordó el ex deportista. Habló con su socio, amigos y conocidos, y a través de la web de su emprendimiento de venta de mates pidió donativos a empresas y lanzó una rifa.

“Molestaba a todo el mundo para que me compré la rifa, pero no me importaba quería construir con Julito, mi amigo, su casa”.  

“Terminamos haciendo toda la casa y le enseñé a Mateo cosas de construcción. Hicimos el piso, contrapiso, paredes, techo de chapa con aislantes, el comedor, un baño y las dos habitaciones. Cumplí mi sueño después de tanto trabajo y esfuerzo”, contó emocionado el hombre de Barrio Toba.

Ahora reflexionan ambos mientras se sonríen y tratan de buscar gente del barrio que no se haya vacunado para que lo puedan hacer- vamos por el sueño de Mateo: “sumar proyectos no sólo para el barrio sino para otros lugares de la ciudad enseñarle un oficio a Julito, materias de economía para que Julito pueda poner su propio comercio: una verdulería en el barrio para que desde ahí puedan darle trabajo a otras personas”.

 

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