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Boing en Ucrania
CORRESPONSAL EXCLUSIVO

Un largo viaje a Kiev con Dima como guía

 

Eran más las 9 de la mañana cuando Dimitry, o Dima, como prefieren que le digan, pasó a buscarnos por el Modern Art Hotel de Lviv. Antes, alrededor de las 06.10, el sonido de la alarma que anuncia peligro de bombardeo dejó un rápido lugar a cuatro explosiones. El ejército ruso atacó un depósito que está en la parte de atrás del aeropuerto de la ciudad. Por suerte era temprano y no había gente trabajando. Otra provocación de Vladimir Putin atacando una zona fuera del radar de la guerra.

Sin mas vueltas, en una vieja Mitsubishi Montero, modelo 2001, arrancamos para Kiev. “La carretera principal no se puede utilizar porque los mismos ucranianos volaron varios puentes para impedir la invasión rusa. Vamos por una alternativa, serán unos 100 kilómetros más, pero es segura”, nos aseguraba nuestro conductor.

En el camino hubo que superar innumerables controles militares, pero esta vez fue distinto. “Dima” explicaba que se trataba de periodistas argentinos que venían como testigos de la historia, y lejos de la hostilidad recibida hasta entonces, caían las sonrisas y pulgares hacia arriba, sin pedir identificación alguna.

Su historia es apasionante, sin dudas. Dimitry Polstavsky, (el apellido significa el hombre de la ciudad) nació en la Siberia hace 50 años. Hijo de madre judía, una vez recibido de Kinesiólogo partió con ella a Jerusalén allá por el año 2000. Sin embargo, la desgracia parecía perseguirlos ya que a los dos años murió su hermano menor en un accidente, luego de estar cuatro meses en coma.

Además, en ese tiempo Irán le declaró la guerra a Israel y su madre afirmó que “no iba a perder dos hijos”. La vuelta fue inevitable, pero en lugar de Siberia el destino fue Donekst (Ucrania), después se corrieron a Kiev y desde entonces hasta ahora ven en paz.

Putin miente, “él dice que lo hace para liberar a los rusos de la humillación de los ucranianos, y no es así. Acá (Kiev) vivíamos tranquilos, nos sentimos ucranianos y estamos felices de estar aquí. Este asesino nos está matando sin piedad”, sentencia en ruta hacia la capital. Y en el medio se le llenan los ojos de lágrimas, ya que hoy la vida lo encuentra trasladando refugiados que no tienen dinero para salir de Kiev.

Recibió a un par de periodistas con una hospitalidad generalizada y nos llevará a los lugares bombardeados por Rusia, quiere que la historia se cuente tal cuál es. Es lo único que pide a cambio.

Por su parte, Kiev nos recibió a oscuras, un monstruo sin vida parece. Solo las calles tienen luz, los ciudadanos también, pero el gobierno les piden que tapen las ventanas con frazadas. La imagen es brutal, de fondo se escuchan un par de detonaciones, pero ya no asustan, causan impotencia. Un pueblo que corre sin destino, una ciudad cuyo corazón empieza a latir lento. Y gente como Dima que recorrió casi 700 kilómetros con un par de periodistas para que vean la cara del horror y sepan contarla.

Continuará….

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