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Un milagro posible gracias a un gran acto de amor

“Estás enfermo”, “te tenés que operar”, “necesitás un trasplante”, sin dudas son palabras aterradoras, que uno nunca quisiera escuchar. Tal vez, uno pueda imaginarse lo que es pasar por una situación así pero incluso hasta la peor sensación que uno pueda proyectar está lejos, por no decir lejísimo de lo que uno experimenta al estar en ese lugar.

Ese sentimiento imposible de imaginar fue lo que sintió Branco, un chico de 21 años, al que hace dos, la vida le cambió en un minuto. “Tu corazón funciona a un 20 %”, le dijeron los doctores al darle su diagnóstico, y cuando le plantearon que la única salida posible era recibir una donación, lo primero que pensó es por qué a mí.

Oriundo de Carreras, rosarino por adopción, puesto que vive algunos días en la ciudad para cursar las últimas materias de la carrera de Educación Física, “Tuti” -como le dicen en su pueblo- mira para atrás y repasa el camino que le dio una segunda oportunidad de vivir.

Primero sintió enojo, pero después, con el paso de los días y la idea en la cabeza que la posibilidad de seguir viviendo dependía pura y exclusivamente de esa intervención quirúrgica, vino la culpa.

“Pensaba por qué tiene que morir una persona para que yo siga viviendo. No me parecía justo, no quería entrar en la lista de espera. No entendía por qué no me curaba una pastilla”.

La familia, el cuerpo médico y psicológico lo convenció. Hoy les está eternamente agradecido. Al igual que a la familia de su donante, un chico de 16 años, a la que pudo conocer hace unos meses.

“Lo mínimo que podía hacer era agradecerles el enorme gesto que tuvieron conmigo en el momento más terrible de su vida”, y bajo esa premisa Braco comenzó su búsqueda. Primero les hizo llegar un mensaje a los padres por medio de un policía y después, cuando recibió el mensaje de la familia sintió nervios; “fue muy fuerte y duro”.

“Me fui muy feliz ese día, sentí un desahogo, los abrace y lo primero que me dijeron es que no tenía que sentir culpa de nada”.

A dos años de la primera conversación con sus padres, de ser “un número en una lista de espera” donde estuvo diez días y después de conocer a la familia de la persona que le regaló la segunda oportunidad de vivir, “Tuti” siente, quiere y está convencido que tiene que dar a conocer su historia para ayudar a aquellos que están pasando la misma situación o para las personas que todavía no están convencidas de la donación de órganos.

“Un trasplante le permite a una persona como yo, de 21 años que estaba perdida su vida que había llegado a un límite que volvió a nacer gracias a la solidad y al gran acto de amor de una persona para no solamente conmigo sino con otros siete pacientes más”.

Entre lágrimas en los ojos, un poco emocionado y otro poco nostálgico, Branco, quiere y siente la necesidad de transmitir hoy, y en cada momento que tenga una oportunidad que cuando “una vida lamentablemente se apaga puede seguir brillando en otra siete personas más”, porque donar órganos es dar vida.

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