Laura Sexer siempre supo que su vida se iba a desarrollar fuera de la Argentina. Desde chica, suponía que en algún momento llegaría la hora de hacer las valijas y partir en busca de algo distinto. Y ese tiempo se dio en septiembre de 2020, en plena pandemia del coronavirus.
La decisión no fue fácil, a pesar de que cuando se recibió de economista en 2018 partió desde su Rosario natal a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “Fue un paso intermedio. Me gustaba, estaba abierta a quedarme ahí, pero seguía siendo Argentina”, destacó quien hoy tiene 28 años en diálogo con RedBoing.
“Me iba a ir en abril de 2020, pero justo me agarró la pandemia. Ya había renunciado al trabajo y dejado el departamento, cuando dijeron que no había más vuelos. Hablé con Lenovo y me dejaron quedarme. Quedé media varada en Rosario, pensando que eran 15 días o un mes y recién me fui en septiembre. Tenía la idea de vivir en Israel, trabajar, estudiar”, señaló Laura.
Su arribo a Tel Aviv tuvo una serie de cuestiones que hicieron sencilla su adaptación. Su hermano Pablo, quien fue uno de los fundadores de la peña de Rosario Central en Israel, vivía allí desde hacía tres años. A él, se le sumaban varias amigas y la hospitalidad de los israelíes.
Situada en la costa mediterránea de la Nación, la ciudad es la segunda más grande del país por detrás de la capital Jerusalén, con 411.800 habitantes. Con el paso de los años se ha convertido en el epicentro comercial del territorio, donde se han establecido múltiples corporaciones y empresas tecnológicas.
“Para mí Israel es un país que siendo judía me abrió las puertas, tengo la ciudadanía y me ayudó un montón”, expresó. Al llegar, realizó un curso de hebreo de cinco meses y conoció a su novio, con quien ya convive. Asimismo, reveló que su nueva ciudad es “más chica que Rosario pero es una capital global”. “A todas horas hay cosas abiertas. En promedio vive gente de 30 años, personas jóvenes que vienen a trabajar unos años. Está la playa mediterránea. Es una localidad con mucho movimiento y vida nocturna”.
No obstante, según un estudio de The Economist, Tel Aviv es la ciudad más cara del mundo para vivir. Los datos, recopilados en los meses de agosto y septiembre de 2021, reflejaron un aumento promedio del 3,5% en los precios en moneda local, la tasa de inflación más rápida registrada en los últimos cinco años. En el listado, del que se encontraban París, Singapur, Zúrich, Hong Kong y Nueva York, no participó Buenos Aires por el aumento sostenido de los valores en el último año.
“Israel tiene un nivel de salarios muy, muy alto. Lo que pasa es que hay dos sectores muy diferenciados. Por un lado están las empresas de hi-tech donde los sueldos son altísimos, por encima de cualquier país de Europa. Pero el resto de las personas no ganan tanto, a pesar de que pueden vivir bien. Acá todo es absolutamente caro”, afirmó Laura.
En la misma línea, apuntó que “comprar una casa cuesta desde un millón de dólares para arriba”. Sin embargo, aclaró que “hay muchas hipotecas y seguridad económica, previsibilidad” a la hora de embarcarse en una empresa de esas características, “que es algo que en Argentina no sucede”.
Otro de los aspectos sobresalientes para Sexer de su lugar en el mundo es la tranquilidad que le representa salir a las calles: “Es un país y una ciudad muy seguros en cualquier horario. En la calle me siento cien por ciento segura. Puedo ir de día o de noche que nunca te van a robar. Es una locura”. Del mismo modo, remarcó un hecho curioso que describe el panorama: “Los edificios no tienen puerta de entrada, el delivery de pizza puede llegar hasta la puerta de tu casa, y como mujer es un paraíso, nunca me sentí insegura”.
“La gente en Israel es muy intensa. Viven con mucha pasión, pero eso hace que sea divertido vivir acá. Ellos están enamorados de la Argentina, de Messi, Maradona. Eso es lindo”, dijo.
Allí, donde el shéquel, la moneda nacional, alcanzó su cotización más alta frente al dólar de los últimos 25 años tras haberse apreciado un 20% en 2021, Laura encontró su lugar en el mundo. Esa ciudad donde se sintió recibida de brazos abiertos, un lugar “que amo y que me enseñaron a amar”.
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