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Opinión

En una electrizante elección, Lula ganó en Brasil y vuelve al poder tras 12 años

Finalmente pasó la elección más importante del 2022 y Lula Da Silva ganó por estrecho margen a Jair Bolsonaro, el actual presidente de Brasil. Esta votación dejó mucha tela para cortar y durante muchos días se hablará de lo que aconteció este domingo 30 de octubre. 

La lógica se terminó imponiendo y lo que sucedió en primera vuelta también se ratificó en el ballotage, el triunfo de Lula Da Silva. En total, el presidente electo obtuvo 60 millones de votos mientras que Bolsonaro, 58 millones, una diferencia exigua de dos millones teniendo en cuenta que en total votaron casi 124 millones de personas. 4 millones de brasileños anularon su voto y casi 2 millones votaron en blanco.

Las razones del triunfo de Lula se dieron fundamentalmente por el mal manejo de la pandemia que hizo el gobierno de Bolsonaro que generó 688.000 muertes, una de las cifras más altas a nivel mundial. Es muy recordada la frase del presidente actual que calificó al COVID como una gripecita y un resfriadito.

Mientras eso ocurría, el Tribunal Superior de Justicia anulaba las condenas a Lula quién estuvo 580 días detenido acusado de corrupción en la Operación Lava-Jato, donde se investigó que hubo una enorme cantidad de dinero desviada de Petrobras para sobornar a distintos dirigentes políticos de Brasil.

Lula fue detenido el 7 de abril de 2018 y en 2019 fue liberado luego que la Justicia determinara que el proceso fue bastante irregular. Mientras el ex presidente estaba en prisión se desarrollaron las elecciones en 2018 donde apareció una figura bastante conocida pero ninguneada por los principales medios de comunicación, el Capitán retirado del Ejército, Jair Bolsonaro, famoso por declaraciones polémicas sobre las mujeres, el uso de armas para los civiles, la diversidad sexual y el “combate al comunismo”.

En medio del descrédito de la política que vivía Brasil, donde en 2016 destituyeron a Dilma Rousseff, heredera política de Lula, por corrupción y una situación económica apremiante, Bolsonaro apareció como un bálsamo para aquellos sectores que elegían una mano dura para combatir los males endémicos de Brasil.

Con Lula preso, El Partido de los Trabajadores apeló a la figura de Fernando Hadadd, ministro de Educación de Lula y Dilma, para ser el candidato a presidente. Por su parte, Bolsonaro quién desarrolló una fenomenal tarea con las redes sociales y tras ser apuñalado en Minas Gerais en un acto electoral, creció y se transformó en el nuevo mandatario de Brasil.

Bolsonaro inició la gestión flexibilizando la venta de armas para civiles y desarrollando un plan económico llevado a cabo por Paulo Guedes, un neoliberal ortodoxo y alumno de la Escuela de Chicago. Con Donald Trump al frente de Estados Unidos, Bolsonaro se sentía ratificado por la principal potencia mundial.

La política económica neoliberal de Guedes generó números muy buenos en la macroeconomía, pero esa bonanza que sentían los sectores más poderosos de Brasil, no llegaron a los más pobres, que extrañaban los años de bonanza que vivieron en los primeros años de la década del 2000, cuando Lula llegó al poder.

La pandemia y la polémica por la provisión de vacunas debilitaron a un Bolsonaro que se cerró en su núcleo íntimo e incentivó a sectores reaccionarios a atacar a quiénes pensaban distinto. Asimismo, la invasión rusa a Ucrania generó una inflación generalizada a nivel mundial en la que Brasil no resultó exenta. De todas maneras, el presidente anunció una batería de medidas económicas que incluyó la reducción de impuestos a los combustibles para bajar la inflación. Brasil tuvo los últimos 3 meses una deflación en su índice de precios.

Mientras Bolsonaro sufría varios reveses en su gestión, Lula al salir de la cárcel fue consiguiendo adhesiones de sectores opuestos a él como Geraldo Alckmin, ex gobernador de Sao Paulo y rival suyo en las elecciones de 2006. Alckmin fue el candidato a vicepresidente de Lula, dando a entender que el futuro gobierno no será de una izquierda radicalizada sino de actores políticos que se unieron por el espanto que les generó Bolsonaro.

Finalmente, el obrero metalúrgico que en los 80′ armó el partido de izquierda más importante de Brasil y que llegó a la presidencia sin tener el título secundario, volvió del ostracismo de la prisión y a sus 77 años tiene el desafío de comandar los destinos de un país dividido en dos y con la incomodidad de tener a los legisladores de su oponente con mayor fuerza en el Congreso.

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