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Boing en Ucrania
CORRESPONSAL EXCLUSIVO

Kiev, caminar en la destrucción

Sábado 23.20 una bomba cae en la periferia de Kiev, el fuego con formato de fogonazos invade una noche sin luna, destrucción, terror que se desparrama por una ciudad a oscuras, se recomienda no utilizar más de una luz por casa y tapar las ventanas con frazadas, el suministro no se corta, el miedo hace el resto. En la capital de Ucrania habitan 3,4 millones de personas, y quedan alrededor de 1,6, el resto ya decidió partir. Las bombas, los misiles, o lo que fuere, no caen dentro del mapa de la guerra. Era un barrio humilde de Kiev, casi en las afueras, quien sufrió las brutales consecuencias de una guerra, que como tal escapa a cualquier manto de piedad imaginable. Han muerto 5 personas, 2 más están graves y más de 45 presentan heridas múltiples. Un instante, un flash diabólico que destruye la calma de un pueblo inocente que nada entiende sobre lo que ocurre. “Putin no sos un rey, miserable”, grita una mujer envuelta en un llanto que no la deja terminar su alarido.

La mañana del sábado se encuentra con cientos voluntarios, muchos de los cuales son vecinos del lugar, caminando entre la destrucción. Pisar vidrio es inevitable, el piso parece revestido de ellos, el crujir de los mismos pone la piel de gallina. Hay cientos de personas trabajando, también llegan máquinas con contenedores, y no se escucha una sola voz, mientras el cronista de RedBoing filma o saca fotos, su presencia pasa por demás desapercibida. Una mujer herida en su cabeza pidió que no quería fotos y se le mostró que la misma fue borrada, nadie quiere herir más a un persona que viene tremendamente castigada.

La imagen del cráter que dejó la bomba debe tener cuatro metros de profundidad y la onda expansiva hizo volar autos estacionados en el lugar y demolió balcones y partes traseras de un edificio de estructura muy fuerte pero repleto de departamentos. En realidad son varios edificios similares al estilo de los Fonavi de Rosario. Mirar para abajo es encontrar la foto del horror, chupetes, ropas, cuadros, pedazos de mampostería, puertas, partes de persianas, juguetes de niños, lo que queda de un televisor, todo multiplicado por ciento, ese trata de lo que debe tener una casa, ni más ni menos, es como si hubiese pasado por una trituradora por sus hogares, que ya no están. A 50 metros está la escuela del barrio, un par de ventanas rotas y no mucho más, fue a la noche y no había actividad. Un jardín de infantes, está justo enfrente, quedó desarmado.

Los hombres clasifican los restos, eligen las partes más grandes y van amontonando. “Es para las barricadas, chapas, puertas y esas cosas”, comenta uno de los colaboradores al descubrir al periodista con un mirada de no entender lo que realmente sucedía. Kiev, una ciudad tan antigua, este año cumple 1540, como bellísima va camino a la demolición. Una parte de ella empieza a sentir el paso de la guerra, “siempre son los rusos, desde que se disolvió la URSS (Unión de las Repúblicas Socialista Soviéticas) ellos van por más, y Putin no tiene miramientos es la maldad personificada. Vengo escapando desde 2014 cuando atacaron Donetsk, la ciudad donde nací, y ahora me han perseguido hasta Kiev”, comento con un entendible castellano Ewelinka, con su ojos explotados de tanto llorar.

El pueblo ucraniano cree en la fuerza de sus soldados, en el orgullo de los políticos y en ellos mismos. Están dispuesto a morir si es necesario, transitando sus calles se mezclan las banderas rojinegras con la auriazul de Ucrania, tiene que ver con la Unión de Patriotas Rebeldes, se trata de un movimiento independiente de ultraderecha que está codo a codo con los soldados ucraniano. A diferencia con lo que sucedía en Lviv, el trato para con el periodismo es sumamente cordial. No piden credencial alguna, solo una cosa, díganle al pueblo que, “Putin bombardea familias, escuelas, supermercados”, remarca uno de ellos para terminar con el grito, que cada vez emociona más: Slava Ukrini, Gloria a Ucrania, y a su bravo pueblo.

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