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Opinión

Que Rosario se las arregle

Pablo Javkin SUper Unico
Foto: Farid Dumat Kelzi

Rosario nuevamente es noticia mundial. No por ser la capital del fútbol, por sus artistas destacados o por su voluminoso río, sino por la violencia narco que azota a la ciudad. Fue el turno de un célebre -el suegro de Lionel Messi- y los medios nacionales e internacionales pusieron el foco en nosotros otra vez por un flagelo que la Nación cree ajeno y al que la provincia, responsable directa de la seguridad, no le encuentra solución desde hace más de una década. La mezquindad política, la falta de articulación y los insólitos problemas presupuestarios que se plantean hacen que no se esté combatiendo a las bandas y que crezcan en organización y poder de fuego.

Pablo Javkin se hizo presente en el lugar apenas conocida la noticia de la balacera al supermercado de Lavalle al 2500. Al menos 14 impactos de bala destruyeron parte del frente del comercio de propiedad de la familia Roccuzzo. La metodología, a esta altura, nos es familiar y ni siquiera nos interpela. Nos acostumbramos a la atrocidad de que dos muchachos en moto elijan un blanco y vacíen un cargador sin tener en cuenta si hay niños, mujeres, hombres o ancianos inocentes de por medio. El intendente pide a gritos que nos cuiden, explica que Rosario no maneja una fuerza armada y que garantizar la seguridad es responsabilidad de la provincia y la Nación. De hecho, fue más allá aclarando que él estaba ahí, sin armas, sin saber dónde estaba el gobernador, los ministros y el presidente.

Nos llamaron a los periodistas rosarinos desde todo el país, centralizada la demanda en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Hablan de “allá”, de “ustedes”, de Rosario como algo lejano, ajeno, extranjero. Lo hizo el propio ministro de Seguridad Aníbal Fernández, quien en un cruce con un legislador nacional dijo ayer: “Allá viven así hace 20 años”. Además, hoy aceptó lo que se vislumbra y remató: “Los narcos han ganado”. Ganaron porque ya no nos sorprenden los muertos, ni las balas, ni los robos, ni las amenazas a los comercios -principal teoría detrás del ataque de hoy-, ni la connivencia con policías ni la falta de respuesta de la política y de la Justicia. Sí, nos asusta, nos asusta mucho.

Vemos cómo decenas de amigos, familiares y conocidos desean, y si pueden lo hacen, irse a vivir afuera. Ya ni siquiera a Europa, como fue en el 2001, es a donde puedan. Uruguay, Brasil, Chile, Australia, México o Estados Unidos también son objetivos visibilizados por quienes no dan más en nuestra ciudad. Después de acostumbrarnos, porque la ciudadanía de a pie que labura, quiere estudiar y crecer tiene que seguir adelante y arma una coraza, llegó la hora de la resignación. Nada va a cambiar a corto plazo, ya no le creemos a nadie, ya no queremos escuchar mentiras ni promesas, ya no penetran los discursos de esperanza. El que puede, raja.

Balas unico pisadas
Foto: Farid Dumat Kelzi

El cálculo de agentes de fuerzas federales, apoyo del Estado nacional para el provincial en materia de seguridad, que hacen desde el gobierno hoy es de 350 en toda la provincia. Supo haber 3 mil hace algunos años cuando los guarismos en homicidios y delitos ordinarios habían disminuido. Y cuando se pregunta por qué no se sostienen esas políticas a los distintos funcionarios, hablan de temas presupuestarios. No puede ser el dinero una variable en consideración para solucionar el flagelo de la violencia en Rosario. La plata tiene que aparecer porque las vidas no son dinero, y la organización entre los tres niveles gubernamentales también. Decisión política, presupuesto, legislación aggiornada, cárceles que no sean home office de delincuentes y contundencia ante la corrupción policial, connivencia que es condición sine qua non para que los malvivientes hagan lo que quieran. La agenda no puede moverse de esos puntos.

El big data ha aportado a los políticos muchas herramientas, conocer qué piensa la población casi en tiempo real les permite dilucidar las necesidades que tienen y lo que quieren escuchar, sobre todo. Pero es esa tecnología novedosa de estudios de opinión lo que hace que los dirigentes escuchen a sus asesores en comunicación y esquiven el bulto de la realidad que vive hoy Rosario. Por eso lo creen ajeno, porque no quieren quedar pegados, no quieren hacerse cargo de algo que el tiempo para poder solucionarlo, o al menos apaciguarlo, es mayor al de una gestión de gobierno ejecutiva.

El delito ha mutado en la ciudad. Las bandas narcos se convirtieron en grupos de choque y en productores de amenazas a comercios, personalidades, políticos, instituciones y empresas. Primero es de manera pacífica, un pre aviso, y después, si no se cumple, vienen las balas contra los frentes edilicios. Se repite una y otra vez desde hace más de un lustro, y la cosa sigue igual. Dejamos decenas de móviles policiales en las calles como garitas de seguridad para fiscales, jueces, políticos, empresarios, asistentes del Ministerio Público e instituciones del Estado, perdiendo así capacidad de patrullaje para el arrebato, la entradera o el robo común. Un círculo vicioso con un modelo replicado de la camorra italiana o de la Medellín de Pablo Escobar.

En los últimos 12 años contabilizamos alrededor de 3 mil muertes violentas en el departamento Rosario. No hay esfuerzo, ni plan familiar, ni preparación que sean la garantía de un bienestar. Hay nichos de contención, barrios privados o zonas a los que estos animales no han llegado, pero la sensación que tenemos todos es que es cuestión de tiempo de que le toque a cualquiera de todos nosotros. Como fue el caso de la bailarina Virginia y su madre en zona sur, como fue el caso de Joaquín Pérez en Arroyito, o de las tres decenas de menores de edad que perdieron la vida por quedar en medio de una ráfaga de proyectiles asesinos. Es la cruda realidad. A veces, intentamos como autodefensa pensar en lo bueno que tenemos, en que la cosa se va a solucionar, en que a mí no me va a pasar. Nadie está exento. Nadie. “Que Rosario se las arregle”, parece ser el mensaje. 

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