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Siete estrenos: Anya Taylor-Joy con la precuela “Furiosa” y cinco películas más

Nueve años después de haber presentado Mad Max: Furia en el camino, George Miller regresó al Festival de Cannes para el estreno mundial de esta precuela que tiene a Anya Taylor-Joy en el papel que antes hiciera Charlize Theron. Recibida con algarabía cinéfila, esta quinta película permitirá extender -como de hecho ya se ha insinuado- la franquicia iniciada en 1979 con Mel Gibson como protagonista, sobre todo si ahora se convierte también en un éxito comercial en su lanzamiento en salas. Diego Capusotto interpreta cuatro personajes en un reencuentro artístico con el director Néstor Montalbano en “”Las corredoras”. También “Reas”, “Los extraños: Capítulo 1”, “Maestro(s)” y “Bonnie Bears: Código Guardián” son las películas que renuevan la cartelera este anteúltimo jueves de mayo. Aquí una selección de reseñas para elegir que ir a ver al cine, porque el cine se ve en el cine.

“Furiosa: de la saga de Mad Max”

Aclaración: me gustan mucho las películas de Mad Max, pero siento que esta saga está algo inflada en la valoración crítica. Ni Furia en el camino ni ahora Furiosa me parecen las obras maestras que casi todos celebran con entusiasmo desbordante, aunque es cierto que el australiano Miller ha logrado lo que muy pocos en la historia del cine: sostener el nivel artístico y el interés por una franquicia que ya ha cumplido ¡45 años!

Esta quinta entrega es una precuela y en este reinicio Miller mantiene la maestría para la puesta en escena, la intensidad narrativa, el vértigo que nunca es caos visual ni sonoro y la imaginería visual que hicieron de Mad Max tanto un éxito comercial como una saga de culto.

Hace pocos días se estrenó Profesión peligro (The Fall Guy), película de David Leitch con Ryan Gosling y Emily Blunt que era una suerte de homenaje a los dobles de riesgo y, de hecho, varios trabajaban en una historia futurista con algo (bastante) de Mad Max. Fue como una celebración anticipada, ya que los stunts de Furiosa se merecen todos los aplausos cuando caen de las motos, los camiones cisterna, chocan o ruedan por las zonas desérticas que son el fondo casi omnipresente de esta franquicia.

Como toda precuela, Furiosa arranca por… el principio (o casi): vemos a una niña rebelde y valiente (Alyla Browne) que es capaz de engañar y enfrentar a los fornidos motoqueros con cascos con forma de calavera, pero cuando finalmente es atrapada y su madre (Charlee Fraser) sale a rescatarla, la inevitable tragedia se termina desatando y la pequeña queda huérfana.

Y, luego de ese extenso prólogo (todas las secuencias del film son largas), la historia se desarrollará durante 15 años y dividida en cinco capítulos, en los que veremos las habituales luchas entre clanes y a Furiosa ya adulta (una Anya Taylor-Joy convincente en plan de heroína) siendo ayudada por Praetorian Jack (Tom Burke) para luego plantearse el duelo con sed de venganza contra el despiadado y todopoderoso Dementus (un Chris Hemsworth melenudo que juega a ser un desbordado villano propio de un cómic).

Los guiones de Mad Max nunca han sido demasiado elaborados ni profundos (hay siempre cierto trasfondo ecologista) porque Miller confía en que su virtuosismo para las imponentes, espectaculares set pieces harán lo suyo como para captar y cautivar al espectador. Y vaya si lo consigue porque Furiosa es adrenalina pura con planos deslumbrantes y toda la parafernalia visual que el cine contemporáneo puede desplegar. Cine de acción en estado puro, en su máxima y hermosa expresión que se pudo disfrutar con la mejor proyección imaginable en la Sala Lumière de Cannes.

DIEGO BATLLE.

Showcase, Hoyts, Cinépolis, Monumental y Del Centro.

 

“Las corredoras”

La asociación creativa entre Diego Capusotto y Néstor Montalbano atraviesa tres décadas. Se conocieron en Cha cha cha, repitieron en Todo por dos pesos y luego saltaron al cine con Soy tu aventura (2003), Pájaros volando (2010) y No llores por mí, Inglaterra (2018). El fruto más reciente de la dupla es Las corredoras.

Como en la última de ellas, en la que argentinos e ingleses disputaban un partido a principios del siglo XIX, acá vuelve a repetirse la presencia del deporte. En este caso, el automovilismo, telón de fondo de esta película ambientada en 1959 que comienza con la llegada a un campo de la provincia de Buenos Aires de Mabel (Carola Reyna), una empleada del Ministerio de Agrociencia que acaba de perder a su padre y tiene la orden de firmar un contrato de sesión de tierras de parte de un hacendado, un tal Antonovich, para realizar investigaciones.

La recibe en la estancia quien dice ser su esposa (uno de los cuatro personajes a cargo de Capusotto) porque, dice, su marido tuvo un viaje de urgencia. Cuando llegue Antonovich y Mabel note su parecido con la mujer, empieza a sospechar que hay algo raro. La presencia de una misteriosa corredora (Alejandra Flechner) no hace más que acrecentar el misterio.

A diferencia de sus películas anteriores, Las corredoras no transita los carriles de la comedia, sino uno que cruza el suspenso con el melodrama deliberadamente autoconsciente, como si se hubiera filmado en la época en que transcurre. Más allá de un guion por momentos enredado y una duración un tanto excesiva, Las corredoras sale airosa de su apuesta por la rareza y la excentricidad.

NÉSTOR BURTONE.

En el SHOWCASE, CINÉPOLIS, DEL CENTRO.

 

“Reas”

En 2018 Lola Arias sorprendió con Teatro de guerra, un ecléctico, nada convencional y siempre provocador acercamiento a las vivencias y recuerdos de seis veteranos de la guerra de Malvinas que se habían enfrentado desde el bando argentino y el británico. Si aquella propuesta cabalgaba entre el documental, la ficción y lo teatral (de hecho, fue también una experiencia concretada sobre los escenarios), esta encuentra algunos elementos en común, pero también otros si se quiere superadores, variantes y desvíos que convierten a Reas en algo conectado y al mismo tiempo bastante distanciado de esa ópera prima.

En Reas -enésimo retrato de mujeres presas que el cine latinoamericano ha concretado en los últimos años, pero con un enfoque muy particular y distintivo- también hay personas convirtiéndose en personajes, en este caso mayoría de mujeres que se (re)interpretan a sí mismas, reviven sus experiencias (en muchos casos traumáticas y dolorosas), comparten sus recuerdos, sus memorias, pero también sus sueños. La protagonista es Yoseli Arias, una joven de 26 años que pasó cuatro y medio en la cárcel de Ezeiza por tráfico de drogas.

Cuando ingresa a la prisión, debe desnudarse para la revisación de rigor aunque está indispuesta y, cuando le preguntan que le gustaría ser, responde entre risas: “Millonaria”. Que la cárcel elegida como locación principal sea la de Caseros, que hoy está abandonada y por el momento solo sirve como set de filmación, no hace más que exacerbar el artificio y la búsqueda de representación antes que del verosímil.

Yoseli se sumará a un ecléctico grupo de mujeres cis y trans, y de hecho su mejor amigo será Nacho (Ignacio Amador Rodriguez), un hombre trans que le presentará a las integrantes de una banda de rock que ensaya y toca dentro del penal. Y la música (y las letras, y las coreografías) serán también parte esencial de un film que en varios pasajes apuesta al musical como para demostrar que no todo es sordidez, desamor, violencia, requisas y represión (que los hay), porque hay espacio para la fantasía, lo lúdico, lo catártico. En ese sentido, las canciones (la música fue compuesta por Ulises Conti, habitual colaborador de la directora, y las letras fueron coescritas por la propia Arias y Mailén Pankonin), son parte esencial del relato tanto como los diálogos o los testimonios confesionales de estas (no)actrices.

Película que narra el proceso de sororidad y empoderamiento sin por ello caer en las bajadas de línea ni los estereotipos del discurso feminista, Reas combina fútbol, danza, boxeo, gimnasia, telenovelas, absurdos tatuajes corporales (como el de la Torre Eiffel), trabajos de costura, limpieza y clases de Derecho (en determinado momento nuestra sufrida heroína lleva tres años tras las rejas y no logra que le autoricen salidas transitorias, pese a que trabaja, estudia y tiene buena conducta).

Hasta que suena Demoliendo hoteles: “Yo que nací sin poder / Yo que luché por la libertad / Pero nunca la pude tener”. Los versos de Charly García sintonizan con las vivencias de personas no normativas (en el sentido más amplio del concepto) a las que Arias les da voz, empatía, entidad, posibilidades de sincerarse y de expresarse como probablemente nunca antes lo habían podido hacer.

DIEGO BATLLE.

En EL CAIRO.

 

“Los extraños: Capítulo 1”

¡Ay, las fórmulas!, tan útiles para la física o las matemáticas, donde el orden de los factores no altera el producto. En cambio, en el cine pueden funcionar justamente cuando se las utiliza para sorprender, yendo en contra de las convenciones que establecen. Porque cuando se las respeta de forma reverencial, como si se tratara de escrituras sagradas, el resultado es la rutina, el aburrimiento e incluso la indignación o la furia. El estreno de Los extraños: Capítulo 1 resulta un ejemplo claro de todo eso, en tanto su propuesta confirma la voluntad de seguir una línea previa, con la decisión de nunca apartarse de ella ni siquiera para ver si el espectador sigue ahí.

Se trata de la tercera entrega de una saga que, en un claro gesto de narcisismo, se fue construyendo como una imitación inmutable de sí misma. Su primera entrega, escrita y dirigida por Bryan Bertino, tuvo lugar en 2008 y estaba protagonizada por Liv Tayler y Scott Speedman. Aunque el argumento era básico y de manual, la experiencia resultaba intensa a partir de la habilidad del director para disponer los elementos de la trama sobre la acción. Ahí, una pareja de ciudad llegaba hasta un pueblito rural, para pasar unos días en una cabaña en medio del bosque. Pero el escenario idílico se convertía en pesadilla cuando tres asesinos enmascarados comenzaban a acosarlos sin ningún motivo.

Diez años después se estrenó Los extraños: cacería nocturna. Aunque ahí el lugar de víctima ya no lo ocupaba una pareja sino una familia tipo, el resto de la historia se desarrollaba siguiendo la misma, exacta estructura. Así llegamos hasta 2024, donde este, que vaya a saber por qué es el Capítulo 1, regresa al casillero de largada. Nuevamente una pareja de chicos de la ciudad, la misma cabaña, los mismos tres enmascarados, idéntico acoso. El juego de espejos se mantiene hasta el final. Lo único que cambia acá es que el pueblito no era el destino de los protagonistas, sino un mero accidente en su viaje.

Ese encandilamiento con la propuesta original está justificado por una idea expresada en el título, cuya ambigüedad nunca se aclara y resulta poderosa. Se trata de la incógnita respecto de quiénes son los extraños en estas historias: ¿serán los tres enmascarados representantes de la barbarie o esos “extranjeros” llegados desde la civilización, que aciertan a meterse en el corazón de las tinieblas rurales? Una dualidad que funciona como espejo sociopolítico de un país dividido como Estados Unidos, donde la tensión económica y cultural entre las costas urbanas y progresistas, y el centro conservador es cada vez más abierta. Por desgracia, esa idea lleva tres películas atascada en lo más obvio de su superficie, sin aportar más que su propio vaciamiento.

JUAN PABLO CINELLI

EN LOS COMPLEJOS SHOWCASE, HOYTS, CINÉPOLIS Y MONUMENTAL.

 

“Maestro(s)”

Maestro(s), del francés Bruno Chiche que llega con dos años de demora a la pantalla local, es una adaptación bastante libre de Pie de página, aquel film israelí que se estrenó aquí en 2012, luego de llevarse el premio al Mejor Guion en el Festival de Cannes y conseguir una nominación al Oscar. Aunque la vuelta de tuerca que da pie al conflicto es el mismo, las dos películas eligen caminos diferentes, siendo Maestro(s) una opción más amable y a la vez menos interesante que su fuente de inspiración.

El joven y revolucionario director de orquesta Denis Dumar (Yvan Attal) acaba de ganar el premio más importante de su carrera. Lo aplaude un auditorio entero, en el que se encuentra su novia, su exesposa, su hijo y su madre. Solo falta su padre Francois (Pierre Arditi), quien prefirió ignorar por completo la celebración.

El también director se niega a quedar en el olvido, aun cuando sea su heredero quien recoja su legado. Su ánimo cambia por completo cuando recibe una llamada para invitarlo a ponerse al frente de la Orquesta Filarmónica de la Scala de Milán, el sueño de toda su vida y el broche de oro de su carrera. Eufórico comienza los preparativos para el viaje, sin saber que la realidad es otra: la secretaria responsable de la convocatoria se equivocó de Dumar, al que realmente quieren contratar es a su hijo.

Los pormenores de este choque entre dos hombres, que se revelan como extraños entre sí a pesar de la relación filial, será la base en la que se apoyará el relato durante toda su extensión. No habrá segundas lecturas que apunten más allá de desarrollar la ligazón de un complicado entramado generacional, potenciado en este caso por la presencia de Mathieu (Nils Othenin-Girard), hijo de Denis y por consiguiente nieto de Francois, y las diferentes maneras de ver y encarar la vida de cada protagonista con su entorno.

Maestro(s) transcurre sin estridencias ni mayores dificultades que las ya planteadas -amén de las consiguientes ramificaciones de cada decisión de los contendientes en el seno familiar-, por lo que es de esperar que su desarrollo sea tan plácido como carente de brillo ni picos de interés. Sin embargo, es ahí donde entra en juego la banda sonora, que brinda desde el contexto ese empuje necesario para que lo acontecido cale más y mejor en el espectador.

Sin la banda sonora que la viste, potencia y cubre en sus huecos argumentales, la película sería apenas interesante, más cuando se tiene fresca en el recuerdo su poderosa predecesora. Pero la belleza de la música, y la habilidad del director a la hora de utilizarla, le brindan al resultado final el diferencial necesario para no pasar inadvertido. Una decisión artística que genera en el espectador algunos sentimientos parecidos a la emoción, escasos pero siempre bienvenidos.

GUILLERMO COURAU

EN LOS CINES DEL CENTRO.

 

“Bonnie Bears: Código Guardián”

Briar y Bramble vivían felizmente con su madre Bárbara, hasta que un día hubo un incendio. Briar vio a Bárbara salir del edificio en llamas y nunca más volvió. Los osos cachorros crecieron creyendo que su madre los había abandonado. Muchos años después, cuando una mujer osa de edad avanzada aparece en escena, los hermanos oso están decididos a averiguar la verdad de una vez por todas y así dar respuesta a todas sus preguntas. ¿Los hermanos osos habrán encontrado realmente a su madre? ¿Por qué los dejó? ¿Se podrá recuperar el tiempo perdido?

 

Fuente: Otros Cines, Página 12, La Nación.

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