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Opinión
POR CARLOS COMI

Usted es un racista? No!! Yo argentino

El racismo, la xenofobia y la intolerancia religiosa son tres flagelos que recorren la geografía mundial y se expresan con distintos niveles de violencia en la vida de las sociedades y naciones.

En ese orden es necesario analizar como se encuentra hoy la Argentina y en particular Rosario. Somos realmente, como hemos aprendido en la escuela un país sin estos males, amplio y tolerante a todos los hombres y mujeres del mundo que quieran habitar el suelo argentino  o debemos correr el velo e indagar que contiene el pensamiento de nuestros compatriotas y la cultura nacional.

Suele repetirse s memoria que los argentinos no somos racistas, y además que no hay negros en el país en cantidad. Que aquí nadie tiene estos problemas. Que somos hijos de italianos y españoles. Que los argentinos venimos de los barcos como ha dicho el presidente Fernández.

La Argentina colonial o de las Provincias Unidas del Rio de la Plata tuvo una importante población negra esclava primero,  y liberta después de la Asamblea del año 13 y la constitución del 53. Pero esa población fue diezmada y casi desaparecida en las guerras de la independencia en la primera línea de combate, en las luchas civiles y en las epidemias como la fiebre amarilla que hicieron estragos sobre los sectores más humildes de la sociedad donde claramente se hallaban.

Lo curioso es que desde hace 20 años aproximadamente se observa una fuerte llegada de inmigrantes afro descendientes tanto de América –Haití principalmente- como de distintas zonas de África, la pregunta por responder es cómo se sienten los descendientes de aquellos argentinos que formaron el país y estos nuevos jóvenes que llegan en busca del sueño de una vida mejor.

Es repetido escuchar que somos hijos de italianos y españoles y que nuestros ancestros vinieron en los barcos. La afirmación parcialmente errónea, contiene varias tensiones en sí misma. Claramente en el imaginario popular se refiere a las oleadas migratorias que llegaron a partir de la generación del 80 del siglo XIX. Lo curioso es que ignora casi 400 años de historia previa. La Argentina colonial se nutrió de los adelantados, los pueblos originarios y de generaciones de criollos que fueron surgiendo de esos cruces de mundos. Y allí nació el gaucho, sujeto central de nuestra identidad nacional.

El paso de aquella Argentina colonial al país de la inmigración masiva fue una decisión política de las elites que gobernaron al país desde 1853 en adelante. El objetivo, razonable, era poblar una inmensa geografía pero con el deseo de arrancar casi de cero. Sarmiento lo sintetiza en Facundo, el libro que describe al líder riojano Facundo Quiroga como la representación del atraso, la brutalidad y la barbarie, a la que hay que oponerle la civilización de la inmigración europea para llegar a ser como ellos. En una carta a Mitre cuando ya este era presidente y llevaba adelante su plan de “pacificación” nacional arrasando con las montoneras provinciales  expresaba – No ahorre sangre de gauchos presidente, es lo único humano que tienen.

Juan Bautista Alberdi, el mayor intelectual de la generación pos Mayo escribía cosas parecidas – A la Europa le debemos todo lo bueno que poseemos, incluso nuestra raza, mucho mejor y más noble que la de los indígenas, aunque lo contrario digan los poetas que siempre se alimentan de la fábula.

Coincidían en la necesidad de anular la raíz de nuestro pueblo y sustituirlo con una imitación de la cultura francesa o inglesa, borrando la “barbarie” original.

La generación del 80 con Roca como su máximo exponente llevo estos supuestos a los hechos. La campaña del desierto en lo militar para solucionar el “problema” indio. Y el glamour en las costumbres y modos en la Buenos Aires del fin del siglo XIX , sus mansiones, y magnificencia de las embajadas argentinas por el mundo.

La Argentina tenia raíz europea y sus gobernantes así lo  sentían, “la joya mas preciada de la corona británica” al decir de Julio Roca hijo, al momento de firmar el escandaloso pacto Roca Rucciman o la creencia de que Buenos Aires era una autentica Paris sudamericana.

Pero la realidad a veces se encarga de poner las cosas en su lugar brutalmente. Cuando estalló la guerra de Malvinas contra una potencia colonial a la que habíamos endiosado, fue aquella Latinoamérica que negábamos en nuestra sangre la que se puso a nuestro lado. Es conocido primero la mediación y luego el decidido apoyo del presidente de Perú Fernando Belaunde Terry  y el envio de 15 aviones caza para luchar junto a nuestras tropas. Y en Bolivia más de 30000 ciudadanos se inscribieron como voluntarios para pelear en la guerra. Sin embargo, esos hechos extraordinarios en momentos límites no parecen haber producido cambios en la consideración despectiva de cierta parte de nuestra población hacia esos pueblos.

De aquel rechazo a los elementos históricos de la Argentinidad y el intento de remplazo por lo europeo se pasó distintas formas de desprecio por todo lo mestizo, lo que salga de los cánones de la Argentina blanca. Y no es de hoy. Grandes plumas como Julio Cortázar quien escribía en sus novelas de los años 50 en alusión implícita a la visualización de las masas que había generado el Peronismo  – te voy a decir que cada vez que veo un pelo negro lacio, unos ojos alargados, una piel oscura, una tonada provinciana me da asco. Las “catitas” me dan asco.

Hoy puede resumirse un conjunto de frases hechas que se escuchan a diario y que expresan este recorrido histórico. – Yo no soy racista, pero a los que no puedo ver es a los negros de alma. –Negros planeros, no quieren laburar. –Tienen hijos solo para cobrar la asignación. -El judío de la esquina es un hijo de puta. –No son argentinos, porque no se van a Israel?  -Son bolitas, se van a de vacaciones al riachuelo. -Paragua tenía que ser, ni pa albañil da. Y el repertorio se amplia sobre las personas con orientación sexual diversa, los turcos, rusos, peruanos, y hacia el  interior del país jujeños o salteños –coyas- , chaqueños –tobas- tucumanos y santiagueños, cordobeses, y otros.

Entonces; los argentinos somos tan perfectos como nos creemos o el racismo, la xenofobia y la homofobia subyacen en nuestro ADN peligrosamente?

Razonablemente hay que creer en la segunda opción y como en El huevo de la Serpiente del genial Ingmar Bergman se debiera intentar cambiar hoy para que mañana no nos sorprenda el horror.

Hoy el país está cruzado por una grieta política brutal y que genera que se agudicen las posiciones a uno y otro lado de ella. Y allí hay que mirar en la historia que suele ser una guía para pensar y analizar las conductas de hoy y adonde nos pueden llevar.

En la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX sus pobladores originarios se sentían amenazados por las oleadas migratorias que empezaban a llegar al puerto de Buenos Aires.

 

El 1 de enero de 1872 en Tandil una partida de gauchos al grito de muerte a los extranjeros y con vivas a la religión mató a degüello a 36 personas incluidos varios niños. Casi ninguno de los apresados tenía antecedentes criminales, y en el juicio las declaraciones fueron a tono de que los extranjeros venían a sacarles sus trabajos y ellos querían defender al país.

Pocos años después cuando el aluvión inmigratorio se expresaba también en las ideas políticas que traían del viejo mundo, un político rosarino llamado Manuel Carles creo la Liga Patriótica Argentina, una suerte de predecesora de la Triple A, organización que participaría en numerosos asesinatos y atentados contra dirigentes anarquistas o socialistas, con ostensible respaldo de los gobiernos radicales de Yrigoyen y Alvear. En una matanza de 15 obreros en Entre Ríos el 1 de mayo de 1921 en un acto en que estos celebraban el día del trabajador, a manos de las hordas fascistas de la Liga el tradicional diario La Prensa lo justificaba así, – El 95 por ciento de las víctimas no son argentinas. Ello induce a pensar en el carácter de la reunión obrera que se realizaba y también a explicarse la violencia con que los oradores anarquistas se referían en sus discursos a los símbolos patrios. … La policía manifestó en el primer instante –seguramente por precipitación- que a los obreros no se les había encontrado armas.  Matar al extranjero y más si piensa diferente era un derecho que se arrogaba la liga patriótica. Nadie fue preso, menos Carles, quien en cambio fue varias veces condecorado por el gobierno nacional y nombrado interventor en más de una provincia.

Es perentorio citar otras matanzas de campesinos, pueblos originarios, anarquistas pero no queremos dejar pasar la más abominable expresión de odio de nuestra historia dejando de lado el genocidio de la última dictadura militar.

El 16 de junio de 1955 aviones de la armada argentina bombardearon la plaza de mayo durante 5 horas con el objetivo de asesinar al Presidente Perón y su gabinete, matando a más de 300 personas que ocasionalmente se encontraban en el lugar, muchos de ellos niños y ancianos.  Aun hoy esta acción brutal es relativizada por cierta historia oficial y hasta hace pocos años ni siquiera se dictaba en los colegios.

Para cerrar este itinerario por hechos marcados en el odio al otro que piensa o vive distinto, o viene de otro lugar y yendo más acá en el tiempo se recuerda a Marcelina Menesses, una mujer boliviana residente en Argentina en el GBA . El 10 de enero del 2001 fue arrojada con su pequeño hijo de 20 meses a las vías del tren Roca por molestar con la mochila en la que cargaba a su hijo en la espalda y bolsas que llevaba, a un pasajero en una formación atestada en pleno verano. Al grito de boliviana de mierda, volvete a tu país, y nos vienen a sacar el trabajo un grupo de personas fue empujándola contra las puertas abiertas y finalmente ella y su hijo fueron arrojados sufriendo una muerte horrorosa. Por el crimen nadie pago culpas a pesar de declaraciones de testigos y la empresa alegó que la mujer había caído sola a las vías.

Del dicho al hecho parece que no hay tanto trecho por lo que los argentinos debemos pensar que decimos, que enseñamos a nuestros hijos y como tratamos al que vemos diferente.  

Las respuestas obtenidas de una charla con inmigrantes actuales son contundentes y ejemplificadoras. En primer lugar muchas personas con las que tratan a diario creen tener el derecho a sacarles fotos sin ningún tipo de permiso, tocar su pelo o su piel con la excusa que da suerte y preguntarles de donde son. Con los hombres van más allá, y personas de cualquier sexo también sienten el derecho a preguntarles si es verdad que poseen el pene más grande. En otros casos son usados como el símbolo del miedo con los niños. Como en otra época nuestras madres nos decían que si nos portábamos mal nos llevaría el cuco, ahora la advertencia a los menores es que si se portan mal o no hacen caso los va a llevar el negro, provocando más de una vez el llanto por miedo del niño. Y otros van más allá, el grito de negro de mierda volvete a tu país desde un auto es una situación que todos han atravesado en algún momento. Qué país generoso Argentina es otra muletilla usada, o cuando alguien es invitado a dar una opinión si esta es distinta a la que se esperaba fácilmente se llega a la descalificación y a recordar los sacrificios de los abuelos italianos o españoles que si hicieron a este país, y tratar a la persona de muerto de hambre.

A pesar de todo esto también lo mejor de la historia de esta ciudad se ha escrito desde la multiculturalidad que se forjó en la enorme cantidad de personas de todo el mundo que llegaron a Rosario en los últimos 150 años. Y lo siguen haciendo.

Haitianos y senegaleses como mayoría pero también africanos de otros lugares, venezolanos corridos por la realidad política de ese país, estudiantes brasileños, colombianos, peruanos u bolivianos y paraguayos son algunas de las nacionalidades que arriban casi diariamente a la ciudad. El caso de los estudiantes es bien marcado. Ya hay muchos médicos haitianos y brasileños egresados de la UNR y es cierto que varios han vuelto a sus países, pero muchos otros se han quedado, enamorándose de una rosarina o rosarino, casándose y teniendo hijos aquí. Y va a seguir ocurriendo. Hoy caminar la zona de la terminal es una experiencia formidable para escuchar distintos idiomas como habrá sido recorrer los conventillos en que vivieron nuestros bisabuelos cuando llegaron huyendo del hambre y las guerras en otro siglo.

El desafío es desarmar ese discurso del odio y construir una Argentina de todos y todas. El sub comandante Marcos, aquel mítico y mediático guerrillero zapatista alguna vez escribió – El mundo que queremos es un mundo donde quepan muchos mundos- .

Así debiera ser, y la ciudad tiene sus bellos ejemplos.

La calle San Luis es un ejemplo de convivencia de comerciantes turcos, paisanos, coreanos y de otros lugares que tiran juntos para ganarle a las crisis económicas recurrentes y hasta organizan actividades comunitarias para vender un poquito más.

Ese ejemplo de ayer sería bueno que sea el de mañana en la construcción de una Rosario multicultural donde vivan en paz todos los mundos.

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