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Opinión

Maradona: la bestia que quisimos domesticar

Hace 62 años en Villa Fiorito nació un bebe con características sobrenaturales, algo que nadie entendió hasta que el niño fue creciendo. Retacón, tirando a gordito, con mucho cabello y sonrisa fácil. Veía una pelota y el rostro se le iluminaba, era su elemento de poder. El martillo de Thor, la varita de Merlín el mago, la esfera de los adivinos, la lámpara de Aladino.

Solía moverse con ella con la naturalidad de un ser distinto, Es que en realidad el tiempo se encargaría de resaltar sus dotes con la redonda, sin importar tamaño alguno (todavía se lo recuerda haciendo jueguitos con la pelotita de tenis). El voz a voz iba creciendo y los parroquianos del lugar se juntaban para ver a Dieguito, o Pelusa como le decían al hijo de Don Diego y la Tota.

Lo que ellos no sabían que aquel chiquito era una suerte de Manimal. Mezcla perfecta y divina entre el hombre y el animal. Poseía el espíritu del león para creer que solo podía encarar a medio equipo inglés desde mitad de cancha y terminar haciendo uno de los goles más impactantes de la historia de los mundiales. Tampoco se habían dado cuenta que su pie izquierdo se asemejaba la mano de un gorila que agarraba la pelota y la ponía donde quería, como en aquel gol de tiro libre a Juventus ejecutado dentro del área misma, llamado tiempo después “‘El gol imposible”.

Cuando saltaba con sus escasos 166 centímetros de altura, alcanzaba 1.90, elevándose sin esforzarse, y le ganaba al correcto y gigante de Peter Shilton en la mano de Dios, casi como un chimpancé que escala el árbol más alto para buscar su fruto preferido. Su mirada a la hora de patear una pelota detenida era la de un tigre que ya eligió la presa y solo le resta decidir cuando atacar. Su pique corto y demoledor era propio de un leopardo, y su habilidad para esquivar patadas y zancadillas pertenecían al mundo de las gacelas africanas.

Su presencia al cantar el himno nacional en el San Paolo, enfrentando los silbidos que partían desde las tribunas como dardos envenenados, se emparentaba al gorila de montaña, quien sabe que nadie podrá con él. En la cancha vivía en estado salvaje, no había Fair Play por esos tiempos, los defensores no lo marcaban, trataban de cazarlo, en un acto cargado de frustración. Era el toro que corría al torero ante el delirio de la gente que en un segundo cambiaba de posición. Era Diego, el único, el irrepetible, el salvaje. Manimal.

Pero como les ocurre a algunas fieras lo atraparon y lo pusieron en el zoológico de la “aparente” buena vida, fue en Barcelona, entre dinero, mujeres, drogas y alcohol. El ojo del tigre se fue apagando lentamente, el espíritu de león indomable se esfumó, la gacela era atrapada por sus depredadores. el gorila espalda plateada dudaba de su poder y prefería huir. Un día era ateo, “qué querés si era arquero”, dijo burlándose del Papa Juan Pablo II, y al tiempo terminó dándole su camiseta al Papa Francisco. Era Diego, al que todo el mundo escuchaba para juzgarlo, lo sentenciaban y a la vez perdonaban. Mientras tanto, la pelota se iba quedando sola, apareció el milagro para meterlo en el Mundial 94, y la enfermera que dulcemente lo llevaba de la mano lo enterró en el infierno. ”Me cortaron las piernas”, fue una de sus frases lacradas en los libros de historia.

Manimal ya no existía, vivía en el recuerdo del Boca del 81, con Silvio Marzolini como DT, en el primer scudetto ganado por el Napoli en 1987, en el mundial del México 86 con Carlos Bilardo como estratega, o en el subcampenato del 90, con un equipo de cuarta pero que defendía con la ferocidad de su líder. Después vinieron los disfraces de Maradona, para jugar con Coco Basile el tristísimo mundial 94 en Estados Unidos, justo en el país (por entonces) menos futbolero del mundo, para sacarse una foto con la camiseta de Newell’s y poco más. Para volver a Boca y trascender más por sus dichos que por su juego.

La bestia de la selva dejaba su hechizo para ser un mortal más, vestido de traje y con dos relojes (uno en cada muñeca) gastando dinero de jeques que lo contrataban para que los divierta. Hasta un auto anfibio le regalaron en Biolurusia, así hasta llegar al trono que le ofrecían los rivales de Gimnasia, cuando casi no podía caminar pero el negocio seguía vivo. Hace 62 años nacía un ser sobrenatural, amado, odiado, utilizado, temido, hasta el final. Era Manimal dentro de la cancha, pero el hombre de billetera gorda que todo lo quiere sin respetar absolutamente nada más que su capricho, lo capturó para él.

Feliz cumpleaños Diego, algunos levantan la mano para compararse con vos. Tranqui, nadie alcanzará el vértigo con el supiste vivir, ellos son terrenales, hacen fantasías con la pelota, también goles increíbles, son atletas, pero están protegidos por las reglas para que no entren en batalla, ahora hasta les inventaron un VAR. Vos, vos ibas contra todos porque fuiste el verdadero Manimal y eso nadie lo podrá opacar.

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