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Opinión
POR DR. CHRISTIAN CALVO VILDOSO

Neurocultura: el ocaso de una cultura o una cultura del ocaso

 

Dr neurocientífico Christian Calvo Vildoso

Desde hace 45 años, cuando aparecieron los primeros textos de la “teoría de la mente” hasta la actualidad hemos intentado  encontrar una respuesta a toda la fenomenología humana compleja en base a las neurociencias. Los neurólogos hemos sido voceros y hasta inocentes divulgadores no solo de las habilidades del cerebro sino de sus debilidades.

En esos puntos donde lo infranqueable de nuestra red sináptica se vuelve vulnerable, se develan uno por uno, a una velocidad sin precedentes, ofreciéndose como herramientas superadoras y constructivas para las sociedades e incluyéndose en todas las materias y disciplinas.  Es así como la política, el deporte, el marketing, el derecho y la economía fueron basándose en estos principios y de esta manera, logrando objetivos cada vez mayores, lo cual ha llevado a que los asesores y consultores en neurociencias resultemos imprescindibles a la hora de desarrollar grandes  empresas y proyectos. Ahora la neuroeconomía, el neuromarketing, el  neurocoatching están en las primeras páginas de todos los tratados de estas ciencias. Parecería que munidos de estos conocimientos podemos penetrar en las mas intimas emociones, incluyendo a grandes masas  modificando conductas individuales y sociales.

Este es el punto en el que la ciencia ficción hace amagos de entremezclarse con la realidad. Conociendo cuales son los sesgos cognitivos ¿es posible hackear una persona o resetearla? Pensemos solamente en la aversión a perdida, hace 20 años este descubrimiento psicológico, ganador de un premio Nobel por este tema, demostró que los humanos ponemos muchísima más energía en no perder algo, más que en ganar, esto cambio sin dudas el eje de la economía y muchas disciplinas, explicando los puntos en donde todos los humanos somos iguales, le tenemos miedo a la perdida y haríamos cualquier cosa por evitarlo.

Empezamos casi sin darnos cuenta en una nueva cultura, una cultura que te invade pero habla del respeto, que ingresa a tu cerebro sin pedir permiso,  ni espera tu anuencia, pero eso sí, galardea de la libertad como principio, una cultura tan dinámica que no te deja pensar pero te habla de reflexión, autoconciencia y templanza. Una cultura que te dice que sos vos el que elige: el producto, el modelo, los gobernantes, pero lo que no te dice es que tu elección va a ser sobre patrones que otros han elegido  por vos. Si tu libre elección es tomada en base a la información que ya otros han elaborado con el conocimiento básico de tus sentimientos, de tus emociones y de tu miedo a perder, lo pueden llevar a cabo con frases o imágenes que van a ir  dando  en tu mente, mientras trabajas, estudias o incluso hasta cuando dormís. Creo que la elección, ya no es tan libre.

Este debate también se abrió hace un tiempo, los limites lo tendría que poner la moral, la ética y la educación. A priori, suena más creíble la educación, ya que la ética fue más susceptible a la modernización y con su gran versatilidad no tardó en alzarse con el título de “Neuroética”. La moral siempre fue la más rígida, veremos en el tiempo si le alcanza.

La educación cumple el papel más importante, sin duda, en tanto y en cuanto todos seamos capaces de diferenciar en este inmenso imput de información cual parte de la realidad y cual es intencionada a movilizarte a partir de tus propias urgencias y debilidades.

La especie humana a lo largo de su existencia para prevalecer frente a otras fue generando conductas adaptativas que en principio responden a las emociones más primitivas que yacen como un andamio férreo, inamovible en lo más profundo de nuestro más antiguo cerebro, aquel cerebro que poco se diferencia del de los reptiles , del cual nadie aun se ha despojado.

Hemos ido poniéndole capas sucesivas como envoltorios en nuestro devenir evolutivo, tal vez para ocultarlo o para moderarlo, pero no pudimos desprendernos de él. El cerebro  fue adoptando más volumen y  peso y a diferencia de muchas especies  y fue tomando una gran ventaja sobre otras  desarrollamos  la subcorteza, fue un esfuerzo que llevo cientos de miles de años, aun así , todo esto fue insuficiente, de hecho muchas otras especies también lo lograron, debíamos no solo ser inteligentes  y creativos , sino que tendríamos que aprender a vivir en sociedades con lo cual supondría un aprender a inhibir  ciertas conductas. Debíamos no solo oír  sino escuchar , teníamos  que ver , ya no bastaba  con mirar, teníamos que entender y tener la capacidad de preguntarnos constantemente , eso claro está , supondría un esfuerzo para lo cual , aun no estábamos preparados, la corteza cerebral como última capa del cerebro emergía como solución.

No obstante en esta carrera incansable, incesante, donde nadie podía detenerse, también la corteza cerebral humana tuvo competencia, mientras que otras especies ya  empezaban  a tener  cerebro más voluminosos y hasta con corteza. Cómo una especie con tan pocos individuos en relación otras, podía prevalecer frente a otras, cómo  una especie relativamente débil podía  prevalecer frente a animales más voluminosos y más fuertes. Nos quedaban aún grandes desafíos, pero no podíamos pararnos a analizar eventuales estrategias ya que detenernos en esta carrera evolutiva era simplemente desaparecer.

La naturaleza -difícil explicar porque ni el darwinismo pudo hacerlo – nos premió, nos dio la llave, esa que era simplemente entender al otro . Ahí la carrera ya nos ponía en clara ventaja y a la fecha actual,  sin caer en vanidad,  podemos decir  que llevamos la delantera, aunque sería  soberbia extrema pensar que siempre será así.

Este entender al otro, era  mucho más  aplicable hacia individuos de otras especies ya que nos permitió someterlas,  ya no serían un peligro potencial, incluso a especies muy grandes y fuertes , nos sirvió para manejarlas, ahora podríamos  usarlas a nuestro favor  para que nos sirvan a favor de nuestra carrera, es decir ya no compiten contra  nosotros, compiten para nosotros,  con esta llave hasta las manejábamos en grupos ,  en masa.  Y lo más importante, esa llave nos sirvió para alimentarnos de ellos, es decir, pudimos comernos a antiguos rivales.

¿Entender al otro individuo, pero que este sea de nuestra especie? ¿Qué nos permitiría? Con este preámbulo la respuesta puede ser obvia. La cultura ha cambiado, La “Neurocultura” ofrece  nuevos paradigmas, que son claros y  no  hacen ningún esfuerzo por ocultarse, y ha logrado cambiar grandes mitos,  probablemente ya no hay que dividir para triunfar, ahora es más efectivo  hacer masas para triunfar, solo hay que unirse en la emoción al otro, que crea que sentís igual,  que lo vivís igual, que tenés los mismos objetivos, ergo, los mismos enemigos, claro está, ya no serán los dinosaurios.

Si es el inicio de una nueva cultura,  surgen muchas alertas  y exige cambios sustanciales en la educación, si es el ocaso de la cultura, solo la educación lograra protegernos y quizá repararla.

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