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Opinión

Siglo XXI

Las líneas que siguen plantean más interrogantes que certezas. El objetivo es identificar los factores históricos que le dan perfil propio al siglo XXI. Esto se define por factores esenciales que determinaron su inicio, su configuración, las continuidades y rupturas en relación al siglo anterior. 

En principio, los elementos fundamentales que le dan identidad al siglo XXI son, probablemente, el ocaso del sistema internacional liberal, originado en el tratado de Versalles de 1919 y renovado en 1945 con la formación de Naciones Unidas (ONU); la emergencia de una nueva etapa en el sistema capitalista, hegemonizado por el capital financiero; la irrupción de la primera pandemia global y la confrontación entre EE.UU y China por la generación y difusión de su poderío tecnológico y su expansión comercial para definir cuál de las dos potencias liderará la cuarta revolución industrial y por ende determinará la nueva globalización. 

El siglo XX había sido caracterizado como un siglo corto, que había comenzado con la firma del tratado de Versalles (1919), permitiendo que las potencias vencedoras de la primera Guerra Mundial se distribuyan entre sí el poder a escala mundial, instituyendo el llamado orden liberal. El comunismo dominaba Rusia, convertida en la Unión Soviética, que en el mayor aislamiento pretendía concretar la teoría del socialismo en un solo país, lo que hacía muy dudosa su supervivencia. Al mismo tiempo, emergían países que habían estado en la periferia de Europa, como EE.UU y Japón, que súbitamente se convirtieron en nuevos protagonistas. Las conocidas alianzas y el fortalecimiento de Alemania desencadenaban la segunda guerra mundial y un nuevo orden en su culminación.

Tras la caída del Muro de Berlín agonizaban las ideologías. Se esperaba un mundo más seguro, se borrarían ahora sí las fronteras, llegaría el fin de los aranceles y viviríamos una paz duradera. Pero ocurrió el 11 de septiembre de 2001 y el mundo giró sobre su cabeza otra vez, asistiendo a la aparición de un nuevo enemigo: el terrorismo internacional. A partir de entonces la lista de conflictos se vuelve interminable con la guerra en Siria y sus migraciones masivas, las crisis en la zona del Golfo, el incesante enfrentamiento palestino-israelita, las amenazas a Irán por su desarrollo nuclear, etc. Como si fuera poco retornan los nacionalismos xenófobos y el aislacionismo, acabando con el idílico escenario del año 2000. Pero la guerra no es el único escenario de conflicto. Las guerras comerciales, monetarias, ciberguerras, el espionaje generalizado, como la intromisión en asuntos internos de otros países, son formas de conflictos apoyadas en nuevas tecnologías. 

Es preciso pensar este siglo con nuevas categorías. La posmodernidad, las ideas de posverdad, distopia, metapolítica, antiglobalización, poshumanidad cibernética, o inteligencia artificial, hiperinformación, son algunos de los hitos que marcan el siglo XXI. La mayor parte de la humanidad ha renunciado a pensar, distraída por la industria del entretenimiento o por este nuevo Dios, al que llamamos Google. 

El modelo actual propicia la explotación ilimitada de la naturaleza, bajo la idea de un crecimiento económico indefinido, en la prioridad del individualismo, la propiedad privada y el secularismo. Ciertamente, este modelo ha sido el que permitió impresionantes avances tecnológicos, pero también el que concentró los beneficios en muy pocos grupos, al mismo tiempo que causó la exclusión de vastos sectores sociales. Como novedoso escenario, después de cinco siglos del descubrimiento de América y de la aparición de la modernidad capitalista, la hegemonía geopolítica se disputa fuera de Europa y los dos actores o sujetos de la historia son ahora una potencia asiática, China y otra de América del norte, EEUU.

El optimismo de finales de siglo XX está moribundo, pero el siglo XXI no termina de nacer, y pareciera ser una melancólica continuidad del anterior. Hoy la gobernabilidad del sistema internacional no está fundada en la libertad, sino en el miedo. Ha renacido el miedo a la catástrofe nuclear -conflicto en Corea del Norte o Irán- y se suma el pánico que dejó el Covid-19, como guerra bacteriológica, un enemigo invisible que pone en jaque a la humanidad. No sabemos cómo reaccionar porque estamos ante un fenómeno nuevo, vivimos en una era de total incertidumbre. A diferencia de las dos grandes guerras, este fenómeno planetario no está localizado y pareciera que la amenaza invade a todo el género humano. En este escenario, ya no sirven las categorías derechas e izquierda. La lucha por la hegemonía se da entre neonacionalistas, por un lado y globalistas, por el otro. Indudablemente en este panorama habría que agregarle la guerra de Ucrania y el nuevo equilibrio que esta confrontación está generando, lo cual ameritará otro análisis. Es necesario una deconstrucción de la cultura en termino términos globales.

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